Imagen: Sebastiâo Salgado
Comienzo este pequeño ensayo reflexionando sobre algunas experiencias prácticas que me llevaron a buscar comprender el necesario entrelazamiento entre las cuestiones de clase, género y raza para analizar teóricamente y actuar políticamente en la realidad social brasilera. Con esto ya demarco un importante abordaje en relación al conocimiento científico; éste únicamente tiene sentido si se encuentra anclado en la práctica, en la praxis. O sea, el conocimiento científico es instrumento de lucha política y de intervención en la realidad y únicamente tiene sentido si está relacionado al compromiso social de transformación. Como Julie Matthaei (2002, p. 44) describe de manera muy correcta, al reflexionar/pensar sobre el sentido de, todavía, definirse marxista, “una teoría debe renunciar a cualquier pretensión de neutralidad y, en vez de eso, examinar los valores e intereses en que se basa”. Para la autora, las teorías influenciadas por la experiencia y el punto de vista de los grupos oprimidos implican un “compromiso social de avanzar en el conocimiento”.
En esta dirección, destaco una experiencia vivida como educadora de un grupo de formación y alfabetización de jóvenes y adultos en un asentamiento del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST), en que las estudiantes me preguntaron qué era el socialismo. En respuesta, pregunté al grupo qué les parecía que era el socialismo. En el debate realizado destaco las observaciones de tres mujeres. En concreto surgió la respuesta de que el socialismo es cuando “todo el mundo tiene qué comer (sin agrotóxico), tierra para cultivar, educación para todo el mundo, salud, información...”. En contrapartida, una de ellas me preguntó si en el socialismo las mujeres no seguirían siendo violentadas . Esto llevó a otro cuestionamiento: “¿En el socialismo la policía nos va a pegar? Tengo miedo cada vez que mi hijo (negro) sale de casa y siempre que vamos a ocupar alguna tierra”. Profundizando esas cuestiones, el socialismo que aquel grupo anhelaba, más allá de los aspectos económicos y materiales, era aquel en el que dejaran de existir todas aquellas formas de opresión. Observen que cada sujeto percibía un aspecto de la opresión de manera diferente, a partir de sus prácticas sociales y experiencias en el mundo. Aquellas mujeres sabían que en la materialidad de la vida las categorías de clase, raza y género actúan de manera conjunta en la opresión cotidiana.
Basándome en los ejemplos como el anterior mencionado, en distintas prácticas sociales que viví, la noción de la coexistencia entre clase, raza y género ha venido contribuyendo para la construcción de mis proyectos e investigaciones. Algunas cuestiones pueden ser consideradas como punto de partida: ¿Cómo comprender las bases ideológicas y materiales de cada sistema de opresión/exclusión (raza, género y clase) que estructuran juntas el mismo espacio social? ¿Es posible comprender esos sistemas de forma aislada para entender como ellos se modulan y se configuran recíprocamente? ¿Esos sistemas aparecen en la realidad con la misma fuerza explicativa de análisis? ¿Qué es lo que sucede cuando existe el desplazamiento de una de las líneas en tensión? ¿Si la cuestión de clase es superada, hombres y mujeres permanecen intactos? ¿Negros y blancos permanecen intactos? ¿Y si el desplazamiento se da en el nivel de las relaciones de género? ¿Y de raza? ¿Cada una de esas categorías posee una estructura independiente, pero operan juntas todo el tiempo?
La unión de las categorías de clase, género y raza fue muy bien sistematizada en Brasil por Heleith Saffioti (2004), a través del concepto “nudo de género”. La autora evidenció en sus obras como “las clases sociales son, desde sus génesis, un fenómeno construido” y racial (SAFFIOTI, 2004, p. 115). Para Saffioti, esas tres formas de dominación no están necesariamente en el nivel del espacio doméstico y del hogar, pero esas opresiones orquestan la forma de cómo es reproducida la explotación de la clase, por el trabajo, y en otras esferas de la sociedad. De este modo, la autora evidenció que el orden de las opresiones en la sociedad humana es muy complejo, una vez que resulta de tres jerarquías/contradicciones que forman un nudo del cual participan el género, la etnia/raza y la clase. En palabras de la autora, “no se trata de sumar racismo + género + clase social, pero sí de percibir la realidad nueva y compuesta que resulta de esta fusión” (ibid.).
En Estados Unidos, se destacan en esta discusión, las autoras y feministas negras Patricia Hill Collins (2015) y Angela Davis (2016) a través del concepto de interseccionalidad, con énfasis para las conexiones entre conocimiento, desigualdades y justicia social. Como afirma Collins (2015, p. 2), se trata de comprender que los fenómenos sociales de clase, raza y género “se construyen recíprocamente y como tal dan forma a las desigualdades sociales complejas”. La autora destaca tanto la dimensión de dominación y de opresión presente en esas categorías, como también la dimensión de la identidad colectiva y de lucha política (COLLINS, 2015). Collins y Davis destacan, sobretodo, el modo como el género, la raza y la clase producen conjuntamente las jerarquías que colocan a las mujeres negras en posición de mayor desventaja.
Como expresan Biroli e Miguel (2015), las autoras representantes del feminismo negro, aunque no suprimen la clase como un problema, privilegian la dupla género-raza, que se evidencia en el concepto de interseccionalidad al relacionar metodológica y teóricamente esos dos entrelazamientos.
En Francia, a su vez, Daniele Kergoat (2010, 2012) presenta el concepto de consustancialidad, que puede ser sintetizado por la coextensividad existente entre clase, raza y género, en la tentativa de afirmar que las relaciones sociales no se componen únicamente por la clase, por la raza o por el género. Por el contrario, esas tres categorías se relacionan mutuamente en la estructura social imprimiendo contenidos concretos en las relaciones sociales y en el mundo del trabajo.
Esas categorías, aunque sean separadas para un análisis sociológico, componen una unidad sustancial y actúan en conjunto en las relaciones sociales de dominación, estructurando las bases ideológicas y sociales al mismo tiempo. De esta forma, el género, o la clase, o la raza, no son solamente unificadoras, ya que “no existe contradicción principal o secundaria”. Las relaciones de clase, género y raza se “reproducen y se co-producen mutuamente” (KERGOAT, 2012, p. 112).
El centro de esos sistemas de dominación y explotación son las relaciones de producción, o sea, el trabajo (productivo y reproductivo) y su base material, en la medida en que tal dominación es efectivizada por la “apropiación del trabajo de un grupo social por otro” (KERGOAT, 2010, p.119). Esa comprensión constituye la base de la opresión y explotación existente en la estructura social.
Para elucidar didácticamente esta concepción teórica, Jules Falquet (2014) explica que por detrás de los modelos que nos son impuestos existe una estructura y una organización desigual e injusta que están en la base de las relaciones sociales del sexo y de la división racial del trabajo. En palabras de la autora:
"Yo creo que el primer acto de una feminista, de una lesbiana, de una joven, de una niña que tiene un mínimo de sentido de justicia, en cuanto toma conciencia de la organización de la sociedad, es criticar el modelo femenino tan absurdo, arbitrario y opresor que le está siendo impuesto. Los hombres, los jóvenes también, deberían criticar, pero critican mucho menos porque, a pesar de que le es impuesto, trae privilegios para ellos. Creo también que las personas sensatas deberían criticar los modelos raciales y de clase que la sociedad nos impone. Pero, sobretodo, debajo de esos modelos, el problema real es la organización tan injusta y desigual del trabajo, o sea, su división con base en la lógica del sexo, de raza y de clase" (FALQUET, 2014, p. 257).
Las tres formas de tratar aquí el cruce de las cuestiones de clase, raza y género (nudo de género, interseccionalidad y consustancialidad), finalizan variando el peso relativo de cada una de esas categorías. Con todo, como describen Biroli e Miguel (2015, p. 30) “ambas tienen en común el entendimiento de que las opresiones son múltiples y complejas y no es posible comprender las desigualdades cuando se analiza una variable de manera aislada”.
Pero, ¿por qué no abandonar las cuestiones de clase, sobretodo desde la perspectiva marxista, en detrimento de la raza y del género, si es verdad que el propio Marx ignoró las ideas y la participación de las mujeres que no estuvieron presentes en el manifiesto del proletariado; más allá de ser criticado el asociacionismo de las feministas socialistas (MATTHAEI, 2002), y de presentar un punto de vista blanco, europeo, que excluyó la cuestión racial de los análisis de la super-estructura social? (MOORE, 2010).
A lo largo de los años las teóricas marxistas, feministas y anti-racistas, estuvieron trabajando para adecuar al marxismo a sus reivindicaciones, principalmente por medio de los conceptos de división sexual y racial del trabajo y por el diálogo con teóricas latinoamericanas que desde la década del 80 están construyendo este debate [1].
A pesar de la necesidad de actualización de las teorías clásicas marxistas, que muchas veces son incompatibles con el feminismo y con el anti-racismo, el marxismo todavía no fue superado en algunos aspectos esenciales, a saber [2]: 1) En la teoría marxista la naturaleza humana es socialmente construida y las desigualdades son comprendidas como estructurales y no individuales, así como para los análisis de raza y de género; 2) La teoría marxista presenta historicidad y reconoce que las prácticas sociales cambian en el tiempo y en el espacio, sin embargo, tales cambios “no ocurren por espontáneamente, sino como resultado de las contradicciones internas de una sociedad, especialmente de las acciones colectivas de los grupos oprimidos en resistencia de la opresión” (MATTHAEI, 2002, p. 47); 3) Los conflictos de clase en el capitalismo incluyen la explotación y la alienación de los trabajadores, lo que hace que los medios de producción y la riqueza de una nación estén concentradas en las manos de pocos grupos y corporaciones que controlan la sociedad. La clase trabajadora, a su vez, vende su mayor riqueza, que es su fuerza de trabajo, para que el capitalista produzca plusvalía transformada en riqueza económica. Cabe resaltar que la desigualdad estructural fue transferida para los trabajadores, en la medida en que algunos disfrutan del empleo estable, con buenos salarios y beneficios y otros trabajan duro para sobrevivir, lo que coloca a algunos en situación de privilegio generando conflictos sociales transferidos para la clase trabajadora. Esa lógica no fue superada y está en la base de las opresiones de género y de raza; 4) El capital es soberano y no abre espacio para la democracia y actuación efectiva del Estado (que es un Estado burgués), de las mujeres, de los sujetos LGBT y de las luchas anti-racistas y étnicas. La satisfacción de las necesidades humanas, una preocupación tradicionalmente femenina y feminista, no es el interés básico del capital; 5) El marxismo, de modo general y a pesar de algunas distorsiones históricas, representa un compromiso con la democracia económica y política, la justicia, la igualdad y la libertad; 6) El concepto de clase es indispensable para comprender la complejidad de trabajar el género y la raza. Por un lado, para que las mujeres y la población negra puedan tener el control de su trabajo y no estén siempre sujetas a la explotación, al trabajo repentino, al desempleo, a la feminización y racialización de la pobreza. Por otro lado, para que el privilegio de la clase no sea utilizado por los grupos que luchan contra su opresión; 7) Se trata de una teoría que acredita una revolución y transformación social de un modo amplio y justo.
Con todo, si por esos aspectos el marxismo no puede ser abandonado, precisa ser revisado a partir de las teorías feministas y anti-racistas, que refuerzan la idea de que las desigualdades no son naturales, sino construidas socialmente basadas en relaciones de poder, pautadas en la supremacía blanca, masculina y heterosexual [3]; supremacía que encontramos bastante en los movimientos de izquierda y en las teorías científicas (CHERFEM, 2014).
Más allá de eso, esta revisión [4] precisa modificar el propio concepto de trabajo, comprendiendo que el trabajo presenta dos matices, el trabajo productivo y reproductivo que sustenta la sociedad y que es en suma desarrollado por las mujeres, y en gran parte por las mujeres negras. Los análisis a partir de esta comprensión revelan que, históricamente, las principales víctimas del capitalismo y de la opresión no son los hombres blancos de una clase trabajadora universal, pero sí las mujeres pobres, mujeres negras, especialmente las madres solteras y sus hijos e hijas (MATTHAEI, 2002).
No olvidemos que la acumulación primitiva del capital se dio por medio de la explotación, matanza y desplazamiento de la población negra africana para el mundo entero, o todavía, que las mujeres y los hombres no son definidos únicamente por una base biológica, sino por su posición en la organización del trabajo y por la lógica de explotación del trabajo de un grupo por otro (KERGOAT, 2010; FALQUET, 2014). Las mujeres sólo fueron incluidas en el mercado de trabajo por una necesidad del capitalismo, así como la esclavitud solo acabó porque las lógicas salariales pasaron a ser más rentable que el tráfico negro.
No se trata de establecer una jerarquía entre esas categorías intentando afirmar cuál de ellas es la más importante, sino de evidenciar que ellas estructuran al mismo tiempo la sociedad (CHERFEM, 2014). Se entiende que si la clase, la raza y el género son estructurales, ellas son propias del modo de producción capitalista y coexisten en las relaciones sociales que han conducido a la modernidad. Como expresan los movimientos sociales de las mujeres del campo, “no hay socialismo sin feminismos” y la lucha anti-racista, así como no hay transformación de las relaciones de sexo/género y raza en el capitalismo.
Este debate se vuelve fundamental en la comprensión de que el patriarcado, el machismo y el racismo son necesidades históricas de la sociedad de clases, luego, esas categorías se relacionan mutuamente y presentan especificidades para la lucha de clases, Así, el capitalismo moviliza aspectos fundamentales que jerarquiza el masculino sobre el femenino, el blanco sobre el negro, el trabajo y la explotación. Como describe Jules Falquet (2014), independientemente de la identidad de quien construye el feminismo (y la lucha anti-racista), se trata de un proyecto político de sociedad. En otras palabras, no vamos a esperar un cambio radical en la sociedad para actuar en los frentes feministas y anti-racistas, esas luchas son conjuntas y deben ser llevadas a cabo de modo conjunto.
Como bien describe Angela Davis (2016, p. 12), "las organizaciones de izquierda tienen argumentado dentro de una visión marxista y ortodoxa que la clase es la cosa más importante. Claro que la clase es importante. Es preciso comprender que la clase informa a la raza. Pero la raza, también informa a la clase. Y el género informa a la clase. Raza es la manera como la clase es vivida. De la misma forma que el género es la manera como la raza es vivida. Precisamos reflexionar bastante para percibir las intersecciones entre raza, clase y género, de forma que percibamos que entre esas categorías existen relaciones que son mutuas y otras cruzadas. Ninguno puede asumir la primacía de una categoría sobre las otras".
Esta discusión, aunque no tenga consenso y sea presentada a partir de distintas perspectivas teóricas, viene ganando en la actualidad cada vez más espacio. A mi modo de ver, en vez de separar tales categorías en una tentativa de sobreponer la lucha de clases a las otras luchas sociales, es fundamental comprender que el feminismo, las luchas anti-racistas y los movimientos de izquierda de la clásica lucha de clases, buscan, cada uno a su modo, construir una práctica social y una ciencia social que promuevan acciones de transformación de la realidad. En los últimos años, las organizaciones anti-racistas y feministas han sido cruciales para la organización de la clase trabajadora en todo el mundo.
Como afirma Falquet (2014), la lucha feminista tiene que ser anti-racista y anticapitalista al mismo tiempo “y nosotros no podemos defender únicamente a las mujeres o a la libertad sexual individual, porque eso sólo va a generar la profundización del racismo y la profundización de la explotación de la clase” (ibid., p. 261).
En otras palabras, es preciso comprender que el feminismo y las luchas antiracistas son también lucha de clases. Para eso, se vuelve necesario adoptar una postura política frente a este debate, entendiendo que la emancipación de la clase trabajadora parte también de la emancipación de las mujeres, de los sujetos LGBT, de la población negra y de los grupos étnicos. La transformación social radical depende, necesariamente, entre otros aspectos, de la coexistencia entre las relaciones sociales de dominación de clase, raza/etnia y sexo/género, desafío que, en lo personal mueve la militancia y alimenta la investigación científica.
* Carolina Orquiza Cherfem es profesora de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), del curso de Educación del Campo. Sus principales temas de estudio están relacionados a la intersección de las relaciones sociales de género, raza y clase en la Educación del Campo, más allá de la cuestión específica de las mujeres en el campo. Es investigadora del Grupo de Estudios e Investigaciión en Educación, Escuela del Campo y Agroecología - GECA (CNPQ), desde la perspectiva del materialismo histórico dialético.
Notas:
1) Cabe recordar que teóricas como Rosa Luxemburgo y Alexandra Kolontai relacionan las reflexiones de sexo y sobre la mujer al socialismo desde el comienzo del siglo XX.
2) Escribo aquí apenas algunos aspectos de la teoría marxista que nos ayudan a comprender su actualidad. Las reflexiones hechas se observan en los textos de Matthaei (2002), Falquet (2014), Kergoat (2010), Saffioti (2004), Davis (2016) y en el proprio Marx.
3) Heterosexualidad es comprendida aquí no únicamente como un conjunto de normas y de prácticas sexuales, sino como un sistema político-ideológico de las relaciones sociales del sexo, invisibilizadas y naturalizadas (FALQUET, 2014). Se trata de una ideología y de una creencia universal de que existe una supuesta “diferencia sexual” que fundamenta las sociedades (ibid. p. 257). Se opta por el término utilizado y no por heteronormatividad por comprender que lo central de la cuestión no está en las normas, sino en la estructura social, por tanto, la lucha no es únicamente por la cuestión identitaria, sino contra las causas estructurales que mantienen la estructura heterosexual: la división racial y sexual del trabajo.
4) En concordancia con Falquet (2014) la atualización que hablamos pasa también por las luchas ecológicas (y de la agroecología) y antimilitarista, luchas que caminan en la oposición de la globalización neoliberal y son feministas y anti-racistas. Las personas que son muertas por las injusticias ambientales se localizan en el campo, barrios populares, son racializados y muchas de ellas son mujeres.
Referencias:
BIROLI, Flávia; MIGUEL, Luis Felipe. Gênero, raça, classe: opressões cruzadas e convergências na reprodução das desigualdades. Mediações, Londrina, v. 20 n. 2, p. 27-55, 2015.
CHERFEM, Carolina Orquiza. Consubstancialidade de Gênero, Classe e Raça no Trabalho Coletivo/Associativo. Tese de doutorado. Campinas: UNICAMP, 2014.
COLLINS, Patricia Hill. Intersectionality’s definitional dilemas. Annual Review of Sociology, Palo Alto, n. 41, p. 1-20, 2015.
DAVIS, Angela. Mulheres, Raça e Classe. São Paulo: Boitempo, 2016.
FALQUET, Jules. Os atuais desafios para o feminismo materialista. Brasília, ano 14, n.27, p. 215-261, jan./jun. 2014.
KERGOAT, Daniele. Dynamique et consubstantialité des rapport sociaux. In DORLIN, Elsa. Sexe, Race, Clase. Pour une épistémologie de la domination. Paris: Presses Universitaires de France, 2010.
_____. Se battre, disent-elles...Paris: La Dispute, 2012.
MATTHAEI, Julie. Porque os/as economistas feministas/marxistas/anti-racistas devem ser economistas feministas-marxistas-antiracistas. In FARIA, Nalu; NOBRE, Miriam. Economia Feminista. São Paulo: SOF - Sempre Viva Organização Feminista, 2002.
MOORE, Carlos. O marxismo e a questão racial. Karl Marx e Friedrich Engels frente ao racismo e à escravidão. Belo Horizonte: Nandyala; Uberlândia: Cenafro, 2010.
SAFFIOTI, Heleieth. Gênero, Patriarcado e Violência. São Paulo: Editora Fundação Perseu Abramo, 2004.