Foto: Sebastián Salgado
Hay momentos en la historia en los que el miedo paraliza, momentos de incertidumbre y duda, y hay quienes piensan en salvarse. Nuestra actitud militante debe ser entonces, la contraria, exigirnos toda nuestra audacia e inteligencia, ir contra instintos de un tipo de humanidad que debemos dejar morir. Los más postergados no podemos resignarnos a vivir bajo los planes que tienen para nosotros, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia podemos darnos lujos de ese tipo.
Los trabajadores a lo largo de la historia cambiaron el mundo, lo pusieron patas para arriba. Donde haya opresión debe haber anarquía, donde haya poder debe haber comunidad organizada, debe haber voluntad de que lo nuevo se construye.
Esa profunda filosofía de cambiar el mundo y no solo explicarlo nos interpela como clase, nuestra historia nos demanda lo mejor de muchas de nuestras tradiciones de lucha puestas en el presente y actuando por nuestro futuro.
Desde este prisma pretendo realizar un análisis de algunos de los ejes centrales para la clase trabajadora y el pueblo en general, en una etapa de incertidumbres políticas y de cambio de época.
Hoy el movimiento sindical en Uruguay se caracteriza por haber sostenido un crecimiento en afiliación y participación de los trabajadores desde hace casi 15 años. Los Consejos de Salarios y la Ley de Libertad Sindical dinamizaron el papel de las organizaciones y en momentos de pujanza económica los trabajadores pudieron disputar políticamente espacios antes impensados, como puede ser la incorporación al movimiento sindical de miles de jóvenes en el sector de los comercios y los servicios, las trabajadoras domésticas o trabajadores rurales. En todos estos casos la capacidad de organización estuvo definida históricamente por grandes represiones y obstáculos. Claro está que este proceso no está exento de contradicciones y batallas perdidas, de sortear duros conflictos y de el aprendizaje propio de miles de personas incorporándose por primera vez a un sindicato.
El PIT CNT siendo un movimiento sindical unitario, ha logrado alcanzar sus congresos más numerosos, ha desarrollado una movilización en sus bases de manera constante, en centenares de conflictos los trabajadores ocupan las fábricas, los supermercados o cualquiera de los centros de trabajo, dan luchas que se ganan y se pierden en términos de acumulación. Defienden proyectos populares y ponen el cuerpo a la defensa de muchos derechos conquistados y otros que están por conquistar.
Toda esta expansión y acumulación cuantitativa tiene que haber constituido el paso previo a una acumulación cualitativa que construya capacidades colectivas para enfrentar nada más ni nada menos que la agudización de las contradicciones de clase que se expresan en la economía, en lo político y en lo social.
Esta expansión de la capacidad organizativa de los trabajadores estuvo acompañada del desarrollo del propio capitalismo. En el 2003 el pib del uruguay rondaba los 12 mil millones de dólares, hoy está cerca de los 56 mil millones de dólares. Esta expansión del capitalismo uruguayo y de la región estuvo sostenido por precios al alza en materias primas y posibilitó un pacto de distribución que habilitó en los gobiernos del frente amplio una ganancia extraordinaria para los capitales presentes en el país y un incremento en el poder de compra de todos los trabajadores.
En el capitalismo sabemos que el crecimiento no es más que un momento en el ciclo económico y esto tiene, claramente, consecuencias políticas. Hoy este escenario de impulso parece estar debilitado y muestra signos de agotamiento. Podemos observar que en los Consejos de Salarios el posicionamiento del Poder Ejecutivo apunta al empate salarial y la desindexación del salario. El poder militar a tono con la región comienza a mostrarse más activo aún en la vida pública y siendo una amenaza mucho más concreta para las organizaciones populares. Los autoconvocados se perfilan como uno de los espacios de acumulacion social de la derecha con reclamos neoliberales, que buscan garantizar la ganancia de terratenientes y grandes productores.
En este escenario no es de extrañar que la derecha aplique tácticas fascistoides para la impugnación de este modelo económico y social, impugnar el pacto que parece agotarse, y todo esto, en función de preparar un escenario de ajuste brutal contra los trabajadores.
El problema político actual para la izquierda es que sostener este modelo en donde todos ganan es insostenible por mucho más tiempo. La izquierda social y política se debe posicionar. No parece posible que la opción siga siendo solamente sostener lo ya realizado, de esta manera los trabajadores deben generar consenso en varios aspectos que serán centrales para posicionar y relanzar opciones de transformación social, que tienen como perspectiva estratégica la profundización de la disputa ideológica con el Capital.
Los trabajadores debemos reforzar la capacidad de ser escuela de lucha anticapitalista, que refuerce las opciones antisistémicas, en contra de el devenir de un capitalismo mundial y totalitario que se impone cada día, crear un programa que esté cerca de las necesidades urgentes del pueblo, pero tambien que contenga los acercamientos necesarios a un sistema distinto. Potenciar las alianzas con los movimientos sociales que contienen acumulación en luchas que no hemos dado y así reforzar el programa hecho por y para el pueblo. Debemos avanzar sobre la radicalidad, que significa disponer de todas las herramientas de lucha con un sentido profundo, siendo tácticos pero no tacticistas, siendo inteligentes, sin claudicar en nuestro objetivo.
Nuestra causa es interminable, por momentos inalcanzable, pero no cabe duda de que seguimos estando del lado correcto de la historia.