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Pepi Goncalvez*

El Nuevo Cine Latinoamericano y las mujeres invisibles


Ilustración: Mariana Escobar

El cine en el continente latinoamericano tuvo, desde sus orígenes, a mujeres dirigiendo documentales y ficciones, hubo pioneras en todos los países que generalmente no quedaron en el relato oficial. También hubo cine en clave feminista desde el comienzo. La mexicana Matilde Landeta (1) realizó el largometraje “La negra Angustias” (1949) cuando se luchaba en su país por el sufragio femenino. En el Uruguay la italo-uruguaya Rina Massardi (2) produjo y dirigió “¿Vocación?” (1938), la primera película lírica del continente. La argentina Emilia Saleny (3) que realizó “ La niña del bosque” (1917), fue actriz, cineasta pionera y fundadora de la primera Academia de Artes Cinematográficas de la nación.

El “Nuevo Cine Latinoamericano”, aquel cine crítico, imperfecto, anti-imperialista y anti-burgués que se esbozó en Montevideo durante el Primer Congreso Latinoamericano de Cineastas Independientes (1958), cuajó como movimiento continental en el Festival de Viña del Mar (1967) y fundó conceptualmente el Festival de La Habana (1979) y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (1986), pero no pudo evitar la perspectiva hegemónica en materia de género. El acceso de las mujeres a los puestos de dirección fueron muy escasos. La representación de las mujeres fue, generalmente, convencional (madres, víctimas, etc). La crítica a la opresión de las mujeres fue muy discreta, ni hablar del cuestionamiento al trabajo gratuito de cuidados en el hogar. Gabriel García Márquez, Miguel Littín, Glauber Rocha, Nelson Pereira Dos Santos, Fernando Birri, Pino Solanas, Tomás Gutierrez Alea, Santiago Alvarez, Paul Leduc o Mario Handler fueron parte de la épica de aquel cine que venía “a cambiarlo todo”.

El borrado de los nombres de las mujeres que participaron en la fundación de este movimiento ha sido eficaz. Sara Gómez (4), por ejemplo, fue una directora de cine afrocubana. Tras realizar cortos documentales, fue asistente de dirección de Agnés Varda en un film que no le permitieron rodar en la isla en 1963. Como autora, abordó con una mirada feminista la marginalidad, los asuntos de género y racismo en su obra documental en los primeros tiempos de la revolución y dejó inconclusa su reveladora ópera prima de ficción “De cierta manera“ (5) cuando murió a los 31 años en 1974.

El Nuevo Cine Latinoamericano no cuestionó el orden de género a puertas adentro. Es más, reprodujo el orden patriarcal dentro del equipo a la hora de filmar al instalar la figura de la “productora-esposa”. Pasaron muchos años para que las mujeres del NCL tuvieran visibilidad, reconocimiento y voz propia. Ocultas, detrás el reconocimiento social y artístico de sus maridos, fueron sombras de las obras que colaboraron en crear. No figuran a pesar de su innegable valor ni están en Wikipedia. Bertha Navarro, productora mexicana con treinta y seis títulos y descubridora de Guillermo del Toro, Assunção Hernándes, productora brasileña con 28 títulos o Mariza Leão, brasileña con 38 títulos en su haber, por mencionar solo algunas de estas talentosas mujeres.

El oficio de producción fue la cocina en el Nuevo Cine Latinoamericano, un espacio doméstico y reservado donde las mujeres hicieron su trabajo sin reconocimiento creativo. La tarea de producción como sinónimo de “servir” en contraposición al significado “crear”, fue funcional a un cine que quiso ser revolucionario en las formas sin dejar de ser androcéntrico-colonial.

Notas:

[1] Matilde Soto Landeta, biografía (https://es.wikipedia.org/wiki/Matilde_Landeta)

[2] Rina Massardi, biografía (https://es.wikipedia.org/wiki/Rina_Massardi)

[3] Emilia Saleny, biografía (https://es.wikipedia.org/wiki/Emilia_Saleny)

[4] Sara Gómez, biografía (https://es.wikipedia.org/wiki/Sara_G%C3%B3mez)

[5] “De cierta manera”, Sara Gómez, 1974 ( https://www.youtube.com/watch?v=F_FaWYhtW80)

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