top of page
  • White Facebook Icon
  • White Twitter Icon
  • Blanco Icono de Instagram
  • White YouTube Icon
Hemisferio Izquierdo

"Este ruralismo (el de Nardone), que se definió como centrista, fue de derecha, combatiendo al


Benito Nardone y Olga Clérice de Nardone

Hemisferio Izquierdo (HI): La historia del Uruguay desde comienzos del siglo XX muestra varios ejemplos de reacción conservadora por parte del "ruralismo". No obstante, hacia la década de 1940 hubo un cambio de estrategia por parte de estos sectores y el surgimiento de lo que podríamos llamar "el ruralismo de Domingo Bordaberry y Benito Nardone". ¿Cómo definiría a este movimiento? ¿Qué tuvo de "novedad" respecto al ruralismo de las décadas anteriores?

Raúl Jacob (RJ): Este movimiento comenzó a gestarse a fines de los años treinta, cuando el Dr. Domingo Bordaberry, uno de los fundadores de la Federación Rural, reclutó a Benito Nardone, un enigmático ex periodista policial.

Se aproximaba el fin del ciclo iniciado con la dictadura de Gabriel Terra, que los hombres de la Federación habían apoyado pero de la que estaban desencantados. La situación social del medio rural era problemática, los grandes estancieros estaban desprestigiados y se temía que esa realidad fuese explotada por la izquierda y aprovechada para sindicalizar a los asalariados. Atemorizaba la posibilidad de que regresasen los políticos opositores, en particular los batllistas, a los que los terratenientes estaban históricamente enfrentados por sus ideas agrarias, estatistas, intervencionistas e industrialistas. Ante este panorama la intención era revigorizar el gremio, forjar una herramienta que incidiese en el diseño de las políticas públicas, políticas que sentían hostiles a la ganadería y a los ganaderos. Querían que, al igual que los sindicatos obreros, la Federación Rural ejerciese presión y obtuviese mayores resultados. Pensaban que su gravitación no era todo lo efectiva que debía y podía ser.

Para movilizar al agro necesitaban unirlo, para unir debían convencer. Pero la concientización requería contar con medios de comunicación. Es así que en 1940, con el apoyo de Bordaberry, nace Diario Rural y tiempo después Radio Rural. Fue la radio la que permitió llegar a la dispersa población rural. Nardone, con el seudónimo de “Chicotazo”, empleando un lenguaje campero, comenzó a ganar ascendiente con sus dos audiciones diarias, en las que abordó los problemas del agro, particularmente los económicos, y en los que difundió las cotizaciones de sus productos.

La Federación Rural, que había impulsado una política agresiva de creación de agrupaciones afines, no escapó a sus cuestionamientos, y es así que comenzó la lucha por democratizarla, en vista de que la clase media rural no tenía poder de decisión en ella. Este enfrentamiento terminó en 1951 con el alejamiento de Bordaberry, Nardone y otros dirigentes y la fundación de un nuevo movimiento gremial de alcance nacional.

Este ruralismo, que se definió como centrista, fue de derecha, combatiendo al comunismo, denominación en la que englobó a cualquier idea de izquierda y también al sector de Luis Batlle Berres, practicando un macartismo sin concesiones. Asimismo denunció el conservadurismo, la ceguera y los privilegios de una minoría de terratenientes, banqueros y barraqueros especuladores. Su concepción fue la de agrupar a todas las clases, predicando la conciliación social. Realizó una dura crítica a los políticos, a la demagogia, a la politiquería, y también al sistema parlamentario clásico. Propuso una reforma constitucional presidencialista, con un ejecutivo que manejase los resortes de la política económica. Para impulsarla se alió con los sectores colorados y blancos más conservadores que habían apoyado el golpe de Estado de Terra. Fue crítico de algunos aspectos de la dependencia económica y apoyó la integración latinoamericana. Para fundamentar sus postulados se basó en el revisionismo histórico, el artiguismo, el cristianismo antiutilitario, el corporativismo. Contó con un centro de estudios que lo asesoró, y al que adhirieron destacados intelectuales (Carlos Real de Azúa, Alberto Methol Ferré, Washington Reyes Abadie, José Claudio Williman (h), entre otros). Ellos, sensibilizados ante el estancamiento productivo y la crisis que ya había asomado, vieron en el Movimiento Popular Ruralista y en su Liga Federal, la posibilidad de torcer el rumbo de Uruguay.

Nardone logró crear un movimiento gremial, social y político que nucleó a pequeños y medianos empresarios, a propietarios y arrendatarios, a los que concientizó y movilizó para acceder al poder e impulsar un programa que buscaba profundos cambios económicos. Fue endiosado por sus seguidores que, venciendo el individualismo, se agruparon en organizaciones locales y respondieron fielmente a sus convocatorias. Utilizó la mística del artiguismo para superar el bipartidismo. Su bandera, que es hoy la de la Federación Rural, era un campo verde cruzado por una franja blanca y colorada rematada con un sol. Los colores representaban al campo y a los dos partidos tradicionales. Convocó a la mujer a incorporarse a lo que denominó “despertar de la campaña” y resucitó la experiencia de los cabildos abiertos coloniales para discutir sus propuestas, invitando a participar a todos los habitantes del medio rural, sin distinciones.

En 1958, año electoral, Benito Nardone habría sido alistado por la CIA. Falleció en 1964. En la década del setenta fue reverenciado por algunos semanarios ultraderechistas (Azul y Blanco, Nuevo Amanecer).

HI: El contexto en el que este movimiento se gestó es el del Uruguay de la posguerra y del avance del estatismo batllista reflejado sobre todo en su política de promoción de la industrialización mediante el control de cambios. ¿Cuál era la situación del sector agropecuario en esas décadas? ¿Cuál fue la plataforma de reclamos del movimiento ruralista?

RJ: La ganadería uruguaya se encontraba estancada y existían dificultades para cumplir con las exportaciones de carne vacuna sin afectar el abasto a la población. El principal rubro de exportación había pasado a ser la lana. El Estado había estimulado el desarrollo de la agricultura subsidiándola mediante la fijación de un precio de referencia y la rebaja del combustible. Los cultivos se extendieron en las mejores tierras del país, las de los departamentos de Soriano, Río Negro y parte de Paysandú, restando espacio a la ganadería.

Los ruralistas arremetieron contra el estatismo, el intervencionismo, los subsidios y el sistema de cambios múltiples, entablando lo que llamaron “la batalla de la moneda”. Se encontraba vigente un sistema de diferencias cambiarias, que compraba los dólares de las exportaciones de lana a un precio más bajo, para así poder conceder divisas baratas a la industria. Sintieron que se les disminuía sus ingresos para subsidiar las importaciones que requería la actividad manufacturera. La consecuencia fue que el ruralismo enfrentó al modelo industrial sustitutivo de importaciones.

Su propuesta fue radical: desmantelar el Estado batllista y encarar un nuevo proyecto de país. Fue partidario de liberalizar la economía, aboliendo los cambios múltiples e implantando un modelo de economía social de mercado que reconociese a la iniciativa privada. Su esquema productivo se centraba en la ganadería, que era la que aportaba los principales productos exportables. Abogaba por la eliminación de los impuestos al agro y por la concesión de créditos de fomento a la producción. Enjuició al latifundio, a aquellos que adquirían tierras como inversión, y ante los diversos modelos de reformas agrarias se pronunció por las propietaristas. Apoyaba la industrialización que no requería auxilio del Estado, a la industria que consumía materias primas producidas en el país. Respaldaba la nacionalización de la industria frigorífica. Entendía que los asalariados debían participar de las ganancias de las empresas. Sostenía la necesidad de difundir el cooperativismo, en particular el que involucraba a la intermediación de la producción agraria, cuyo precio sería fijado por Juntas sectoriales, (de Carne, de Lana, etc.). Las empresas estatales debían semiprivatizarse, transformarse en mixtas, permitiendo el acceso del capital particular. En ocasiones, algunas de las medidas patrocinadas fueron contradictorias o confusas.

HI: La prédica de Nardone deja entrever una evidente apelación policlasista, que negaba las diferencias de clase en la campaña y aspiraba a una unidad de intereses del campo frente a la ciudad (a la que definían como una auténtica "bomba de succión"). No obstante, si repasamos sus plataformas en el plano social y laboral, les atemorizaban los proyectos de reforma agraria, la extensión de los consejos de salarios a los trabajadores rurales y particularmente su sindicalización. En este sentido, ¿a quiénes representaba realmente este ruralismo? ¿Quiénes eran esas "masas rurales" que día a día vibraban con los discursos de Nardone desde Radio Rural?

RJ: Nardone era un furibundo anticomunista y el ruralismo fue ganando por el clima de la guerra fría. Sentía pánico de que conflictos sociales en el medio rural, como los que habían acontecido en Argentina unas décadas antes, se replicasen en Uruguay. Sus presuntas simpatías juveniles por el anarquismo y su pasaje por el órgano de prensa batllista El Día le habían mostrado el valor de la sindicalización urbana. De esa experiencia sacó sus conclusiones y también ideas que intentó llevar a la práctica. Fue consciente de las contradicciones en la relación entre propietarios y arrendatarios, en la que los últimos eran frecuentemente desalojados, creando una situación que podía ser aprovechada por la izquierda. Y el día, expresó, que cada sector del campo se organizase por separado, se generaría una lucha inconveniente, en la que no quedaría en pie ni el derecho al trabajo ni el derecho a la propiedad. Esa fue en grandes trazos la fundamentación de su discurso dirigido a la gran “familia rural”, a todos los sectores, a propietarios y arrendatarios, a grandes, medianos y chicos. Su ambición era agremiarlos y conducirlos. Para concientizar sobre la expoliación a que eran sometidos por los intermediarios no eludió utilizar un esquema clasista: en el campo existían “botudos” que trabajaban y existían “galerudos” que se aprovechaban de ellos. Pero evitó atizar el fuego en la relación entre patrones y peones, incluso se opuso a la extensión del régimen de consejo de salarios a los trabajadores rurales.

Esa prédica caló hondo en los sectores medios del agro, tradicionalmente orientados a la agricultura y a la explotación ovina. También en los agricultores familiares. Su exhortación a redistribuir el ingreso en favor de todos los productores incluyó a los grandes empresarios rurales, y fue apoyada por importantes ganaderos, como Domingo Bordaberry y Juan José Gari, dirigentes históricos de este movimiento. Poco es lo que se sabe de su impacto entre los asalariados rurales.

HI: En las elecciones nacionales de 1958, una alianza herrero-ruralista logró la victoria estableciendo "el primer colegiado blanco" que gobernó entre 1959 y 1963, con Nardone como uno de los integrantes del Consejo Nacional de Gobierno. De esta manera, el movimiento ruralista traspasó el carácter gremial y se insertó de lleno en la vida política del país. ¿Cómo se operó esta transición? ¿Cuáles fueron las circunstancias políticas del país que lo "permitieron"?

RJ: Para que se diera esta transición se transitó un largo camino en el que se abandonó la idea de crear un Partido Ruralista. El mismo estuvo marcado por mojones que señalaban o que correspondían a las diferentes etapas de la evolución del movimiento. No hay que olvidar que la premisa era “primero el gremio, después el partido”.

En 1946, una asamblea de la Federación Rural decidió convocar a que en las elecciones de ese año el agro no prestigiase o votase a los candidatos que legislaban contra el campo o agraviaban a los empresarios rurales. Fue una actitud extrema, de resultados inciertos, de boicot a ciertos políticos y algunos partidos o sectores.

En 1950 Nardone, todavía en la Federación Rural pero ya distanciado de su dirigencia, dejó en libertad de acción a sus seguidores. Lo que puede percibirse como indiferencia fue un claro alejamiento de la línea dura anterior, apostando a ganar tiempo, el necesario para fortalecerse.

En 1954, constituida ya la Liga Federal de Acción Ruralista, instó a sus adeptos de filiación colorada a que votasen a Luis Batlle Berres, y a los nacionalistas que lo hiciesen por el Dr. Luis Alberto de Herrera. Hubo en esta decisión un mayor grado de involucramiento con el sistema de partidos y sobre todo hubo cálculo, ya que en política los favores se cobran y se pagan.

La elección de 1958 fue una elección distinta para el ruralismo. Debió admitir que aislado nunca llegaría al gobierno, a lo sumo, si creaba un partido, este sería minoritario, sin grandes chances de incidir en la vida del país. Buscó una alianza con otros agrupamientos políticos, finalmente la concretó con la fracción herrerista del Partido Nacional, con la que existían múltiples coincidencias y con la que sumó fuerzas para impulsar una reforma constitucional que, entre otras cosas, proponía sustituir al poder ejecutivo colegiado vigente desde la reforma constitucional de 1952, por un ejecutivo unipersonal, desempeñado por un Presidente de la República. Tuvo la habilidad de no marcar los votos, con lo que logró jugar un papel decisivo en la victoria del Partido Nacional pero sin revelar su fuerza electoral. Esta jugada a la postre le fue desventajosa, ya que el ruralismo no consiguió para sus cuadros todos los cargos que solicitó, debiendo contemporizar con los apetitos de los distintos sectores blancos que, como consecuencia de la ley de lemas vigente, también habían contribuido a la derrota colorada.

Al asumir la nueva administración el ruralismo integró el Consejo Nacional de Gobierno – que Nardone llegó a presidir en 1960- y contó con parlamentarios y numerosos Jefes de Policía en el interior del país. También obtuvo algunos cargos en el Estado, aunque no pudo colocar a ninguno de sus hombres en el Ministerio de Ganadería y Agricultura ni en el sillón de la presidencia del Instituto Nacional de Colonización. Debió recordar que la política es el arte de acordar y que para negociar había que conceder. Debió admitir que llegar al gobierno no era acceder al poder y por lo tanto tuvo que explicarle a sus seguidores el alcance de algunas medidas, distantes de las del sector. Y así fue quedando atrapado entre las marañas del Estado y el aparato político del herrerismo. Como suele suceder con los movimientos cuya vida gira en torno al carisma de un caudillo, la muerte de Nardone sucedida en 1964, afectó profundamente al ruralismo que comenzó a desmovilizarse, mientras veía como algunos de sus dirigentes eran fagocitados por la partidocracia o se alejaban de la política.

HI: El surgimiento en las últimas semanas de un movimiento de productores rurales autoconvocados, sus consignas ("un solo Uruguay”) y su plataforma de reclamos (baja de impuestos, tarifas y salarios, suba del dólar, bajar el costo del Estado) han llevado a un sector importante de la opinión pública a buscar reminiscencias históricas que permitan explicarlo y hasta pronosticar sus posibles efectos en la vida política del país. ¿Es posible trazar líneas de contacto entre este nuevo ruralismo y el de mediados de siglo? ¿Qué cosas comparten y en cuáles se diferencian?

RJ: Las consideraciones que puedo efectuar tienen un límite: el 23 de enero, día del acto y proclama de Durazno. Nadie puede aventurar que sucederá después de ese evento.

Obviamente el momento histórico es distinto, con un gobierno de izquierda que ha incrementado las compras de tierras para el Instituto Nacional de Colonización pero no ha amenazado con una reforma agraria; en que los principales latifundistas son empresas forestadoras extranjeras; en que se ha producido una revolución tecnológica en la agricultura y en que hay capitales ganaderos que han emigrado al Paraguay.

Sin duda hay algunas similitudes, aunque es bueno recordar que “semejante” no es sinónimo de “igual”. Ambos movimientos han sabido utilizar la moderna tecnología (radio, redes sociales) para movilizar a individuos y familias dispersas en el amplio mundo rural. Las reivindicaciones de carácter económico son muy similares e intentan presionar al poder político (rebaja de impuestos, devaluación de la moneda, achicamiento del Estado, costo de la legislación social, mejor inserción internacional, etc.). Coinciden en una fuerte crítica a los políticos. Hay un sentimiento común de no sentirse comprendidos ni valorados como productores de los principales rubros exportables, de ser juzgados en base a prejuicios por quienes ignoran todo lo referido al agro. Se sienten agobiados por el centralismo montevideano. Comparten el rechazo a considerar en su discurso las diferencias existentes en el campo (la “familia rural” es una, sin fisuras).

También hay grandes diferencias. Los “autoconvocados” surgieron espontáneamente, como respuesta a una decisión del Presidente de la República que no los satisfizo. En cambio el ruralismo de Nardone tuvo siempre una organización que lo amparó y le permitió cumplir sus cometidos con el objetivo último de alcanzar el poder. Además de ser conducido por un líder carismático contó con sus propios medios de comunicación. Mientras el actual movimiento tiene un amplio respaldo de las principales gremiales empresariales (cámaras de Comercio e Industrias, ANDEBU, etc.), Nardone enfrentó a la Federación Rural y a la Cámara Mercantil de Productos del País. Comenzó su accionar en la Federación Rural, mientras que los “autoconvocados” surgieron por fuera de las gremiales del agro, logrando de inmediato conseguir el apoyo de algunos núcleos en centros urbanos del interior del país, algo que en sus inicios no consiguió el ruralismo de Nardone. Mientras éste cuestionó el régimen parlamentario existente, los “autoconvocados” no objetan la democracia vigente (aunque sus reproches al sistema político y a sus integrantes, deslizados al barrer, siempre pueden erosionarla). Hay otro aspecto en el que difieren: Nardone no eludió referirse a la situación de los arrendatarios.

Estas son algunas similitudes y diferencias, por ahora las más notorias.

 

* Raúl Jacob es egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. Entre 1979 y 1993 fue investigador y socio del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo, Uruguay (CIEDUR). Participó en 1991 de la creación del Programa de Investigación en Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (UDELAR), ejerciendo desde esa fecha y durante dos décadas el cargo de Profesor Titular. Actualmente integra el Sistema Nacional de Investigadores. Muchos de sus trabajos se encuentran disponibles en: http://www.rauljacob.com/

bottom of page