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Por: Hemisferio Izquierdo

Setentistas


Ilustración: Tapa del Diario El País del 28 de noviembre de 1980 en la que convocaba a votar a favor del proyecto de reforma constitucional de la Dictadura

“¿Cómo convencer a nuestros jóvenes que las Fuerzas Armadas no salieron a la calle para dar su cuartelazo sino como último recurso, reclamado por la ciudadanía sana del país para salvar la esencia misma de nuestro sistema? (…)”. Diario El País, 24 de junio de 1976

A las diversas reacciones que nuestro audiovisual “¿Cómo se reparte la torta del campo uruguayo?” ha provocado, se sumó en estos días una columna de opinión de Carlos Steneri titulada “Retorno a los sesenta...” y publicada por el diario El País en su edición del 19/2/2018. Aunque Steneri no se haya molestado en mencionarnos, la alusión es evidente y abundante en adjetivos de descalificación a nuestro trabajo por “anacrónico sesentista”.

Ya decía el comunista italiano Antonio Gramsci que había que procurar debatir con el Papa y no solo con el cura de la esquina. Pues este parece ser el caso: economista de profesión, el curriculum de Steneri muestra la típica trayectoria del tipo “puerta giratoria”, repartiendo pasiones entre el mundo empresarial y cargos de gobierno. Asesor de la ARU y la Federación Rural, funcionario de la Unidad de Gestión de Deuda Gubernamental, consultor del estudio Posadas, Posadas y Vecino, funcionario de OPP entre 1989 y 2010 y columnista permanente del diario El País, entre otros méritos. Pero Steneri no es solo un Chicago Boy (estudió allí su máster entre 1974 y 1976), esa especie de economistas formados al calor de las contra-reformas neoliberales bajo la batuta del Milton Friedman que paso a paso fueron colonizando ministerios de economía, bancos centrales y universidades. Steneri también es un "setentista".

Los setentistas son los cuadros duros del capitalismo uruguayo, siempre dispuestos a aplicar los ajustes que el capital precisa. Son los que dicen muy sueltos de cuerpo que de esta salimos con una devaluación sostenida en el abaratamiento del salario y la caída del gasto estatal. Mientras acusan de radicales o "sesentistas" a quienes buscan salidas que no descarguen los costos del ajuste en la población en general, plantean soluciones donde los que pierden son los trabajadores y trabajadoras del comercio, la educación y el agro. ¿Quién es el radical?

Porque si "sesentismo" es el término que dirigentes progresistas y cuadros de derecha usan para descalificar cualquier atisbo de cuestionamiento al orden capitalista, corresponde hablar de "setentismo" para referirnos a aquellos que no dudaron en expropiarle la mitad del salario a los trabajadores de nuestro país para salvar al capitalismo uruguayo, como ocurrió en la década del 70.

El club setentista tuvo en los Chicago Boys orientales su think tank, pero también fueron necesarios otros apoyos. Las fuerzas castrences aportaron lo que ya sabemos para llevar a buen puerto las reformas, el operativo de propaganda quedó bajo el mando de medios entre los que destaca El País (el diario de la dictadura), al tiempo que también se precisaron políticos profesionales. Su trabajo fue imprescindible desde el Pacto del Club Naval hasta nuestros días para salvaguardar tanto a las reformas setentistas como a sus ejecutores. Los setentistas son los sensatos arquitectos de la distopía neoliberal.

En cualquier caso, hay que reconocerles el mérito de la coherencia y la sinceridad. Ellos saben mejor que muchos "ochentistas" [1] que el capitalismo no es un cuento de hadas con final feliz. Es un orden social que funciona a través de la competencia donde algunos ganan y muchos pierden. Por eso, si su ocasional desbloqueo exige expropiar salarios y achicar el Estado, pues que así sea. Si el costo para salir de una crisis como la de 2002 es la migración forzada de miles de uruguayos, el desempleo masivo y una caída salarial de 25%, pues que así sea. Tal es el programa que el setentismo aplica cada vez que la economía uruguaya precisa ajustar.

Por eso ahora, cuando el equilibrio progresista basado en los altos precios de las materias primas ya no es sostenible, los setentistas saben mejor que nadie el camino para recuperar competitividad. La ecuación es sencilla, y se resume en trasladar ingresos de una clase a otra. Como lúcidamente advirtió el multimillonario Warren Buffet: “la lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando”. Esta es, en definitiva, la única medida de “solución” a los problemas del agro que los Steneri tienen para ofrecer. Pero es una solución que no soluciona nada que no sea las tasas de ganancia de los grandes capitalistas criollos. El rey está desnudo, exhibe su setentismo sin pudor.

Hay algo más. La nota de nuestro antagonista demuestra que son estas las coyunturas donde la “ciencia económica” destila su contenido de clase, y ya no se puede presentar como la solución neutral para problemas comunes, sino como pura economía política del capital. Por eso Steneri se escandaliza que osemos cuestionar el privilegio de aquellos que apropian renta del suelo por el simple hecho de tener un título de propiedad (muchas veces heredado o adquirido en base al trabajo de unos cuantos quincemilpesistas).

Por más que los agiten desde las oscuras editoriales de El País, no nos asustan los cucos populistas. Nacionalizar la renta del suelo es el camino que han seguido muchos países que resolvieron darle un uso social (y no privado) a un excedente que se obtiene sin siquiera arriesgar capital, y que surge del simple hecho de ocupar una región privilegiada del planeta.

Advierte Gabriel Delacoste que toda acusación de “sesentismo” es siempre una amenaza de retorno al “setentismo”. No se trata de una amenaza a subestimar. Desgraciadamente por estos días no faltan las expresiones sociales, mediáticas y políticas de sombría nostalgia represiva. Ninguna concesión a los trasnochados setentistas que por las malas o por las peores buscan imponer su programa de ajuste y represión social.

Si bien es cierto que en nuestra época se suele pensar como más probable el fin del mundo que el del capitalismo, la buena ciencia, la miseria de millones y las luchas que tienen lugar a lo largo y ancho del planeta nos muestran que la historia está abierta. No naturalizar las opresiones y las injusticias y valorar un futuro digno para todas y todos no es un tarea que podamos delegar a ninguna generación pasada. Por el contrario, nos interpela y convoca a las nuevas generaciones.

Cuando la economía llega a un cuello de botella, o se ajusta sobre la renta y los sectores de altos ingresos o se lo hace sobre el salario y el gasto estatal. De un lado de la balanza los privilegios de pocos, el consumo suntuario y la promoción de la concentración de los ingresos y la propiedad. Del otro lado miles de derechos por garantizar. Tal es la disyuntiva actual. El setentismo ya sabemos porqué va a optar.

Nota:

1) La noción es de Gabriel Delacoste. Ver: https://www.hemisferioizquierdo.uy/single-post/2017/08/12/La-izquierda-ochentista

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