lustración: Nelson Romero
Es de noche, la hoguera me permite mantener las manos tibias y el silencio ordenar algunas ideas. Hace tiempo que estoy por escribirle a uds, que son muchas personas y pocas a la vez, que son diversas y parecidas también… Entre un tarareo interno pienso que el tránsito de los 4 pesos de propina, desde Pirata a Mi revolución, representa la deriva y búsqueda de muchas que sienten la necesidad de que la sociedad y el mundo cambien a otro muy distinto, basado en la armonía, el amor, el cuidado del otro y de la naturaleza. Veo en uds. una persistente búsqueda de encuentro con la “esencia”, con la singularidad, al tiempo que una búsqueda de ir al encuentro de los afectos y las pasiones alegres con otras.
De alguna forma, todas somos rehenes de una fuerza mayor que baraja el equilibrio social intergeneracional. Tras décadas de priorizar la lucha y el conflicto para superar opresiones, vienen tiempos de jerarquizar la construcción, la sanidad personal y social. Atrás de la rabia, la calma. Después del odio el amor. La rotura de nuestros padres por exilios, crisis y botas, enmendada a la generación siguiente con un poco más de despreocupación y disfrute. Menos lucha y más amor que lo bueno vuelve...
…Pico una rama para echar al fuego y entre el humo que anticipa la llama veo su práctica con forma de movida territorial costera, de chacra comunitaria, de grupo religioso, de propuesta artística, de cambios en los patrones de consumo, de compromiso ecológico... Son un movimiento heterogéneo de búsqueda transformadora que desafía los grandes aprendizajes heredados acerca del problema del poder, para hacer el mundo nuevo allí donde es vuestra responsabilidad inmediata.
Pienso que existe una verdadera corriente de la que son parte, más o menos enREDada, que visualiza el cambio social fundamentalmente en la micro-política: en el encuentro con uno mismo, en la metafísica, en los cambios en la vida cotidiana, en la energía que colocamos y recibimos en los ámbitos en los que nos movemos, en distintas variantes del colectivismo. Y pienso también que rehúyen de las formas viejas de compromiso social y político en esa búsqueda de un quehacer transformador menos contradictorio, menos conflictivo y menos viciado. Siento que hay una búsqueda de recuperar la cercanía, el protagonismo y para eso fue preciso soltar la pertenencia a organizaciones, partidos y cosas grandes, donde somos poco y poco nos valoran en tanto único o única, donde la “institución” tiene tal inercia que dificulta encontrar el sentido de ser parte.
Ya cuando el frío se cuela por las rendijas de las ventanas y quiere ganar espacio en el comedor, pienso que ésta ola que protagonizan es esfuerzo y privilegio de una fracción social donde predominan personas con un ingreso, capital social y cultural encima de la media. Siento que en esa búsqueda, necesaria y exitosa por sus frutos, también hubieron efectos colaterales no deseados: la segregación y la distancia con el sentir, pensar y accionar mayoritario de nuestro pueblo.
Me arrimo más cerca del fuego y siento en su calor que ésta corriente hace un aporte destacado para un mejor vivir del cual soy testigo y en cierta forma parte impura. Sin embargo, aparece más difuso que esa búsqueda individual y colectiva, ha sido posible por un esfuerzo de muchas generaciones, por muchos conflictos que expresaron el amor al prójimo a través de la organización social y política para disputar cambios en las reglas de juego, derechos, distribución del excedente económico, en la defensa de lo común, en más y mejores servicios sociales… Intuyo que no aparece tan claro al momento que “enuncian” vuestra práctica como generalizable sin pagar el peaje de duras confrontaciones.
Como no puede leerse jamás el éxito económico como mérito individual exclusivo, sino como construcción social, el hallazgo íntimo, la posibilidad de encontrarse sanamente con los demás, es también una construcción colectiva fruto de mucha acumulación social de la cual hemos sido favorecidos. Es fruto particular y social a la vez.
Los militantes del amor me entenderán si les digo que es una falacia que Nuestra América pueda acceder al modelo de desarrollo del mundo rico porque los recursos naturales del mundo no dan abasto. Del mismo modo, en la sociedad que heredamos, el encuentro sano con uno mismo y con los demás es un privilegio de una fracción muy baja de la sociedad, porque la mayor parte de nuestro pueblo es hijo directo de las peores manifestaciones de un sistema violento, el embrutecimiento emocional y cultural, la desigualdad, la competencia, el desprecio del otro, la segregación territorial, el desempleo y la precariedad... Me entenderán si les digo, que sólo con mudar el círculo cercano, esas cosas no cambiarán como no cambará el cuidado del planeta sólo con cambios individuales.
Pienso que no hay reclamo que hacerles y que no existe un problema en la perspectiva amorosa del cambio social. Viéndonos como equipo son fundamentales, son la retaguardia psíco-social y afectiva de los cambios profundos. Las relaciones son todo y cambiarlas tiene un impacto inconmensurable en la felicidad social. Pero para que esa posibilidad sea una posibilidad de todas, aún hay mucho conflicto que saldar, hay mucho amor al prójimo con forma de organización, hay mucho amor que debe volverse fuerza colectiva masiva, hay mucho por construir que precisa arrancar, porque, como desde el fondo del tiempo, quien acapara y desplaza, no aceptará jamás vínculos sanos y relaciones de igualdad, porque un tejido social sano y solidario es indoblegable.
Y aunque tenía ganas hace rato de rescatar el aporte de los militantes del amor a la izquierda y el cambio social, es cierto que el detonante del invierno electoral venidero me impulsa a evocar su fuerza para una tarea distinta a la que habitualmente realizan. La retaguardia precisa pasar al frente de lucha en algunos momentos y este es un año donde necesitamos que el amor se reconozca como hijo de la sociedad en que vive y se lo devuelva luchando por lo que es mejor para todas en el conflicto de intereses que abre la campaña electoral, tanto a nivel de las fuerzas políticas como en el plebiscito vivir sin miedo.
Con la frazada en las piernas y las brasas en franco deterioro estoy seguro que lo que se juega en Octubre es el entorno que posibilita u obtura que vuestra perspectiva de cambio social pueda continuar creciendo. En octubre está en juego si los más jóvenes entonan Balacera o Mi revolución. Nada cambiará para siempre, habrá gigantezcas luchas que seguir librando hasta que la dignidad se haga costumbre, pero hay un parte aguas muy importante. No son tiempos para darle la espalda al sistema, son tiempos para mirarlo de frente y volcar amor en forma de militancia activa por los derechos conquistados y contra la reacción conservadora que es intrínsecamente violenta.