El fenómeno de la economía política del desarrollo más intrigante y desafiante del siglo XXI es China. Al realizar su estrategia a partir de la segunda mitad del siglo XX, China intriga el mundo con sus elevadas y continuas tasas de crecimiento que sólo pueden ser analizadas a partir de una infinidad de factores que convergen hacia un objetivo único: traer China hacia el tablero de los grandes jugadores internacionales.
Este cambio de paradigma se ha conocido en la literatura académica como "el Nuevo Normal", cuya innovación es identificada como fundamental en este proceso en curso, con una política industrial y un esfuerzo tecnológico de elevación sustancial de los recursos en Investigación y Desarrollo (I&D) en tecnologías claves, sustituyendo el modelo "Made in China" para el "Created in China". Así, China busca: 1) el cambio en el patrón de acumulación, distribución de renta y creación de mecanismos de cohesión social; 2) un catch-up tecnológico con tecnología endógena; 3) nuevos frentes de expansión de ámbito regional como eje de ampliación de mercados para la industria pesada y naval, seguridad energética e inversión en infraestructuras (rutas comerciales globales).
Es en este contexto geopolítico chino que América Latina se inserta. A partir de mediados de la década de 2000, con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001, con las visitas de Estado de Hu Jintao (2004-2008) a la región, la estrategia going global[1] y los documentos China’s Policy Paper on Latin America and the Caribbean [2], de 2008 y 2016, China se presenta como uno de los mayores socios estratégicos de todos los países de América Latina.
El "aterrizaje del dragón" en territorio latinoamericano se justifica por una serie de factores: 1 - vacío de poder relativo de Estados Unidos en la región desde el inicio del war on terror, relegando a América Latina un segundo plano al realizar guerras / intervenciones directas / indirectas en Afganistán (2001), Iraq (2003), Libia (2011), Ucrania (2014), y Siria (2016) en apenas quince años; 2 - debilitamiento de la unipolaridad estadunidense y ascenso de la multipolaridad, teniendo como mayor ejemplo los BRICS al buscar mayor participación en las relaciones internacionales, proponiendo una nueva arquitectura financiera mundial que traduzca la nueva configuración económica y política internacional, además de reducir las asimetrías participativas; 3 - estrategia going global del Estado chino, que busca asegurar recursos estratégicos y mercados potenciales para las futuras etapas de su desarrollo nacional, en el cual América Latina se configura como una de las principales regiones, debido a las potencialidades de externalización del modelo chino para la región; 4 - convergencia entre la estrategia comercial china y la estructura económica latinoamericana, ya que la configuración histórica de exportadores de commodities vino a complementar una etapa específica del desarrollo chino, hecho constatado en el auge de los años 2000; y 5 - nueva frontera económica para las inversiones y financiamientos chinos, siendo la segunda región con mayor Inversión Externa Directa (IED) chino en el mundo, después del Sureste Asiático (RODRIGUES, MOURA, 2016)
Según datos de UN Comtrade - International Trade Statistics Database[3], China es uno de los principales socios comerciales de todos los países de América Latina, tanto en lo que se refiere a las exportaciones como a las importaciones. Entre 2001 y 2013, el comercio bilateral se multiplicó por veintidós veces, el saldo comercial en commodities latinoamericanas fue de 2.300 millones de dólares a 62.600 millones de dólares, y el déficit en bienes industrializados alcanzó 130, 7 mil millones de dólares en 2013, frente a los 7.500 millones de dólares en 2001. Aún se ha establecido una expansión del consumo y del mercado interno en los años 2000; se ha aumentado los flujos comerciales, de inversiones y financiamientos (en el que los créditos chinos a la región se muestran superiores al total de las carteras del Banco Mundial, BID y Eximbank de los Estados Unidos para los países latinoamericanos a partir de 2010); se ha aumentado la convergencia político-estratégica con participación de China en los foros de la CELAC e incluso en la configuración de los BRICS.
China ha sido un motor importante en la expansión de la exportación de bienes agrícolas y extractivos de América Latina. La demanda china también desempeñó un papel en el aumento del nivel general de la mayoría de los commodities durante el período, aumentando significativamente los términos de cambio en favor de América Latina. (RAY et al, 2015). Sin embargo, parte significativa de los países de la región tiene déficit comercial con China. Además, hay que destacar que el patrón de comercio, incluso en los países superavitarios, se caracterizó por una relación asimétrica en que se verificaron elevados superávits en favor de la región en los productos primarios y en las manufacturas intensivas en recursos naturales, y crecientes déficits en los productos manufacturados (de baja, media y alta intensidad tecnológica), sobre todo tras la crisis internacional, cuando China dirigió parte de sus exportaciones de manufactura de Europa y Estados Unidos a la región. En cambio, las exportaciones de China a América Latina están compuestas fundamentalmente por productos electrónicos y mecánicos. Concomitantemente, los países de América Latina que poseen un parque industrial considerable son los más perjudicados con el desarrollo de esta especialización comercial. (VADELL, 2011)
Además de la mayor conexión en el comercio, China ha ampliado de forma expresiva la inversión directa especialmente en la segunda mitad de la década de 2000. Este nuevo papel desempeñado por China se circunscribe a la inversión greenfield, al proceso de adquisiciones y fusiones realizadas por empresas de China en la región y por la ampliación de préstamos de bancos chinos (especialmente el Banco de Desarrollo de China) para firmas y gobiernos. El interés primordial chino se ha vuelto a los recursos naturales y la energía (petróleo, cobre y hierro), para suplir su demanda interna. Entre 2005 y 2013, el flujo de IED chino a América Latina creció de 3.800 millones de dólares a 16 mil millones, siendo que a partir de 2009 se verificó un expresivo crecimiento. El valor acumulado para ese período fue de 101,8 mil millones de dólares, representando el 12,7% del total mundial de las inversiones de China. (The China Global Investment Tracker / Heritage Foundation). El IED chino en América Latina se concentró sobre todo en el sector de energía (54,6% del total acumulado entre 2005 y 2013), siendo que de este valor el 40% se dirigió al segmento del petróleo (17,7% en metales; en el sector del transporte (automóviles), el 4,6% en la agricultura, el 4,5% en bienes inmuebles). (The China Global InvestmentTracker / Heritage Foundation). La gran mayoría de los IED con destino a América Latina están orientados a la explotación de recursos naturales, en sectores de gran demanda de China, como cobre, acero, petróleo y soja. Además, se puede observar la inversión en infraestructura relacionada a facilitar el flujo de estos productos. (VADELL, 2011)
Desde 2005, China se ha convertido en una fuente adicional de financiamiento para la región, especialmente para los países con dificultades para acceder al mercado de crédito mundial. Los préstamos concedidos por los bancos chinos (China Development Bank, Export-Import Bank of China, entre otros) a las empresas y a los gobiernos de América Latina totalizaron entre 118,5 y 125 mil millones en el acumulado entre 2005 y 2014. A pesar de la desaceleración del crecimiento, las finanzas chinas para América Latina se expandieron considerablemente en 2015. Como en los años anteriores, el foco principal son las áreas de infraestructura y materias primas. Recientemente, China también estableció aproximadamente 35 mil millones de dólares en fondos de infraestructura para toda la región, además de otros proyectos. (MYERS, GALLAGHER, YUAN, 2016)
Sin embargo, hay que andar con pies de plomo. Algunos desafíos son pertinentes de ser evaluados y que culminarían en una hipótesis de desintegración y / o nueva etapa de dependencia de los países latinoamericanos, tales como: 1) intensificación de la condición de dependencia primario-exportadora sin contrapartidas de internalización de ganancias dinámicas a largo plazo como transferencia tecnológica o incentivo a la producción de bienes de mayor valor agregado; 2) inversiones infraestructurales dirigidas a los intereses inmediatos de China, en detrimento de una integración física y energética que intensifique y priorice el desarrollo intrarregional; 3) cambio de socios estratégicos en el entorno geopolítico latinoamericano, en el cual los propios países disminuyen sus relaciones intra-comerciales con el ascenso chino; 4) el modelo chino de "cooperación pragmática", estableciendo asociaciones en el ámbito bilateral, es decir, entre cada país individualmente, lo que disminuye el poder de persuasión y las ganancias para los países latinoamericanos si actuasen en conjunto; 5) la pérdida del papel de Brasil como "motor de la integración regional", con relativo alejamiento brasileño en los proyectos regionales, teniendo un papel secundario en la integración económica y política latinoamericana, en comparación con las iniciativas chinas; 6) la negación del Banco del Sur, por parte de Brasil, por cuenta del Banco de los BRICS y de la no ratificación por parte del Congreso brasileño del proyecto de creación de la institución.
De esta forma, la prerrogativa de la entrada de China en la región puede ser interpretada como uno de los factores de la reprimarización o especialización regresiva del patrón comercial de los países latinoamericanos, con la histórica dependencia en recursos naturales con bajo valor agregado, agravando incluso la desindustrialización y alentando el aumento de la financierización. Sin embargo, cabe señalar que no hay una imposición ideológica o condicionantes económicas y políticas strictu senso por parte de China, como así lo hacían los demás centros de poder mundiales en la historia, sino prerrogativas que se basan en el propio desarrollo económico-político de China, asentado principalmente en el comercio cuando se refiere a las relaciones internacionales, en función de las especificidades de su resiliente política exterior y también de su dependencia en recursos naturales.
Esta correlación de fuerzas puede ser evaluada a partir de criterios que visualizan los efectos secundarios, como la propia desintegración y dependencia de América "LaChina", aunque haya creciente relevancia la falta de interés estratégico de determinadas políticas de los gobiernos latinoamericanos en un proyecto de integración soberano y autónomo. Por lo tanto, cabría a los gobiernos no ser meros figurantes de un plan creado del otro lado del Pacífico, actuando de manera menos fragmentada y más propositiva, convergiendo los diversos patrones de inserción externa (en un contexto de ausencia de una efectiva perspectiva integracionista) hacia un nuevo perfil de desarrollo, con inclusión social concomitantemente a una inserción internacional soberana.
La transición hacia la multipolaridad y la emergencia de China y del Este Asiático como principales ejes dinámicos de la economía mundial en las últimas décadas indican su protagonismo en la organización del sistema mundial en el siglo XXI. La integración regional se convierte en un elemento clave de este proceso, capaz de afirmar en América Latina un importante centro de acumulación internacional. Desafortunadamente, la enseñanza progresista de la década del 2000, como el ALBA, la UNASUR, la CELAC, que servían de base para la reconstrucción de la integración regional contemporánea - aunque pasibles de críticas -, ha sido extinguida en gran ritmo en la actual coyuntura política regional con el retorno de las políticas liberales. Sin embargo, en tiempos de crisis, repensar la integración en el actual contexto es el objetivo de los países latinoamericanos, en especial Brasil, para que busquen autonomía político-económica y proyección de poder en el sistema internacional.
El axioma de que "a América Latina não se encontra dividida por ser 'subdesenvolvida', mas, sim, é 'subdesenvolvida' por estar dividida" (RAMOS, 2012, p.33), es un hecho histórico que se encuentra cada vez más actual. La integración latinoamericana es un imperativo geopolítico vis-à-vis la creciente competencia interestatal y la concentración y centralización de capital, poder y riqueza en el sistema internacional. Aunque si se visualiza un proceso de desintegración y dependencia de América "LaChina", esa ascensión puede ser visualizada como una ventana de oportunidad para la "Patria Grande" al comprender su potencial en términos integracionistas / estratégicos y las características de sus vínculos con China al definir su inserción global.
* Bernardo Rodrigues Salgado es candidato a doctor en Economía Política Internacional (PEPI/UFRJ) y magíster en Economía Política Internacional (PEPI/UFRJ). Es autor del libro Geopolítica dos recursos naturais estratégicos sul-americanos (2016). Es integrante del Laboratorio de Estudios de Hegemonía e Contrahegemonía (LEHC-UFRJ) y miembro del GT de Integración y Unidad Latinoamericana y Caribeña de CLACSO.
Notas:
* Término utilizado por Camila Moreno en su libro "Brasil Made in China"
[1]A partir de esta estrategia, se elaboraron directrices para la inversión externa, que se pueden resumir en tres principales objetivos: acceder a recursos naturales escasos en el país, fomentar la industrialización y el desarrollo tecnológico de las empresas nacionales, y aumentar la competitividad de las empresas chinas a través de la promoción de marcas en el exterior y la construcción de una red global de producción y suministro. Para más información, se recomienda leer el libro "China goes global", de David Shambaugh.
[2] También conocido como Libro Blanco sobre América Latina y el Caribe, los documentos guían las directrices del Gobierno chino referentes a la futura cooperación potencial con países en desarrollo que desempeñan un papel cada vez más importante en asuntos internacionales y regionales, con miras a profundizar la cooperación comercial, energética y de defensa.
Disponible en: http://www.gov.cn/english/official/2008-11/05/content_1140347.htm e http://www.fmprc.gov.cn/mfa_eng/wjdt_665385/2649_665393/t1418254.shtml
[3]https://comtrade.un.org/
Bibliografía
MYERS, Margaret; GALLAGHER, Kevin; YUAN, Fei. ChineseFinanceto LAC in 2015: Doubling Down. The Dialogue, 2016. 9 p.
RAMOS, Jorge Abelardo. História da nação latino-americana. 2. ed. Florianópolis: Insular, 2012.
RAY, Rebecca et al. China in LatinAmerica: Lessons for South-South CooperationandSustainableDevelopment. Boston: Boston University, 2015. 26 p.
RODRIGUES, Bernardo Salgado; MOURA, Rafael Shoenmann de. América "LaChina": nova etapa da dependência latino-americana? 40º Encontro anual da ANPOCS, 2016, Caxambu. 32 p. 2016. Disponível em: <http://www.anpocs.org/index.php/papers-40-encontro/st-10/st27-4/10421-america-lachina-nova-etapa-da-dependencia-latino-americana/file>. Acesso em: 20 dez. 2016.
VADELL, Javier. A China na América do Sul e as implicações geopolíticas do Consenso do Pacífico. Revista Sociologia Política, Curitiba, v. 19, p.57-79, nov. 2011.