Foto: Julien Marie Demelenne.
A pesar del retorno a la democracia en 1989, después de haber transitado 35 años de dictadura (una de las más extensas de América Latina), y de verificarse cierta transferencia de poder desde los sectores militares hacia los parlamentares, pareciera que Paraguay no pierde la tradición golpista. Antes por la vía del golpe militar y desde la transición democrática por la vía del juicio político. Nos preguntamos ¿por qué operan así?¿Es acaso una expresión de inestabilidad política a la interna de los partidos?¿Qué tan diferenciada es la disputa de intereses en las distintas corrientes políticas?¿O responden apenas a liderazgos personales?¿Cuáles sectores de la sociedad representan los Liberales y cuáles los Colorados?¿Son acaso verdadera oposición el uno del otro?¿Los sectores populares están representados?¿O lo que predomina es la disputa entre elites? Sobre estas y otras cuestiones conversamos con Julien Demelenne, quien trabajó en su tesis de maestría cómo la lógica de golpes de Estado estructura la política paraguaya.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cuál es el papel del golpe de Estado en la política paraguaya?
J. M. Demelenne: Históricamente, más allá de un cambio de hegemonía, la idea de golpe persiste, por encima de una idea de democracia producto del voto popular. Existe un acuerdo tácito, no escrito, que la única forma de producir un cambio político es mediante un golpe militar. A modo de ejemplo, la dictadura de Stroessner se inicia con un golpe en 1954 y finaliza con un golpe militar en 1989, orquestado por el consuegro del dictador. Lejos de golpes aislados, observamos una lógica que estructura un orden político.
Hemisferio Izquierdo: Sabemos que el partido Colorado gobierna el Paraguay desde hace décadas. ¿Cuál es la relación entre los golpes y el partido?
J. M. Demelenne: La lógica de los golpes de Estado no es una exclusividad del Partido Colorado. Durante prácticamente todo el siglo XX vemos materializarse golpes militares realizados por los diferentes partidos (Liberal, Febrerista, Colorado). Con el fin de la hegemonía liberal, luego de la victoria de la Guerra del Chaco se inicia un proceso de “empate catastrófico” (en el sentido gramsciano), por retomar el trabajo de Víctor Jacinto Flecha, entre las diferentes fuerzas políticas y militares. En 1947, con el golpe de dicho año y posterior a la Guerra Civil, vemos como se consolida la hegemonía de la alianza entre el partido Colorado y los militares. Dicha fusión se fortalece durante la dictadura stronista (1954-1989), período durante el cual se instala una asociación entre la nacionalidad y la afiliación al partido Colorado: “ser colorado es la mejor forma de ser paraguayo”. Pero inclusive antes de la llegada de Stroessner, los golpes militares existían de forma interna al partido Colorado. Alfredo Stroessner llega al poder con la promesa de la estabilidad política, de la “paz y progreso”.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cuál es el papel de las elecciones dentro de este contexto de golpes?
J. M. Demelenne: Los 35 años de dictadura transcurrieron con elecciones periódicas cada cinco años, lo cual legitimaba al dictador. La concreción de elecciones durante la dictadura nos muestra de por sí la debilidad de una definición democrática únicamente a partir de la materialización de elecciones periódicas.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cuándo el golpe militar es sustituido por el golpe parlamentario?
J. M. Demelenne: El cambio social en Paraguay no puede ser entendido únicamente a partir del cambio político. Es decir, si realizamos un análisis histórico, y si retomamos la idea de una hegemonía militar-colorada durante la segunda mitad del siglo XX, podemos afirmar que en el presente la hegemonía militar es prácticamente inexistente. El cambio de bloque hegemónico no se da en una fecha precisa. Si tuviésemos que encontrar una fecha para definir el fin de la hegemonía militar podríamos decir que se produce entre 1993 y 1999: la elección del primer presidente civil y las fallidas tentativas de golpes de Estado del general Oviedo en 1996 y 1999 evidencian, en cierta medida, una oposición de la sociedad al poder militar. Es ante el fin de la hegemonía militar que el golpe se convierte en un golpe parlamentario. Es en ese momento que surge la figura del juicio político como alternativa al golpe militar, como forma de chantaje o amenaza al Ejecutivo. Si en 1947, 1954 y 1989 los golpes fueron pensados en términos de una violencia militar, el golpe parlamentario de 2012 representa una reproducción de la dominación bajo la lógica de golpes de Estado al mismo tiempo que pone en evidencia el fin de la hegemonía militar. Es decir, el golpe parlamentario representa una reproducción de la dominación en su formato al mismo tiempo que representa un cambio social hegemónico.
Hemisferio Izquierdo: ¿Podríamos hablar de una hegemonía parlamentaria?
J. M. Demelenne: En Paraguay el parlamento concentra mayor poder que el presidente, debido a que la Constitución de 1992, por miedo a revivir una dictadura (todavía muy presente en el imaginario social) limitó ciertas funciones al Ejecutivo. La figura del Juicio Político en sí no es mala, el problema es su abuso y la falta de reglamentación. Es ahí donde deja de ser una herramienta jurídica y se convierte en un golpe político. Pero no necesariamente podemos decir que se trata de una hegemonía parlamentaria.
Hemisferio Izquierdo: Pero el golpe parlamentario es muy diferente al golpe militar...
J. M. Demelenne: Lo que confunde cuando hablamos de golpe es que mezclamos muchas veces la idea de golpe militar con guerra civil. En realidad, gran parte de los golpes militares, no se concretaban en términos de violencia, lo que importaba era demostrar al ejecutivo que no controlaba una parte mayoritaria de las Fuerzas Armadas. La falta de legitimidad del presidente abría la puerta a su destitución o renuncia. Históricamente, el politólogo Norberto Bobbio reconoce que la figura del Golpe de Estado —o de Coup d’Etat en francés—, no era militar sino que se fue modificando históricamente. Anteriormente hacía referencia a los complots familiares para quedarse con la corona en el marco de una monarquía. Es en este sentido, tanto histórico como conceptual, que podemos entender al juicio político como golpe parlamentario. Lo que hace el juicio político es poner en evidencia la soledad y falta de legitimidad del presidente para destituirlo o solicitar su renuncia. Cuando un juicio político puede materializarse en 24 horas, sin un debido proceso reglamentado, podemos entender la finalidad de un golpe de Estado.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cuál es el impacto del juicio político en la transición democrática?
J. M. Demelenne: Desde la transición democrática y la Constitución de 1992, ante la pérdida de hegemonía de los militares, todos los presidentes pasaron por la amenaza o la sombra del juicio político. Los dos únicos que no terminaron su mandato fueron Raul Cubas Grau, posterior al Marzo Paraguayo, y Fernando Lugo en 2012. El actual presidente, Mario Abdo Benítez, pasó por dos juicios políticos en tres años. En ambos se salvó gracias al alineamiento a última hora de su partido.
Hemisferio Izquierdo: ¿Por qué únicamente con la caída de Lugo se habla de un golpe parlamentario?
J. M. Demelenne: La idea de golpe fue más clara con la destitución de Fernando Lugo porque implicó el fin del primer gobierno de alternancia democráticamente electo. Pero los mismos Colorados vivieron históricamente diferentes golpes. Podríamos decir que las elecciones de 2008 representaron una ruptura con la lógica de los golpes de Estado. Se trata de la primera alternancia política por medio de elecciones democráticas que representó un primer paso en el proceso de “descorporización del poder político”. Retomando la definición del filósofo Claude Lefort, representó un primer paso hacia un poder político que emanaría de la heterogeneidad social y, en consecuencia, representaría un “lieu vide”, un lugar vacío. El poder no le pertenece a ningún cuerpo social. En términos democráticos, raras fueron las veces que las elecciones generaron un efecto sorpresa y de alternancia con el oficialismo. A nivel nacional, tenemos las elecciones en 2008 de Fernando Lugo, quien no finalizó su mandato. A nivel municipal, tenemos en Asunción la victoria de Carlos Filizzola en 1991 y más recientemente la de Mario Ferreiro (quien tampoco finalizó su mandato). Finalmente, tenemos la victoria de Miguel Prieto en Ciudad del Este que representó la ruptura con una clan familiar y colorado que gobernaba la ciudad desde hace décadas. Sino, en la mayoría de las elecciones, la victoria convenía al gobierno precedente (al oficialismo) o en todo caso las elecciones ratificaban los golpes de Estado.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cómo se da esa ratificación de los golpes por las elecciones?
J. M. Demelenne: En Paraguay, históricamente los golpes se dieron meses antes de las elecciones. Las elecciones servían únicamente para ratificar las decisiones del golpe anterior, sin posibilidad de construir una alternativa legítima. Existe una pugna entre concretar golpes de Estado que rompen con la legitimidad institucional y materializar elecciones buscando cubrir el alejamiento en relación al orden democrático. Los golpes, en gran medida fueron negados (oficialmente) por los actores políticos, en tanto ruptura violenta y, posteriormente, fueron ratificados por elecciones. Existe una congruencia entre los golpes de Estado y las elecciones: el golpe de mayo de 1954 fue ratificado por elecciones en el mismo año, lo mismo con los golpes de Estado de 1989 y de 2012. Las elecciones de 2013 produjeron el retorno del Partido Colorado, diez meses después del golpe parlamentario. Lo más sano hubiese sido de haber esperado el fin del mandato y que el pueblo decida. En la clase política existe mayormente un interés a fortalecer su capacidad de influencia política antes que fortalecer las instituciones para llevar a cabo elecciones democráticas.
Hemisferio Izquierdo: ¿En qué consiste esa capacidad de fortalecer una influencia política?
J. M. Demelenne: Mismo en la actualidad, no estamos pensando en fortalecer las instituciones con poderes independientes. Tanto desde el oficialismo como desde la oposición lo que les interesa es repartirse los puestos en los otros poderes del Estado para tener la mayor influencia posible. Al mismo tiempo que se reparten los cargos consideran que el único cambio válido es la destitución del presidente mediante un juicio político.
Hemisferio Izquierdo: ¿El partido Colorado sigue igual de fuerte, no vive un desgaste histórico?
J. M. Demelenne: Mismo en la actualidad, no estamos pensando en fortalecer las instituciones con Actualmente la hegemonía del partido Colorado, está en su momento más crítico. Pero el partido Colorado continúa en el poder porque no existe alternativa. En las últimas manifestaciones al mismo tiempo que la gente gritaba “ANR nunca más”, decía “que se vayan todos”. Hay ciudades que son tradicionalmente coloradas o liberales. Pero existen otras que alternan y donde la gente te dice que ambos partidos son lo mismo. Ante la desaparición del Oviedismo, el Frente Guasu y Patria Querida se disputan el tercer espacio con visiones muy antagónicas. Pero con proyecciones muy limitadas. El propio Fernando Lugo, que podía construirse una imagen como víctima del sistema corrompido, está bastante deslegitimado por sus negociaciones con los mismos que lo habían destituido.
Hemisferio Izquierdo: ¿Esta crisis del partido podría dar lugar a un cambio?
J. M. Demelenne: Mismo en la actualidad, no estamos pensando en fortalecer las instituciones con Lo que abre la puerta a un posible cambio, es lo que llaman el “bono demográfico”. Es decir, Paraguay cuenta en estos momentos con una mayoría de población joven, económicamente activa, que no conoció la dictadura pero que tampoco siente ese arraigo a la tradición familiar por un determinado partido. En esa población se está jugando la posibilidad de abrir espacios políticos alternativos. Localmente, se dieron procesos de cambios en esta perspectiva, como fue la elección de Miguel Prieto en Ciudad del Este, que puso fin a un clan mafioso del partido Colorado que controlaba (y sigue en parte controlando) la ciudad. Existen varias ciudades que viven procesos parecidos. A nivel nacional, la cuestión es más complicada.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cómo se encuentra el escenario político en este momento?
J. M. Demelenne: En relación al panorama actual, existen varios elementos. Por un lado, estamos ante unos años electorales muy intensos. Por causa de la pandemia se han postergado las elecciones municipales que se realizan este año. En este mes de junio (2021) se realizaron las internas y en el mes de octubre se hacen las elecciones municipales. En octubre del año que viene se hacen las internas partidarias para las elecciones presidenciales que tienen lugar en abril de 2023. Este cronograma electoral muy ajustado tiene un impacto muy fuerte en Paraguay debido a la cultura clientelar de la política. Durante estos próximos dos años, es prácticamente imposible gobernar y la única misión de los políticos es construir alianzas y obtener recursos para financiar el clientelismo y las campañas políticas.
Hemisferio Izquierdo: ¿La pandemia alteró de alguna forma la cultura política?
J. M. Demelenne: La pandemia ha abierto la crisis de la hegemonía del partido Colorado. El partido no ha conseguido “ayudar” a las familias, durante la crisis sanitaria, lo que ha abierto una crítica social al partido. Esta crisis interna no implica necesariamente una derrota del partido Colorado en las próximas elecciones, porque para ello es necesario una alternativa, pero sí un desgaste muy fuerte, que implicará un descontento popular cada vez mayor. Al mismo tiempo, el partido Colorado está viviendo una división muy fuerte entre el sector liderado por el ex-presidente Horacio Cartes y el del actual presidente Mario Abdo Benítez.
Hemisferio Izquierdo: ¿Y a nivel de la oposición?
J. M. Demelenne: Por el lado de la oposición, existe cada vez más una conciencia de la importancia de una alianza de todos los partidos de oposición para ganar al partido Colorado. Lo cual no quiere decir que va a ser un proceso fácil y automático. A nivel local existen pequeñas alianzas como el apoyo existente entre los intendentes de Ciudad del Este (Independiente), Encarnación (Patria Querida) y Villa Elisa (partido Liberal). En Asunción también existe una iniciativa de unificar los candidatos de la oposición para vencer al candidato del partido Colorado. Pero en la capital hay un antecedente cercano de un intendente de oposición que no consiguió finalizar su mandato. A nivel nacional el panorama se complica con divisiones internas muy fuertes. El partido Liberal se encuentra dividido en dos grandes sectores, uno de ellos muy cercano al Cartismo (Horacio Cartes, ex-presidente colorado). Mismo si consideramos las últimas votaciones para nombrar al presidente del Senado, vemos como la oposición, siendo mayoritaria, no pudo llegar a un consenso y terminó votando de forma dividida. Las principales divisiones se dieron en el partido Liberal y en el Frente Guasu.
Hemisferio Izquierdo: ¿Existe una relación entre la clase social y la cultura política paraguaya?
J. M. Demelenne: Sería un error pensar la política paraguaya estrictamente desde una lectura de clases. Si pensamos en el Partido Colorado, varios de los líderes históricos y de los que conforman los diferentes cargos electivos provienen de clases populares. Basta con mencionar líderes actuales como Juan Carlos Galaverna o el ex presidente Nicanor Duarte Frutos, que provienen de clases humildes. Existen raras excepciones como el de los ex presidentes Horacio Cartes y Juan Carlos Wasmosy, que llegaron al poder con una gran fortuna. En parte estas fortunas se hicieron gracias a sus amistades con el poder. No se puede olvidar que gran parte de las grandes fortunas paraguayas surgieron gracias al beneplácito del dictador Alfredo Stroessner. De igual forma, la pertenencia a un partido político más que un reflejo de una clase en sí, es vista como una posibilidad de movilidad social. La participación o la obtención de un cargo en el Estado es visto como una posibilidad de enriquecimiento. La polarización clasista, reflejada en los partidos políticos y en propuestas ideológicas es bastante reciente. Sin mencionar algunos partidos de izquierda tradicionales, la polarización ideológica se ve a partir de la última década dentro de la oposición, con un partido Patria Querida, que representa en gran medida una clase privilegiada urbana o propietaria de grandes extensiones de tierras (y hay veces una clase media urbana) y el Frente Guasu, que tiene una base electoral mayoritariamente rural y de pequeños productores campesinos. Esa polarización clasista no se observa necesariamente en los partidos tradicionales, los cuales son muy heterogéneos y con ideologías internas contradictorias. Inclusive, en el partido Liberal, como su propio nombre lo indica, no refleja necesariamente los valores ideológicos del liberalismo. La mayoría de los partidos se sostienen más bien en la tradición y en un sistema clientelar.
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