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Guillermo Chifflet

No perder la razón de vivir*


Ilustración: Julio Castillo

- Artículo en recuerdo de Carlos Quijano al cumplirse quince años de su muerte,

publicado en Alfaguara en junio de 2000 -

La noche que llegó el cierre definitivo de Marcha, todos lo tomamos como un homenaje a la dignidad. Quijano había dicho ya: "a veces es necesario morir para no perder la razón de vivir". Era su definición de la conducta.

Una personalidad excepcional con la trayectoria de Carlos Quijano permite sin duda, múltiples enfoques. Analizar su pensamiento político -tema de especial interés para Alfaguara- significa internarse en hechos esenciales de nuestro tiempo, permite extraer enseñanzas, observaciones fecundas y admirar la tenacidad con la lección que surge, además, de su vida. Pero releer a Quijano significa, además, comprobar que la gran acción política no es la actividad electoral. Que en él fue, sobre todo, capacidad de afirmar la verdad, aun al precio de la soledad. En todo momento es posible observar en Quijano, pasión en la búsqueda de la verdad, voluntad de trabajar por ella, con heroica sinceridad, sin esperar el fruto.

Antes de marcar algunas grandes líneas de su pensamiento político -tema de especial interés para Alfaguara- importa destacar esa lección; ese estilo vital que hizo de vida un modelo de conducta. En sus escritos reflexiona más de una vez sobre estas cosas. "Nuestro único y modesto heroísmo -escribió en una hora de balance- ha consistido en batallar sin esperanza de ver los frutos". En un editorial de hace cuarenta y un años explica: "El hombre necesita de ella como el hambre y el sol. Puede encontrar transitorios sustitutivos. Si estos no lo matan, un día y otro retorna a la superficie como el nadador que se zambulle. Lincoln tenía razón. se puede engañar algunos todo el tiempo a todos algún tiempo pero no a todos todo el tiempo. Es una regla de oro de la conducta. Un vino fuerte que ayuda a sobrellevar y a preservar". Cuando Ernesto Guevara hizo llegar a Quijano su trabajo sobre "El socialismo y el hombre en Cuba" sus palabras iniciales ("Estimado compañero") no eran una fórmula. Ningún revolucionario escribe la palabra compañero en vano. "Es en la actitud del combatiente que se vislumbra al hombre del futuro", observa el Che, que apostaba a un hombre nuevo en ese trabajo. Y Quijano tuvo siempre la actitud del más generoso combatiente: no pretendía nada para sí. "Sólo que al fin de la jornada -importa recordar sus palabras- podemos estrechamos las manos, cumplido el deber, limpia el alma, sean con nosotros, como hoy el ánimo combatiente y la esperanza". Tan importante como su pensamiento político, por tanto, es la enseñanza que surge de la conducta que lo avala. Son conocidos algunos hechos esenciales de su juventud: las luchas por la reforma universitaria, el impulso que le llevó a crear -con otros jóvenes, en París donde estaba becado estudiando economía- la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos. En esa acción están, ya tres de sus preocupaciones: esta tierra uruguaya, América Latina, y el problema del imperialismo. Al fundar El Nacional por el 30 cuando comenzaba en el país la crisis que algunos descubrieron mucho después, Quijano explica: "Los problemas están ahí, agolpándose. El primero de todos, el que nos crea la expansión avasalladora y hasta ahora incontrastable del imperialismo económico de Estados Unidos. No está de más que digamos que sea este diario le hemos puesto El Nacional no es sólo por una razón partidaria. Es también porque desde sus columnas queremos defender -nosotros, qué tan alejados estamos de los patrioterismos- el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos". Qujano se propuso además cambiar los métodos y el estilo políticos. "Todo lo que podemos hacer -expresa- por elevar el nivel de nuestra política por desterrar de ella el charlatanismo y la ignorancia, por mejorar sus métodos, por darle un cuantioso aporte de elementos técnicos y científicos, lo haremos". Venía a cumplir ahora -desde tierra oriental- el compromiso asumido con una generación de jóvenes latinoamericanos. ¿Cuál era ese compromiso quizás amasado en nostalgias? ¿Por qué aquellos jóvenes superaban lo que para muchos será entonces la tentación de permanecer en Europa y preferían el retorno? ¿Qué se proponían? Treinta años después, en víspera de la Navidad del 60, de paso por París, Quijano repasó aquellos años de su vida y relató, desde Marcha, recuerdos esperanzas: "Dentro de pocos días será Navidad -escribió- y la evocación de las palabras nos deja en la boca un gusto agridulce. Mi madre y mi niñez. La alegría del Sol en nuestras tierras. los años que se van y que vienen. y aquellas verdades que aquí en Europa en el recuerdo transforma también en dulces, desvaídas, imágenes de Espinal. Está aquí, en París, y con él he reanudado los lugares de nuestra mocedad, Toño Salazar". "Hemingway llamó a su generación -dice más adelante- un poco anterior a la nuestra, la generación perdida. ¿Qué fue de nuestra generación? ¿También se perdió?". "De nuestros sueños, de nuestras ambiciones, de nuestra deslumbrante fe, qué es lo que sobrevive y qué de vino fruto?" "Con Toño Salazar es revivido antiguas conversaciones que el viento no se llevó. Pero de otros -observa- me separo la vida o la muerte." Recuerda entonces a Julio Mella (muerto bajo Machado) [se refiere a Gerardo Machado, presidente de Cuba desde 1925 y dictador en 1929, depuesto por Batista en 1933; Julio Antonio Mella, revolucionario cubano fundador del Partido Comunista y expulsado del mismo por "indisciplina", asesinado en México en 1933] "el más puro y gallardo de todos nosotros -dice- a quién mataron los servicios del dictador", a Leonardo Fernández "que a los 20 años se debatía contra la ceguera y que ahora (era el segundo año de la victoria popular) es embajador de Cuba en alguna parte". Recuerda a León Bayle, sobrino de la Margarita de Rubén Darío "con quien dirigíamos ¡ya! (señala como asombrado de la audacia juveni) un boletín de estudios latinoamericanos, y que terminó de embajador de Somoza en Washington". Recuerda a haya de la Torre, a quien el antiimperialismo se le había ido yendo con la juventud. Quijano sólo dice, sobriamente: "Haya de la Torre, treinta años de enemistad, que por esos días esconde su forzado ocio en Roma; Carlos Pellicer, que dirige museos en México; Gustavo Machado, convertido en líder del Partido Comunista Venezolano; Miguel Ángel Asturias, que lleva todavía su Guatemala sacrificada acuestas; Salvador de la Plaza cuyas trazas he perdido; y tantos y tantos más que ya no volveré a ver". Quijano repasa, en lo que llama el diálogo con su sombra, el círculo mágico de los encuentros de aquellos jóvenes en París, qué significaba Europa para ellos: "la cotidiana cosecha de frutos de una civilización milenaria", "el usufructo de una cultura que pudo bastar para llenar la vida" "Pero nuestro deber estaba ya -expresa- en nuestra América, caótica, hostil, esclavizada, ignorante de su destino, atiborrada de asechanzas. Entre leer historia o a lo sumo escribirla, y hacerla, había que optar por hacerla. Las largas discusiones que nos consumían las noches desembocaban siempre en el mismo planteamiento simple: quedarse era disfrutar generosamente de la gloria ajena; irse era asumir con dignidad viril la propia pena". "A miles y miles de kilómetros está mi tierra" dice también Quijano en el 60. Y agrega "Hacia ella miro ahora". Las cartas que en junio de 1984 recibimos Alfaro y yo son un testimonio de esa misma y constante mirada. "Nuestra tierra comenzará algún día su redención" afirma luego. Y explica la necesidad de luchar "en las vanguardias que salen al campo raso expuestas a las calumnias y el ridículo, en todos los sitios donde se está dispuesto a combatir contra el conformismo, la mentira, la complacencia, la frivolidad y la injusticia". "Nada tiene sentido -dirá luego- todo carece de explicación verdadera hoy como ayer en el mundo, en América y en el Uruguay, si se Ignora el fenómeno imperialista si no se comprende la vasta descolonización que está en marcha, si no hay conciencia de que en el plano internacional todos los pueblos pobres, nuestros hermanos, de otros continentes, ya no pueden ni quieren soportar la miseria, la explotación y la servidumbre". Tiempo después, en otra hora del balance, las mismas preocupaciones. "¿Qué será de nuestra América Latina? ¿Qué será de nuestro Uruguay? Las preguntas que nos obseden, retornan" escribe. Observa comienzos del fin de los imperios, de Asia a África, de África a América Latina. "Todo cuanto ha ocurrido gira alrededor de ese eje y todo se vincula; como la distintas tomas de una película, dispuestas dispersas inicialmente, pero que responden a un plan, a un guión, a una unidad de creadora". Al juntarlas esta unidad esencial aparece, se revela. El asesinato de Lumumba, la invasión a Cuba, las intrigas de Laos, la guerra de Argelia, la liberación de Angola, la caída del Janio Cuadros. Analiza estos y otros hechos al mirar hacia América Latina explica lo que vendrá: "un año que se abrirá para la América toda con las conferencias convocada para condenar a Cuba, para intervenir en ella a pretexto de consolidar la Democracia, que se confunde con la libre empresa. Una democracia de la que también son heroicos cruzados los dictadores y aprendices de dictadores que por estas comarcas pululan". Y plantea la respuesta al desafío: "¿Qué será nuestra América? La que merezcamos. ¿Qué sea nuestro Uruguay? El que merezcamos. Fijemos el rumbo y no pequemos contra la esperanza" Habían pasado años, décadas de lucha, de incomprensiones, de agravios soportados. En agosto del 58 Quijano recordó algunos: "Hubo que aclarar posiciones, que definir propósitos que soportar improperios y aún calumnias. Cierto botaratismo superficial que encuentra fácil eco en eso que se llama prensa -dijo- donde cualquier tinterillo o irresponsable se erige en juez de las limpias conductas ajenas, no vaciló en calificarnos de "herreristas" dando al término un sentido peyorativo. Herreristas a nosotros, que hace acaso más de veinte años que no cruzamos una palabra con el señor Herrera; que nunca utilizamos su nombre, su retrato su prestigio, para engrosar nuestros magros caudales electorales; que nunca le pedimos puestos ni certificados de confianza partidaria; que nunca acumulamos adjetivos como ristras de cebolla para hacer su elogio ditirámbico y encendido, y que por lo mismo tampoco nunca tuvimos que caer en la baja torpeza de darle vuelta la espalda para cubrirlo de injurias. Hace veinticinco años desde la más tierna y por cierto sentido irrespetuosa mocedad, desde que empezamos a actuar, que estamos frente al señor Herrera y su política. Lo estuvimos cuando el partido estaba unido; lo estuvimos con más razón cuando el golpe de estado del 31 de marzo; lo seguimos estando ahora porque no hay razones para obligarnos a cambiar de posición. Pero así como ayer no mentimos elogiándolo, hoy tampoco queremos mentir, enrrostrándole culpas en las que no creemos. Nos basta lo que nos separa para no ser sus compañeros, no tenemos necesidad de calumniarlo para ser sus adversarios sin pausa y sin flaqueza". Pero no sólo de Herrerista, también Quijano fue acusado de batllista. "Porque éramos, dice- partidarios de las nacionalizaciones de los servicios públicos que los tarambanas pudibundos de entonces se decidieron apoyar cuando vieron que de esas nacionalizaciones podían tener puestos para repartir." También fue acusado de comunista, porque trató de explicar "sin necesidad de actos de construcción ex post facto - expresó entonces- la firma del pacto germano-soviético". "Y la verdad, la verdad sustancial, inequívoca, indestructible, es que mientras unos frívolos miraban que se lanzaban del trapecio en trapecio, nosotros seguimos siendo los mismos -afirma Quijano- con una fidelidad sin fallas que reivindicamos como el único mérito de nuestra vida". Quijano explica entonces que su experiencia dentro del Partido Naciona, de la cual hacía ya mucho tiempo estaba separado, quedaba concluida. Subraya entonces su pensamiento socialista. (Cuando Quijano habla de socialismo se refiere al plano ideológico, no se refiere a mi partido, el Partido Socialista del Uruguay, quiero aclararlo ,no para señalar con el discrepancia que no las tuve, sino para que no se crea que intentó hacer aquí explotación partidista). "Si alguna formación tenemos ella no es otra que la marxista -escribe-. A todo lo largo de nuestra vida Marx nos ha ayudado a pensar. Nutrió en la época de las primeras y dilatadas lecturas, nuestro mocedad. Renan decía que el vino de la iglesia dejaba para siempre su aroma en el vaso. Marca e impregna. Volvemos siempre a él para refutarlo, para contradecirlo, para negarlo, pero también para confirmarlo y confirmamos". Finalmente, más de una década después, el 12 de noviembre del 71, al comentar una marcha de los jóvenes del Frente Amplio ,al que había contribuido a fundar, dijo: "Fue una fiesta y un acto de fe, que se prolongó durante horas sin un solo incidente, sin gritos destemplados. Como en todos sus actos, el Frente dio prueba de madurez, de poderío, del fecundo y exultante optimismo que inspira". Observó, sin embargo, que la reacción aprovechaba ya la soledad o el aislamiento de algunos poblados para mostrar sus garras, señalando los ataques contra mítines del Frente en Castillos, en Lazcano, la tentativa de asesinato de Líber Seregni en Rocha, "Pero más allá de las dificultades, el Frente Amplio tiene una proyección histórica -señaló- que está por encima de nuestros destinos personales es la herramienta de la Grande e Inevitable mutación. Es el futuro". Pero sobre el país sobre venía la noche. Y Quijano ya lo había advertido. En junio del 68 había escrito en Marcha: "va para un mes que el país está sometido a las medidas de seguridad. Al socaire de las mismas han intervenido entes, destituido directores, militarizado servicios, removido funcionarios, arrestado y mantenido en prisión a ciudadanos, prohibido manifestaciones, congelados precios y salarios. ¿Para que ha servido todo esto? ¿Para pacificar al país? ¿Para iniciar la reconstrucción económica? El arte se juzga por sus frutos el arte de gobernar no es el arte del boxeo". Al analizar la opción que se abría ante el país explicaba dos caminos posibles: "o la política que nos ha conducido adonde estamos, o la política económica que sea el reverso de la actual, la antítesis de la hasta ahora aplicada. El gobierno se adentra en el tembladeral; pero el país no es el gobierno. Y hay que salvar al país". "Esta conducta espasmódica de ahora -afirmó poco después- represiva en el campo puramente político, torpe e infecunda por naturaleza puesto que solo cuenta con el asiento incómodo de las bayonetas, es también profundamente reaccionaria y antihistórica. Se lo decimos con profunda amargura patriótica a los eminentes profesores que la aplican. Y ellos saben, por lo menos algunos de ellos deben saberlo, que no tenemos puestos a defender y puestos a conquistar, clientelas a contemplar ni electorados a cuidar. Algunas ventajas acuerda la soledad. Por ejemplo la de poder decir, antes que las sombras se cierren del todo, que la escalada, de continuar, llevará a la dictadura ,y que la violencia engendrará la violencia; la de poder llamar a responsabilidad asumiendo enteramente aquella que el destino puede echarnos sobre la espalda a quienes se han embarcado en la aventura de figura y suicida de hacer retroceder al país para sumirlo en el caos y la desventura". No vamos a recapitular los hechos. Todo confluye entonces hasta la tragedia nacional. La crisis que había comenzado muchas décadas atrás, la ortopedia imperialista del Fondo Monetario que había comenzado aplicar en 1959 la línea general del imperio. Baqueano en cosas de América Latina, estaba alerta desde siempre a lo que podía hacer en estos países la de la militar. Los sucesos después se precipitaron. El 9 de febrero del 72 los mandos del ejército, la fuerza aérea y la policía, después de destituir a un ministro, anunciaron en los llamados comunicados 4 y 7, un plan que incluía entre otros compromisos, modernización y tecnificación de la enseñanza, una política de precios y salarios que aseguraría el poder adquisitivo de los salarios sin afectar a la producción, garantizar a todos los habitantes del país la más alta calidad de asistencia médica, eliminar la deuda externa a la que calificaba de opresiva, erradicación del desempleo y la desocupación, redistribución de la tierra, creación de fuentes de trabajo y el desarrollo de la Industria. (Es como para creer en las palabras. ¡Si tendrán que estar respaldadas con la conducta!) Estas eran algunas medidas fundamentales. Había además otros, detalles. Extirpar toda la forma de subversion, control y sanción de la misma mediante adecuada legislación, asegurar la intervención o representación de las fuerzas armadas en todo organismo o actividad que tenga relación con la seguridad y la soberanía, consolidar las ideas democráticas republicanas para evitar la infiltración y captación de adeptos a las doctrinas marxista-leninistas incompatibles con nuestra tradicional estilo de vida. Se plantea entonces una discusión y no por la confusión en torno a estos documentos Quijano recordó lo esencial. "El partido manda al fusil", advirtió recordando la frase de Mso, traducción o adaptación de la que guiaba a los romanos en los tiempos de Cicerón:"que el poder militar se incline ante el poder civil". "Esta es norma básica de convivencia y por serlo -dijo- no cabe olvido o apartamiento de la misma. Si el poder civil se ve amenazado por el militar hay que respaldar al poder civil. La historia lo probó en la materia las únicas pruebas que importan son las empíricas". Recordó al respecto ejemplos claros, salteo aquí algunas experiencias, como el ejemplo qué plantea en los años de la marcha sobre Roma. Pero afirmó, sobre todo, en qué medida que defender la libertad. Ante una avasallante cacería de brujas que planteaba el peligro de lo que suele calificarse de foráneo, Quijano analizó como todos estamos marcados por lo propio y por lo que se llama foráneo; como un país es, por aislado que se encuentre, un crisol o encrucijada de milenarias experiencias del mundo entero. "La tarea consiste en aclarar todo y aplicarlo a lo propio de acuerdo con las condiciones de cada país". Y planteó claramente "Es falso que el socialismo y libertad sean inconciliables. Si lo fueran, habría que desesperar el destino humano. Es falso que la libertad suponga necesariamente implícitamente libertad de comerciar y vía libre para el lucro. Una de las trampas del capitalismo es la de aparear libertad política con la libertad económica y presentar a ésta como una garantía de aquella. También tramposa es la afirmación de que no hay progreso sin lucro y sin propiedad individual de los medios de producción. La libertad política y la llamada libertad económica, son dos categorías diferentes que, llegado cierto punto, se repelen. Es falso que el socialismo comporte un sentimiento reverencial del estado, una estratificación centralizada y vertical de todo. Es falso que el socialismo sea un ahumanismo o un antihumanismo. En realidad el socialismo es o debe ser -ya lo decía Lenin con palabras parecidas- el heredero de todas las conquistas de la humanidad. En Marx confluyen Hegel, Ricardo, San Simón, la filosofía alemana, los economistas ingleses, el socialismo francés. Y entre dichas conquistas está la libertad jamás culminada. Por ello, concluía Quijano después desarrollar estos temas, son preferibles a las ordenanzas de cuartel las rengueantes libertades de la democracia burguesa que por tanto hay que defender para poder perfeccionarlas. Respaldo al poder civil frente a los avances, las amenazas o actos del poder militar. Defensa de las libertades esenciales y de los derechos humanos; he aquí dos consignas que siempre, y más por supuesto, en horas turbias, deben tenerse presentes. Pueden llegar a ser en ciertos momentos, paritarias". Esto lo decían agosto de 1972, ocho meses antes de la disolución del parlamento reclamando además consulta popular para que el poder volviera al soberano Frente a los cantos de sirena de los comunicados en los que algunos por táctica política querían creer explicaba: "No hay revolución sin la presencia viva y actuante del pueblo de una clase numerosa y disciplinada capaz de echarse sobre sus hombros tamaño empresa o de varias clases que pueden unirse en una coyuntura histórica. Coquetear con el despotismo de la fuerza sólo puede conducirnos hoy a los más sombríos mañanas". Finalmente, en plena irrupción militar afirmó, refiriéndose al propio país: "de esta muerte cuya duración Nadie puede prever, nacerá, si no bajamos la guardia, otro Uruguay mejor. Así lo sabemos. Nunca hemos pecado contra la esperanza. ¿Por qué habríamos de hacerlo ahora, cuando la sombra está al alcance de la mano? Tiempos hay para todo. Tiempo para quedar solo también. No sería la primera vez. Puede ser que sea la última. Pero eso no importa. Otros veran los que nos fue negado, o no supimos conquistar". Después vino para Quijano y para otros compañeros de Marcha la censura, el exilio, la cárcel. "El camino de los orientales se trifurcó: el encierro, el destierro, o el entierro" dijo Quijano desde un Cuaderno sobre Uruguay editado en México. Entre las que se quedaron, otra gran personalidad de este país, Julio Castro, es uno de los desaparecidos. Todo era entonces silencio. Marcha había sido clausurada hacía tiempo Desde México volvió a la acción. En una de sus cartas insistió, después de plantear la crisis del capitalismo ("al que habrá que ayudar a bien o a mal morir", son sus palabras) que "esa decadencia del capitalismo puede durar diez, veinte, cincuenta años más, que poco significan en la historia. No hay en el horizonte otra perspectiva del socialismo,. Socialismo o barbarie; como antes, o más que antes. Pero ¿de qué socialismo se trata? -planteaba-. La conquista de la libertad es la gran aventura del hombre". Y concluía: "no concibo al socialismo sin libertad, como no concibo a la libertad fuera del socialismo". Y en una de sus últimas cartas que nos dirigió Alfaro y a mí, escribe: "me duele -recuerdo a Unamuno- América Latina. Me duele mi pago. Quiero comprenderlo para ayudar a transformarlo. Hundirme en sus entrañas, penetrar en su pasado, descubrir los caminos del porvenir". En esos pensamientos le sorprendió la muerte. Releyendo, en de estos días, páginas de su obra inmensa -que habrá que reeditar- encontramos en ella nueva fe. "Frente al misterio de los espacios infinitos -dijo alguna vez- hay otros espacios que mueven al recogimiento. Entre ellos los espacios históricos. Nos dan una lección de humildad: gobiernos e imperios, aún los elevados por evoluciones seculares. caen, se desmoronan, pero también nos dan una lección de esperanza. Las ideas una vez emitidas, no se han perdido. A través de las alzas y bajas de la historia se han constituido poco a poco un inmenso tesoro de valores morales, a cuya formación han contribuido todas las razas y todas las generaciones. Esa esperanza es la que nos mantiene", decía Quijano También a muchos, ante la muerte del gran maestro . También a quienes -ante la obligación y el crimen social- no han perdido la fe. Y forjan, o intentan forjar en todo este proceso actual de globalización en beneficio de pocos, la unidad de todos aquellos sectores capaces de aportar a la antítesis liberadora.

*Publicado originalmente en la revista Alfaguara. Agradecemos a Fernando Moyano su transcripción.

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