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La Furiosa Va Tukada

Desear la libertad. Feminismos desde la contra cultura


Imagen: Clara Cremonesi

<< Y ya no nos representan esas marchas normativas, cooptando las disidencias disfrazadas de inclusivas. Nuestra lucha es por las travas, por las mostras, por las tortas, las que no están en altares, las que te queman la norma >>

Nos hemos encontrado en el gesto cómplice de ser quienes no encajaban en las expectativas de todo un régimen hetero patriarcal capitalista. En ese gesto, en ese guiño, que no pudimos más que alimentar, gritamos abiertamente que no sabemos nada, y que por tanto todo muere en la certeza, pero nos es conocida la sensación de rechazo a toda forma de opresión y obstaculización de nuestras libertades.

Buscamos liberarnos de todo lo que nos ha sido impuesto en aras de salvaguardar la moral, las buenas costumbres, la familia y la religión. Intentando desarraigar de la cultura y la tradición, los estereotipos y los prejuicios. Porque hemos tenido que aprender a sobrevivir y lo hemos hecho en la medida que nos encontramos con otres para reconstruir la historia de quienes no pudieron elegir, les mas silenciades y les mas oprimides, nuestra historia siendo mujeres o negándonos a serlo. Entonces nos regalamos el tiempo de encontrarnos para cuidarnos de quienes nos quieren dividir, en un mensaje que sale a la calle y que pone en el cuerpo las vivencias, soltando lo que nos duele y dejando morir el miedo que traemos de la imposición, de la colonización sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros territorios, sobre nuestros afectos y sobre el saber.

Fue así que la afinidad se volvió evidente comenzando el calor de noviembre y finalizando la marcha del 1er Encuentro de Mujeres de Uruguay, donde megáfono y bombo en mano, todo se configuraba en una adrenalina que no se detenía, en una marcha que no quería terminar, en un cántico que se prolongaba y multiplicaba. Ahí, prolongando el encuentro, hicimos y hacemos el esfuerzo de encontrarnos, resistiendo a las formas tradicionales para la lucha feminista en el territorio. En este sentido entendemos territorio como la geografía de la frontera, territorio como espacio delimitado. Nos hemos propuesto trascender los límites impuestos, romper esos muros y salir a buscar fuera otras formas de fugar hacia un feminismo que no conozca de binarismos, potenciar el desborde que deviene del encuentro y entender al territorio como espacio de vida. Logramos no conocer de países, no conocer de naciones, sino hacer volar las líneas que nos dividen.

Ahí en medio de la gran farsa sustentada -y que sustenta los cimientos con los que fue construida la casa del amo- tropezamos con las formas trayendo al cuerpo la memoria, usando el arte, la palabra y el pensamiento como camino de acción y emoción, volviéndonos cuerpos indóciles que insisten en cambiarlo todo, porque allí reside la posibilidad del juego donde toda ética libertaria puede ser imaginada y deseada hasta conseguir la tan nombrada libertad.

No nos disculpamos por no habernos encontrado antes, ni por los necesarios desencuentros en el proceso mismo de estar cerca. No hay clemencia para los efectos secundarios de aprender a ser manada: los asumimos o estamos intentando hacerlo, y con el andar a cuestas nada puede medirse con la vara del bien o del mal. Como resultado de la grieta que se expande en conjunto con el otra y sus devenires, no fue casual que el hilo conector de nuestras afinidades fuera el ruido, el grito, los mensajes políticos hechos cánticos y La Furiosa Va Tukada. No fue casual porque el proceso es ese: una constante búsqueda a codazo limpio que se ensucia y vuelve a reconfigurar otra vez, desde la incertidumbre de hacia dónde nos lleva. Entonces la gritamos, se esparce en la fugacidad del sonido y se activa desde el contagio, desde la rebelde alegría, comunica que hay un ruido que dice algo, y que está generando incomodidad o necesidad de ser compartido.

“Contagieme

de rabia

de ganas

Contagieme

de amor

de corajes

de risas

Contagieme

de ira

de odio

hacia el tirano

Contagieme

de sueños

de fuerzas

Contagieme

compañere

que la libertÀ

tiene que ser

contagiosa.”

El cántico es el proceso mismo en la manera en que se presenta: a veces con ironía para burlar la jaula que no se aguanta más, a veces inquieto porque hay necesidad de acción-movimiento, a veces enojado porque la indignación es compartida, casi siempre como un espejo de lo que nos gustaría, a veces como un llamado a entender qué es lo que se desborda –qué es lo que nos desborda, y siempre como un homenaje a la incomodidad, a romper el silencio.

Está furiosa la afinidad compartida porque el tajo, la herida, siempre vuelve pero se a hecho sobreviviente y recuerda lo que ya no quiere, y va tukada porque hay un filtro que converge en que hay mucho de lo que ya no nos fumamos, y todo humo que entra en nuestras cuerpas hace la diferencia: si no nos resulta placentero en tanto no aporta a nuestras libertades es porque es tóxico; pero si en cambio aporta al ejercicio vital de la respiración para la supervivencia, entonces lo deseamos.

Imagen: Marcha del Encuentro de Mujeres Uruguay (EMU), Clara Cremonesi.

Hacer camino al andar

Sosteniendo la mirada nos proponemos desafiar la cultura de la dominación capitalista, heteropatriarcal y colonialista con propuestas que nos permitan reconocernos en las otras y experimentar otras formas de habitarnos y cuidarnos. Nos encontramos desde la pregunta y hasta ahora nos respondimos y nos abrazamos desde la importancia de activar desde el arte como ejercicio de lo político y emancipador, de ocupar y transformar el espacio público, de cambiar el miedo por la acción: ¿qué es hacer arte? ¿qué es la cultura?

Entendemos al arte ya no como los padres blancos occidentales nos han enseñado, sino que

surge desde donde en las entrañas nos revuelve la indignación, como decía Audre Lorde en su ensayo “La poesía no es un lujo”:

“los padres blancos dijeron

pienso, luego existo

pero la madre negra que llevamos dentro

la poeta

nos susurra en nuestro sueños

que sentimos, luego podemos ser libres”

Encontrar en la música ese escape y liberarnos a través de ella y del movimiento, cuerpos que hablan, que accionan, se revelan, se descubren vivos y combativos enfrentados a un sistema violento y opresor, que muchas veces nos mata. Y así lo tomamos, como una indigna-acción constante, desde la importancia de luchar por nuestros territorios, defenderlos como una trinchera entre el cuerpo, el agua, la tierra. Somos parte de la tierra y desde ahí damos la batalla porque entendemos que la explotación y el saqueo del territorio nos afectan directamente. Por eso nuestras cánticos hablan de todo lo que hay que romper, de oponernos a toda forma de autoridad, a las privatizaciones, al encierro, a la represión, a la explotación, al Estado que es cómplice del saqueo y también a habitar la expresión directa del deseo por la lucha, la liberación, el estar juntes y desearnos en libertad.

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