Ilustración: Gran OM y El Dante (tomado de es-la.facebook.com/GranOMoficial).
Serie: Los militantes
Sólo la consciencia de nuestra debilidad nos dará la fuerza. No, el delirio de los gritones reunioneros. No, el fetiche del papel en la urna que anestesia el músculo cardíaco y debilita la irrigación cerebral. No, la chatura del palabrerío libresco que agiganta el ego y apolilla la estructura ósea quebrándose ante el primer viento norteño. No, el diagnóstico eterno, la interpretación rebuscada del terapeuta social que oscurece lo que es simple a la vista, la injusticia lisa y llana, la opulencia grotesca, el despotismo abierto.
Sólo contando al sol como un pagano nuestra certeza de pocos, habremos de proyectar una sombra de gigante, que cobije cada vez más como nosotros, cada vez menos pocos, cada vez menos débiles. Aparece ante nuestros ojos entonces la humildad revolucionaria, crece el antidogmatismo y madura la heterodoxia que enseña a discernir entre ego y causa, capricho y necesidad, enemigo y mayoría. De nuestra natural debilidad proviene el llamado eterno al encuentro con otros. Quienes proyecten una imagen de autosuficiencia siendo nada, serán el hazmerreír del enemigo y la pantalla mentirosa que cave la tumba de las mayorías.
Lo débil no se hace fuerte por antojo. Y aun aprendiendo a sumar, sólo se entrena el músculo para la victoria jugando en el terreno de la dignidad. Lo débil encuentra allí la fuerza-semilla, genuina y diversa como toda variedad criolla. Multiplicarse es solo un asunto de tiempo de barbecho y abono para asegurar una buena cama de siembra.
La opción es tan simple como originaria y determinante: en qué cancha jugar. La respuesta es sólo una: la autodeterminación cueste lo que cueste. Muchos camaradas han aprendido a sumar, pero no han hallado allí la fuerza, pues jugando en terreno enemigo no hay vector antagónico que supere el tamaño del opuesto.
Citaba chilpa viejo a Barret sentenciando que “no se vence a los fuertes sin ser fuerte y sin serlo de otra manera”. Si se hizo fuerte el burgués multiplicando riqueza y la iglesia “pinchando nubes”, no serán esas nuestras batallas principales: serán las nuestras la democracia de base, la justicia popular y la igualdad radical de derechos y deberes.
Lo otrora débil se curte, no transa, ya se despojó de todo peso innecesario, juega siempre de local. Lo único que no se negocia es el sentido asociativo mismo de nuestra Patria: participar en la responsabilidad y el disfrute de todo lo que somos capaces de hacer en este tiempo y lugar.
Habrá que rascar hondo la madera para dar con el cerno. Pero no hay atajos para la fuerza verdadera. Quienes deseen sumar más pueblo a su anhelo revolucionario habrán de mostrar todas las cartas, sin arengas mentirosas, parando a respirar hondo sobre el valle labrado, para contemplar la cumbre empinada, el trillo sinuoso, espeso de la liberación y comenzar a andar, machete en mano con los que aguanten la intemperie.