Ilustración, Laura Becerra
“La resignificación del lenguaje requiere abrir nuevos contextos, hablando de maneras que aún no han sido legitimadas, y por lo tanto, produciendo nuevas y futuras formas de legitimación”
J Butler, 2009
El sistema lingüístico de toda sociedad patriarcal es androcéntrico y por eso, la visión del mundo y de las relaciones sociales está sostenida desde el punto de vista masculino. Podemos recordar aquí, a modo de ejemplo, la frase renacentista: el hombre es la medida de todas las cosas. O, en un sentido más histórico del asunto, la historia como relato construido por hombres blancos, occidentales y heterosexuales, donde la mujer y todos los grupos oprimidos han sido ocultados sistemáticamente. Surge así la necesidad de repensar la lengua y visibilizar a través de ella, las diferencias. El lenguaje inclusivo se transformó entonces en una bandera política de batalla, donde nadie queda fuera del discurso.
Esta forma de hablar incluyendo a la diversidad de género fue apropiada, originalmente por feministas y colectivos lgtbiq, pero solo cuando llega a la población general a través de nuestrxs jóvenes, es cuando se vuelve un problema para “lxs puristas” de la lengua. ¿Será que el discurso largamente defendido por feministas, lesbianas y mujeres trans no era escuchado con seriedad hasta que llega a la población genérica y “amenaza” con volverse una forma cotidiana de comunicación inclusiva? La defensa a ultranza del genérico masculino como respuesta inmediata a esto deja en evidencia que preocupa menos la subversión de la lengua que la visibilidad de lo diverso.
¿Qué se entiende por lenguaje inclusivo?
El lenguaje inclusivo es una forma de comunicación que tiene como objetivo la inclusión de todxs lxs actores sociales que hasta ahora habían sido silenciados. Teniendo en cuenta que la lengua es creadora y que todo aquello que no puede ser dicho, en términos comunicativos, no existe, se ha generado una forma inclusiva donde todxs somos y existimos. El uso del lenguaje no sexista surge con la intención de abrir el debate sobre la cuestión androcéntrica de las lenguas pero también como una propuesta inclusiva del habla.
En el entendido de que la lengua está en permanente cambio y movimiento y que en nuestra época se ha comenzado a cuestionar la invisibilidad de la mujer en las formas comunicativas del habla, es que se proponen varios mecanismos de inclusión. Una de las formas propuestas es el desdoblamiento del discurso en femenino y masculino, lo que, por un lado, va contra la ley de economía de la lengua mientras que, por otro lado, hace uso de una fórmula que sólo es binaria, en la que quedan fuera otros géneros. Es así que surge la x como solución para incluir a todxs en el discurso. La x aparece para reemplazar cualquier marca gramatical con la que se denomine el género, y, aunque sea una obviedad, vale decir que siempre es relacionado a personas, o determinantes de referencia personal y pronombres personales. El objetivo es no dar una información específica sobre el sexo biológico asignado. Ejemplo: “Lxs alumnxs defendieron el derecho a participar…”
La x es reconocida como el signo que rompe con el genérico masculino, pero también con el binarismo, sin embargo, presenta problemas a la hora de pronunciar la palabra. Es así que lxs jóvenes se han venido apropiando de la “e” con la intención de extender el marco inclusivo a todas las formas pero que además pueda ser usada en el habla. Este uso subversivo del sistema por parte de lxs jóvenes ha provocado grandes polémicas en nuestra sociedad, abriendo así el debate sobre la lengua, sus cambios y su androcentrismo. Esto visibiliza que la lengua como sistema de comunicación sólo reconoce el genérico masculino y le exige al resto de la sociedad, sentirse incluida en él, cuando en realidad no están nombrados en el discurso concreto.
En esta movida sobre las formas de decir-nos que ha permitido una discusión global sobre el habla, obviamente lxs profesorxs hemos quedado en medio del fuego cruzado. Se nos ha exigido tomar posición sobre el tema, y cuando lo hemos hecho, se nos ha cuestionado esa toma de posición, de maneras que son irreproducibles.
El colectivo DiverGénTE, que viene trabajando sobre los temas de género y diversidad a través de los distintos programa y abriendo espacios de discusión y cuestionamiento del paradigma, se ha involucrado activamente en el tema del lenguaje inclusivo y no sexista.
Surge en nuestro trabajo sobre la inclusión y la equidad dentro del universo educativo y por la necesidad de nuestrxs estudiantes de reconocer sus formas de ser y sentirse en el mundo. Reivindicar la lengua como lo que es, una forma de ser y estar en nuestras diferencias, es también un acto pedagógico y político que busca la visibilidad de la compleja divergencia con la que trabajamos y que da al estudiantado la palabra, en tanto poder, como una manera de empoderarse en su identidad y en el reconocimiento del otro distinto que quiere ser nombrado.
Es fundamental aclarar que, si bien, en nuestros trabajos escritos hacemos uso de la X, como profesoras, rara vez usamos el inclusivo efectivamente, tal vez y al decir de Federido Graña “porque en nuestro discurso también estamos colonizados”, aun cuando permitimos que nuestrxs estudiantes tengan la libertad de elegir el uso o no del inclusivo y aún cuando fomentamos los espacios de discusión y aprendizaje sobre todas las formas de inclusión, nuestro discurso académico lucha por sobrevivir a las formas inclusivas de la lengua. Sin embargo, el fundamento de la educación son lxs gurisxs y es clave que, como profesoras, seamos capaces de escuchar y atender a sus necesidades trabajando siempre con un sentido de equidad.
Desde esta perspectiva, diremos que son sus intereses lo que nos mueven a profundizar el trabajo de la inclusión en todas sus formas. Ellxs son lxs principales participes del sistema educativo, y son a su vez, una evidencia de la diversidad social en la que viven. Por otra parte, podemos decir que tenemos un importante respaldo tanto en el propio CES que habilita el trabajo sobre el lenguaje inclusivo como en organizaciones como la UNESCO por ejemplo, quien propone que “el lenguaje no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto social e histórico que influye en nuestra percepción de la realidad”, proponiendo, de esta manera, que la lengua es responsable de la conformación de nuestro pensamiento y de la visión que del mundo nos hacemos a través de ella.
En consonancia con esto, diremos que la lengua crea la realidad porque la introduce en el universo de nuestra conciencia. Ya, desde los años 40, autores como Sapir o Whorf han afirmado que los hablantes “no somos simples receptáculos pasivos de lo que la lengua nos ofrece sino que más bien, imponemos nuestras ideas sobre nuestro entorno como resultado del lenguaje que tenemos”
Por eso podemos decir que la lengua refleja la sociedad que la utiliza y entonces pone de manifiesto las desigualdades de consideración y status que se dan entre los individuos, por lo que el idioma será tan racista, sexista, clasista o heterosexista como el grupo social que lo habla.
Nuestro trabajo como docentes tiene una base sustancial en la educación en derechos. Esta sustancia pedagógica será, pues, el principal fundamento por el cual sostenemos la importancia del uso del inclusivo paralelamente al respeto del libre albedrío de cada estudiante. La lengua no se impone, la lengua es patrimonio del hablante y será éste quien habilite los distintos usos o no.
Las distintas formas del lenguaje inclusivo
Existen distintas posibilidades a las que un hablante puede recurrir para comunicarse sin excluir a nadie. Aquí les proponemos algunas.
Economía del lenguaje: Comunicarse con las mínimas palabras posibles. Esta suele ser una práctica que invisibiliza toda forma que escape al genérico masculino. Sin embargo se puede mantener la regla a través del uso de la perífrasis, por ejemplo, en lugar de decir “los uruguayos”, decir “la población uruguaya”, en vez de decir “los hombres”, decir “la humanidad”.
La doble designación. Esta fórmula, como ya vimos, es binaria, ya que hace visible solamente al hombre y la mujer, dejando fuera otras formas genéricas. Un ejemplo de este caso es el conocido desdoblamiento: “los hombres y las mujeres tienen derechos…” O bien, en el caso de que la palabra no cambie de género, hacerlo con el artículo: “Los y las periodistas asisten al espectáculo….”
Lenguaje inclusivo: Amplía el punto de vista incluyendo a todas las formas de género, étnicas, de clase, etc. Se trata de una forma no binaria del habla que surge, como ya vimos, con la x y se instala recientemente en una más y mejor pronunciada “e”. Este uso implica un cambio en algunos aspectos de la lengua ya que los sustantivos en plural, junto a sus artículos requieren un cambio interno. Ejemplo: “Lxs amigxs salen a divertirse…” o bien, “les amigues van a estudiar “.
Es importante considerar que los cambios históricos están en proceso y no pueden volver atrás. Dentro de ellos, diríamos que como reflejo de una nueva forma de ver la realidad, se encuentra la posibilidad de cuestionar la lengua androcéntrica, académica y hegemónica. Hacer uso de otras formas de nombrar, para incluirnos a todxs es una posición que pretende reivindicar las diferencias pero también visibilizar la construcción de un mundo heteronormativo sostenido desde lo masculino genérico. Nuestro rol activo dentro del universo educativo nos interpela y nos ubica en una posición de privilegio para evidenciar y posibilitar estos cambios.
En definitiva, consideramos que es imprescindible abordar el tema del lenguaje inclusivo y no sexista en los centros educativos y trabajar a través de estos temas como de otros muchos, con el objetivo de alcanzar una conciencia sobre la diversidad en pos de un mundo más equitativo. Consideramos que un proyecto educativo transformador tiene que contemplar estos aspectos, entre otros, trabajándolos en la currícula de manera transversal.
* Mujeres docentes buscando cambiar la matriz de la educación en Uruguay. Proyecto educativo colectivo: prácticas enfocadas en problemáticas de la Diversidad (Diver) y Género (Gén), en forma Transversal (T) en la Educación (E).