Los acontecimientos que explotaron en las últimas semanas no deberían sorprendernos: la oligarquía tradicional del país quiere ponerse a tono con el ambiente mundial y regional. En Suiza, Alemania, Francia, España, Inglaterra y en el mismo centro del imperio (aunque suene anticuado), ha habido cambios conservadores, que llevan a diseñar un mundo en donde los pobres, los inmigrantes, los trabajadores, existen sólo en la medida que puedan ser explotados al extremo.
Dos hechos regionales han hinchado el pecho a la oligarquía local: por lado la reforma laboral impulsada por el gobierno de Brasil encabezado por Temer; dicha reforma destroza todos los derechos de los trabajadores. Por otro lado, las feroces jornadas de represión llevadas adelante por el gobierno de Argentina, encabezado por Macri. Recordemos que hace un par de meses se hizo público los rebencazos que sufren muchos peones rurales por el motivo de exigir un derecho.
Los oligarcas locales, no quieren estar ausentes de esta escalada que viene llevando a los ganadores a buscar cada día mayores ganancias y de esa manera acumular más capital. Diversos estudios demuestran que los grandes ganaderos, los grandes propietarios de tierras y los sectores del agro negocio, han concentrado la mayor parte de la riqueza producida en el país en los últimos 15 años (años del boom de los precios internacionales). Hoy han bajado esos precios y esto los lleva a decir que están en crisis y que no soportan más ésta situación.
Resulta grosero y de mal gusto ver a los voceros de estos reclamos (ningún pequeño productor aparece como tal, aunque éstos sí están sufriendo las consecuencias del sistema imperante), plantear que no dan más, mientras en los barrios pauperizados y periféricos de Montevideo, se asiste una y otra vez a distintos asesinatos de jóvenes que no logran desarrollarse como seres humanos, que no logran tener un proyecto de vida, porque el sistema los considera desechables.
Esta agitación ruralista, movió el escenario político que aparentaba estar encaminado para ser un año complejo por ser el último año de rendición de cuentas y porque varios sectores debían renovar sus convenios salariales. Parece que esta agitación podría estar relacionada con la unificación de todas las Cámaras Empresariales, esa especie de Convención Patronal. Y para terminar de armarnos el escenario, debemos recordar que el próximo año son las elecciones nacionales. Todo hace indicar que lo que está sucediendo no es casual y que están pegando en un momento oportuno.
Lo más preocupante de esta situación es que cuando los grupos de presión, buscan obtener mayores beneficios, se corta por el hilo más débil. Así se recortan derechos de trabajadores, se recortan las mínimas políticas asistencialistas que se han llevado adelante. Y creemos conveniente señalar que estas son migajas que han caído del gran banquete en el que ha estado la oligarquía que hoy protesta.
Hoy en pleno siglo XXI deberíamos tener claro que este sistema basado en la propiedad privada y en el hiperconsumo, está terminando con la vida en el planeta. Cada día aparecen nuevos desastres ambientales; cada día se envenena un nuevo río, una nueva población; cada día la venta de armas y droga lleva a que los empresarios cínicos llenen sus cuentas bancarias (o inviertan en el medio rural), mientras jóvenes pobres mueren como moscas.
Como plantean varios sujetos colectivos populares y pensadores críticos latinoamericanos: el desafío mayor que tenemos como humanidad hoy es construir un mundo más digno. Y para que se logre esto, deberemos trabajar para inventarlo y construirlo. Para cumplir con esa invención y construcción es imprescindible dejar de lado las reglas del sistema (competitividad, atraso cambiario, competir para demostrar quien tiene más, etc.) y comenzar a caminar hacia un mundo transmoderno (Dussel) y transcapitalista (Cerutti Guldberg), en donde los valores e ideas hegemónicas occidentales y eurocéntricas queden de lado.