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Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Cuál es el lugar del feminismo en el proceso de restauración conservadora que se está experimentando en la región, con el resurgimiento de las derechas y la aparición de intelectuales de lo "políticamente incorrecto" que se acoplan al discurso reaccionario?
Lilián Abracinskas (LA): El feminismo es uno de los objetivos sobre los que atacan estas fuerzas conservadoras y reaccionan virulentamente porque han sido cuestionadas por la responsabilidad que tienen en la estructuración de la sociedad sexista, violenta en la que vivimos, en la que se impuso la división sexual del trabajo, los modelos estereotipados de feminidad y masculinidad y los mecanismos de relacionamiento autoritarios, de control del cuerpo, de la sexualidad y de la reproducción de las mujeres en la que vivimos. Les molesta que hayan sido expuestos por usurpar el poder y beneficiarse espúreamente del rol de reproducción social y biológica al que relegaron a las mujeres, desde la profunda dependencia al statu quo impuesto por el sistema patriarcal.
El feminismo es uno de los grupos objetivos de estas fuerzas reaccionarias, y no lo es por casualidad, sino porque ha sido una de las revoluciones pacíficas más importantes que se fortalece en el siglo XX, y en el siglo XXI lejos de debilitarse, se potencia, se renueva y regenera en términos organizacionales. Cuando las fuerzas que operan políticamente para pendular nuestros países hacia la derecha extrema y el neoliberalismo y sostenibilidad de los privilegios históricos de determinadas clases y sectores socioeconómicos, las causas libertarias y emancipadoras como es la lucha feminista se vuelve un enemigo peligroso. El feminismo es un movimiento sumamente molesto con reivindicaciones que atacan la histórica tradición de familia y propiedad. El problema es que en tanto fuerza revulsiva también puso en cuestión y contradicción a amplios sectores de la izquierda, aquellos mismos que en los 60, 70 cuestionaban, subestimaban o deslegitimaban estas demandas como demandas burguesas, diciendo que la única y principal contradicción era la de clase, y si caía ésta todas las demás caerían en dominó. Esto no sucedió. los cambios de modelo socioeconómico y político fueron tan homófobos, misóginos y opresores de la condición de subordinación por género, como así lo son sus enemigos acérrimos. En este sentido, para la izquierda hay un planteo imperioso y urgente a hacerse y es el de confrontar sus propias contradicciones y errores, dado que negaron, deslegitimaron y subestimaron las demandas, propuestas, análisis y reflexiones de la práctica y la teoría feminista.
Impresiona como el discurso de la ultraderecha se encuentra y reproduce por algunos sectores de izquierda o ultraizquierda. La situación de Brasil e incluso la propia Nicaragua, que no sólo traiciona a la revolución porque se apropia del poder y es corrupta, sino que importa recordar que en los temas de la agenda que negoció Ortega con los partidos opositores y con la Iglesia Católica para sostenerse en el poder, fue el repenalizar el aborto aún cuando corriera riesgo la vida de la mujer, también negó los derechos de las persona de la diversidad sexual y mantuvo concepciones conservadoras de familia y rol de las mujeres en la sociedad. Sin hablar de la denuncia de violación y abuso realizadas por su hijastra que fueron cobardemente negadas no sólo por su madre sino por toda la dirigencia revolucionaria y de izquierda de la región.
Cuando vemos a Brasil, te das cuenta que estos grupos ultraconservadores, restauradores del sistema patriarcal más violento -al que reivindican explícitamente-, a quienes primero dirigen sus baterías de insulto, denostación y ataque es hacia las feministas y las demandas de las mujeres, de las disidencias sexuales y de género, pero también de denostación de la población pobre, negra, migrantey de los pueblos originarios. Sin embargo, los partidos de izquierda, las fuerzas progresistas lejos de hacerse una autocrítica ante sus errores vuelven a endilgarnos la responsabilidad del resurgimiento y virulencia de estas fuerzas reaccionarias.
El feminismo hoy tiene que ser mirado por las izquierdas como un movimiento a ser reconocido, escuchado y muy tenido en cuenta. No porque sea un movimiento idílico, sino porque desde el no poder, logró poner sobre la agenda la desigualdad y las injusticias de género. A pesar de todas las resistencias y adversidades, logró superar las condiciones de inequidad y de exclusión. En esas condiciones tuvo la capacidad de generar conocimiento y rebelarse, siguiendo los mecanismos democráticos de generación de cambios. Mantiene su carácter revulsivo y transformador. Crea vida pero también conocimiento y práctica de cambio. Y, además, se hereda de generación en generación. Se revitaliza convirtiéndolo en proceso en irreversible e imparable. Por lo tanto ineludible en cualquier proyecto que quiera lo mejor para el planeta que habitamos.
HI: En un momento de reemergencia de los feminismos, ¿cómo elaboramos mecanismos de respuesta y solidaridad entre mujeres ante las múltiples manifestaciones de la violencia machista?
LA: Si bien la denuncia sobre la violación de derechos en el campo de lo privado la venimos haciendo desde fines de los 80, ahora ha explosionado. Pudo erosionarse la negación absoluta de que esta violencia existía tanto por parte del sistema como desde las propias familias. En lo sagrado del hogar “se limpian los trapitos sucios”, era la manera de exonerar al Estado de inmiscuírse en los asuntos de familia. Aunque allí la violación de derechos se ejerciese desde el pater familia y entre sus distintos componentes, demostramos que ese modelo tradicional de familia es un modelo autoritario, violento y de profundo destrato entre sus miembros y este es un problema que hasta hoy el Estado y la sociedad no sabe como abordarlo adecuadamente desde las políticas públicas.
Hasta dónde interviene el Estado en los asuntos privados es todo un dilema de no fácil resolución, y debe ser asunto de vigilancia permanente, porque de ser omiso se convierte en interventor. Cuando se denuncia y se hace público que la violencia intrafamiliar y la violencia sexual existían, fueron años de no respuesta, las redes de continentación fueron entre mujeres, generando servicios, mecanismos de apoyo, como por ejemplo acompañar a mujeres a abortar en la clandestinidad, yo esto lo hago desde los 80. En realidad sobreviví a un aborto realizado en las peores condiciones cuando tenía 17 años y no pude hablar de mi aborto hasta que me encontré con el feminismo unos años después. La red de apoyos fue siempre entre mujeres, más allá que culturalmente sigamos escuchando que el principal enemigo de una mujer es otra mujer. Eso es la mala prensa y también parte de una concepción de sociedad donde si divides, reinas.
La solidaridad entre mujeres es lo que explica la revolución feminista, entender que lo personal es político y que la opresión de género te es común a pesar de la cultura, la edad y la zona geográfica en la que habites. No alcanza con que tu aborto sea seguro, el de toda que lo requiera tiene que serlo. Sabemos que primero hay que resistir, luego solidarizarse porque para poder trabajar y tener hijos muchas veces quien te sostiene es otra mujer, de la propia familia, o una amiga o alguien de la comunidad, porque las respuestas del Estado todavía no están y para cambiar esas condiciones de injusticia, hay que organizarse y participar.
Lo que me parece muy importante es el giro que adquiere la solidaridad entre mujeres con la movida del “Yo te creo”, o del “Me too”. El sistema nos había hecho tener esta doble moral de entender y justificar la propia situación y criticar la de la otra, yo creo que eso es un cambio en la movilización feminista de ruptura cultural sumamente importante. Hasta ahora las mujeres teníamos que probar si éramos lo suficientemente decentes para que la conducta agresiva y violenta del varón fuese condenable. Los varones como jueces morales fueron habilitados culturalmente para sancionar a toda aquella que se no cumple con la norma o que actúa de manera “impropia”. Eso se está rompiendo y tiene que ver con que las nuevas generaciones se cansaron. Nosotras rompimos estas reglas denunciando, pero después tenías que acomodar el cuerpo porque eras la única loca que en el ómnibus podía llegar a gritar si te tocaban el culo, el resto miraba o decía “qué histérica”. Ahora la reacción es apoyada y recibe solidaridad. Las chicas están asqueadas, tengo una hija de 19 años que llega todos los días a casa asqueada, porque esta cuestión de romanticismo del piropo en realidad es una habilitación de los varones a sentirse con absoluto derecho a decirte lo que se lecanta. Es un acto abusivo, nada de romanticismo, y las generaciones jóvenes rompen y denuncian el acoso sexual callejero generando toda una reacción que interpela a la sociedad y sus costumbres.
Hoy el gran logro es que el feminismo es una causa abrazada por nuevas generaciones, de diversidad de mujeres y varones y eso me parece fantástico, en todas las culturas y los países. Se ha fortalecido como lucha internacionalista y se intervincula de forma cada vez más fuerte con otras expresiones de resistencia y con diversos movimientos por justicia social y de derechos humanos.
Es un movimiento que vive y lucha, tenemos el desafío de aprovechar lo acumulado para no empezar de cero y efectivamente poner la línea de base mucho más alta para poder avanzar sobre lo logrado. El feminismo con el que me identifico, del que trato sea mi forma de vida y una propuesta política de cambio, es el que lucha contra toda forma de opresión, injusticia y discriminación. Cómo hacerlo es la cuestión. Entiendo que lo importante es ubicar al enemigo en su justo lugar y dimensión, los riesgos son enormes y las posibilidades de retroceso están a la vuelta de la esquina. Uruguay tiene una característica muy particular que la hace hoy por hoy una burbuja en medio de países que retroceden, así que tenemos hasta la responsabilidad histórica de no permitir ese retroceso y realmente jugar en serio para conquistar avances. Es lo que decía Boaventura de Souza Santos, todavía vivimos en democracias con islotes enormes de autoritarismo y de inequidad, vivimos con avances tecnológicos inimaginables de los que goza un sector de la población pero a quienes más lo requieren, las necesidades básicas no están satisfechas y viven en condiciones intolerables.
Personalmente me defino movimientista, porque entiendo que la realidad no cambia desde las vanguardias, sino que cada persona tiene que ser agente de sus cambios y de participar de los cambios del entorno. Lo personal, lo comunitario, lo colectivo, es tan importante como la política pública, y son sustantivos en la definición del proyecto de país y del mundo al que aspiramos. Como todos los años el 8M es una oportunidad para pensarnos y enfocarnos en lo que queremos a través de los diálogos intergeneracionales, intersectoriales, interculturales, debemos aprender de lo acumulado y hay que saber aprovecharlo para renovar las propuestas y los medios de alcanzar lo que deseamos.
Tiempos turbulentos que deben convocarnos, más que nunca, a la rebeldía y a participar mancomunadamente para construir el cambio.
* Directora de Mujer Y Salud en Uruguay – MYSU, organización feminista para la promoción y defensa de la salud y los derechos sexuales y reproductivos.