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Gustavo Fernández *

Para la unidad, la Convención es lo central


Imagen: Aurelio González (9/7/1973)

Nuestro movimiento sindical posee particularidades propias que en otros lugares del mundo se hace difícil comprender, ya que en lo general los intentos de unidad orgánica de los movimientos sindicales en otros países han sido, cuando hubo intención, difíciles de concretar y más bien las y los trabajadores se encuentran, lamentablemente, fragmentados ante la existencia de la división de éstos en distintas centrales sindicales.

Es incomprensible para nosotros en nuestro sindicalismo, cómo algunos hablan de Central –y tienden a actuar como tal- cuando en realidad se refieren a la Convención, la cual sintetiza un rico y fecundo proceso histórico de construcción de acuerdos entre las diversas orientaciones sindicales en base a intensas discusiones y negociaciones en el seno de nuestra clase, siendo esto un gran privilegio que no fue gratis, por cierto.

Cabe entonces un repaso histórico-conceptual que nos explique el inmenso valor de la herramienta que hoy tenemos, porque hay que hacer el esfuerzo mental para preservar una conquista de dimensión estratégica como es la unidad para las luchas que libra nuestro pueblo trabajador.

Proceso de acumulación histórica y la construcción de los acuerdos de unificación sindical

La unificación sindical no fue tarea fácil, ni su autoría fue exclusiva de tal o cual corriente de pensamiento. Por lo contrario, es el resultado de un complejo proceso comprendido en décadas que se da desde la dispersión hacia la trabajosa construcción de una síntesis colectiva que fue posible a partir de un acuerdo cultivado cautelosamente entre las diversas orientaciones y corrientes políticas. Este proceso se daba además en un contexto determinado donde urgía encausar las fuerzas para potenciar las organizaciones y las luchas de los trabajadores que aisladas eran carne de cañón frente a un enemigo poderoso.

Corrían tiempos fermentales para dinamizar las contiendas entre el capital y el trabajo y se abría una etapa que en términos matemáticos representó un punto de inflexión: crisis económica; encarecimiento del costo de vida; baja de los salarios, ingreso del país (tras asumir el gobierno el Partido Nacional) a las políticas del FMI con la firma de la primer carta intensión; visualización de la perspectiva socialista tras el ejemplo cubano del triunfo revolucionario; agudización de la represión; rumores de una dictadura; todo lo que demandaba la profundización de las luchas. En esos años se dan también las marchas hacia la capital de los trabajadores del Frigorífico Anglo desde Fray Bentos primero (1956) y de los asalariados rurales desde Bella Unión después (1962, 1964 y 1965). En suma, se materializa un proceso de acumulación histórica y niveles de organización y conciencia que proporcionó a los trabajadores, un terreno fértil para la reorganización de la clase en procura de enfrentar los desafíos que se presentaban tras la agudización de las condiciones objetivas en esa coyuntura.

Ese proceso de avance a una etapa superior de lucha se logra a partir de la acumulación histórica precedente, que tras la experimentación de valiosos e insistentes intentos en pro de una herramienta única que sintetice allí la organización del movimiento sindical y que, si bien por una cosa u otra no prosperaron, representan un ciclo fermental de experiencias de lucha que finalmente abren camino a la nueva y firme unidad orgánica y de acción desde una perspectiva clasista.

Breve cronología del movimiento sindical uruguayo

Nuestro movimiento sindical comienza a partir de la creación en 1870 del primer sindicato en Uruguay, el de los Tipógrafos (desde 1865 funciona una Sociedad de Socorros Mutuos de este mismo gremio). Cabe señalar que desde esta primera experiencia, y con la instalación de la Sección Uruguaya de la AIT en 1872, prevalece una línea federalista hasta las dos primeras décadas del siglo XX y que en adelante continúa siendo el encuadre organizativo de grandes y fuertes sindicatos y asociaciones de sindicatos.

Así pasaron durante el último cuarto del siglo XIX la Federación Regional de la República Oriental del Uruguay (FRROU o Federación Montevideana), de extracción libertaria, creada en 1875 tras la labor de la Sección local de la AIT; en 1885 se crea la Federación de Trabajadores del Uruguay (FTU); en 1896 con esfuerzos del Centro Obrero Socialista se da lugar en ese mismo año la Federación Obrera Uruguaya (FOU) de influencia socialista.

Entrando en los primeros años del S.XX se produce en 1904 el primer llamado a crear la unidad sobre la base de levantar una federación obrera con alcance nacional pero, aún verdes las condiciones, solo se pudo (y no es poca cosa) dejar encaminada la Federación Portuaria. El fracaso no impide que cada orientación sindical se rearme y surgen un año después, en 1905, tres expresiones que se disputan la representatividad del movimiento sindical: la Confederación de Uniones Gremiales (CUG) adscripta a la Unión Democrática Cristiana, la Unión General de Trabajadores (UGT) de los socialistas y la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) anarcosindicalista, ésta última tiene su sede en el Centro Internacional de Estudios Sociales (CIES), lugar de debate y formación que trabaja fuerte hacia el movimiento obrero desde su creación en 1898, signó la conducción del movimiento sindical durante una buena parte de nuestra historia de forma hegemónica por su gran representatividad y enorme poder de movilización, como también por su carácter nacional.

Hasta acá, aunque como vimos con una primer apuesta unificadora, las organizaciones sindicales con signo propio surgían a instancias de una u otra corriente de pensamiento. Para adelante van a darse intentos de unidad con mayor frecuencia que experimentan disoluciones por rupturas internas en algunos casos, o por apuestas a unificar más ampliamente en otros. Una muestra de ello es la organización en 1912 y por primera vez el 1° de mayo unitario, combativo y multitudinario entre anarquistas y socialistas, explorando así iniciativas unificadoras para el movimiento obrero, en lo cual por momentos se apostaba desde un lado y del otro.

Un ciclo de escisiones y reagrupamientos

La revolución Rusa y el poder de los soviets genera intensos debates que hacen mella tanto en la FORU, produciéndose una escisión del sector anarquista de María Collazo que ve con buenos ojos y acompaña en principio aquella gesta popular, como también sucedió en el Partido Socialista donde se generan fricciones internas con la adhesión de buena parte de sus militantes a las 21 “condiciones” que imparte la III Internacional (o Internacional Roja) y a partir de su Congreso de abril del 1921 queda constituido el Partido Comunista, tal como lo determina la condición 17 de esa ordenanza referida al cambio de nombre del partido que se quiera adherir a dicha Internacional. No obstante, con Emilio Frugoni como referente se logra rearmar el PS aunque con poca extracción obrera y, por un buen tiempo de reinserción sindical, refugiado en la actividad parlamentaria. Se crea entonces entre ambos sectores –anarquistas y comunistas- en 1921 el Comité Pro Unidad Obrera, pasando a ser en 1923 la Unión Sindical Uruguaya (USU), una herramienta unitaria pero no única.

Los militantes comunistas crean dentro de la USU el “Block de Unidad Obrera” y se generan nuevas divisiones que terminan en la expulsión de éstos, quienes llaman a formar en 1929 una nueva central que logra un nucleamiento más amplio, la Central General de Trabajadores del Uruguay (CGTU). Dividido en tres débiles expresiones, la FORU, la USU y la CGTU, el movimiento obrero no pudo oponer una firme resistencia a la dictadura de Gabriel Terra instalada en 1933 y tras el embate antisindical represivo se debilita aún más.

En 1942, en el marco de un contexto signado por la Segunda Guerra Mundial, se da la creación de la Unión General de Trabajadores (UGT) que cobra cierto vigor merced a la Ley de Consejos de Salarios aprobada en el ´43. Entrando en la segunda mitad del siglo, y en la marejada de la guerra fría, con orientación del Departamento de Estado norteamericano y de corte netamente anti comunista, se constituye en 1951 la Confederación Sindical del Uruguay (CSU) afiliada a la CIOSL y la ORIT. En ese mismo año entre sindicatos autónomos y clasistas se forma una coordinación denominada “Gremios Solidarios” que protagonizaron un activo movimiento de apoyo a los conflictos y huelgas obreras.

A mitad de la década del ´50, en medio de una crisis económica del país, los intentos pro central única reaparecen. Esta vez dan señales los estudiantes de la FEUU que en 1955, ya terminanda una de las grandes huelgas del sector metalúrgico que fue apuntalada por cuantiosos gremios hermanos, organizan en el Paraninfo de la Universidad una actividad que incluye un programa de encuesta al movimiento sindical para medir el nivel de intención acerca de crear una central única, con opiniones a favor de grandes sindicatos pero con la UGT y la CSU que aún no veían esa posibilidad cercana. Con aportes como este el movimiento estudiantil universitario se ganó un lugar incuestionable en el movimiento sindical al que ya nos referiremos.

Tenemos en estos momentos un movimiento sindical en expansión, con numerosas y constantes acciones solidarias pero organizativamente desunido. Son los combativos trabajadores de los frigoríficos a partir de la huelga de 1956, y aprovechando el fervor concitado para rodear su lucha, que dinamizan otro intento de unificación de las centrales y federaciones autónomas de ese momento, la cual si bien fracasa, tuvo la capacidad de dejar funcionando una Comisión Coordinadora pro Central Única y seguir coordinando acciones solidaria. En 1958, la FEUU, en el marco de la lucha por la Ley Orgánica en la Universidad, organiza y convoca a una instancia de intercambio y debate obrero estudiantil del cual sale otro aporte para el movimiento sindical, una plataforma que reunía los diversos ejes reivindicativos hasta el momento. Otra vez los estudiantes apostando a la unidad de la clase y haciendo eco de una consigna que supo estar presente en las luchas populares, “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.

El ´58 nos ofrece otro gran logro que nos enorgullece hacia el resto de Latinoamérica, otorgándonos esa condición de tener la primera fábrica ocupada y puesta a producir bajo control obrero en América Latina y la segunda en el mundo –y así lo remarca Yamandú González Sierra en su libro “Un sindicato con historia”-. Lo que ocurrió en el marco de un conflicto decisivo de los trabajadores de Funsa, con esa combativa UOESF que desafío a Pedro Sáenz, empresario que recorría la inmensa fábrica de la calle Cno. Corrales, su feudo, con el revolver en la cintura haciendo gala de su conocida actitud amenazante y provocadora. Fue una decisión difícil pero la asamblea lo aprueba a mano alzada, ya para ese entonces León Duarte era el nuevo Secretario General del sindicato, y encomiendan a los compañeros técnicos de la planta que prendieran las calderas demostrando que el paro no era por vagos, sino por justos reclamos. Desde luego que se ganó el conflicto.

Unidad sindical, una sola central

En 1959 se realiza una Asamblea Consultiva de sindicatos para sondear, hasta dónde ese clima unitario que se expresaba en la lucha y también en los planteos y discursos de todos y todas, daba consistencia a las perspectivas de traducirlo en una orgánica más abarcativa. De esta asamblea quedan acciones encaminadas y en ese mismo año se logra inaugurar el Congreso Constituyente de la Central de Trabajadores del Uruguay que luego de su etapa pre fundacional de discusión y búsqueda de acuerdos da irrupción pública en 1961 presentándose la CTU como una expresión de mayor arraigo y mayor nucleamiento de sindicatos aunque no era una central única ya que se entendía que se mantenían afuera grandes y numerosas organizaciones que decidieron no integrarse.

Esta nueva central, conjuntamente con las federaciones autónomas y sindicatos independientes, cumplirán un rol importante que abrirá paso a una larga y trabajosa recta hacia el objetivo que para esta altura si no todas por lo menos la inmensa mayoría de estas expresiones, tenían como resolución de sus organismos, pujar por la unidad de los trabajadores en una sola expresión organizada. Se produjo de cara a fortalecer la Asamblea Constituyente del ´59 la disolución de la UGT que da una señal de apertura integrando a los sindicatos de lleno a esta campaña unificadora.

En el ´59 se da en el continente un hecho de gran relevancia con el triunfo de la Revolución Cubana, que desata la lucha armada con la creación de guerrillas en los países latinoamericanos. En nuestro país tenemos el accionar del MLN-T, la OPR-33 y la FARO, que hacían eco de los métodos de guerra de guerrillas además de funcionar innumerables agrupaciones de intención revolucionaria. En agosto de 1961, en el marco de la reunión en Punta del Este del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, se da la visita del Che a nuestro país el cual es invitado por la recientemente surgida CTU, la FEUU y el Comité de Apoyo a la Revolución Cubana a dar una conferencia en el Paraninfo de la Universidad. Esto resulta alimento para el espíritu rebelde produciendo un profundo apasionamiento que contagia a grandes sectores militantes del campo popular y la izquierda uruguaya, incluido al Partido Comunista que resuelve finalmente su apoyo a la Revolución Cubana al declararse ésta marxista-leninista.

No pasamos por alto que además del Partido Comunista del Uruguay (PCU), operan en el movimiento sindical de la época que analizamos, y dentro de las corrientes históricas, el Partido Socialista (PS) con militantes en lugares de dirección de algunos sindicatos y por un tiempo mantendrá la presidencia de la Federación Autónoma de la Carne y que también opera dentro de la CTU la cual respondía (como antes la UGT) al PCU. Por otro lado la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) fundada en 1954, que más adelante forma parte de la Tendencia Clasista y Combativa y que a nivel de masas impulsa la ROE, expresión que será la gestación de militantes que en el ´75 fundaron el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). La FAU orienta en ese período a fuertes federaciones en las que incide y sindicatos de primera línea en los cuales es dirección como entre ellos el sindicato de Funsa y el de los gráficos (el SAG) que van a ser –junto a la CTU y sindicatos orientados por otros partidos y orientaciones de pensamiento- forjadores de la unidad sindical y protagonistas de combativas luchas. También actuaban algunas Ligas o agrupaciones trotskistas aunque en ese entonces con poca gravitación sindical. Históricamente y mediante las uniones gremiales tuvieron su cuota de incidencia los demócratas cristianos vinculados al mundo del trabajo, en esta etapa de construcción de unidad sindical y después de décadas de dispersión se funda el 1960 la Acción Sindical Uruguaya (ASU) que actuará con fines unitarios pero orientados por la doctrina humanista y católica. También actuarán organizaciones recientemente surgidas como el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) aunque estos con menor influencia en el movimiento sindical y más dedicados en ese entonces a la acción armada y revolucionaria. Así como otros diversos agrupamientos y organizaciones políticas surgidas a lo largo de la década del ´60 como el PDC, PRT, POR, los GAU, la Unión Popular y el FIDEL, entre otros tantos más dedicadas al desarrollo de la acción política electoral en busca de la unidad de la izquierda parlamentaria pero con menor incidencia sindical.

Unir lo disperso para fortalecer la lucha del pueblo era la necesidad y voluntad que imperaba. No estaba ya en los papeles atreverse a vanguardizar el proceso de unificación, y para esta altura nadie quería entorpecer las negociaciones habida cuenta de que cualquier palo en la rueda podría tirar abajo un valioso terreno ganado colectivamente. En efecto hubiese sido difícil, para no decir imposible, avanzar sino era desentrañándose de esos vicios y métodos nocivos que lo que hacían era coleccionar fracasos. Y así lo entendieron los comunistas, como también los anarquistas, socialistas y el resto de corrientes y tendencias sindicales, quienes trataban de no colocar al frente de esas reuniones a sus elementos más ortodoxos de tal forma que no se priorizara las diferencias, sino por lo contrario, se despejaran los puntos de acuerdo en busca de la unidad. Las contradicciones internas en el seno de las organizaciones de la clase no estaban ausentes por cierto, la lucha de tendencias era algo presente sí, pero la fraternidad y solidaridad de clase sobresalía con sentido relieve y en eso se hacían enormes esfuerzos, todos ellos, por un objetivo mayor. La consigna “Unidad sindical, una sola central” era un sentir generalizado.

A partir de 1962 se intensifican las coordinaciones de vastos sectores públicos de actividad que suman en el camino de la unidad, creándose la Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado y la Mesa Sindical Coordinadora de Entes Autónomos y Servicios Descentralizados donde las diversas tendencias y orientaciones metían brazos y mentes sin mirar que corriente prevalecía en estas. Tanto es así, que la CTU mostrando la apertura abre las puertas de su 1° Congreso ordinario (1963) cursando invitación al resto de sindicatos afiliados o no a la central para que participen con vos y voto en esa instancia. El programa aprobado en dicho Congreso contó con el voto también de las organizaciones sindicales no afiliadas que asistieron y pasó a ser un documento base para seguir profundizando en busca de acuerdos más amplios.

En 1964, y con el golpe de estado consumado en Brasil, no solamente que circulan rumores de una intentona golpista en nuestro país sino que la política gubernamental intensifica la represión antisindical aplicando con cierta regularidad y mediante decreto feroces medidas represivas. Pero lejos de desarticular al movimiento genera más afianzamiento de lazos y se cierran filas, a la vez que se abre más la cancha, adhiriéndose casi la totalidad de sindicatos del país al llamado a una nueva instancia llevada a cabo en setiembre de ese año donde queda creado un organismo de coordinación permanente –denominado Convención Nacional de Trabajadores- que integra a diversas expresiones sindicales como la CTU, federaciones autónomas, sindicatos como los textiles, los gráficos y el de Funsa, así como sindicatos que quedan independientes a partir de la disolución de la CSU. Dicha instancia de coordinación formalizada por unanimidad aprueba un documento presentado por el SAG y redactado por Gerardo Gatti referido a la “Integración y funcionamiento de los organismos de la CNT” que fuera luego la base de la discusión sobre estatutos de la nueva herramienta de unidad sindical.

Entre otras decisiones queda resuelto comenzar a explorar, discutir y elaborar una serie de acuerdos programáticos e ir construyendo los consensos necesarios en procura de la unidad. Se fijan también algunas jornadas de lucha entre ellas un gran paro general nacional para el 6 de abril de 1965 en reclamo de soluciones para la crisis que atravesaba el país y se resuelve convocar para agosto de ese mismo año a un Congreso del Pueblo.

Tras el paro general del 6 de abril que paralizó al país entero siendo una gran demostración de fuerza del campo popular todo, se comienzan dos días después con las actividades preparatorias a partir del 8 de abril en el Paraninfo de la Universidad y otras instancias sectoriales y territoriales que se van fijando. El 12, 13, 14 y 15 de agosto de 1965 se lleva adelante el Congreso del Pueblo donde participan casi 1.400 delegados pertenecientes a más de 700 organizaciones, que representaban –se dijo- a 800.000 personas. Instancia donde se aprueba un “Programa de Soluciones a la Crisis” que proponía profundas reformas en el agro, la banca, el comercio exterior, la industria, la educación, entre otras cuestiones incluidas en un largo listado reivindicativo que se fue elaborando en la etapa previa, a la vez que levantaba el reclamo de mayores libertades para el movimiento sindical y popular.

Participaron todos los sectores sociales organizados: sindicatos, cooperativistas, estudiantes, jubilados, pequeños productores, entre otros, con exclusión de los partidos políticos. Siendo un acto de expresión popular sin precedentes en la historia de nuestro país hasta ese entonces. El Programa del Congreso del Pueblo, que muestra una definición antiimperialista y antioligárquica, no solo que fue levantado por la CNT en su Congreso de Unificación Sindical sino que fue una base para la discusión del programa de unificación de la izquierda política, que toma sus principales ejes (en la creación del Frente Amplio) en 1971.

Prevista para diciembre de 1965, pero aplazada finalmente para enero de 1966, a raíz de la aplicación de las Medidas Prontas de Seguridad, se lleva adelante la Asamblea Nacional de Sindicatos convocada por el organismo coordinador a los efectos de profundizar sobre la unidad orgánica y seguir afinando las bases estatutarias de la Convención. Se consideran en esta instancia otra serie de documentos que se estudian y son bases de discusión, “Material preparatorio para la Asamblea Nacional de Sindicatos” que pone sobre la mesa un balance del período de luchas e informes de los avances en las posiciones unitarias procesadas por la Mesa Representativa provisoria que se instaló en la instancia de setiembre del ´64, integrada por 17 organizaciones sindicales –entre ellas la CTU y los principales sindicatos y federaciones autónomas-, y el “Informe complementario” que explica los motivos del aplazamiento de esa reunión.

El equipo de redacción de estos documentos está compuesto por Juan Toledo, dirigente del Congreso Obrero Textil (COT), Vladimir Turiansky de la Agrupación UTE (AUTE), y Gerardo Gatti, del Sindicato de Artes Gráficas (SAG), quienes representaban a la vez a tres corrientes históricas del movimiento uruguayo. Esto obedecía a la intención de ir sintetizando las discusiones y traduciéndolas en documentos que reflejaran los acuerdos unitarios con base en los aportes presentados por cada orientación sindical. Esta misma asamblea fija la fecha para realizar el Congreso fundacional de la CNT. Para la concreción de estos acuerdos había en ese entonces suficiente materia prima, un muy elevado nivel de conciencia de clase, de experiencia lucha y lo que es fundamental, cuadros fogeados, provenientes de las distintas corrientes sindicales. Todo esto reunía cierto bagaje y formación necesaria en la elaboración y redacción final de valiosos textos que hasta hoy, para expresar esa síntesis conseguida, muy poco, por no decir nada, se le puede agregar o sacar a estos documentos.

El Congreso de unificación sindical

Finalmente se inaugura en el Platense Patín Club y sesiona en el Palacio Sudamérica el Congreso de Unificación Sindical entre los días 28 de setiembre y el 1° de octubre de 1966 quedando constituida la CNT con la integración de todos los sindicatos a nivel nacional. Simultáneamente se declara disuelta la CTU ya que la nueva integración de la Mesa Representativa contaría también, como miembros plenos, con los sindicatos que hasta ese entonces integraban dicha central.

Participan 423 delegados en representación de 85.000 trabajadores afiliados quienes aprueban una “Declaración de Principios”, hacen propio el “Programa del Congreso del Pueblo” y refrendan el “Estatuto” largamente discutido. Al estatuto se le hacen algunos ajustes en el 2° Congreso ordinario de 1971. Una de las cuestiones que se modifican tiene que ver con la Asamblea Nacional de Delegados la cual pasa a ser Mesa Representativa Nacional Ampliada reglamentándose la misma. Se crea la figura del Secretariado Ejecutivo compuesto por un mínimo de 7 miembros designados por la MRN, se estipula la creación de los Plenarios Departamentales, y entre otras cosas, se modifican disposiciones de incompatibilidad con la condición de dirigente de la CNT y ocupar paralelamente cargos políticos definidos por la Constitución de la Republica, (como por ejemplo ser ediles, diputados, cenadores, ministros), quedando en su lugar la posibilidad de “…tener militancia política y ser candidatos sin utilizar con fines proselitistas su condición de dirigente de la CNT”. Esta última modificación generó por cierto un ferviente debate ya que este fue un tema, que junto a otros como ser: la inexistencia de dirigentes rentados como salvaguarda de la burocratización y la no afiliación de la CNT a ninguna asociación internacional, costó largas negociaciones y concesiones mutuas, y muchos años para poder llegar a acuerdos que aceptaran todas las orientaciones sindicales.

Una de las resoluciones del Congreso fundacional de la CNT ratifica lo que ya se venía planteando en asambleas sindicales incluso anteriores a la creación del organismo coordinador ante los rumores de un golpe de estado. Este tema estuvo presente también en el Congreso del Pueblo y quedó sellado junto a las resoluciones de la unificación sindical: “si hay golpe de estado hay huelga general con ocupación de los lugares de trabajo”. Capítulo aparte merece el desarrollo de la huelga general con la que por 15 días y heroicamente el movimiento sindical uruguayo resistió a la dictadura cívico militar que arremetió, en el marco del Plan Cóndor y ensañosamente, contra nuestro pueblo. Sobre las conclusiones de la huelga hay por cierto varios manuales según de donde provenga el balance. A nivel sindical se destacan el mensaje de la CNT a los trabajadores uruguayos, posición esta que obedecía a la corriente mayoritaria de la Convención más ligada al PCU y las conclusiones difundidas por las 3 F (FUS, FOEB y FUNSA) que respondía a la Tendencia Clasista y Combativa, documento que era en los hechos una posición en minoría. Ambos manifiestos seguirán siendo parte de un rico debate que de vez en cuando resurge en los locales sindicales.

Este 1er Congreso de la CNT, deja atrás la etapa de coordinación para definitivamente firmar la unidad orgánica representando un mojón superador y un salto cualitativo fortalecedor del hasta entonces rico movimiento sindical uruguayo, expresado anteriormente en diversas uniones, centrales y federaciones obreras, pero fragmentado por adscripción a determinados partidos u organizaciones políticas que las comprendían enmarcadas en su línea político-ideológica y orgánicamente de forma conexa, así como también en sindicatos y federaciones autónomas. Surge de este proceso una herramienta única y unificadora, con un valor estratégico que se asienta sobre la base del acuerdo entre anarquistas, socialistas, demócrata-cristianos, comunistas y troskistas, que actuaban como tales o a partir de herramientas de tendencia o corrientes más amplias creándose así la Convención Nacional de Trabajadores. Es por todo esto que decimos que nuestro actual movimiento sindical al ser producto de un acuerdo entre estas diferentes orientaciones de pensamiento, expresa un concepto de unidad en la diversidad que hace posible dicha unificación.

Surge en este Congreso, o mejor dicho, se sella en él, una nueva fórmula de acuerdos gestada lenta, cuidadosamente y con sentida preocupación de no dejar afuera a ningún sindicato ni orientación sindical. Además, como señalábamos anteriormente, la FEUU continúa participando con vos y sin voto. La unidad se sustenta fundamentalmente con el acuerdo de que el organismo a crear para garantizar la unidad sindical es una Convención y no una Central ya que, habiendo sido tema de discusión, queda claro que un marco organizativo centralista no contemplaba a todo el campo sindical y eso explicaba, como señala Héctor Rodríguez, por qué “En las últimas 6 décadas… las centrales han fracasado en la tarea de unir a los sindicatos…”.

Los pilares que sustentan los equilibrios de la unidad

El PIT-CNT, continuación histórica de la CNT, como expresión organizada del movimiento sindical uruguayo, tiene cuatro fuertes pilares fundamentales de su forja como expresión colectiva, uno de ellos y de mayor significación, como bien lo señala su nombre, es su condición de Convención, que permite sintetizar no solo los diversos sectores de actividad laboral sino que caben en él los variados principios y tradiciones sindicales existentes y que fue uno de los principales acuerdos que posibilitaron sellar la unidad orgánica y político programática, evitando presionar o forzar aquellos aspectos que entrañan el disenso.

En tal sentido el respeto al estatuto que hoy tenemos es un componente de primer orden, en tanto manifiesto para entender el funcionamiento y la construcción de aquellos acuerdos que se lograron sobre la base de la sana y respetuosa confrontación de propuestas e ideas por los que debemos ser hoy fieles continuadores. Confrontación de ideas que se logra con discusión fraterna nutrida de las distintas visiones, con firmeza sí, pero conjugando la defensa de la concepción enarbolada por la corriente de pensamiento propia con una verdadera vocación de síntesis unitaria, condición esencial de nuestra unificación.

Es por eso que reconocemos la unidad como un valor central, y hasta es una cuestión reflejada en la declaración de principios: “La CNT se esfuerza por unir en su seno a todas las organizaciones sindicales del país, a todos los trabajadores, cualquiera sea su opinión ideológica, política o religiosa…” Unidad que no significa uniformidad o unanimidad, porque no siempre vamos a pensar todos iguales. Es natural que cada corriente u orientación sindical se empeñe en la discusión por prevalecer en base a argumentos y razones que la práctica dirá si son válidos o no. Siempre teniendo en cuenta, que en la diversidad de planteos está la riqueza de las definiciones finalmente adoptadas, y que la unidad del movimiento sindical en un solo puño, es vital para avanzar en la lucha de clases. Estos pilares, que se expresan en los estatutos, declaración de principios y otros acuerdos de la CNT, hacen posible mantener esos equilibrios y es nuestra responsabilidad cuidarlos. Preservar ese único centro de dirección debe ser producto de sanos métodos a la hora de dirimir las controversias y adoptar las resoluciones manteniendo a salvo esos equilibrios como un preciado tesoro. La propia existencia de las diversas corrientes, que provienen de variadas líneas y orientaciones ideológicas o que surgen embanderando postulados político programáticos, generan a la hora de encontrar definiciones estratégicas y programáticas, tensiones permanentes que se expresan en varios planos diferentes que atraviesan marcos conceptuales y prácticas concretas tanto en la construcción sindical como en la conducción de la herramienta. A la vez de expresarse en la interna diversas tácticas y estrategias políticas que lejos de hacer imposible la convivencia son las condiciones de posibilidad que nuestra Convención nos permite, acordar cuando hay condiciones y dejar en libertad de acción cuando no las hay, pero seguir unidos dejando atrás las mezquindades y apuntando, como señalamos más arriba, a un objetivo mayor. En el plano organizativo En el marco de que esta herramienta resulta una estructura donde contener a expresiones sindicales de diversos formatos como son los sindicatos únicos, las asociaciones, las federaciones y/o confederaciones, y también a las corrientes que operan a nivel sindical que provienen de extracciones muy diferentes en cuanto a cómo conciben las formas orgánicas de funcionamiento, pretender que todas estas asimilen una estructura centralista y vertical es no comprender los límites de los marcos de acuerdos posibles en cuanto a aspectos organizativos para permitir, sí sólidos y duraderos acuerdos político programáticos en la lucha frente al enemigo de clase, pero desde una orgánica lo suficientemente amplia teniendo en cuenta que la CNT “funcionará asegurando en todo momento la más amplia democracia sindical para todos sus integrantes…”. En este marco es fundamental que la Mesa Representativa sea tal como señala el estatuto la máxima instancia entre Congreso y Congreso, siendo este el organismo de dirección propiamente dicho y que el Secretariado Ejecutivo –que es elegido por la MRN y controlado por ésta- no sustituya las facultades de éste organismo adoptando resoluciones que son propias de aquel. En tal sentido querer centralizar las resoluciones otorgando a una instancia ejecutiva poderes mayores que los que posee la Mesa Representativa es propender, por la vía formal o por la dinámica de los hechos, a transformar la Convención en una Central todo lo que no solo debilita esos pilares que sustentan los equilibrios de la unidad sino que justamente la estructura que hoy tenemos –y bueno es remarcarlo- es uno de los acuerdos que hicieron posible la unificación sindical lograda en el Congreso fundacional del ´66, por el que tantos entrañables compañeros y compañeras dieron todo de sí, hasta su propia vida en muchísimos casos. En cuanto a la estructura organizativa que establecen los Estatutos del PIT-CNT ésta consta de diversos organismos de funcionamiento, pero cabe hacer énfasis en dos de las partes estructurales de la bisagra que de mayor a menor jerarquía tienen el ordenamiento y las facultades siguientes. Detallamos los aspectos más significativos: El Congreso: Se convoca con carácter ordinario cada 2 años y extraordinariamente cada vez que se considere necesario. Sus resoluciones solo pueden ser revocadas por otro congreso. El Congreso extraordinario considerarán solamente los puntos que motivaron su convocatoria.

Las filiales participan con la siguiente proporción: hasta 200 afiliados cotizantes 1 delegado, un delegado más por cada 200 afiliados o fracción mayor de 100 afiliados.

Es de competencia del Congreso tratar la Memoria, Balance y Presupuesto General / el Programa y Plan de Acción / la Reforma de Estatutos / Afiliación a organización internacional (precisándose para esto 2/3).

Elección de la MRN y la Comisión Fiscal. En el Congreso funciona una Comisión de Elección de Candidatos, instancia que elaborará un proyecto de integración de la MRN y lo presentará al plenario del Congreso, si el acuerdo no se lograra y habiendo más de una propuesta estas se pondrán a votación entre los delegados al Congreso quedando integrada por el sistema de representación proporcional según los votos obtenidos por cada formula presentada.

La Mesa Representativa Nacional: Se integra con un mínimo de 27 miembros, sin especificarse el máximo quedando esto merced a resoluciones previas. En su integración el Congreso elegirá a los candidatos “tomando en consideración las opiniones y proposiciones de las distintas organizaciones y teniendo en cuenta la realidad del movimiento sindical del país (…) en forma tal que (…) estén representadas las distintas orientaciones sindicales y actividades asalariadas…” Sus facultades son muy amplias siendo éste el órgano de dirección propiamente dicho después del Congreso.

Funciona de forma ampliada (MRNA) con la participación de la MRN más un delegado por cada Plenario Departamental exceptuando el de Montevideo y se convocará mínimamente 2 veces por año.

Elije de su seno al Secretariado Ejecutivo con un mínimo de 7 miembros. Este organismo está estipulado para tareas de representación y de implementación de las resoluciones de la MRN y MRNA, siendo un organismo ulterior de la Mesa Representativa a quien se debe y a quien informa, que depende y ejecuta lo resuelto por esta y no es un organismo de mayor jerarquía y dirección.

Cabe señalar que la MRN se integra por los sindicatos siendo su representación de un sindicato un voto, y cada sindicato designa al delegado que lo representara en dicha instancia. En cuanto al Secretariado Ejecutivo, en su composición, cuantifica (o por lo menos así se entiende debe ser) la representatividad en función a la proporcionalidad de votos obtenidos por cada lista presentada y el lugar le corresponde a la corriente sindical aunque si debe contar con el aval y respaldo de dicho sindicato. Esto último, si bien no está en el estatuto detallado específicamente se entiende que la MRN, y por consecuencia el SE, se integrará teniendo en cuenta que estén representadas las distintas orientaciones sindicales quedando este último sujeto a dicha proporcionalidad pero directamente formulado mediante negociaciones y acuerdo de las corrientes sindicales que operen en Pit-Cnt y se dispongan a ocupar con legitimidad dicho organismo, será aprobado finalmente por la MRN. Esto es parte de la particularidad de nuestra herramienta a la vez que también es una forma de mantener los equilibrios de la unidad. Otros organismos con facultades de dirección pero limitados a su departamento, áreas de trabajo o actividades designadas son: Comisión Fiscal, Secretarías, Plenarios y Comités Departamentales, Departamentos, Comisiones y el Instituto Cuesta Duarte, entre otras instancias definidas y que en tanto Convención deben jerarquizarse como parte del desarrollo de una compleja estructura descentralizada. Debe asegurarse las más amplias garantías democráticas en estos organismos. Garantías que se efectivizan por un lado si se construyen los mecanismos que posibilitan la información, la transparencia y el contralor y por otro lado si se consagra el derecho de los trabajadores y trabajadoras desde cada sindicato y a través de sus listas y corrientes sindicales a elegir a sus representantes así como de postularse a ser electos y/o electas como tales.

La estructura organizativa es clave en el análisis de por qué la Convención logro un marco de acuerdo que la Central, tras decididos y comprometidos esfuerzos, que si los hubo y de eso no hay discusión alguna, no logró concitar. Las decisiones de la CNT (Pit-Cnt) deben partir, y así lo establece el marco organizativo de Convención, de las partes al todo, de cada sindicato al centro, de abajo hacia arriba, mediante las instancias plenarias, asamblearias y/o congresales necesarias para la discusión y la toma de decisión, donde todos en igualdad de condiciones son parte de las mismas. Las asambleas de base o instancias intermedias deben desarrollarse y entenderse como un nivel de importancia, sin falsas dicotomías entre la dirección y la base ya que es la ligazón entre estas dimensiones que permite democratizar la herramienta y fortalecerla en su conjunto, a la ves de evitar el, a veces presente, distanciamiento de la dirección respecto a la base.

La Convención es un organismo plenario, que integra a organizaciones sindicales, federaciones o asociaciones, representadas directamente por estas, anti burocrática, lo más horizontal posible, con la más amplia democracia sindical, y donde están incluidas y contempladas las diversas corrientes que operan en el movimiento sindical. La Convención hunde sus raíces en el federalismo que fue el componente identitario de los orígenes de nuestros primeros sindicatos y la unión de estos en asociaciones y no en el centralismo que sí funciona para organizaciones donde, como los partidos políticos, tienen más férreos acuerdos ideológicos, políticos, programáticos y estratégicos propios de una u otra filiación partidaria en tal sentido, y no está mal quizás que así sea. Pero cuando se habla de unificar a una diversidad variopinta de expresiones y orientaciones sindicales que provienen de extracciones ideológicas, políticas y/o filosóficas diversas es natural que no funcione.

La Convención proporciona marcos de unidad orgánica que ubica a las organizaciones sindicales miembro en una relación de autonomía integrada. Fiel reflejo de esto es la siguiente definición estatutaria: “Son derechos de las organizaciones afiliadas poner en consideración de sus reuniones y asambleas de sus organismos todas las resoluciones que adopte la CNT…” También así extender o darle connotaciones particulares sin transgredir las mismas. Y no está en cuestión acá la unidad orgánica y de acción ya que si las resoluciones provienen del más amplio debate y sin imposiciones de ningún tipo, ya sea por consenso o por votación, se asimilarán como propias y se defenderán y/o respaldarán aunque en última instancia no se compartan. El Congreso de unificación proporciona a la Convención un centro único de dirección preservando la suficiente autonomía de los sindicatos.

La Central por su lado, y como su nombre lo indica, parte de la lógica inversa del centro a las partes, de la cúpula a los sindicatos, de arriba hacia abajo, donde se generan las condiciones para centralizar ya sea estatutariamente o por la dinámica de las circunstancias, decisiones que luego los sindicatos miembros de la Central deben acatar.

A groso modo, con los márgenes del centralismo en el movimiento sindical, la lógica es opuesta al de la Convención y la misma situación que esto genera pone en juego la posibilidad o no de mantener los equilibrios mediante los cuales todas las orientaciones sindicales están dispuestas a sostener la unidad. En resumen, y citando algunas referencias a las condiciones que se establece para los partidarios del centralismo –y que mencionamos más arriba- señalaba que: “…deben basarse en el principio del centralismo democrático. -ya que- …sólo podrá realizar su cometido si su organización está lo más centralizada posible, si se impone dentro de ella una disciplina férrea y si el centro dirigente… apoyado en la confianza de sus miembros, tiene fuerza y autoridad y se le dota de los más amplios poderes.” (punto 12 de las “21 condiciones” / III Internacional). Respeto a las minorías y respeto a las mayorías En tanto funcionamiento asentado en la democracia sindical se poseen en la CNT los márgenes para agotar instancias para llegar al consenso en la resolución de temas que se tratan en sus organismos y se deben promover estos mecanismos lo cual no es otra cosa que hacer los esfuerzos para llegar a acuerdos construyendo así la síntesis colectiva. No obstante la democracia sindical posee los mecanismos de resolución por mayorías y esta forma es válida también a la hora de adoptar las resoluciones. Según para resolver que temas, teniendo en cuenta la relevancia o la particularidad de dicha resolución es que se adoptarán por mayorías simples o especiales y esto también lo establece el estatuto de nuestra Convención. Rechazables son aquellos métodos enviciados de artimañas y maniobras con la que a veces se consiguen las mayorías manipulando las acreditaciones o aplicando la “aplanadora” para que prevalezca, bajo cualquier costo, determinada definición. Si entendemos que la unidad es estratégica hay que cuidar la herramienta.

Sería insensato aceptar que las mayorías avasallen a las minorías, pero más insensatos seríamos si pretendiéramos que las minorías terminen decidiendo y le asignemos la razón solo por ser minorías. Es una cuestión de correlación interna surgida a partir de la acumulación de fuerzas que proviene de la adhesión de los trabajadores hacia tal o cual propuesta, tal o cual lista o corriente sindical.

El respeto reciproco se expresa, por un lado, aceptando la resolución votada mayoritariamente aunque existan diferencias y puntos discrepantes. Si tal o cual tema recibió la adhesión mayoritaria como se suele decir “en buena ley” y sanamente esta es naturalmente legitima. No obstante esto la mayoría, que siempre es circunstancial, debe actuar frente a la minoría respetando la proporcionalidad de representación en la integración de los cargos de dirección y lugares de representación según surge de los votos obtenidos en las elecciones. Minoría que tiene derecho a difundir y promover sus planteos y a presentar en los diversos organismos sus propuestas en minoría si no comparten el informe que surja de la mayoría sin que se dieran los acuerdos necesarios para que eso pase.

Tener claridad sobre esto cuando nos toca ser minoría es fundamental, y también es importante recordarlo cuando nos toca ser mayoría, escuchar al que piensa distinto, y rebatirlo con argumentos, dando la discusión de forma sana y fraterna, sin imposiciones, y haciendo ejercicio de la democracia obrera, entendiendo que todas las corrientes de pensamiento son importantes y que la unidad precisa que todas ellas sean consideradas e incluidas, así como tampoco los resultados de las decisiones no deben lesionar la unidad del sindicato en particular y del movimiento sindical en general. El respeto a las minorías y el respeto a las mayorías son en esencia fundamental para afianzar los lazos de unidad.

Independencia de clase y la autonomía

Uno de los acuerdos que sale refrendado del congreso de unificación sindical es el principio de independencia de clase frente a: “el Estado, las patronales, los partidos políticos y las sectas religiosas y filosóficas...”. Esta independencia política de la clase trabajadora ha sido uno de los principios forjadores de nuestra Convención obrera. Pero esta independencia no debe ser entendida como sinónimo de estar en contra del gobierno sino tener propuestas, posición y agenda política propia respecto a éste independientemente de apoyar sus acciones cuando están bien o criticarlas y rechazarlas cuando están mal. Se trata de tener un proyecto como clase trabajadora más allá de tal o cual gobierno, sabiendo sí que no es lo mismo uno que otro.

Pero poniendo sobre la mesa algo de contenido a este concepto, de independencia, tampoco se comprende en él la idea de “no pertenecer a ningún partido político”, ya que de esta forma, se desconoce que las organizaciones, partidos u otras opciones político-especificas también son -al menos potencialmente- organizaciones de la clase. Estos, no solo han tenido y tienen un papel importante en la lucha por la emancipación social, sino que pueden constituir un aporte dinamizador. Cabe agregar una vez más el Artículo 49 de los actuales estatutos de nuestra Convención: “Los dirigentes de la CNT podrán tener militancia política y –incluso- ser candidatos sin utilizar con fines proselitistas su condición de dirigente de la CNT”. Organización sindical y organización política específica poseen características y roles particulares en la lucha de clases donde ninguna puede sustituir a la otra.

En el marco de que en una Convención donde se aglutinan las diversas corrientes político sindicales, y que ninguna de ellas va a sumirse bajo la dirección automática de una de estas, parecería correcto que el concepto clave para comprender la “independencia de la clase trabajadora” es el de “autonomía” de las organizaciones sindicales frente a los partidos políticos. En buen romance, dicha autonomía se traduce en que la organización social no puede ser el mero “furgón de cola” de la organización política o de un gobierno determinado. O sea, la organización política no puede decidir y, como se dice habitualmente, bajar el lineazo respecto a “que se debe hacer en el sindicato”, sino que el sindicato, con su autonomía y sus formas organizativas y de toma de decisiones propias debe autogobernarse. La organización política puede contribuir con orientaciones generales a sus militantes, y estos incidir en las discusiones, pero será la organización sindical, y todos y todas como parte de ella, la que resuelva sobre sus asuntos.

Por lo tanto la independencia de clase es la concepción que plantea el necesario desarrollo de la clase trabajadora como clase para sí, de forma independiente de otras clases que tienen intereses contrapuestos a los suyos. Supone entonces el desarrollo de sus fuerzas desde una perspectiva programática, política y estratégica propia como clase. Es por esto que de forma concluyente podemos decir que la independencia política de la clase trabajadora no sólo debe ser un componente clave en la búsqueda permanente por preservar la independencia y autonomía respecto a las clases explotadoras, sino también que incluye, necesariamente, la independencia política y la autonomía orgánica de los sindicatos respecto a cualquier organización, movimiento o partido político y respecto a cualquier gobierno por más “obrero, popular o progresista” que este fuera.

Por último, y en este marco, cobra sentido que nuestro movimiento sindical sea PROGRAMÁTICO y no meramente ECONOMICISTA, ya que nuestra clase trabajadora organizada no delega la discusión de programa a los partidos políticos sino que construye síntesis colectiva a partir del aporte que sus militantes, de diversas filiaciones políticas y corrientes sindicales, quienes vuelcan en el tratamiento y análisis que se da (debe darse) en los organismos propios de la herramienta sindical. Dicha herramienta, construida por todas las corrientes político sindicales, se niega a discutir solo lo económico porque lo político programático se discute solamente en el partido, movimiento u organización política, y así podemos hablar hoy del Pit-Cnt –y parafraseando la canción “Teatro de América Latina” de Tabaré Etcheverry- como un verdadero actor que incide políticamente en la obra de la coyuntura actual y no es solo un espectador que observa desde la butaca. Sus propósitos por lo tanto no son –únicamente- de corto y mediano plazo, sus estatutos definen como objetivo “la lucha por una sociedad sin explotados ni explotadores”.

Acerca de la afiliación internacional

Un elemento clave entre los acuerdos que se heredan de la CNT se encuentra la resolución sobre la relación y vinculo orgánico de la Convención respecto a la afiliación a alguna de las asociaciones internacionales. Así queda el acuerdo sellado en este sentido: “Promover la unidad sindical a escala regional y mundial enarbolando el principio del internacionalismo proletario. A la vez la CNT se constituye como una organización nacional autónoma y no afiliada a ninguna de las organizaciones internacionales existentes…” a la vez deja claro que los sindicatos tienen la autonomía para afiliarse a aquellas asociaciones internacionales de su respectiva rama de actividad.

Parece obvio que hablar de afiliación del Pit-Cnt a alguna de las asociaciones internacionales de trabajadores, cuando cada una de estas son expresiones de una u otra corriente u orientación política y/o ideológica. Resulta una práctica divisionista el someter a toda la Convención, en la que participan las diversas corrientes que intervienen en ella, a estar asociada a una de las internacionales que responde a otra corriente sindical específica. El acuerdo de no forzar a la CNT a afiliarse a ninguna de las internacionales trae consigo la condición el poder coordinar con todas en el marco de los más hondos principios del internacionalismo.

Tampoco se entiende a veces cuando por la vía de los hechos consumados se trabaja exclusivamente con una determinada y particular asociación internacional poniendo en juego así uno de los pilares que hacen posible la unidad, y que es precisamente el preservar la autonomía respecto a las diversas internacionales obreras coordinando con todas y no con una específicamente.

La unidad estratégica

En suma, la unidad sindical es una cuestión estratégica que se debe cuidar en base al compromiso colectivo de todas y todos quienes integramos esta Convención, y que las diferencias y discrepancias se deben resolver sobre la base de la sana y fraterna discusión, sin exclusiones, y por lo contrario a partir de la coexistencia entre todas las corrientes sindicales.

El mantener los equilibrios de la unidad, preservando y cuidando todos y cada uno de los pilares que hacen posible esa condición y característica de nuestro movimiento sindical, del que nos enorgullecemos y del que formamos parte, es defender esta herramienta en tanto organización sindical de las y los trabajadores todos en la lucha contra la explotación capitalista y en pro de la conquista de derechos y mejores condiciones de vida de nuestra clase trabajadora.

La historia nos interpela para luchar en el presente hacia un futuro digno heredando colectivamente un compromiso que debemos asumir en la responsabilidad propia de todos y cada uno. El cuidar la herramienta como una valiosa pieza de cristal, siendo conscientes de que todo depende de las decisiones internas y de la convivencia orgánica. La unidad es estratégica por lo que si se rompe, y siendo el Pit-Cnt la organización social continuadora de la CNT que hasta hoy es la fiel expresión representativa y de legítima interlocución y de lucha de las y los trabajadores en Uruguay, el costo ha de ser enorme para nuestra clase.

Unidad, solidaridad y lucha!!

Como decían los viejos compañeros/as fundadores de la CNT: “la unidad es con acuerdo o no es unidad”

*Gustavo Fernández (1974), miembro de la Comisión Directiva del SUFRUVU (sindicato de los trabajadores del Mercado Modelo - filial de Fuecys / Pit-Cnt, e Integra además el Consejo Directivo Nacional de la Fuecys.

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