Imagen: ojoentinta
Hace menos de quince días, Sebastián Piñera decía que Chile era un oasis en la región. El sistema democrático recuperado en los años noventa en Chile no sólo prometió a los ciudadanos que llegaría la alegría, sino también, que las decisiones políticas y económicas no irían en favor de fines particulares, sino orientadas al crecimiento económico, el desarrollo social y el Bien Común. Los treinta pesos de aumento en el metro (4 centavos de dólar) fueron el fósforo que encendió la mecha. El combustible, la impotencia contenida de una extrema desigualdad normalizada durante décadas. Un país fragmentado y con pobreza extrema, bajo la alfombra de los casi 25 mil dólares per cápita. Lo cierto es que el 1% más rico concentra más del 30% de la riqueza total [1]. Las pensiones de los jubilados ni siquiera llegan a la línea de la pobreza en un país con salud y medicamentos totalmente privatizados. Pero claro, los abuelos no marchaban (hasta el viernes pasado).
La indignación y la rabia social que se observó la semana pasada bajo la consigna “evadir, no pagar, otra forma de luchar”, y que hoy se expresa en “#renunciapiñera”, no es la manifestación desordenada de jóvenes y alocados estudiantes, lumpen o delincuentes. Es más bien una explosión transversal de cansancio, a lo largo de todo el país, con la clase política y económica que no ha sido capaz de dar respuestas plausibles, justas y claras a la ciudadanía que demuestren que nadie está por sobre la ley. Por el contrario, la isonomía (palabra que significa igualdad ante la ley) es un pilar básico del sistema democrático, pero en la democracia chilena ha estado tan ausente como el bien común en las últimas décadas, y eso la ciudadanía lo nota y lo manifiesta en su descontento en las distintas encuestas de opinión sobre la política y los políticos a lo largo de los últimos años.
La clase política y la justicia chilenas se han encargado de mostrar abiertamente que si estafas a millones de chilenos debes ir a clases de ética (caso Penta) [2], pero si saltas un torniquete del metro y evades un dólar puedes ser procesado por Ley de Seguridad Interior del Estado; que si te coludes con otros gerentes de farmacias serás nombrado presidente de Codelco (la principal minera chilena) [3] o que al evadir contribuciones de tu casa de veraneo de 700 metros cuadrados durante décadas, ni siquiera debes pagar la deuda total y puedes ser Presidente de la República [4]. El estallido no emerge como demanda del socialismo, el estallido no emerge como demanda de la dictadura del proletariado, el estallido surge simplemente porque en Chile se volvió escandalosamente evidente que no son todos iguales ante la ley y que la acumulación de privilegios (sociales, políticos, económicos) han llegado a una situación aberrante. Los niveles de desigualdad son groseros y el proceso de expoliación ha sido profundo, desde los recursos naturales hasta la autoestima de los no privilegiados. El asalto violento al gran comercio y la vandalización es consecuencia de la rabia frente a un modelo impuesto por las armas que sucesivamente ha condonado impuestos a los grandes capitales y de un sistema depredador de la naturaleza humana. Por estos días vemos cómo hordas entran al comercio y salen con televisores plasmas a costa de saqueo; porque durante 20 años es lo que el sistema les dijo que debían tener a costa de cómodas 48 cuotas. Hace diez años, la gente se endeudaba para adquirir un televisor, o un teléfono celular, hoy la deuda es para comer. El proceso de pauperización ha sido creciente. Chile está en la OCDE, pero es el peor de los peores en índices de educación, salud, inequidad, etc. El diagnóstico es claro. La sociedad chilena necesita de un nuevo pacto social para sobrevivir al incendio social.
En los últimos días la situación ha empeorado. La violencia extrema y las denuncias de violaciones a los derechos humanos por parte de los aparatos represores son cada vez más recurrentes tras la afirmación del Presidente de la República de que estamos en guerra. La sociedad se ha encargado de decirle que cacerolas, ollas y cucharas de madera no se repelen con tanquetas, metralletas y tenida de combate. Los helicópteros sobrevuelan día y noche las ciudades chilenas y la violencia policial se hace una constante. A menos de una semana del estallido social, el Presidente anuncia medidas parche (sin un solo impuesto al gran capital) [5] y sin hacer eco de lo que está sucediendo. El gobierno se encuentra paralizado en la retórica de la criminalización de la protesta y totalmente sordo a la demanda de dignidad. Al mismo tiempo, van emergiendo centros de tortura clandestinos, detenciones ilegales a dirigentes estudiantiles (muchos de ellos menores de edad), se viralizan videos de represión de marchas pacíficas y montajes estatales. El cerco mediático es creciente y la detención de periodistas alternativos es cada vez más frecuente. Para el gobierno los muertos son 15. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos los cifra en 42. La televisión abierta continúa mostrando videos de saqueos y recurre cada vez más a imágenes de archivo. Hoy, el oasis arde.
Notas
[1] http://www.fundacionsol.cl/estudios/desposesion-salarial-en-chile-panorama-de-los-verdaderos-sueldos-usando-la-encuesta-casen/
[2] https://radio.uchile.cl/2018/07/04/caso-penta-el-dia-mas-oscuro-para-el-combate-contra-la-corrupcion/
[3] https://www.biobiochile.cl/noticias/opinion/entrevistas/2018/05/28/diputado-soto-critica-llegada-de-benavides-a-codelco-tiene-un-prontuario-comercial.shtml
[4] https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/presidente-pinera/casa-de-pinera-en-lago-caburgua-solo-pueden-cobrarse-tres-anos-de/2019-05-28/120508.html
[5] https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/politica/pinera-anuncia-envio-de-proyecto-para-alza-inmediata-de-pensiones-e/2019-10-22/214450.html