Foto: Rebelarte
Hemisferio Izquierdo: Luego de que El Observador publicara la nota sobre los contenidos de las actas del Tribunal de Honor en las que Gavazzo declaró sobre el asesinato del tupamaro Roberto Gomensoro, así como de unas cien desapariciones más, y que el diario El País evidenciara que desde mediados de febrero Presidencia tenía conocimiento y aun así no había accionado penalmente, se desató una crisis política en la interna del progresismo. ¿Qué reflexiones te merece este hecho pensando el vínculo entre periodismo, política y DD.HH? ¿Qué rol juega el periodismo de investigación en el esclarecimiento de nuestro pasado reciente?
Roger Rodríguez: El periodismo ha jugado y seguirá jugando un papel muy importante en la búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido en Uruguay durante los años de represión. No me gusta hablar de “pasado reciente”, lo considero un “pasado presente” en la medida en que no se sepa lo ocurrido y desde el momento en que las desapariciones forzadas se siguen sucediendo cada día.
El trabajo del periodista Leonardo Haberkorn fue muy importante porque, de alguna manera, finalmente impidió una maniobra para descalificar la existencia del segundo vuelo de Orletti y con él, la responsabilidad de ocho militares y policías presos por la desaparición de un grupo de compatriotas que fueron secuestrados en Buenos Aires, torturados y extorsionados en el marco de la coordinación represiva del Plan Cóndor en 1976 y trasladado a Uruguay, donde luego de un mes con vida fueron ejecutados y enterrados, posiblemente en fosas comunes. Los artículos de El País, en cambio, los leo con un objetivo más político que informativo y siempre he pensado que cuando los temas de derechos humanos se politizan, se bastardizan. Sin embargo, es claro que en el tema derechos humanos las administraciones de gobierno frenteamplistas tuvieron posición tomada y han intentado una y otra vez darlo por cerrado y no necesariamente con el esclarecimiento de la verdad y el juicio y castigo a los culpables. Lo quisieron hacer cuando se pidió el informe sobre desaparecidos a las Fuerzas Armadas en 2004, cuando le dieron la ampliación a los informes, cuando se mantuvo por diez años “congelado” el Archivo Berrutti, cuando se celebró el 19 de Abril como el “Nunca más Orientales contra Orientales”, cuando por más de un año no se renovaron los convenios con la Universidad para la búsqueda por parte de los antropólogos, cuando se ninguneó y no se ensobró el voto rosado, cuando se dijo que los criminales eran “viejitos” o que el tema termina cuando se muera el último protagonista, cuando se presionó a los jueces y a los fiscales, cuando se incumplió la sentencia Gelman de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuando se desplazó a la jueza Mariana Mota, cuando se aceptó la connivencia con los militares que defienden aquellos crímenes o cuando se soportó los desacatos de un Comandante en Jefe que realizaba una estrategia para lanzarse como referente político.
Se necesita más y mejor periodismo para seguir encontrando las piezas del mosaico de la verdad. Periodistas hay, pero no hay voluntad de los medios para tomar el tema con seriedad y proyección; por lo general, se buscan elementos mediáticos con los cuales alimentar el consumo de titulares por algunos días.
Hemisferio Izquierdo: La destitución del Tribunal de Honor fue una demostración de firmeza del gobierno y una forma de gestión de la crisis política derivada, pero no parece ser suficiente a efectos de esclarecer los crímenes de lesa humanidad. En este sentido, ¿cuál es la importancia del libre acceso a los archivos militares como es el caso del "Archivo Berrutti" y cuáles han sido los obstáculos?
Roger Rodríguez : No estoy tan de acuerdo con que el intento de destitución de los jueces que participaron del Tribunal de Honor sobre Gavazzo y Silvera haya sido una demostración de fuerza. Y digo “intento” porque finalmente no hubo mayoría parlamentaria para pasar a retiro a esos seis generales, quienes siguen en funciones y a la espera de lo que ocurra en un juicio penal del que los medios de comunicación no reportan nada.
El caso de los Tribunales de Honor es mucho más profundo que la confesión de Gavazzo sobre la muerte de Gomensoro. En primer lugar, confirma una maniobra de Gavazzo para desacreditar el segundo vuelo de Orletti y encender una contradicción en la interna militar, cuando se dio cuenta que los generales que lo juzgaban eran de las promociones de la dictadura a quienes ellos habían ideologizado y despreciado porque no habían sido “combatientes contra la subversión”. Una situación parecida a la que se ha dado con algunos guerrilleros pregolpe de Estado o presos de la dictadura con la generación que finalmente protagonizó la salida a la democracia. La mayoría de los generales que hoy están en los mandos militares eran quinceañeros en 1973 y, aunque parezca insólito, también serían de la llamada Generación 83. Esos militares tuvieron el peso de los torturadores y sus crímenes durante toda su carrera, como el recelo de la sociedad civil que los llevó a cerrarse como casta y el desconocimiento de la verdad histórica durante su instrucción. Entre estas promociones, sin duda que hay autoritarios, oficiales que provienen de familias militares por generaciones, o pertenecen a logias de ultraderecha, pero también los hay democráticos, quienes aún no terminan de asumir el rol histórico que deberían tener.
El segundo punto a analizar en el caso de los Tribunales de Honor, es la jugada de Manini Ríos para postularse como candidato presidencial, en un plan largamente preparado en torno al cual, posiblemente, existan conexiones con la actual dirigencia del Centro Militar y la Cooperativa de Ahorro y Crédito de las Fuerzas Armadas (CAOFA), las publicaciones El Soldado y Nación, grupos de ultraderecha y hasta el propio Comando Barneix y sus amenazas contra activistas por los Derechos Humanos. Y en este tema, hubo connivencia con el Ministerio de Defensa, donde se tenía una idea personal sobre las Fuerzas Armadas y su futuro. El tercer elemento a revisar en torno a los Tribunales de Honor es lo que políticamente hizo el gobierno. Cuando se anunció la destitución de Manini Ríos, a quien debieron sacar mucho antes, para mí la noticia fue otra. Lo importante era que un grupo de generales no considerara un deshonor el homicidio agravado de 28 personas y que el Presidente de la República homologara semejante fallo. La decisión de los generales podía ser ideológica y estaríamos ante otro huevo de serpiente; o por un verdadero desconocimiento de lo ocurrido y la aplicación literal de lo que define el Manual de Honor, lo que expondría la realidad en la que los militares siguen siendo formados a treinta y cinco años de la reinstitucionalización del país, catorce de ellos con gobierno frenteamplista. Pero lo más grave es que el Presidente haya firmado la homologación sin revisar el contenido del documento. Un jerarca no puede leer todo lo que firma, pero lee lo que le importa. Y cuando eso trascendió, el mandatario aplicó el “pulso del oncólogo” y cortó grueso con el bisturí… En cuanto al Archivo Berrutti, su libre acceso habría sido importante cuando se lo encontró. Tengo mis dudas sobre si los documentos más importantes no fueron quitados antes o durante los diez años en que el archivo permaneció lacrado.
Hemisferio Izquierdo: ¿Cómo aporta en este sentido LUISA, el software colaborativo para transcribir los archivos del pasado reciente? ¿Cuenta con algún apoyo gubernamental?
Roger Rodríguez: El Proyecto de Sistematización, Cruzamiento y Análisis de los Archivos Militares de la Universidad de la República, con el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia de la Presidencia y la participación de Madres y Familiares de Desaparecidos es importante, aunque tardío. Es un trabajo que se tenía que haber iniciado con la aparición del Archivo Berrutti, junto a todos los documentos que se han ido desclasificando en Estados Unidos y todo el material que se ha rescatado en Argentina, Chile y Paraguay, con sus Archivos del Horror. Los profesionales a cargo del trabajo son de mi respeto y confianza, y no dudo que la aplicación Luisa, en homenaje a Luis Cuesta, pueda hacer un importante aporte, como ya lo hace el Observatorio Luz Ibarburu en el seguimiento de las causas judiciales. Lo que duele es que ambas mujeres, como otras referentes de las madres de desaparecidos, no hayan podido saber la verdad en vida. Encontrar esa verdad y ubicar esos restos es un compromiso que desde hace años también he asumido, porque la verdad exige justicia y sin verdad y justicia no se puede tatuar en la sociedad una memoria que permita el nunca más.
* Periodista e investigador