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Leticia Arriola*

Feminismo y mercado laboral. Compartir sí, competir no.

Por siglos nos hicieron creer que nuestro rol era únicamente tener hijos y cuidarles, al igual que el hogar. Incluso, dentro de la casa siempre tuvimos una habitación "propia": la cocina, especialmente diseñada para que nadie nos encontrara.

La lucha feminista nos ha permitido recuperar los espacios que siempre merecimos tener y los derechos que siempre debimos gozar, pero el camino no ha sido fácil. Llevamos al menos, un par de siglos de lucha organizada y colectiva.

Algunas mujeres históricas y valientes, lograron escribir parte de los reclamos. Por ejemplo, podemos nombrar a Olimpia de Gouges, que en su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791), afirma que “los derechos naturales de la mujer están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la naturaleza y de la razón”. Más tarde, en 1792, Mary Wollstonecraft escribe la Vindicación de los derechos de la mujer. Allí plantea la necesidad de igualar derechos civiles, políticos, laborales y educativos, además del libre derecho al divorcio. Luego, en 1842, Flora Tristán, expresa que “la mujer es la proletaria del proletariado (…) hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser: su mujer”.

Fue a partir de la Revolución Francesa que la lucha feminista logró alcanzar más firmeza, razón por la cual empezamos a ver algunas conquistas, como ser: el derecho al sufragio, a la educación secundaria y universitaria, a decidir sobre nuestro cuerpo, a divorciarnos por nuestra propia voluntad, a manejar nuestras cuentas y dinero, entre otras cosas. Sin duda que hemos avanzado mucho, pero cada cambio y cada triunfo nos ha llevado décadas. Vale aclarar que este relato se refiere a occidente, en otras partes del mundo las mujeres todavía no gozan de ninguno de estos derechos.

Otro logro importante de la lucha feminista fue el acceso al mercado laboral, aunque en este punto cabe hacer una observación, ya que las mujeres proletarias desde siempre pudieron y, sobre todo, debieron trabajar doble jornada, fuera y dentro del hogar. El logro mayor fue, sin duda, para las feministas burguesas, quienes percibieron al trabajo asalariado como un mecanismo liberador. Cabe destacar, sin embargo, que las reivindicaciones feministas oscilaron entre el acceso al empleo y la demanda de mejoras en las condiciones laborales respecto a los puestos existentes.

El sistema capitalista ha tenido desde siempre como objetivo principal la acumulación y reproducción del capital. Cuanto mayor generación de consumo, mayor ganancia. Pero cuanto mayor consumismo, mayor fuerza de trabajo requerida. En este punto, es que las mujeres a cargo de las tareas de cuidado y crianza, hemos sido (y seguimos siendo) la base elemental para el engranaje del sistema. Como dice Clara Zetkin (1889), el trabajo femenino se volvió atractivo por el precio más bajo y también por la sumisión de la mujer. Debemos poder con todo a la perfección, siempre.

Hoy en día, si bien continuamos avanzando, aún se perciben ciertas desigualdades. Las estadísticas demuestran que todavía existe brecha salarial, que la división formal del trabajo no es pareja, que todavía existen profesiones ideales “para hombres” y “para mujeres”, que los trabajos de cuidados siguen siendo no remunerados, no reconocidos y bastante naturalizados, además de ser realizados mayormente por mujeres, “como debe ser”.

Con la finalidad de equilibrar la balanza, es que debemos seguir buscando herramientas y mecanismos que nos permitan avanzar hasta lograr la independencia económica anhelada. Aunque como decía Alejandra Kollontai, además de ser independientes en la parte económica, también hay que serlo en la parte psicológica y sentimental. Con esta finalidad hablaba, ya en la década de 1920, de amor libre, de cambiar la vida íntima y sexual, de legalizar el aborto, de igualar los salarios y de socializar el trabajo de los niños y niñas, así como el trabajo doméstico. Ser independientes desde el punto de vista económico, contribuye a afianzar la autoestima, la libertad y la autonomía, cuestiones que hasta el día de hoy seguimos buscando.

¿Pero qué se puede hacer efectivamente para encontrar nuevas alternativas respecto al consumo y sistema de producción ya conocidos? Bueno, se puede pensar en nuevas formas de relacionarnos, nuevas maneras de vincularnos. Se puede apostar a crear una economía solidaria que resista al capital. Se pueden conformar grupos de trabajo, cooperativas, espacios en los cuales prime el intercambio solidario, más allá de lo económico, o de lo que es considerado “productivo”.

La Mercada Feminista en Uruguay es un ejemplo de espacio colectivo que provee una alternativa más humana para hacer frente al patriarcado capitalista que nos asedia.

¿Qué es la Mercada Feminista? Podríamos definirla como una bolsa de trabajo feminista, tal como su nombre lo indica, en la cual se busca dar impulso e incentivar el crecimiento laboral de cada participante. Sin embargo, es más que eso, ya que además de oportunidades laborales “formales”, la Mercada es un espacio de visibilización de otras formas alternativas de generar ingresos. Resulta positivo, dado el espíritu del grupo de colaborar sin competir, que el crecimiento que se logra no es tan solo individual, sino colectivo, lo cual enriquece de manera general a todas las personas que colaboran y militan en el mismo.

¿Cuándo se creó y por qué? Se formó en octubre de 2017 y surgió por la necesidad de generar los lazos de confianza y respaldo entre congéneres, cuestiones indispensables para una población tan frecuentemente vulnerable a sufrir violencias de diverso tipo, mayormente machistas, de manera habitual e incesante.

¿Quiénes integran la Mercada? ¿Quiénes pueden formar parte? En principio, el espacio es exclusivo para mujeres, trans y disidencias. El espectro de participantes es variado: artesanas, vendedoras, técnicas, oficiales, profesionales y trabajadoras en general. El grupo está en constante crecimiento, ya sea por la extensión de invitaciones a través de quienes participan, o por iniciativa e interés propio de la persona que quiera sumarse.

¿Cómo funciona la Mercada Feminista? Desde la virtualidad, permitiendo compartir nuestro trabajo, ya sea profesional, artesanal, comercial o técnico, con todas las variantes posibles e imaginables, dando espacio para consultas y para consumo interno (y externo) de los productos y servicios ofrecidos.

¿Cómo empleamos la red? Utilizamos una plataforma virtual -por ahora, Facebook-, que permite compartir información, fotos y videos. Por lo cual, tanto quienes ofrecen algún servicio, oficio o producto, o quienes lo están buscando, tienen posibilidad de escribir, consultar u ofrecer, lo que consideren pertinente o necesario.

¿Para qué sirve la Mercada? Sirve para unirnos y para resistir dentro de este sistema obsoleto y separatista. La Mercada es una valiosa herramienta que nos permite acercarnos, conocernos, apoyarnos, impulsarnos, para finalmente lograr el desarrollo deseado, tanto individual como colectivo. Si bien se parte de un espacio virtual, se ha logrado abrir canales para el encuentro y así poder materializar esa virtualidad en realidad.

La posibilidad de compartir y vincularnos de manera horizontal, ha permitido en varias oportunidades la creación de nuevos proyectos grupales: ferias feministas, espacio para trueques y ventas (permitiendo así resignificar el valor de los objetos de consumo), espacio para compartir vivienda y para pensar en nuevas construcciones y modos de vivir, emprendimientos autogestivos colectivos y más. Otro detalle no menor es el autocuidado y el poder extender la mano para colaborar, siempre, con la compañera que así lo necesite.

En este punto debemos destacar otro tema, que debería tomar un lugar primordial en la lucha feminista, sobre todo ante el regreso del neoliberalismo, tanto en Uruguay como en varios países de América Latina, que es la necesidad imperiosa de hacer llegar el feminismo a todas partes, a todos los barrios, a todas las clases sociales, sobre todo a las populares. Decir que lo personal es político, no debe ser un slogan, sino todo lo contrario.

Si tomamos en cuenta la sororidad, término tan citado en los últimos tiempos, podemos hacer referencia a un pacto social entre mujeres, que tiene como objetivo el empoderamiento de las mismas. Para la antropóloga Marcela Legarde, la sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo, una experiencia que conduce al fomento de las relaciones positivas, a la alianza política con otras mujeres, para poder así contribuir con acciones específicas en la eliminación de las formas de opresión y lograr, entonces, el poderío genérico y vital de cada mujer.

Desde un enfoque estrictamente laboral, la Mercada, facilita el hecho de practicar la sororidad de manera real y efectiva, al mismo tiempo que permite la germinación de sentimientos de afinidad, conexión y confianza entre quienes participan. En muchas oportunidades, el grupo es el primer contacto con el feminismo. Qué mejor entonces, que encontrarse con un ambiente de cordialidad y soporte real entre pares.

Teoría puesta en práctica y una luz en el camino hacia el cambio necesario de una sociedad más igualitaria, equitativa y solidaria.

* Arquitecta. Mg. en Planificación Territorial y Gestión Ambiental. Activista feminista. Integrante de la Mercada Feminista Uruguay.

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