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Álvaro Levin*

“Hay una competencia de encuadres entre salvar vidas y evitar una crisis económica”, entrevista a Na


Foto: Georgina García

En el marco de la pandemia mundial por el covid-19 Hemisferio Izquierdo conversó con la analista argentina Natalia Aruguete en torno al periodismo, los medios de comunicación, y los conflictos, consensos y encuadres mediáticos que se viralizan por las redes sociales.

Natalia Aruguete es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y docente de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Sus líneas de investigación refieren al estudio de las agendas política, mediática y pública, así como también al análisis de las redes sociales y la comunicación política. Recientemente publicó –el 1º de abril del 2020- junto a Ernesto Calvo, el libro “Fake News, trolls y otros encantos” (2020) y anteriormente “El poder de la agenda. Política, Medios y Público” (2015). Es colaboradora periodística de Agenda Pública (España), Página 12 (Argentina) y Le Monde Diplomatique – Ediciones Cono Sur.

En esta gran emergencia sanitaria mundial, ¿cómo percibís el rol de los medios de comunicación?

En realidad no veo muchas diferencias en término generales, entre los medios de comunicación, por lo menos acá en Argentina. No necesariamente es el comportamiento que se da en todos los países. Hay un mayor consenso a nivel de la dirigencia política – en comparación con otros momentos -, y en parte es porque se necesita mucho esfuerzo para poder afrontar la crisis. Creo que esa falta de polarización a nivel de la dirigencia política hace que cueste mucho que se traduzca de manera directa en una polarización fuerte en el escenario político tradicional de los medios masivos.

El rol de los medios de comunicación los analizo de manera distinta en su comportamiento a lo que percibo en las redes. La sensación que tengo es que en términos macro hay un cierto consenso de aceptación sobre cuáles son las políticas que el gobierno está llevando a cabo. Más allá de esto, sí percibo una competencia de encuadres entre lo que significa “salvar vidas” y lo que significa “evitar una crisis económica”. Allí sí hay una puja de encuadres entre los medios de comunicación, que cada vez va tomando más forma y empieza a vislumbrarse en las coberturas mediáticas tradicionales. El propio mundo está dividido entre los gobiernos que cuidan a sus pueblos, los que son negligentes y los que ponen la economía por encima de la salud de la gente. Estos son dos encuadres que están articulando la percepción que tiene la gente respecto a las decisiones políticas y las propias políticas públicas que llevan a cabo los gobiernos. En ese punto, Alberto Fernández permanentemente coloca y resalta el primero, pone ese encuadre por encima de la crisis económica. Él dice: "la economía puede esperar ahora me ocupo de la salud de la gente", y esto, por lo general, está bien visto. Las críticas por parte de la cobertura mediática empiezan a aparecer en el “cómo”. De todas formas, es singular la cobertura ya que hay una aceptación a nivel macro y críticas a nivel más micro.

¿Cómo se posiciona el rol del periodista en la “catarata” informativa que se vive por estos días?

En términos del lugar o rol del periodista, y si nos ponemos moralistas, con el rol del periodista con una responsabilidad social de informar hay una suerte de mito de que los periodistas ahora “volvimos a informar”, dejamos el espectáculo de lado y ahora somos un servicio público. De hecho lo escuché en muchos celebrities mediáticos que dicen "me encanta esta sensación porque volvimos a informar". ¿Qué significa volvimos a informar? Adecuarse a las fuentes oficiales y quedar muy sujetos a esa palabra oficial transmitiendo eso a la población.

En realidad es de siempre: los periodistas tienen una tendencia innata a utilizar la palabra oficial y darle un factor de autoridad por encima de cualquier otra versión de los hechos. El tema es que en otros momentos está más solapado pero ahora queda de manifiesto porque nos cubre de cualquier desinformación o error involuntario que incursione en falsedades. Está calro que en este momento efectivamente hay que ser muy cautos en cómo se informa.

Actualmente, la voz oficial -en este momento de emergencia sanitaria- lleva una palabra prudente, con ciertas “faltas de certezas y pronóstico futuro” que puedan generar tranquilidad a la gente en el marco de muchísimo temor e incertidumbre. Cuando esa palabra oficial se vuelve insuficiente para darle certezas a la gente lo que ocurre es que se vuelve a la necesidad de llenar esos vacíos -que generan mucha angustia-, con cualquier tipo de información, que a veces no se chequea.

Digo esto porque los chequeadores en Argentina, en algunas ocasiones desmintieron dichos que circulaban en redes sociales con autoridades anónimas que se hacían pasar por autoridades oficiales, pero también con verificaciones de información falsa que era emitida por periodistas de medios tradicionales, incluso de algunos que eran muy vistos, escuchados y leídos. Me parece que ese tipo de noticias que se ponían en cuestión tenían en común el rasgo de la necesidad de cubrir vacíos de la información para dar alguna certeza de lo que está pasando.

El cuestionamiento de los datos oficiales no parece bien visto en estos momentos… aunque la información sea veraz y chequeada…

El rol del periodista guardián es difícil en estos momentos. Una de las dificultades que está en cuestión en el actual ecosistema mediático, más allá del covid-19, es en qué medida las decisiones editoriales están demasiado pendientes de lo que consumen los lectores. Muchas veces las decisiones editoriales se toman en función de ese flujo de consumo de información sobre todo porque ahora se puede acceder a esos datos de forma muy sencilla e inmediata. Esto hace que haya una dosis de espectacularidad en lo que emitimos para captar más lectores o televidentes por dos motivos: por una cuestión narcisista (que es endémica al periodismo) y por otro se le cuela una institucionalidad mediática que está en crisis financiera.

No sé ahora cómo se va a dar con este mayor vuelco al consumo mediático pero también estamos hablando de que puede ser una crisis mundial con las dimensiones de la década de 1930. Creo que en ese punto hay una ambivalencia de cuál es el rol social del periodista y de tener criterios y valores noticiosos que estén por encima de lo que arroje el rating, y la pregunta es: ¿en qué medida efectivamente uno se puede mover del rating o de la subordinación a la optimización de lectores en la era digital?.

En Uruguay más de 300 trabajadores de los medios de comunicación han ido a seguro de paro…

La cuestión institucional de la crisis es algo que no podemos desconocer respecto a lo que los periodistas y los medios hacen respecto a que noticias son consumidas y cuáles no.

Hace algunos días, el presidente Lacalle Pou comunicó vía twitter que tenía intenciones de ingresar al parlamento el Proyecto de Ley de Urgente Consideración. ¿Cómo es la comunicación política por redes sociales?

La comunicación de los presidentes no es algo que tenga mayores oportunidades en la pandemia que en otros eventos. Incluso es interesante ver cómo los presidentes comunican por twitter cuando no es la red que mayor cantidad de usuarios tiene.

Yo creo que uno de los motivos por los cuales los políticos informan por twitter es que está vista como la red más política donde hay una minoría intensa, muy aristocrática respecto a su caudal de información, de su conocimiento de la actualidad o de su capacidad de decodificar. Fíjate que en twitter tenes tan pocos caracteres que muchas veces son muy codificados los mensajes y tenes que tener mucho conocimiento contextual para interpretarlos. Es como si yo te dijera que twitter “es para entendidos”. Esto lo hace muy aristocrático y creo que es uno de los elementos que hace que twitter sea una de las redes que utilicen los políticos para comunicar.

Incluso twitter es una red que se usa mucho como fuente de información por parte de los periodistas cuando quieren hacer hablar a los políticos. Es poco probable que un periodista, -excepto que participe de alguna conferencia o alguna ocasión extraordinaria-, llame a los políticos de alto rango y se juntan hablar. Lo que uno ve en las coberturas tiene que ver con lo que dijeron por twitter.

La pregunta es si Lacalle Pou usa el momento de la pandemia como condición de posibilidad, como si tuviera carta libre, para colar otro tipo de políticas. ¿Es necesario en estos momentos una ley ómnibus? Por ahí están todos con la guardia baja. La agenda (política, mediática y pública) está muy ocupada con la pandemia que por ahí te agarra desprevenido y esta ley se te pasa.

¿Qué ocurre con las diferencias políticas partidarias?

Tomando en cuenta aquellos sondeos que convalidan y les parecen bien las decisiones de Alberto Fernández en relación al covid-19, da cuenta que hay muchas personas que votaron a Macri y al mismo tiempo convalidan esto. Esto es una mera especulación, pero me pregunto el hecho de que Lacalle Pou haya asumido tan cerca de este fenómeno, si le habrá dado el tiempo para ir “despolarizando” la opinión pública antes de la crisis. Además, Lacalle Pou no gana en primera vuelta ni por goleada. Acá tampoco es que toda la gente se haya volcado por Alberto Fernández, y de hecho fue sorprendente el caudal de votos que tuvo “Juntos por el Cambio” en el marco de la enorme crisis económica que se vive en la Argentina. De todas formas, es un momento de muchísima excepcionalidad para evaluar la polarización en la Argentina.

Aquí uno de los estudios de opinión pública (Opción Consultores) publicó que la aprobación del gobierno encabezado por Lacalle Pou es de un 65%...

Aquellos políticos más conservadores, en el entendido de ser muy cautos en las decisiones respecto a la pandemia, crecieron en sus imágenes y en este sentido podrían realizar un aprovechamiento como condición de posibilidad para colar otro tipo de decisiones políticas que pasarían más desapercibidas.

En este contexto, ¿cuál es el lugar que tienen las redes en el ecosistema mediático?

Nosotros observamos que las redes sociales tienen una tendencia a polarizar la interacción entre los usuarios. También dependiendo de qué tipo de casos analicemos. Los más convencionales: elecciones presidenciales, las redes se polarizan, o también en el la desaparición de santiago Maldonado. No así los casos en que se analizaron agendas de género (legalización del aborto y mira como nos ponemos), en estos la interacción en las redes sociales (twitter en particular) tendió a un mayor consenso, una palabra un poco más saludable, la beligerancia acá perdió consistencia y capacidad de propagación.

Si bien la conversación alrededor del covid-19 es mundial y está en pleno proceso, es probable que en los países del sur esto vaya in crescendo y se obtengan conversaciones distintas. A lo que voy es que con el mapa que tenemos hoy, en EEUU uno ve mayor polarización que en Argentina, o mayor en Brasil que en Uruguay.

En el caso de Argentina, la polarización en la red de lo que venimos explorando es que no es muy fuerte. Otro elemento que no hay es una fuerte concentración en la información. Repongo esto: en general observamos en las redes sociales una mayor concentración de la información en pocas voces, que después son muy difundidos por la base twittera o de los usuarios plebeyos. Eso no se da tanto ahora porque hay tanto caudal de gente hablando sobre el tema que eso en parte te achata los niveles de jerarquía que uno observa cuando son pocos usuarios muy jerárquicos y al mismo tiempo te achata la concentración de información en unos pocos diseminada por los retuitadores del momento. Esos dos elementos hacen que sea muy singular lo que nosotros vemos como la red coronavirus. Y específicamente mencionamos la palabra “red” refiere a el tipo de articulaciones e interacciones que se establecen en los usuarios alrededor de un evento político.

No garantizo que la red, por lo menos en Argentina, que la red no vaya a cierta polarización. En la medida en que la crisis económica vaya tomando mayor prominencia entre las preocupaciones de la gente puede haber mayores discrepancias entre usuarios y tampoco me parece imposible irse a una mayor polarización en la medida que suba la cantidad de víctimas fatales. Hasta ahora Argentina, muy notablemente, ha mantenido la cantidad de infectados diarios, que se tendió a achatar, pero también en lo últimos días se incrementó en la cantidad de personas que han muerto. Esto te muestra la imposibilidad de tomar otro tipo de medidas porque al igual que en todos los gobiernos en los que se ha ido hacia la cuarentena, lo que estás tratando de evitar que colapse el sistema de salud. Entonces lo que vas haciendo es demorando y administrando la necesidad de utilizar respiradores, ¡que no alcanzan ni en Nueva York!. Si la manzana no tiene respiradores suficientes, ¿qué nos queda a los países del tercer mundo?

Las redes muestran polarización y conflicto, pero también podrían ser canales para expresar el activismo social, ¿no?

La pandemia, por lo menos hasta ahora, no genera una tendencia hacia la polarización o jerarquía de algunos influenciadores en las redes. No podemos asociar lo que está circulando ahora con lo que podríamos analizar, por ejemplo, lo que fueron los eventos con agenda de género en la interacción en redes sociales. Allí sí nosotros observamos que eran voces distintas las que podrían generar mayor propagación de información, que eran usuarios de bajos rangos. En el caso #abortolegal las influenciadoras fueran las activistas verdes pero además fueron usuarios de 4 o 5 mil seguidores, cuyos mensajes tenían una propagación de 100 mil retuits, frente a una propagación de 5 o 6 mil de los medios tradicionales más asentados. Eso fue producto de la despolarización que se dio pero también producto de un activismo social y cultural que se venía dando hace un tiempo y que encontró las condiciones de posibilidades para que tenga más fuerza. Lo que observamos ahí no es lo mismo respecto a lo que observamos en el caso de la pandemia. No es que haya un activismo que pueda disputar una agenda oficial o convencional. Por lo contrario, hoy en día la agenda oficial tiene un protagonismo fundamental y necesario. Son los estados nación los que están pudiendo afrontar esto.

Desde el punto de vista del usuario, ¿cómo sería un consumo de los medios lo más “informado” o “responsable” posible?

A mí me parece que puede llegar a ser un error y es ineficaz pedirle al usuario que sea responsable respecto a que información debe guardar y cuál descartar. Primero porque todo el caudal de información verificada y/o falsa está viniendo desde distintas vías, incluso en la televisión o en la radio, con lo cual si el usuario dice "yo confío en este canal", ahí tenes el efecto de autoridad y reputación del emisor, por lo que ¿cómo hace uno para decir que información consume y cuál descarta?

La otra cuestión es que aquellos motivos que nos llevan a convalidar y propagar información falsa no son muy distintos a los motivos que nos llevan a difundir, compartir y propagar información verificada. En realidad, lo que nos mueve a eso es en qué medida esa información nos afecta emocionalmente. Si esa información es coherente con ideas que a mí me parecen verosímiles ¿cómo puedo yo distinguir o mejor dicho, que herramientas puedo tener como usuario -que por lo general no está bien informado, no pertrechado de información de otras fuentes- para saber si esta información ha sido verificada o no lo ha sido? En la medida en que a mí me conmueve y me interpela afectivamente es probable que yo tenga la necesidad de compartirla con otros.

Uno recibe información de un lado y de otro, y desde allí uno se va armando su propia idea, mi propia definición de la realidad, mi propio encuadre. Es un encuadre que se va armando de fragmentos, como si fuera un rompecabezas. Esto es uno de las cosas que cambia en la circulación de información en las redes sociales respecto al consumo de los medios masivos. Antes teníamos un encuadre que tenía una unidad de sentido -que le creíamos o no- pero acá lo que entendemos, percibimos y enfocamos de un problema -como esta pandemia- se arma de a pedacitos. Es un "arme su propio encuadre". En esa dinámica, pedirle al usuario consumidor de información que sea responsable respecto de qué información incorpore y cuál descarte es inefectivo porque es impracticable.

Nuestro planteo, sin querer incursionar en buenas prácticas, ya que nosotros somos analistas, lo que solemos decir es que una forma de evitar la circulación de noticias falsas es responsabilizar a las empresas que son propietarios de las redes sociales. Esto hace que se detenga en otro lugar esa circulación. No en el usuario, porque honestamente, el usuario lo que está haciendo es llenar vacíos en la información, completar y armar una idea sensata a partir de mini recortes fragmentados. Entonces, lo de las buenas prácticas no tiene que ver con el rol del ciudadano sino con la responsabilizarían de las empresas que tienen a su cargo la circulación de cierto tipo de información.

Te cambio el foco y lo pongo en los medios de comunicación digitales o no tradicionales y que oportunidades pueden tener para la cobertura informativa…

Hay una importante convergencia en esta digitalización donde "todo es todo". Mismo hoy en día un canal de televisión de noticias, tiene su portal web y es un hibrido… y lo mismo podríamos decir de un medio gráfico, tanto como un medio nativo digital. Me parece que la encrucijada está en la velocidad de llegar primero con la información, cuestión que la digitalización es lo que te permite, pero conspira con la temporalidad que requiere la verificación de la información y la profundización de una información que tenga que ver con la investigación. Esa velocidad va en contra con lo que sería una cobertura más responsable. Ahora, te voy a decir algo que no es muy políticamente correcto… los periodistas también llenamos vacíos de información en nuestras coberturas. En la instancia de producción y construcción de la noticia -recordar que nosotros lo que hacemos es construir historias en relación a los eventos- nos tocan las generales de la ley, en el sentido que no tenemos menos sesgo que el usuario de a pie; tenemos exactamente los mismos sesgos que tiene cualquier ciudadano, y este sesgo también es el que nos hace completar información con partecitas que no necesariamente son aquellas que hacen a la información sino que en algunos casos pueden incluso incurrir en una concatenación de piezas informativas que deriven en una información falsa. Simplemente llenamos esos vacíos de información con nuestros sesgos cognitivos, políticos y afectivos al igual que cualquier usuario con el que interlocutamos, tanto en las redes sociales o en el consumo informativo de los medios tradicionales.

* Licenciado en Educación física (ISEF-Udelar) y Técnico en Comunicación Social (CETP-UTU). Trabajo en la Unidad de Comunicación de ISEF-Udelar, coordino la revista digital Zona Mixta (www.zonamixta.uy) y docente de Educación Física en AEBU.

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