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Humberto Bezares Arango

Literatura e Ideología: Ayn Rand renace en América Latina



Ilustración: Ayn Rand, por Rocío Piferrer



Al igual que Dickens, el arte de Rand es el arte del melodrama. En el fondo, fue una novelista del siglo diecinueve iluminando conflictos sociales del siglo veinte. Sus novelas y lo mejor de sus ensayos merecen ser leídos hoy en día, cuando los problemas de la riqueza y la pobreza, el poder del Estado y la autonomía, la seguridad y la libertad, nos siguen perturbando. Anne C. Heller.

Existen en los anales de la historia del pensamiento económico personajes cuya profusa obra y reconocido activismo los ligan inexorablemente a determinados momentos de transformación social. De aquí que toda mención al Estado de bienestar remita a la figura de J. M. Keynes, que el desarrollismo traiga a la memoria a Raúl Prebisch o que el nombre de Friedrich von Hayek se encuentre íntimamente ligado a ese proyecto político llamado neoliberalismo.

No se trata, esta última, de una asociación azarosa ni carente de fundamento: es sabido que Margaret Thatcher adoptó las obras del economista austriaco como vademécum personal. La influencia de Hayek, sin embargo, no es tan clara en el caso de los Estados Unidos de América, donde el ascenso de Ronald Reagan y el neoliberalismo abrevaron de otros “manantiales”. Uno de estos fue una novela publicada en 1957 con el título de La Rebelión de Atlas, una ficción romántica de notables cifras de ventas[1] cuya influencia entre los lectores norteamericanos ha sido comparada con la de la Biblia. En ella se entremezclan un conjunto de ideas económicas, políticas y filosóficas en medio de una trama hollywoodense sobre la que se apuntala un laissez-faire radical para el cual el “egoísmo” es el fundamento de la sociedad de mercado; el oro es la concreción de las virtudes humanas y el empresario egregio es el “motor de la sociedad” que lucha por liberarse de la piedra del bien público que el “estatismo” pone sobre sus espaldas.


Una radical fobia al gobierno atraviesa a la novela y a su autora, Ayn Rand, nacida Alisa Rosenbaum en San Petersburgo en el seno de una familia judía de clase alta en el año de 1905. Tras 21 años de convulsiones revolucionarias que terminarían por expropiar la casa y empresa de su familia –despojo que, como lo señala la profesora Lisa Duggan en su obra Ayn Rand and the Culture of Greed (2019), “fue formativo para Alisa Rosenbaum, generando en ella un sentimiento de por vida de indignado merecimiento alimentado por la creencia de que le había sido robada la vida que merecía”– Alisa obtuvo un pasaporte soviético so escusa de visitar parientes en los Estados Unidos, donde además podría aprender de la boyante industria cinematográfica y regresar a la URSS para apoyar con la propaganda comunista. Con solo unas piezas de ropa y su máquina de escribir, el 17 de enero de 1926 salió de Rusia para nunca volver. Un mes más tarde Alisa Rosenbaum desembarcó en Nueva York, donde adoptó el nombre de Ayn Rand.


La carrera literaria de Rand inició en 1936 con la publicación de Los Que Vivimos, novela autobiográfica y cruda crítica al régimen soviético que vio la luz dos años antes del Coloquio Lippmann en París –primer intento de consenso neoliberal bajo la batuta de Hayek– y 37 años antes de la publicación de Archipiélago Gulag [1973] de Solzhenitsyn . En 1943 apareció su segunda novela y primer éxito comercial, El Manantial: una velada crítica al New Deal de F. D. Roosevelt y por momentos una apología de la violencia sexual que fue ganando admiradores al tiempo que un sentimiento anticomunista crecía en el marco de la Guerra Fría, al grado de que cuando se publicó su tercera y más importante novela, La Rebelión de Atlas [1957], sus admiradores agotaron la primera edición en pocos días.

El mensaje randiano, ideológico en toda acepción posible del término y condensado en un “sistema filosófico” al que llamó “Objetivismo”, encontró eco en la década de los 60 y 70s entre la juventud norteamericana radicalizada –desde la derecha y en el seno de las universidades de la Ivy League– en contra del gobierno a causa del fiasco de Vietnam. La reivindicación del individuo frente al creciente Leviatán burocrático fue un signo de este periodo que comenzó con una explosión de rebeldía, pero que desembocó en una cruel indiferencia ante la angustia social. Un termidor cultural –el concepto es de Franz Hinkelammert– convirtió las demandas sociales de fraternidad en una apatía egoísta y la reivindicación de los derechos de los propietarios, siempre individuos y nunca comunidades. La famosa expresión de Margaret Thatcher, “no existe tal cosa como la sociedad”, bien pudo haber salido de un ensayo de Rand fechado en 1964 en el que se lee: “no existe una entidad tal como ‘la sociedad’; pues la sociedad es sólo un número de hombres individuales” (Rand, 2009:25).


Fallecida en 1982, Ayn Rand no vivió para ver el triunfo de su legado. Al parecer de la profesora Jennifer Burns, “su carrera se vio marcada por el castigo que pagó por ser una partidaria temprana de ideas impopulares que más tarde pasarían a ser sabiduría convencional”; afirmación que la emparenta con el sino neoliberal: “lo cierto –escribe el historiador Eric Hobsbawm (2014:181)– es que desde comienzos de los años cuarenta y hasta los años setentas los más prestigiosos y antes influyentes defensores de la libertad total del mercado, como Friedrich von Hayek, se sentían como profetas que clamaban en el desierto”. Hayek llegaría a ver la tierra prometida, aunque sea parecía más a un purgatorio: la sociedad de mercado que, en todas sus vertientes y contradicciones, encuentra un nodo intelectual en la Sociedad Mont Pelerin. Rand murió en el aislamiento de un profeta resentido al que hoy más de uno rinde culto y preparan su regreso.

 

Más allá de los detalles de su biografía –interesantes cual puedan ser por su sincronicidad histórica con los eventos que condujeron al ascenso del neoliberalismo– es pertinente hablar de Ayn Rand hoy en día debido a que atendemos a un “renacimiento” de sus ideas particularmente notorio después del colapso financiero de 2008. En una obra sugerentemente titulada Ayn Rand Nation: the hidden struggle for America’s soul (2012), el periodista Gary Weiss analizó el fenómeno del Tea Party Movement cuyos primeros pasos se dieron en 2009 con las manifestaciones orquestadas por Rick Santelli, editor noticias de la CNBC y declarado randiano, en contra del plan de estabilidad de vivienda de Barack Obama quien, por cierto, en una entrevista concedida en octubre de 2012 a la revista Rolling Stone[2] se refirió a Rand como una antítesis de su propia filosofía, agregando que el objetivismo “es una de esas cosas que muchos de nosotros, cuando tenemos 17 u 18 años y nos sentimos incomprendidos, adoptamos”; pero que es necesario, concluyó el entonces Presidente, abandonar cuando uno se vuelve consciente de la complejidad del mundo real.


El Tea Party se abrió paso en el Congreso de los Estados Unidos en las elecciones de 2010 de la mano de Rand Paul, hijo del representante por el distrito 14 de Texas, Ron Paul, miembro del Partido Republicano, tres veces aspirante a la presidencia de los Estados Unidos y simpatizante de las ideas de Ayn Rand. En 2012, Ron Paul participó en las elecciones primarias para la nominación del Partido Republicano en las que resultó ganador Mitt Romney. El compañero de fórmula de Romney fue el republicano Paul Ryan, figura política conocida por sus ataques al Medicare y quien en una entrevista en 2003 declaró que solía regalar copias de La Rebelión de Atlas a sus amigos en navidad y que hacía que todos sus asistentes leyeran la novela. Ryan fungió como Presidente de la Cámara de Representantes de 2015 a 2019.


La lista de “personas influidas por Ayn Rand” elaborada por Wikipedia incluye a más de cien personas entre políticos, empresarios, artistas y académicos. Destacan, aparte de los ya mencionados, Martin Anderson, economista y consejero de Ronald Reagan; Malcolm Fraser, Primer Ministro de Australia de 1975 a 1983, por cuya petición Rand fue invitada a la Casa Blanca en 1976; John Hospers, primer candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Libertario en 1972; David Nolan, fundador del Partido Libertario de los Estados Unidos; Keith Raniere, recientemente inculpado por los escándalos de tráfico sexual a través de la organización NXIVM; Clarence Thomas, Juez de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos quien, según su propio testimonio, “educa” a sus ayudantes proyectando cada año la versión cinematográfica de El Manantial [1949]; y Jimmy Wales, co-fundador de Wikipedia. Como corolario, agreguemos que en el año 2016 Rand fue nombrada por la revista Vanity Fair como la pensadora más influyente entre los líderes tecnológicos de Silicon Valley[3].

A pesar de ser larga, la lista no incluye a otros “randianos” como Steve Jobs –de quien sus allegados han confirmado que era admirador de La Rebelión de Atlas– o a Robert Nozick, cuya influyente obra Utopía, Estado y Anarquía [1974] discute elementos del pensamiento randiano referentes a la teoría de los derechos naturales. Aunque Nozick fue crítico de la filosofía de Rand, no dejó de reconocer que las ideas de Rand eran “dignas de consideración y de discusión rigurosa”. Notablemente la lista no incluye a Ronald Reagan, quien en una carta dirigida al empresario William Vandersteel fechada en mayo de 1966, agradece el regalo que éste le hizo de una copia del panfleto “Conservadurismo: un obituario” de Rand y se refiere a sí mismo como “admirador de Ayn Rand” (Skinner et al., 2003:282). No menciona tampoco al expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien durante la campaña presidencial de 2016 en una entrevista concedida al USA Today dijo que uno de los libros que lo han inspirado es El Manantial de Rand: “es un libro que se relaciona con la vida y los negocios y las empresas y las emociones. Ese libro se relaciona con... todo”. Asimismo, tres de las posiciones más importantes en la administración Trump fueron ejercidas por personas que han declarado en algún momento su admiración por Rand: Rex Tillerson, Secretario de Estado; Mike Pompeo, director de la CIA –más tarde remplazo de Tillerson– y Andrew Puzder, director del Departamento de Trabajo[4].


 

Pero lejos de contenerse en suelo norteamericano, América Latina ha presenciado un crecimiento de la influencia de Ayn Rand debido a que desde principios del 2019 el Ayn Rand Institute (ARI) –organización fundada en 1985 para la preservación y difusión del Objetivismo y actualmente presidida por el economista israelí Yaron Brook– se ha enfocado a la promoción del objetivismo en nuestra región a través del Ayn Rand Center Latinoamérica (ARCLA), presidido por la argentina María Marty con el apoyo de escritores como Antonella Marty, cuyas obras La Dictadura Intelectual Populista [2015] y Capitalismo: un antídoto contra la pobreza [2020] dejan ver la influencia de Rand en sus escritos. En agosto de 2019 el ARCLA llevó a cabo el primer concurso de ensayo para jóvenes latinoamericanos “Himno” sobre el pensamiento de Ayn Rand y en septiembre auspició el coloquio “Individualismo vs Colectivismo” con sede en Buenos Aires.

Adicionalmente, tanto el ARI como la Atlas Society –otra organización dedicada a la promoción del objetivismo fundada en 1990–, se han acercado en los últimos años a “líderes de opinión” latinoamericanos como Gloria Álvarez Cross, guatemalteca egresada de la universidad libertaria Francisco Marroquín (UFM) que ha criticado a los gobiernos de izquierda de América Latina en sus múltiples apariciones públicas y en sus libros El Engaño Populista [2016] y Cómo Hablar con un Izquierdista [2017]. Galardona en el año 2018 con el “Premio Hayek” del Hayek Insitute de Austria, ha sido una voz influyente dentro y fuera de su país, siendo la encargada de dictar en Octubre de 2019 el discurso de apertura en la cena de la Atlas Society por el 62 aniversario de La Rebelión de Atlas. En septiembre de 2020, en el marco de las protestas contra el Presidente López Obrador en la Ciudad de México, fueron proyectadas algunas de sus conferencias en el plantón del Frente Nacional Anti-AMLO [Sic.] cuyo líder y también fundador del Congreso Nacional Ciudadano, el empresario mexicano Gilberto Lozano, es un declarado admirador de Ayn Rand[5]. En mayo de 2021, con auspicio de la Foundation for Economic Education (FEE) –uno de los centros de promoción de la ideología del libre mercado más influyentes desde su fundación en 1946, para la cual contaron con el consejo de Ayn Rand–, Gloria Álvarez y el economista argentino Javier Milei, impartieron en línea “la clase de economía más concurrida de la historia” a la que se inscribieron más de 16 mil personas. Sobra mencionar cuales fueron los temas y las conclusiones de la sesión.

En vida el interés de Rand por América Latina fue prácticamente nulo, en parte porque, según su apreciación anti-histórica del capitalismo, “sean los que sean los pecados de Latinoamérica, el capitalismo no es uno de ellos. El capitalismo, un sistema basado en el reconocimiento y la protección de los derechos individuales, nunca ha existido en Latinoamérica” (Rand, 2009:404). No obstante, en La Rebelión de Atlas se hace mofa de las políticas de expropiación que marcaron al nacionalismo económico latinoamericano del siglo XX. Por otro lado, uno de los héroes de la novela es el apócrifo argentino “Francisco d’Anconia”, un dandi cuya familia acumuló fortuna con el cobre chileno. Evidentemente, no se hace referencia en la novela a la explotación colonial y la expropiación originaria que históricamente se encuentra en la base del capitalismo latinoamericano como realmente ha existido, y no como la caricatura maniquea esbozada en sus escritos. El artilugio literario de Rand, el olvido sistemático de la historia y la defensa de un capitalismo utópico, han pasado a formar parte de un discurso sugerente y atractivo para la derecha política en América Latina que no ha dudado en emplearlo.


No es pues sorprendente que el expresidente argentino Mauricio Macri reconociera la influencia que las novelas de Rand tuvieron en su paso de los negocios a la política[6]. En Chile, Axel Káiser Barents-von Hohenhagen, asesor de la presidencia y co-autor de El Engaño Populista, es también presidente de la Fundación Para el Progreso (FPP), centro de estudios liberales asociado a la Atlas Society y el ARI. En Brasil –líder latinoamericano en ventas de libros de Rand con cerca de 13,000 copias al año– fue documentado que durante la campaña presidencial de 2018 el entonces aspirante a la vicepresidencia en fórmula con Jair Bolsonaro, el general Hamilton Mourao, citó a Ayn Rand durante sus actos de campaña[7], situación que nos recuerda que el populismo es también una herramienta de la derecha siempre y cuando no se preste mucha atención a la coherencia.


Pero la semilla de Rand estaba ya presente en Latinoamérica hace tiempo: José Piñera, influyente economista en el gobierno de Pinochet y hermano del actual Presidente de Chile Sebastián Piñera, es un declarado admirador de Ayn Rand. En Argentina se puede rastrear la influencia temprana de Rand hasta Alberto Benegas Lynch (padre), quien en la década de 1950 fundó junto a un grupo de empresarios el Centro para la Difusión de la Economía Libre, luego llamado Centro de Estudios para la Libertad, que publicó y difundió obras de autores como Hayek, Ludwig von Mises y Murray Rothbard entre otros. Gracias a su amistad con el economista norteamericano Henry Hazlitt y el empresario Leonard Read –fundador de la FEE– Lynch conoció las novelas de Rand justo en el momento en que se publicó La Rebelión de Atlas. Alberto Benegas Lynch (hijo) es presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y junto a José Piñera forman parte del Instituto Cato, uno de los think tanks más influyentes de la actualidad, fundado en 1977 y desde 2012 promotor del objetivismo gracias al nombramiento como presidente de John Allison IV, un ardiente admirador de Ayn Rand, que ha conducido uno de los programas más intensos de promoción de la obra de Rand mediante la rama “caritativa” de la firma BB&T que ha llevado la enseñanza del objetivismo a universidades como la de Austin en Texas.


En México la influencia de Ayn Rand se puede percibir en organizaciones como el Movimiento Libertario de México que en julio de 2012 llevó a cabo una “semana de Ayn Rand”[8]. Otra organización de corte libertario en nuestro país es el Instituto Cultural Ludwig von Mises (ICUMI), fundado en 1982 con el consejo y apoyo de Antony Fisher, entonces director del Institute for Economic Affairs del Reino Unido y fundador en 1981 de la Red Atlas –de la que todavía se discute si tomó o no el nombre a partir de la novela de Rand–. El ICUMI incluye entre sus actividades un concurso anual de ensayo para la detección de “talentos neoliberales” en cuya primera convocatoria el tema fue la obra de Ayn Rand. La figura política más destacada asociada al ICUMI es la ex-candidata a la presidencia de la república en 2012, Josefina Vázquez Mota, directora académica del organismo en 1998 cuando se publicó el ensayo de Mises sobre los problemas económicos de México emanado de sus conferencias en nuestro país en la década de los 40s.


A diferencia de Sudamérica, el influjo de Rand en nuestro país ha sido más discreto. La razón, me atrevo a concluir, refiere a la divergente historia política de nuestro país con relación a la de nuestros semejantes sudamericanos, cuya historia política ha sido la de un agitado péndulo político que se mece entre dictaduras militares de ambos signos. Ese radicalismo estuvo ausente en nuestro país cuando la “dictadura” del PRI absorbió gracias a un discurso nacionalista toda posibilidad de una transformación radical, ya fuera de izquierda o de derecha. No obstante, al igual que en el Cono Sur, en los últimos años las ideas de Rand han ganado terreno gracias a la difusión que de ellas han hecho organizaciones como el ya mencionado Movimiento Libertario de México y el Grupo Salinas a través del concurso de ensayo “Caminos de la Libertad” donde los premios incluyen copias de los libros de Rand. También ha ayudado a la difusión de su pensamiento en fechas recientes la promoción de “vendedores de ideas de segunda mano” como el escritor y político Luis Pazos o el periodista Sergio Sarmiento, ambos afectos a citar a Rand en sus cuentas de Twitter y en caso del segundo ligado desde hace años al Grupo Salinas, cuyo presidente Ricardo Salinas Pliego también ha compartido en más de una ocasión aforismos de Rand en su cuenta de Twitter para aderezar sus críticas al sistema de pensiones, el impuesto sobre la renta o las “violaciones” a la libertad individual en el marco de la pandemia del Covid-19.


 

Un fantasma recorre Latinoamérica, es el fantasma de Ayn Rand. No, no se trata de una broma ni de burdo sarcasmo contra los autores del Manifiesto Comunista. Es, más bien, una advertencia contra los excesos de la ideología y el lento pero continuo avance de una corriente que, al ubicarse a la derecha del neoliberalismo, asume el fracaso de éste como una oportunidad para ir más allá. Ayn Rand es el plus ultra del capitalismo: siempre se puede privatizar más, desmantelar más al estado, reducir más los programas sociales… Ante todo cuestionamiento siempre tiene pronta una respuesta: más mercado.


Los riesgos de tal postura política deberían ser evidentes para toda persona con un mínimo de conciencia histórica, particularmente en regiones como América Latina donde las consecuencias de décadas de gobiernos neoliberales no han llevado al desprecio tajante de la ideología del libre mercado, sino a buscar soluciones en extremos todavía más profundos como el que representa hoy en día el gobierno de Bolsonaro en Brasil. Que la inspiración para estos movimientos venga de una novela no debe ser motivo para risas o menosprecio, pues como bien lo apuntó crítico literario Marc Shell, literatura y economía deben complementarse y compenetrarse para crear una forma de análisis “cuyo objetivo es mostrar de qué manera las ficciones literarias y filosóficas pueden ayudarnos a entender y a cambiar la tiranía en nuestro mundo” (Shell, 2014:27). Cambiarla o recrudecerla, esa es la cuestión. En una vena similar, el economista francés Thomas Piketty ha reconocido en su obra más reciente, Ideología y Capital, que “las ideas y las ideologías cuentan en la historia. Ellas permiten imaginar y estructurar continuamente mundos nuevos y sociedades diferentes” (Piketty, 2019:20).

El fantasma del Estado autoritario, siempre vigente en las sociedades post-totalitarias, alimenta y ayuda a renacer a la vehemente crítica libertaria de Ayn Rand. Que el hecho mismo de que exista un gobierno “randiano” sea una contradicción en sus propios términos no es importante en un mundo donde los discursos se disocian de la realidad. No es, al final, la posible concreción de la utopía randiana la que debe preocuparnos, sino las derivas distópicas que se erigen sobre sus ficciones romántico-capitalistas. La Rebelión de Atlas ha demostrado ser un libro cuasi-profético, mas no por la penetrante visión de su autora ni por determinismo alguno de la historia, sino porque por décadas decenas de hombres, entre ellos su principal heredero intelectual y expresidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se han encargado de materializar los sueños de su tutora.


Conocemos las consecuencias de ser demasiado fieles al dogma del libre mercado: la desregulación de Greenspan acarreó el colapso financiero en 2008, y tras las finanzas el desempleo y el hambre. Hay que buscar otros caminos, otros ideales y otras utopías que lleven a Latinoamérica por otros caminos menos dogmáticos y más conscientes de los peligros de propugnar el egoísmo como virtud y el capitalismo como salvación. La realidad misma, como lo demuestra el ascenso de la derecha en nuestra región, no basta para acabar con su influencia, sino que se ha vuelto una herramienta para la radicalización. Las ideas, escribió con lucidez el historiador Fernand Braudel, son cárceles de larga duración. Depende de nosotros salir de la jaula o resignarnos a sus barrotes de oro pulidos con el brillo del romance en las novelas de una escritora polémica pero nada marginal, hoy más viva que nunca, una furia libertaria llamada Ayn Rand.



Humberto Bezares Arango. UNAM / UABJO.


 

Notas

[1] En 2009, a raíz de la crisis financiera, las ventas de La Rebelión de Atlas rebasaron el medio millón, ubicándose como número uno en la lista de ventas de “literatura y ficción” de Amazon. Todavía en 2011 la cifra de ventas se ubicó alrededor de las 445,000 copias y se han mantenido elevadas en parte gracias a una nueva edición en español de La Rebelión de Atlas publicada en 2019 y de El Manatial en 2020, ambas en Argentina.




[4] http://theconversation.com/how-ayn-rands-elitism-lives-on-in-the-trump-administration-74739




[7]https://folhapolitica.jusbrasil.com.br/noticias/630908636/general-mourao-faz-referencia-marcante-da-filosofa-ayn-rand-ao-avaliar-a-condenacao-do-brasil-e-e-intensamente-aplaudido-veja-video


[8] https://www.libertarios.info/category/eventos/semana-de-ayn-rand/



Bibliografía

Duggan, L. (2019) Mean Girl, Ayn Rand and the Culture of Greed. University of California Press. EEUU.

Heller, A. (2009) Ayn Rand and the World She Made. Donbleday (e-book).

Hobsbawm, E. (2014) Historia del Siglo XX. Crítica, edit. Planeta. España.

Piketty, T. (2019) Capitale et Idéologie. Editions du Seuil. Paris, Francia.

Rand, A. (2009[1966]) Capitalismo, el Ideal Olvidado. Grito Sagrado Editorial. Buenos Aires. Argentina.

Shell, M. (2014) La Economía de la Literatura. Fondo de Cultura Económica. México.

Skinner, K., A. Anderson, M. Anderson (2003) Reagan, A life in Letters. Free Press, Nueva York.

Weiss, G. (2012) Ayn Rand Nation, The Hidden Struggle for America’s Soul. St. Martin Press. Nueva York. EEUU.

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