Imagen: La fiesta del maíz (Diego Rivera, 1923)
"Porque es ajena la tierra y la libertad ajena (y porque siempre los pueblos saben romper las cadenas)"
Como lobo disfrazado con piel de cordero, la oligarquía literalmente dueña del país, expresa sus más rancias propuestas políticas donde los únicos beneficiados son ellos y su afán de acumular riqueza. Pero un hecho interesante de analizar es como bajo su rancia bandera desdibuja toda heterogeneidad posible. Incluso la más importante: la que surge de la posición social que ocupan las personas y determina si se es esclavo del salario o se tienen los medios de producción para acumular capital a costa del trabajo ajeno. El enmascaramiento de la organización de la sociedad en clases constituye en la esfera ideológica un elemento fundamental para el sostenimiento del sistema capitalista. Y eso es lo que está en cuestión en este momento: cómo se pueden suavizar las relaciones de dominación que existen entre los dueños de la tierra, los arrendatarios y los trabajadores para desde un lugar común, apuntar al gobierno.
En los pocos días que lleva instalado el conflicto, se produjo una interesante cantidad de información. Se aborda fundamentalmente desde el punto de vista económico (tasas de ganancias, uso y rentabilidad del suelo, propiedad de la tierra) y desde el punto de vista histórico y social. De hecho aspectos fundamentales del asunto. Sin embargo ¿no es el lenguaje el centro de la disputa ideológica que libra por estas horas nuestra sociedad? “Aguante el campo” es la consigna que esgrime la identidad colectiva. A partir de allí se espeta la reivindicación “el campo no da más”.
El signo “campo” al que podríamos describir como “parcela de tierra apta para el cultivo, la ganadería y demás actividades agropecuarias” se convierte en otra cosa, que significa. Como planteó el lingüista ruso Valentín Voloshinov “El signo (ideológico) se vuelve una escena de la lucha de clases”.
“Campo” pasa a ser en el conflicto social un espacio de identidad colectiva de supra-clase, que denota esfuerzo y trabajo duro, se construye a través de la dicotomía con la “comodidad” de las ciudades, con otros sectores nacionales productivos no primarios, con la actividad política y el comercio centralizado en la capital, etc.
El reclamo en un principio, a los ojos de los medios masivos de comunicación, era de pequeños productores y la imposibilidad de mantener sus negocios producto de la mala gestión del gobierno que despilfarra recursos en planes sociales, mantiene el dólar bajo y sobrecarga de impuestos “al campo” así bien genérico y no aporta a los grandes costos invertidos en la producción.
Hoy los pequeños productores (quienes paradójicamente a todo el pre-discurso de calentamiento) son beneficiados por varios planes del gobierno, han pasado sencillamente a un segundo plano. En esta decena de días se han sumado al furgón de cola de los reclamos, prácticamente todas las organizaciones defensoras de los intereses del capital nacional, destacadas figuras políticas de la derecha, expresiones del fascismo y la frutilla de la torta: los medios privados de comunicación a través de ANDEBU, porque la ley de medios mucho no les va. De forma que si bien los reclamos son políticos y económicos, el campo de batalla en este momento es fundamentalmente ideológico. Es el falso lugar común, ese punto aberrante que trata de construir el discurso hegemónico, donde trabajadores, capitalistas y dueños de la tierra comparten objetivos y valores con el resto de la sociedad. Sino fíjense la propuesta de utilizar el pabellón nacional como símbolo.
La capacidad de significar los acontecimientos sociales es, en la era de los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de la información, una lucha sin tregua. En ese sentido el lenguaje y la producción de discurso es un terreno de permanente disputa cultural. La oligarquía criolla pretenderá otorgar al signo “campo” la uniacentualidad, generar consenso social entorno a su propuesta política, a través de los numerosos espacios de poder que controla. Los medios privados harán hincapié en solo una interpretación del fenómeno. En palabras de Stuart Hall promoverán “solo un significado dado, inmutable y de “supraclase”.
El teórico marxista jamaiquino aborda en su texto “El redescubrimiento de la ideología” los problemas que acompañan al enfoque pluralista de los medios, y como estos generan y reproducen consenso social como mecanismo de dominación.
El planteo pluralista parte de la premisa que todos estamos comprometidos de la misma forma en el acuerdo social. La propiedad privada, el derecho a acumular riqueza y dominar a otros seres humanos, la meritocracia y la competencia como forma de ascenso social y este como fin último del ser humano, la legitimidad de la violencia institucional, en el enfoque pluralista de la sociedad son valores consensuados previamente y que por tanto merecen quedar “fuera del marco de referencia” a la hora de exponer cualquier acontecimiento. “Los conceptos de clase, los procesos económicos y los conjuntos de relaciones de poder institucional”, son elementos que los grandes productores y difusores de información (y por ende gran parte de la población) excluyen del análisis. Con sarcasmo Stuart Hall planteó entonces que desde ese enfoque “el problema clásico de la ideología había sido resuelto”.
La significación del acontecimiento y el signo ideológico que marca la producción de los discursos sociales con el fin de generar consenso, se encuentra siempre en disputa. Pero la disputa ideológica se erige como la cuarta pared de todo cambio profundo que se aspire a realizar. Además la clase dominante no ejerce coacción ideológica solo como resultado de su posición de clase, sino también por su liderazgo cultural tal como plantea el concepto gramsciano de Hegemonía. Y qué mejor ejemplo que el dominio ideológico histórico (casi impenetrable para la izquierda salvo contadas excepciones) que han tenido las clases dominantes en el interior del Uruguay, particularmente en el sostenimiento del sentimiento colectivo del campo como sinónimo de verdadero nacionalismo.
Es interesante observar que quienes han sido más próximos a disputar el sentido común dominante en el ámbito rural, cuestionar los privilegios de los grandes dueños de la tierra, calar hondo y generar contradiscurso, han sido los cantores y poetas populares como Zitarrosa, Viglietti, “Los Olimareños”, “Larbanois y Carrero”, Victor Lima, Tabaré Etcheverry, etc. Actualmente ¿quién dedica cantos y prosas a la clase trabajadora, a los problemas y la vida del campo, a la pobreza y el desarraigo, al trabajo zafral, a la gente común? ¿Quién estremece los corazones de la gente sencilla?
El signo ideológico por excelencia es la palabra. Decía Voloshinov que la palabra es la “arena de la lucha de clases”. Tener la capacidad de significar los acontecimientos sociales, en particular los que tienen como centro los conflictos de clase, y disputar así verdaderamente la hegemonía cultural que ejercen latifundistas, dueños de la tierra, empresarios y todo tipo de parásitos sociales, es un desafío que debería estar en la agenda no solo del Frente Amplio, sino de cualquier organización de izquierda.
Claro que para disputar el poder cultural hay que salir a escuchar, organizar y convencer no solamente desde los ordenadores o el parlamento. Hay que producir discurso alternativo. Estar comprometidos con todas las problemáticas populares que afectan a los más pobres, en el campo y el interior del país particularmente.
Es difícil avanzar en este sentido con una intelectualidad sin compromiso con la mayoría trabajadora ¿La Universidad de la República y la formación docente educan para que sus egresados estén comprometidos, empujen y desplieguen las causas populares en todo el país y combatan la injusticia y el sentido común? ¿La educación que imparten es emancipadora, fomenta el espíritu crítico y la transformación de la realidad? ¿Los intelectuales trabajan para acumular, ayudar a acumular capital o para servir y educar al pueblo en valores contra-hegemónicos? Y por último ¿La organización estudiantil histórica, la FEUU empuja constantemente en ese sentido?
Es apabullante la puntualidad de la presión burguesa organizada. En un año donde se fijarán las pautas de los consejos de salarios, se discutirá la plataforma programática del Frente Amplio y el PIT-CNT, en el año previo a las elecciones nacionales. Su acción responde a su necesidad de marcar el debate, medir fuerzas y bajar las aspiraciones de cambio del campo popular, haciendo valer sus intereses de clase.
Quizás la síntesis política este año, del Frente Amplio y el PIT-CNT (como las dos fuerzas populares más numerosas, importantes y con mayor capacidad de movilización del país) debería girar entorno a cuál es el desarrollo productivo de país más sensato, con más justicia social y que dañe menos el medio ambiente. Dilucidar y saber convencer qué proyecto político es el que se contrapone al de la oligarquía, la derecha y el fascismo, que están muy unidos y organizados como demuestran este caluroso mes de enero. Ya no hay posibilidad de gobernar para el consenso social, hay que ir más allá.
Sin la puesta en marcha de transformaciones sociales que ataquen el poder que sigue siendo hegemónico, en sus aspectos estructurales y culturales no es posible el sostenimiento de ninguna alternativa política de izquierda. En Latinoamérica la acumulación de tierra hace absolutamente inestable la democracia, somos todos una suerte de inquilinos del continente, los dueños son otros, son pocos y hacen lo que quieren.
A los grandes propietarios de tierras que viven de arrendar los campos, los grandes productores capitalistas del país, gente rica, a ellos nunca se los presiona, ni se les pide nada, nunca están en el centro del cuestionamiento público ni de los medios. Siempre parecen ser las víctimas.
Los uruguayos debemos aprovechar este momento para discutir la propiedad de la tierra, su dominio público y privado, la redistribución de la riqueza social. Lástima que sea en enero, no parecen tener muchas ganas de discutir los muchachos, con los demás miembros que componemos el país. Están preparados para lanzar amenazas sobre dejarnos sin comer, con total de impedir que se avance en organización, conquistas y democracia para la clase trabajadora y el campo popular.
Es hora ya de cuestionar de donde viene su riqueza y porque la sigue costeando el pueblo. Ya lo dijo Artigas “No hay que invertir el orden de la justicia. Mirar por los infelices y no desampararlos sin más delitos que su miseria. Todo hombre es igual ante la ley, olvidemos esa maldita costumbre de los engrandecimientos que nacen en la cuna”.