Imagen: Carolina Buela
HI: ¿Qué representa Eduy21 como novedad en el campo de la política uruguaya?
Carolina Buela (CB): Desde algunas perspectivas el funcionamiento de Eduy21 se asemeja muchísimo a lo que se conoce como think thank y en este sentido podría decirse que representa una novedad para el campo de la política educativa uruguaya. También se ha planteado que en realidad guarda algunas diferencias con ese tipo de organizaciones, dado que no se presenta como un colectivo homogéneo y con una propuesta definida, al menos no se presentó de esa forma cuando surgió. Algo claro es que Eduy21 es una organización que reúne actores colectivos e individuales diversos, destacándose la figura de “técnicos” que trabajan fundamentalmente en la elaboración de recomendaciones en torno a políticas, en este caso educativas. Y que buscan instalar sus propuestas en la agenda pública utilizando los medios de comunicación y las redes sociales como principales viabilizadores de su discurso. Personalmente no creo que la propuesta de Eduy21 sea llevada adelante únicamente por un grupo de ciudadanos “preocupados por la educación”. Lo digo en estos términos porque así han decidido presentarse públicamente. Como una suerte de espacio neutro, apolítico, independiente cuando en realidad han arribado a un proyecto muy claro que busca legitimarse con el apoyo de la población.
Si uno dedica unos minutos a analizar la integración y procedencia de los miembros de Eduy21 (todo esto se encuentra expuesto de manera pública en su página web) nos encontramos con que entre las “autoridades” y “socios fundacionales” son muchas las personas vinculadas con el ámbito privado: universidades, agencias de marketing, grupos comerciales, buffet de abogados, cámara de industria. De hecho acaba de salir públicamente el apoyo explícito de la Confederación de las Cámaras Empresariales a la totalidad de su propuesta. A lo que voy es que casi no encontramos entre sus miembros profesores/as, maestras/os, ni educadores/as que se encuentren trabajando dentro de las aulas o en territorio. Aparecen varias personas vinculadas con la educación pero no necesariamente docentes de los que trabajan día a día con niños/as, adolescentes y jóvenes. Creo que la composición de actores que contribuyen a la formulación de una reforma educativa no es un aspecto menor, sobre todo si consideramos que es un colectivo que ha insistido fuertemente con su interés por promover un debate ciudadano.
Eduy21 ha logrado instalar el tema educativo en los medios de comunicación construyendo un relato que nos habla de una supuesta “crisis educativa”, organizando un andamiaje para colocar su propuesta como “la solución” o “el cambio necesario”. Varias de las medidas que formula el Libro Abierto ya han sido planteadas y debatidas en otros ámbitos, incluso existen líneas de la Anep que van en alguno de sus sentidos. Cualquier ciudadano/a interesado/a en los temas educativos de nuestro país puede acceder a los diversos documentos y debates que se vienen desarrollando desde hace años por parte de los colectivos docentes sindicalizados y no sindicalizados, así como propuestas que han emanado de Udelar o de las propias ATD. Además de que contamos con la tres Congresos Nacionales de Educación (2006, 2013 y 2017) con los cuales la propuesta de Eduy21 prácticamente no dialoga. Estas producciones también son de acceso público y circulan en internet, con la diferencia de que los medios de comunicación no invitan insistentemente a la ciudadanía a que se acerque a conocerlas. Un problema que encuentro en la forma de trabajo de Eduy21 es que ha desconocido absolutamente este tipo de ámbitos de trabajo, colocando en un lugar secundario la opinión de los/as profesionales de la educación y de los/as estudiantes. No toma en cuenta el recorrido de los debates y propuestas de cambio que se vienen desarrollando en nuestro país y pretende ser “novedad” en un terreno con mucha historia. A su vez pareciera que propone un “debate” pero solo entre quienes están de acuerdo, haciendo oídos sordos a la interlocución con quienes difieren realmente con sus lineamientos. Se han negado explícitamente a discutir con los colectivos docentes por ejemplo.
Se convoca a un “consenso” sobre educación simplificando, desde mi punto de vista, un fenómeno (el educativo) a una racionalidad mediática que busca capturar en algunas palabras o líneas asuntos que revisten enorme complejidad y que tienen un carácter profundamente político. Sería fantástico que un proyecto educativo pudiera resolverse en estos términos, seguro que nos quitaría un montón de dolores de cabeza y sobre todo nos ahorraría un montón de tiempo. Pero ¿puede decirse que una reforma de esta envergadura tiene legitimidad porque alcanzó cierta cantidad de firmas en Change.org? Personalmente creo que este tipo de iniciativas no construyen una cultura política que se preocupe por la participación protagónica de la ciudadanía en los asuntos educativos. Es como querer tapar el sol con un dedo, dado que las contradicciones y desacuerdos siguen existiendo. La reforma educativa se juega dentro de las aulas y requiere el apoyo real de sus protagonistas construyendo sentido en torno a ese encuentro y a las posibilidades de su transformación.
Por otro lado la forma política que Eduy21 propone resulta al menos preocupante en tanto utiliza como herramienta una fuerte apoyatura en intereses privados y corporativos. La presencia del mundo empresarial opinando sobre educación, a mi entender, siempre debe ser algo que nos ponga en alerta. El vínculo educación y trabajo sin duda debe ser repensado, pero a la luz de un proyecto social y transformador que no abandone la insistencia en torno a construir una sociedad más justa. En ese sentido entiendo que la defensa de un sistema público, autónomo y cogobernado no debería cesar ante los intereses de sectores privados movilizados por objetivos empresariales, y no pedagógicos ni sociales. Más allá de nuestro acuerdo o desacuerdo con la línea metodológica que sostienen, es necesario leer entre líneas y ser muy conscientes de qué más se está poniendo en juego en términos de gobierno de la educación.
HI: ¿Qué piensas de la propuesta de reforma de Eduy21?
CB: El contenido de la propuesta presenta algunas dimensiones que considero interesantes. Sobre todo la cuestión que refiere a pensar la educación desde una perspectiva singular que se preocupe por la revinculación de aquellos/as estudiantes que dejan de asistir o directamente no acceden. Sin embargo, como decía anteriormente, varias de las problemáticas que plantea Eduy21 ya han sido analizadas y se han propuesto medidas concretas. Por ejemplo la necesidad de trabajar con grupos menos numerosos de manera de poder generar estrategias didácticas diferenciadas. O la exigencia en torno a que los centros educativos cuenten con otras figuras, como los equipos multidisciplinarios, de manera de atender a otras problemáticas que los/as estudiantes presentan en su vida familiar o comunitaria. También podría mencionarse la demanda docente por la reorganización de los procesos de elección de horas y del estatuto, con el fin de contrarrestar el caos que se produce año a año, sobre todo en secundaria. En ese sentido es que creo que “el cambio” que plantea Eduy21 no es tan novedoso, incluso podría decirse que se retoman algunos de los principales postulados de lo que la Escuela Nueva ya planteó a principios de siglo XX como crítica al formato educativo tradicional pero en clave de mercado. En relación a esto hay un interesante análisis de Daniel Brailovsky para el caso argentino.
La singularización de los procesos educativos es una línea que sin duda hay que discutir profundamente e implica revisar nuestras prácticas de enseñanza para reorientar acciones. Sobre todo para no caer en una mera flexibilización de los aprendizajes y de la evaluación. Está claro que un sector importante de la población sobre todo adolescente que años atrás quedaba fuera del sistema se encuentra hoy en las aulas. Lo cual por cierto no creo que sea signo de “crisis educativa” y sin duda es algo para celebrar. Sin embargo, desde mi punto de vista se ha instalado por parte de las autoridades de la educación, pero también de otros sectores de la población, una exigencia cada vez mayor hacia los equipos educativos (maestras/as, profesores/as, directores/as, equipos multi en caso de que existan...) que no es acompañada de apoyos reales que permitan sostener el recibimiento de estos/as estudiantes y sus familias día a día.
Por otro lado Eduy21 insiste con la necesidad de una educación por “competencias”. Es necesario considerar que la definición que se otorga al término amplía en cierto punto su significado y no remite únicamente (al menos discursivamente) a un único nexo con el mercado laboral. Se preocupa por adjudicar otros sentidos al hablar de “pensamiento crítico”, “autonomía”, “creatividad”, “conciencia ciudadana”, entre otros… Podría decirse que sin duda esto último configura un marco conceptual con el cual en principio cualquiera de nosotros podría acordar, sin embargo habría que pensar cómo dialoga esto con sus otras propuestas en torno a formar “sujetos competentes para el mundo de hoy”, con “iniciativa y espíritu emprendedor”, “con capacidad para adaptarse críticamente a los cambios”. Pareciera que existe cierta contradicción a la interna del discurso: ¿cómo una persona se adapta críticamente a los cambios? Adaptación y pensamiento crítico encierran una diferencia sustancial. Por otra parte: ¿de qué tipo de “autonomía” nos habla Eduy21? ¿de la que necesita un emprendedor que, porque no cuenta con un empleo seguro debido a la creciente flexibilización laboral, se ve obligado a “inventar” su fuente de ingreso y encima se cree que si le va mal es por su falta de iniciativa? Creo que el enfoque mercantilista de las competencias no desaparece sino que se perfecciona construyendo un discurso más sofisticado que sutilmente vuelve sobre lo mismo. Lo cual no quita que a la interna de Eduy21 existan quienes que efectivamente quieran construir una educación que forme para una ciudadanía crítica. Sin embargo pareciera que la estructura simbólica que construye esta reforma elabora o prepara el escenario para la profundización de lineamientos “reactualizados” de diversas organizaciones internacionales, que sabemos muy bien que no vienen preocupadas por construir una ciudadanía autónoma y creativa. Al menos no si esa “creatividad” llega al punto de alterar el statu quo.
En el Libro Abierto se plantea que son más de 80 los países que ya han adoptado el enfoque de las competencias y se expresa con orgullo la necesidad de que Uruguay siga esta tendencia mundial. Colocando las pruebas PISA como punto de referencia innegable en términos de medición educativa. Personalmente esta afirmación lejos está de producirme tranquilidad o confianza, más bien me pone en alerta. Habrá que preguntarse: ¿qué propone esta tendencia mundial de la que hablan? ¿Qué implica que Uruguay corra detrás de esto? No son pocos los análisis que vienen desde hace tiempo planteando que la tendencia internacional es hacia la privatización de la educación, especialmente en América Latina. Acompañada de una precarización aún más profunda del trabajo y de la vida de ciertos sectores de la población. Sinceramente yo no quiero educar estudiantes para que se adapten a eso, no quiero perseguir los postulados de una educación mercantilizada por más global que sea. En todo caso habrá que prepararnos para sostener la crítica y solidez formativa que los y las jóvenes necesitan para poder desafiar esta estructura. Desde mi punto de vista eso es lo que se está jugando cuando asumimos el apoyo o rechazo a la instalación de Eduy21 como una fuerza de cambio en el sistema educativo uruguayo. Se juega un proyecto social y político de educación, y en relación a eso el debate debe ser serio y de la sociedad en su conjunto.
Si atendemos a la propuesta de autonomía para los centros que habilita procesos de contratación directa por parte de las direcciones, me pregunto si esto no es acaso instalar un mecanismo empresarial en los centros educativos. ¿No promueve un proceso de selección docente que prioriza vínculos personales y de amiguismo más que de profesionalización? Creo que esto se conecta fuertemente con su otra propuesta en torno a la transformación del escalafón docente. En ese sentido la crítica que personalmente hago no parte de concebir que el sistema actual es el adecuado, incluso apoyo la necesidad de exigir una evaluación seria de la tarea docente que priorice la formación y sobre todo el desempeño. Considero también que es necesario trabajar en los asuntos referentes a lo que se suele llamar “ausentismo”, pero asumo que este análisis no puede olvidarse de reflexionar en torno a qué está pasando con las condiciones laborales y con la realidad cotidiana de los centros educativos. Lo salarial, la salud, el multiempleo, la escasez de recursos humanos fuera del aula, las condiciones edilicias no pueden ser temas invisibilizados al momento de pensar una reforma de estas características. Difícilmente podamos remediar el malestar laboral y el ausentismo generando únicamente controles más sofisticados y mecanismos de sanción a quienes no cumplen con lo que el sistema les exige.
Por último tengo un gran desacuerdo con el rediseño institucional que elabora Eduy21. Ya que por un lado presenta su petición de Change.org diciendo que desde hace más de cuarenta años Uruguay no ha logrado articular de forma sostenida una agenda de transformaciones para la educación y que su propuesta tiene ese objetivo. Por otro, plantean fortalecer las potestades del MEC, que los directores de los desconcentrados pasen al CODICEN y que los mismos no tengan por qué se docentes. Además de la clara desvinculación de los docentes de los ámbitos de decisión, están plantando que debiera otorgarse al MEC mayores potestades. ¿Esto no lesiona la independencia de un proyecto educativo respecto de las directrices de los gobiernos de turno? Los cargos ministeriales son definidos por el Ejecutivo en cada periodo, por tanto se somete el proyecto a permanentes cambios en función de los resultados electorales. Nuevamente se desconoce la demanda histórica sobre autonomía y cogobierno para todos los niveles que vienen sosteniendo los colectivos de la educación y que ya el Congreso Maestro Julio Castro del 2006 resolvió.
HI: Los operadores políticos y mediáticos detrás de Eduy21 parecen haber logrado instalar la idea de que existen sólo dos opciones: la reforma propuesta por dicha organización. O que todo siga como está ¿qué hace falta para desbloquear este cerco y formular una alternativa?
CB: Considero que muchas alternativas ya están formuladas e incluso se vienen poniendo en práctica en varios centros educativos. Existen distintas experiencias de trabajo entre docentes en las que se busca compartir saberes, problemas, modos de hacer en clave de investigación y formación colectiva. En la cotidianeidad del oficio de educar se produce un “saber de experiencia” que debiera ponerse a circular entre colegas con reconocimiento y apoyo institucional. Resulta fundamental que los equipos puedan encontrar espacios reales para construir en primer término justamente eso: “equipo”, y a su vez proyecto educativo. Eso implica discutir, acordar, construir problemas, ensayar posibilidades, investigar... Es claro que aquellos equipos que lo logran y que encuentran en los cargos medios una orientación pedagógica, y no solo administrativa, consiguen grandes logros que se traducen en la mejora de los aprendizajes. Creo que el diálogo con los espacios de trabajo socioeducativo no es un asunto menor porque implica el encuentro con lo comunitario y con otros espacios por los cuales los/as estudiantes circulan y que pueden oficiar de potenciadores (nunca sustitutos) de los aprendizajes. Sin embargo hoy día es difícil que pueda darse porque casi no existen recursos humanos con horas destinadas para salir de los centros.
Por otra parte considero que la formación en educación tiene que hacer una apuesta fuerte por profundizar la reflexión pedagógica y la pregunta por el “otro”, por la diferencia, por la llegada del/la estudiante que no siempre es el que espero encontrarme en el aula, que no siempre se asemeja al ideal que imaginé y para el cual fuimos formados/as muchos docentes. Cuestiones que suele trabajar la Pedagogía, pero también la Filosofía de la Educación o la propia Historia de la Educación. Campos que sin embargo vienen en descenso y hoy día ocupan un lugar secundario o casi inexistente en los nuevos planes de formación.
Por otro lado considero que para “desbloquear el cerco” es necesario insistir con la defensa de la educación pública, sobre todo cuando estamos viendo distintos análisis que nos dicen que aquellos países que se han embarcado en procesos de privatización no han obtenido buenos resultados. Tal vez, la cuestión es buscar la manera de articular iniciativas, valorizar y hacer visible aquello que viene saliendo bien, acercar a la comunidad de manera de que pueda enterarse e involucrarse en lo que pasa en sus centros educativos. Trabajar para deconstruir esa mirada que muchos tienen respecto de que lo privado y lo “innovador” siempre funciona mejor. No creo que la educación uruguaya esté en crisis, o al menos no más que en otros momentos, porque la educación es por definición un ámbito instituyente.
Por otro lado considero que Uruguay tiene una rica historia de participación de las comunidades educativas en la toma de decisiones, al menos si lo comparamos con la región. No veo el motivo para abandonar esta tradición. Tenemos colectivos de docentes (y no me refiero solo a los sindicalizados) estudiantes e incluso familias pensando y proponiendo cambios. Tal vez el asunto está en poder escuchar qué es lo que están diciendo y dar lugar al encuentro, a la discusión y a la implementación de sus propuestas. Me atrevo a decir que también es necesario desbloquear la bipolaridad de un debate en el que por momentos se defiende a ultranza una educación que se aboque únicamente a formar en las disciplinas, derivando a mi entender en un liceo para unos pocos, y por otro una perspectiva que flexibiliza a tal punto los trayectos que al final es lo mismo si el estudiante asiste o no, si aprende o no, porque lo único que importa es que acredite, demuestre algunas competencias y egrese. Es necesario construir un punto intermedio en el que se pueda hacer lugar a nuevos formatos y en el que la relación educativa realmente importe porque no es una relación social de cualquier tipo. Sino una que demanda la existencia de un saber que medie el encuentro, solicita un movimiento de transmisión y una asimetría que otorga sentido e intencionalidad pedagógica a la acción. Sin duda que hay que trabajar para mejorar cómo recibimos a los/as estudiantes en los centros, cómo convocamos y reconocemos a los que llegan, pero nunca en detrimento de un reparto justo de los saberes.
*Carolina Buela es Profesora de Historia y Educadora Social. Actualmente trabaja como educadora en FPB y como profesora de Práctico 2 en la Formación de Educadores/as Sociales