“... si bien el pasado es la madre del presente, tiene varios padres. Lo que yo recuerdo no es necesariamente lo que tú recuerdas y por lo tanto ya en este sentido el presente también modela y remodela el pasado”. William R. Polk
"Toda revolución es, en sus raíces, una gran desconocida, aunque sea estudiada de cerca por autores de diversas tendencias y en diferentes épocas”
Volin
1.- El río y las aguas, introducción
No por repetido deja de ser necesario repetirlo. La historia es un río que nos ha traído hasta aquí, pero no vemos aguas arriba desde la orilla sino desde dentro de la corriente y su torbellino. Y si nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, menos aún veremos nunca al mirar, dos veces la misma fuente del río. Los cien años de la Revolución de Octubre han sido cien y más diferentes “Revoluciones de Octubre”.
Cada corriente de pensamiento tiene su representación del presente y del pasado y su propia Revolución de Octubre que puede ser cualquier cosa: revolución heroica, modelo para hacer revoluciones, proyecto utópico irrealizable, error histórico, revolución socialista obrera frustrada, revolución capitalista burguesa sui generis, revolución traicionada, contrarrevolución, y hasta que allí no pasó nada.
Y cada una de esas visiones va cambiando, lo que ayer se veía de una manera hoy se ve de otra. Es, por ejemplo, mi propio caso.
Este trabajo a los 100 años es un refrito de algunos trabajos previos. Hace 20 años, a los 80, presenté en un seminario en Florianópolis un trabajo sobre Christian Rakovsky y “Los peligros profesionales del poder”. Hace 10, a los 90, retomé el tema. Esos dos trabajos referidos a la Revolución de Octubre tienen una coherencia, reflejan un punto de vista. Pero entre el primero y el segundo cambié mi forma de ver algún aspecto crucial del tema. En parte porque el río había seguido su curso y las cosas ya podían verse en forma distinta. Lo mismo ocurre ahora.
Para explicarme, comenzaré por proponer una hipótesis de trabajo y a partir de allí desarrollaré las interrogantes que se derivan, y ver qué dicen los hechos a respecto. Por cierto, la hipótesis puede terminar descartada. Es una hipótesis muy modesta.
La Revolución de Octubre fue el intento de llevar adelante una revolución obrera socialista
¿Qué pasó con ese intento? Ahí comienzan las interrogantes. ¿Por qué pasó? ¿Por factores externos o circunstancias? ¿Por factores internos? ¿Inconsecuencias o contradicciones en el propio intento? ¿Con qué fuerzas se contaba? ¿Qué otras opciones había? ¿Intento de quién o de quiénes, pensaban todos igual, pensaron lo mismo durante todo el proceso? ¿Y qué importancia tiene lo que pensaban? ¿Y en qué es ese “quiénes”, partidos, facciones, clases, masas, dirigentes? ¿Fueron cambiando, cómo, por qué? ¿En Rusia, parte de Rusia, Rusia y su periferia, una parte de Europa?
Si fue el intento de una revolución obrera socialista, se trata del PRIMER intento en la historia que llegó a realizar una revolución triunfante, aunque haya tenido un destino malogrado, frustrante, una traición, una contrarrevolución interna, o algo por el estilo.
Y la primer revolución socialista obrera de la historia (o el intento de) podría haber sido diferente. Tal vez haber evitado o vencido los problemas, haber ocurrido en otro momento y lugar, con otros dirigentes, otros caminos, otras ideas, partido, aliados. Es tema de discusión. Pero hay algo que no podría haber sido diferente. El primer caso en la historia de una revolución obrera socialista, sería necesariamente el primer caso en la historia de una revolución obrera socialista.
Vamos a plantearlo en términos de teoría de la historia. Si pensásemos como Platón y el mundo en que vivimos, mundo de los hechos, fuese un reflejo o proyección de un mundo de las ideas, esa característica específica de esa experiencia revolucionaria tal vez no fuese lo más importante. Si pensásemos así, lo importante sería que los revolucionarios tuviesen la idea “correcta” de la revolución. Si las cosas resultaron mal sería por tener ideas equivocadas. Malas ideas o malos dirigentes, el “ismo” equivocado, producen el mal de la revolución. Y primera o segunda o la que fuese, el problema se plantea igual. Es un problema de lucha de ideas.
Pero si pensamos que las ideas son construcciones racionales a partir de la experiencia, el problema de aquellos revolucionarios es que no tenían una experiencia previa. Lo que hicieron se hacía por primera vez. Tenían que aprender de su propia experiencia. Es absurdo hablar de “desviación” cuando se está abriendo el camino en tierra virgen, y dibujando a la vez el primer mapa. Esa fue la característica fundamental de aquella revolución.
Se suele decir que es fácil hablar con el diario del lunes en la mano. Como sea, el diario del lunes tiene una enorme importancia, porque es lunes. Nosotros hoy estamos en el lunes, el partido ya terminó. Hoy es tiempo de análisis.
Pero aquellos que salieron de la Caverna y se encontraron con la luz del sol, o si se quiere salieron del vestuario y del pizarrón y a la cancha y a jugar, tienen todavía algo por decir. Y nosotros todavía no terminamos de escucharlos. Los actores de aquella revolución se enfrentaron a los problemas desde adentro. Y esa es la única forma de comprender una revolución.
Christian Rakovsky, bolchevique de primera línea y víctima del estalinismo, no fue la primera voz de alerta entre los bolcheviques, las hubo, y también desde otras corrientes revolucionarias. Tampoco fue el más completo frente a otros que vinieron después. Pero su importancia es única e indiscutible para la comprensión del proceso degenerativo de esa revolución. Y aún no se ha superado.
Una revolución es siempre desconocida por todo lo que dice Volín, pero también por mucho más. Lo que vivieron los revolucionarios es irreproducible.
2. La(s) revolución(es), del dicho al hecho
Aunque se llama “Revolución de Octubre” porque a fin de octubre de 1917 –noviembre en el nuevo calendario- la clase obrera rusa tomó el poder en Petrogrado, Moscú y otras ciudades, un acontecimiento decisivo como las tomas de tierras por los campesinos comenzó después y siguió muchos meses. Rusia era un país cuya mayor parte del producto interno bruto provenía de la producción agrícola, su población era en gran mayoría campesina. Al analizar el fenómeno histórico que fue sin duda una revolución obrera por sus fuerzas motrices, programa y dinámica, no podemos desconocer ese contexto.
Los bolcheviques no fueron los únicos actores de ese proceso, pero sí los principales impulsores y conductores políticos e intelectuales de la revolución obrera. Mejor es decir que llegaron a serlo, no fueron siempre lo mismo. El núcleo leninista original fue una vertiente que, primero, fue integrando otras hasta llegar a su auge. Y después se fue destruyendo a sí misma. La historia de la revolución bolchevique con sus contradicciones, es asimismo la historia de los bolcheviques.
Todos aquellos revolucionarios rusos fueron una generación excepcional. Pocas veces se vio tal lucidez, capacidad, energía, voluntad, audacia, coraje y abnegación junto a la honestidad intelectual ante los problemas a los que se verían enfrentados y asumieron. Su actitud puede expresarse en lo que dijo el poeta revolucionario Vladimir Maiakovski: “Espolearemos el corcel de la historia hasta que reviente”.
La concepción de los bolcheviques sobre la revolución tampoco fue siempre igual. Todas las corrientes revolucionarias suponían algo más parecido a una revolución democrático-burguesa, las polémicas previas eran sobre el papel del proletariado DENTRO de esa revolución. Aplicando el modelo de la Revolución Francesa a las revoluciones esperadas en los rincones atrasados del continente, derrocarían los antiguos regímenes y habría repúblicas acordes al desarrollo capitalista burgués que maduraba en el seno de la vieja sociedad. Pero Europa había cambiado, el modo capitalista de producción muestra contradicciones internas y límites, entra en escena la clase de los proletarios. Se esperaba que el cambio político abriese la puerta a un cambio social más profundo desbordando el límite burgués. Esa contingencia ya había sido prevista en el prefacio a la edición de 1872 del Manifiesto, y en la respuesta de Marx a los populistas rusos cuando las relaciones sociales capitalistas en Rusia no habían madurado aún. Una revolución democrática podía llevar a Rusia al comunismo siempre y cuando se complementase por la revolución obrera en Europa.
En 1917 Rusia ya había dejado atrás la época de la comuna rural entrando en el capitalismo, que, débil y dependiente, no pudo dar un nivel de autosuficiencia productiva. La revolución que ocurrió fue en muchos sentidos diferente a la que esperaban. Las tareas propias de una revolución democrático-burguesa radical resultaron imposibles, la burguesía fue abiertamente contrarrevolucionaria. Tampoco lograron los bolcheviques arrastrar al resto de los partidos socialistas. Incluso habiendo logrado una alianza con el Partido Social-revolucionario de Izquierda, la misma duró apenas unos meses.
Supusieron siempre que su revolución iniciaría un proceso de revoluciones obreras en Europa Occidental para compensar el atraso de Rusia en desarrollo productivo, del que eran conscientes al lanzarse a una audaz aventura histórica sin los elementos para realizar su proyecto. Confiaban ser el disparador de la revolución en países más industrializados.
Esa hipótesis de Marx de revolución en un país atrasado de comunas campesinas complementada por la solidaridad proletaria de un país industrial más avanzado no era carente sentido. Se cumpliría en cierta forma más tarde, cuando la Revolución China de 1949 se recostó en la URSS industrializada. Ni el caso chino ni en el ruso fue el desarrollo industrial en gran escala que condujo a una revolución obrera, la revolución obrera abrió un camino no capitalista de desarrollo industrial. Los rusos, habiendo dado la señal, esperaban que la clase obrera europea se levantase para ayudarlos a salir de su atraso y aislamiento.
Y esa oleada revolucionaria en algunos países europeos ocurrió, pero también fue distinta a lo esperado. Hay levantamientos en varios países, como Hungría y su breve Comuna de 1919. Pero aun en el improbable caso de sobrevivir, no podría aportar el auxilio proletario y complemento industrial necesario para los bolcheviques. Eso debía venir de Alemania. La revolución alemana ocurrió, pero terminó siendo derrotada.
Durante décadas se dijo que en noviembre de 1917 comenzó una nueva era; hoy mejor diríamos que allí se abre un período, sin una opinión única sobre su cierre. Pero sin menoscabo del impacto de la Revolución Rusa sobre el mundo actual es necesario comprender que el período no se abre solamente con su triunfo, sino con la bifurcación de “los dos noviembres”, el ruso de 1917 y el alemán de 1918, que tienen destinos muy distintos pero complementariamente vinculados.
Lo que marca la época no es el triunfo bolchevique sino el triunfo bolchevique aislado, y el feedback negativo que distorsiona la revolución rusa y devuelve la distorsión ampliada al movimiento revolucionario mundial. Los revolucionarios rusos se vieron así en una encrucijada nueva e inesperada, no prevista por la teoría que portaban.
Pero no retrocedieron. Las discusiones en los años ’20 entre las distintas fracciones y dirigentes bolcheviques son de una riqueza enorme y apasionante. Sería una pobre actitud de nuestra parte repetir lo que dijeron sin una valoración crítica, no les haríamos honor que merecen.
Los bolcheviques levantaron una consigna que era “Pan, Paz y Tierra”, pero ¿cuál fue la realidad? El tema del pan fue terrible, la hambruna mató a 20 millones, las dificultades en la construcción de la URSS fueron espantosas. Pero la revolución logró asegurar el pan para su gente aunque a un costo social enorme, y durante décadas fue poco más que el pan. La industria colapsó y tardó mucho en volver a la situación anterior a la Primera Guerra y superarla. La revolución enfrentó la guerra civil y la intervención extranjera, y las venció luego de tres años de lucha. Con un esfuerzo enorme se construyó en una década una base industrial importante. Pero después vino la Segunda Guerra, y hubo otros 20 millones de muertos, otra debacle, un nuevo desmantelamiento de la URSS. Tampoco la paz fue fácil.
Pero el problema crucial fue la tierra. La revolución obrera en una nación mayoritariamente rural terminó extrayendo el producto agrícola en contra de los campesinos. La alianza obrero-campesina dicha en el papel duró muy poco en los hechos. Vino una guerra en los campos, los campesinos escondían el trigo y las patrullas del gobierno lo requisaban. Se respondía a la resistencia campesina con represión, asegurando una producción agrícola estable contra esa resistencia. Los bolcheviques eran un partido de obreros e intelectuales, sin base campesina.
Así fue que se diferenció un sector social, una burocracia estatal que llevó adelante un proceso de colectivización vertical y forzosa y la llamada “la liquidación de los kulaks en tanto clase”, campesinos capitalistas ricos que fueron masacrados, pero también muchos campesinos medios y pobres, todo el que se resistiese a esa colectivización. Tampoco así se logró desarrollar la producción agrícola que incluso cayó, resultado de los métodos brutales y la impericia de la burocracia partidaria trasplantada.
Cuando esos recursos no alcanzaron para la inversión industrial, la novel burocracia gobernante recurrió como única fuente posible a la superexplotación de la misma clase obrera de donde provenía. Se rompió así el vínculo entre el sector social dominante y la base obrera. Se abrió un abismo, ante la pasividad de los nuevos obreros venidos del campo sin tradiciones de lucha ni educación ni capacidad de auto-gestionarse, sin defensa.
En su hazaña histórica desproporcionada, la clase obrera rusa agotó sus fuerzas y la revolución colapsó, dando origen a este proceso de burocratización, al mismo tiempo su negación y su forma de sobrevivir.
Se vieron así ante otro problema, que no estaba previsto por la teoría marxista de su tiempo: la diferenciación social dentro de la clase obrera misma.
La revolución y la guerra civil trajeron la descomposición de la clase. El colapso de la industria la redujo a la mitad, nuevos contingentes vinieron incultos del campo sin tradiciones obreras. Muchos militantes obreros formados habían muerto en la guerra, o habían sido reclutados para otras funciones -ejército, administración-, la clase estaba diezmada, paralizada y hambrienta. Dentro de ella comienza una diferenciación social entre los militantes administradores del poder, y el resto de la clase.
Hasta entonces el problema del poder en la literatura marxista era la conquista del poder y su defensa ante las clases enemigas, locales o del exterior. Es nuevo lo de preservar la naturaleza de clase del poder, evitar su degeneración no por enemigos de otras clases sino por la transformación de la propia clase. De eso no había casi nada salvo alguna observación de Rosa Luxemburgo. En la teoría de Marx el proletariado toma el poder y establece su dictadura como un instrumento relativamente breve (ese es el significado de 'dictadura del proletariado') porque lo habilitan las condiciones de los países capitalistas industrializados donde Marx esperaba la revolución obrera, el desarrollo de las fuerzas productivas permite la extinción del Estado en un plazo no muy definido pero dentro del horizonte histórico de la revolución.
Marx no supone esa extinción automática por el mero desarrollo de las fuerzas productivas, sin necesidad de un programa político específico. Dice que ese desarrollo creará las condiciones que la harán posible. Cómo plasmar ese proceso en la política no estaba planteado, ni las contradicciones que generaría el propio poder, sus obstáculos internos. La teoría marxista original era un poco “inocente” en eso. Pero tenía en su riqueza analítica las herramientas teóricas para abordar este nuevo problema, como quedaría demostrado.
3. Las Oposiciones bolcheviques. Rakovsky.
Los 100 años de la Revolución de Octubre, son también 80 años de los “Procesos de Moscú”. En dos décadas, la revolución más avanzada de la historia había engendrado una de las dictaduras más sangrientas, que se cobraba la sangre de sus propios creadores. El espectáculo de la flor y nata de la vieja guardia bolchevique y la mayoría aplastante del Comité Central de octubre confesando crímenes abyectos al servicio de los peores enemigos de la causa, era algo tan inconcebible que desconcertó a los cerebros más brillantes de ese siglo sin permitirles sacar la conclusión más evidente que desenmascaraba toda esa vil falsificación: ¡la revolución socialista no pudo haber sido hecha por un grupo de fascistas! Pero ¿cómo fue posible que esta revolución que buscó tomar el cielo por asalto, terminase en ese abismo?
La historia del Partido Bolchevique no tiene nada que ver con la leyenda de la “unidad monolítica”, ni mucho menos con una “sapiencia” revolucionaria. La teoría se fue modificando sobre la marcha en la medida en que los hechos la iban desbordando. Tampoco hubo una muralla política entre los bolcheviques y las otras corrientes.
Pero la historia de esas luchas políticas sería incomprensible sin entender el proceso degenerativo del partido, y ese proceso a su vez no puede verse como un exclusivamente político, ni es correcto confundir causas con consecuencias o viceversa. Tenemos que entender esa lucha de tendencias dentro del marco de las contradicciones sociales.
Las diferencias entre los bolcheviques siempre existieron. Y en el curso de la revolución fueron tomando forma. Hubo tres tendencias -simplificando- frente al problema de la paz de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918.
Aleksandr Shliápnikov, dirigente sindical metalúrgico, inicia en 1919 una corriente que aboga por el control sindical de la industria (dejándole a los soviets los otros temas) y una estructura elegida de abajo arriba y así convertir “al trabajador de un apéndice de una inerte maquinaria económica en el artífice consciente del comunismo”. Es la llamada “Oposición Obrera”, a la que se suma la dirigente de primera línea Aleksandra Kolontái (única mujer en el Comité Central del Partido). Hacia fines de 1920 se produce en el partido una polémica muy aguda sobre el papel de los sindicatos, Trotsky en la extrema derecha, la Oposición Obrera a la izquierda, y Lenin en una “centro-derecha” de cuya orientación sale la idea de los sindicatos como “escuela de comunismo”, o en los términos que conocemos nosotros, “correa de trasmisión”.
A fines del 20 en la Conferencia del Partido (preparatoria del Congreso) la Oposición Obrera tiene más de un 40% de los delegados. Pero luego se desarrolla una discusión interna en los organismos partidarios en la que se denuncian innumerables abusos burocráticos del tipo que nosotros también conocemos (informes kilométricos de los secretarios seguidos por intervenciones con tiempo limitado, elecciones de delegados digitadas desde arriba, etc.). Y en el X Congreso en marzo del 21 la Oposición obrera no llega al 10%, sus posiciones son rechazadas y las de Lenin aprobadas por abrumadora mayoría. Luego el Congreso aprueba la prohibición “transitoria” de las fracciones internas, que de hecho pasa a ser permanente.
Mientras sesiona el Congreso en Moscú, se produce (en forma espontánea) la rebelión de los marinos de Kronstadt, frente a Petrogrado. Ocurre luego de una ola de protestas obreras en Petrogrado, cuando ya se estaban aquietando, y sin coordinación alguna con otras rebeliones. Los delegados bolcheviques al Congreso (incluyendo la Oposición Obrera) se movilizan para participar en la represión. A continuación las acciones represivas continúan, y se hace una falsificación de los hechos para presentar la rebelión como producto de una conspiración contra el gobierno.
Y el Congreso aprueba un giro radical en el curso de la revolución, la NEP (nueva política económica) que introduce varias reformas que dan espacio a las relaciones de mercado, la pequeña propiedad y comercio, etc. Muchas de esas reformas eran demandas levantadas en las protestas reprimidas.
La década del 20 será escenario del gradual y cada vez más acelerado proceso de burocratización de la revolución soviética y el copamiento del aparato del estado y el partido bolchevique por un grupo de burócratas mediocres y sin escrúpulos de características cada vez más claramente gangsteriles, dentro del cual se afirma la dirección personal de Stalin.
La muerte de Lenin en 1924 contribuye en gran medida a facilitar el camino de los arribistas. La democracia partidaria y soviética desaparece rápidamente. La vieja guardia bolchevique dividida en varias corrientes, es desplazada.
Al profundizarse las dificultades económicas el tema de los caminos hacia el desarrollo económico y la industrialización divide a los bolcheviques. Un ala encabezada por Nikolái Bujarin es partidaria de concesiones más amplias al campesinado, incluso a los ricos, y a los elementos capitalistas. Aspira a un lento desarrollo a “paso de tortuga” sin perturbar las formas de propiedad privada en el campo. Por el contrario la Oposición de Izquierda se agrupa detrás de las ideas de Yevgueni Preobrayensky, partidario de realizar una industrialización acelerada y una “acumulación socialista primitiva” a expensas de extraer el máximo de excedente posible a los campesinos.
Ambos son dirigentes y teóricos de primera línea, y sus ideas siguen siendo hoy rescatadas de una manera o de otra. Vamos a centrarnos aquí en la idea de Preobrayensky, expuesta en su obra “La nueva económica”.
No hay condiciones históricas para construir el socialismo en Rusia. El capitalismo en su inicio utilizó métodos expropiatorios feroces, no los normales del proceso de producción capitalista, que Marx llamó proceso de acumulación capitalista primitiva. Ahora habría que hacer algo similar, una acumulación socialista primitiva antes de estar en condiciones de construir el socialismo. Terrible, porque significaba apropiarse del excedente de la producción agrícola aún a pesar de los campesinos, y sobre esa base de explotación industrializar Rusia.
La “troika” Stalin-Zinoviev-Kamenev dominante en la conducción partidaria oscila zigzagueando entre estas dos posiciones. Al profundizarse las divisiones, se alía a Bujarin para conseguir, en 1927, la expulsión de las oposiciones de izquierda.
Éstos comienzan a ser confinados en distintos lugares apartados del territorio soviético (los seguirían pronto los miembros de las otras corrientes bolcheviques no estalinistas, y también muchos de los propios estalinistas) en forma casi calcada de la práctica del zarismo para reprimir a los activistas socialistas unos pocos años antes. Rakovsky es internado en distintas regiones boreales de la URSS en el 27, sufriendo en especial esta situación por ser cardíaco. En 1929 Trotsky es expulsado de la URSS.
Derrotados, presos, abrumados por el fracaso, estos revolucionarios no van a renunciar a la lucha política. Pero antes, debían comprender la situación en que la historia los había puesto.
Los bolcheviques eran, tal como dijimos, la fuerza política que promovió y encabezó esa revolución obrera. ¿Cómo puede ser entonces que desarrollen una línea política que busca evitar que el trabajador [sea] artífice consciente del comunismo... [y siga siendo] un apéndice de una inerte maquinaria económica?
Siguiendo nuestro camino analítico, no es la conciencia social la que determina el ser social sino el ser social lo que determina la conciencia social, no vamos a considerar que la ideología es el deus ex machina del cambio social, que las cosas hayan sido así porque los bolcheviques fuesen “estatistas” o algo así. Esa línea es un producto de las condiciones reales de la clase obrera rusa y los problemas reales a los que se enfrenta. Eso no quiere decir una correspondencia mecánica o un “epifenómeno”.
Los bolcheviques expresan una contradicción entre la clase y las instancias de representación de la clase. La clase no es homogénea, ni siempre igual a sí misma, mucho menos aun si estamos ante un proceso de transformación social radical que implica también transformar la clase. Las instancias de representación tienen su propia dinámica. Las tareas de la revolución tienen su propia dinámica, demandan sus compromisos e imponen su propia lógica. Esos dilemas abren posibles caminos alternativos unos de otros, disyuntivas. Esas disyuntivas se expresan en tendencias políticas entre los propios actores de la revolución. En la lucha de esas tendencias, que es inevitable en el desarrollo de la revolución, se impone la “ley del paralelogramo de las fuerzas”, hay una fuerza resultante que no es igual a ninguna de las fuerzas impulsoras; a su vez ese resultado modifica las bases de apoyo de cada una de esas fuerzas y crea un nuevo “paralelogramo”, etc. A su vez esos actores no son bolas de billar chocando y rebotando. Piensan, intentan prever y adelantarse, se preparan para cada nueva jugada. No pretendemos acá hacer un mapa de eso, solamente traer la voz de alguien que la vio desde adentro.
Christian Rakovsky (1873-1941), rumano, se integró desde muy joven a la militancia socialista. Recorriendo toda esa convulsionada región, en 1917 pasa a ser miembro del CC bolchevique, y preside el nuevo gobierno soviético de Ucrania.
Ocupando ese cargo, en 1922, en el XII congreso del Partido, es uno de los primeros (desde el propio poder, junto con Lenin y antes que Trotsky) en denunciar las deformaciones burocráticas del estado soviético, manifestándose en contra de la centralización abusiva del gobierno de la URSS. A ella no opone una descentralización regionalista (que considera un arma de la reacción) sino una centralización auto-gobernada apoyada en la participación de las masas, incluyendo a los campesinos.
Fue presidente del Sóviet de Ucrania en 1918 y líder de esta República Soviética hasta 1923 cuando fue nombrado embajador de la URSS en Londres y en 1925 en París. Uno de los primeros dirigentes de la Oposición de izquierda contra el régimen de Stalin, que fue deportado a Astrakán, Asia central en 1928 - donde sufrió de enfermedad, falta de atención médica y aislamiento- como muchos otros oposicionistas.
La correspondencia entre ellos testimonia ricas discusiones políticas sobre la interpretación del fenómeno de perversión de la revolución obrera, y sobre el camino a seguir. Uno de los trabajos más famosos de ese período es una carta, en respuesta a “Meditaciones sobre las masas” de Valentinov, escrita por Rakovsky en 1928 desde su confinamiento. Se conocerá mundialmente con el sugestivo título de “Los peligros profesionales del poder”.
Contiene el primer análisis sociológico e histórico globalizador sobre el surgimiento de la burocracia soviética. Es evidente su influencia en la teorización posterior de Trotsky en “La revolución traicionada” (1936), y otros análisis ya clásicos del fenómeno estalinista. Pero sus aportes están aún lejos de haberse aprovechado totalmente, tanto en sus conclusiones como en su método.
Ya en el 27 Preobrajensky había comenzado a impulsar la idea de aceptar las condiciones denigrantes que les plantea Stalin para “rehabilitarse”: renegar públicamente de sus ideas. Las condiciones materiales de la URSS, razona Preobrajensky, exigen cada vez más la aplicación del programa de la Oposición de Izquierda. Como para el marxismo la infraestructura determina la superestructura, la fracción estalinista se verá forzada a esto tarde o temprano. Pero los mejores cuadros partidarios son los de la Oposición de Izquierda, y están excluidos de la acción política. Aceptando las condiciones del estalinismo, los oposicionistas podrían volver al poder, y cuando el viraje se produzca serían ellos mismos los encargados de aplicar su propio programa. Así, las claudicaciones comienzan a ocurrir.
A fines de la década la profecía de Preobrajensky parece cumplirse. Las gravísimas condiciones económicas obligan al gobierno estalinista a un viraje. Rompe con Bujarin y comienza un proceso de colectivización vertical forzosa por métodos brutales y a impulsar una industrialización acelerada.
En 1930, ante el XVI Congreso del Partido, Rakovsky elabora su “Llamado a la Oposición”. En él hace la crítica a la política colectivización vertical de Stalin y propone el retorno a la NEP.
Se opone a la actitud de los oposicionistas encabezados por Preobrajensky, que gradualmente se van inclinando por el apoyo crítico a la política colectivización vertical de Stalin, considerando que la misma tenía muchos de los elementos del programa inicial de la Oposición de Izquierda.
Con la Oposición debilitada, algunos de los principales dirigentes comienzan a ceder. Preobrajensky intenta negociar una reconciliación con el estalinismo y el reingreso al partido. Rakovsky, el reagrupamiento de la Oposición que se niega a claudicar. Aun discrepando con los métodos de Stalin, cada vez más oposicionistas creen llegado el momento de deponer su actitud y aceptar las condiciones humillantes para su reingreso al Partido. Sin embargo, la segunda parte de la profecía no se cumple. Los oposicionistas reintegrados siguen siendo prisioneros impotentes, atados de pies y manos, sin ninguna posibilidad de incidir en el curso de los acontecimientos. Ellos mismos se ataron, al destruir con su “retractación” el único capital político con que contaban: su prestigio revolucionario. Por ello Rakovsky logra frenar nuevas retractaciones por un tiempo. Pero a medida que la situación de la Oposición se agrava y el poder de Stalin se consolida, las defecciones recomienzan. El ascenso de Hitler al poder en Alemania en el 33 termina por hundir a la Oposición: muchos consideraron un deber cerrar filas tras el gobierno soviético sin importar las discrepancias que tuviesen. El propio Rakovsky, enfermo, confinado en situación infrahumana, termina cediendo en el 34.
Los que no claudican quedan en un pequeño grupo de presos políticos en durísimas condiciones. Unos quinientos, explica Víctor Serge en carta a Trotsky en el 36:
“Pero estos quinientos no claudicarán ya. Son hombres templados, que han aprendido a pensar y a sentir por ellos mismos y que aceptan con tranquilidad la perspectiva de una persecución sin fin”.
Aún entonces las condiciones internas y externas no permitirán que la dictadura estalinista pueda prescindir de la represión, que, como dijimos, abarcó a las otras corrientes bolcheviques e incluso a la propia fracción estalinista. Los verdugos de un año eran víctimas al siguiente. Se suceden las desapariciones, las ejecuciones sumarias en silencio, y los procesos ruidosos con acusaciones inverosímiles y acusados forzados a confesar crímenes imaginarios. Rakovsky es juzgado y condenado en el 38, y morirá en prisión en el 41.
Como hemos dicho, Rakovsky fue sometido a los tristemente célebres “procesos de Moscú” en el 37 y se confesó autor de crímenes contra el estado soviético. Señalemos para terminar un pequeño episodio. En una de las sesiones de su declaración Rakovsky habla de la “Oposición”. Allí interviene violentamente el fiscal Vishinsky y amenaza con continuar el juicio a “puertas cerradas” si el declarante se refiere a sí mismo y a los demás acusados como opositores políticos en vez de lo que supuestamente serían, criminales conspiradores al servicio del imperialismo extranjero. Luego de un momento de silencio Rakovsky se rectifica y pide excusas al tribunal.
Este hecho nos trae a la memoria otro oprobioso “juicio” ocurrido tres siglos antes, el de Galileo. Él también fue obligado a abjurar públicamente de sus ideas y a humillarse ante sus jueces. Y él también claudicó. El imaginario popular elaboró luego la leyenda, que los historiadores descartan por falsa e imposible, de que Galileo, en el mismo tribunal, cuando renegó de su idea de que la Tierra se mueve en torno al Sol, agregó “Eppur si muove” (“Y sin embargo se mueve”). La leyenda construyó un héroe indoblegable allí donde había un ser humano con las debilidades de todos, proyectando en él el deseo de resistencia de los oprimidos. También en este caso hubo quienes justificaron la retractación para evitar un “martirio infructuoso”.
Nos dice Isaac Deutscher en “El profeta desterrado”, a propósito de Bertolt Brecht y su obra “Galileo Galilei”: “...no fue capaz [Brecht] de llegar al rompimiento con el estalinismo. Se rindió ante éste... [y] a través del prisma de la perspectiva bolchevique... vio a Galileo arrodillado ante la Inquisición por 'necesidad histórica', por la inmadurez espiritual y política del pueblo... El Galileo de su drama es Zinoviev, o Bujarin, o Rakovsky con ropaje histórico. Le obsesiona el martirio “infructuoso” de Giordano Bruno, y ese terrible ejemplo lo induce a capitular ante la Inquisición, del mismo modo que la suerte corrida por Trotsky indujo a muchos comunistas a capitular ante Stalin. Y [expresa este dilema en] el famoso diálogo de Brecht: 'Dichoso el país que produce tal héroe' y 'Desdichado el país que necesita tal héroe'... “.
No todos claudicaron, sin embargo. Algunos acusados como Tujachesvsky, fueron a la muerte sin ceder (y en este caso, ejecutaron también a su familia).
Rakovsky claudica, pero es capaz aún de un tímido último acto de resistencia: nos deja un indicio para que no nos engañemos; esas retractaciones y confesiones, como la de Galileo, fueron obtenidas -entre otras cosas- por la tortura (claramente aludida en la amenaza de Vishinsky de continuar “a puertas cerradas”).
Lo único “infructuoso” fue torturar a un sabio anciano para que dijese que la Tierra no se mueve, o asesinar a los mejor elementos de una revolución. Ninguna de esas dos inquisiciones logró sobrevivir. Hayan sido sus víctimas más fuertes o más débiles, tenido sus ideas mayor o menor perfección, el legado de estos hombres está hoy presente en la lucha por las emancipación de los explotados que abarca toda nuestra época, bloqueada, desfigurada y traicionada, y que, sin embargo se mueve.
Veamos ahora las principales ideas teóricas de Rakovsky comenzando con su célebre carta del 28, para luego discutir sus alcances.
4. “Los peligros profesionales del poder”
Es más difícil educar al pueblo en el amor a la libertad que conquistarla.
Francisco Babeuf. (Citado por Rakovsky)
Eso que describimos muy someramente desde hoy, vamos a verlo según lo vio alguien que lo vivió.
4.1. Una situación nueva: El tema central de “Los peligros...” es “que el proletariado debe conservar el papel dirigente en nuestro Estado”. Hasta el momento ese problema se había visto “en relación con la toma y la conservación del poder político”, pero Rakovsky (y esto es lo fundamental) se propone abordarlo “como asunto especial que es, con valor propio”.
Lo primero es ver la “pasividad de las masas”, la “indiferencia política de la clase obrera”, aun ante escandalosos de corrupción y despotismo (“robos, prevaricaciones, violencias, sobornos, abusos inauditos de poder, despotismo ilimitado, borracheras, libertinaje”) que ocurre en los sectores dirigentes del estado y del partido. Buscando superar el abordaje “empírico” del tema, Rakovsky distingue la situación del proletariado cuando todavía lucha por la conquista del poder político de la “cuestión nueva” que plantea la conquista del poder por dicha clase. Su interés no está en sus peligros externos (cerco capitalista, presión pequeño-burguesa en el país, temas comunes en los análisis anteriores y posteriores) sino en “las dificultades inherentes a toda nueva clase dirigente que son la consecuencia de la toma y del ejercicio del poder mismo, de su capacidad o incapacidad para saberlo utilizar”, las relaciones “que se crean entre las filas de la misma clase victoriosa”. Como vemos, este abordaje apunta a sacar conclusiones generales de la experiencia de la primer revolución socialista obrera de la historia.
Luchando por el poder, la lógica de la ofensiva cohesiona a la clase detrás de su vanguardia. Pero “cuando una clase toma el poder, una parte de ella se convierte en agente de dicho poder. Así surge la burocracia. En un estado socialista en el que la acumulación capitalista está prohibida para los miembros del partido dirigente, dicha diferenciación empieza a ser funcional y seguidamente se convierte en social”.
Adelantándose en décadas al desenlace futuro de esta degeneración, agrega que “...ciertas funciones, antes desempeñadas por el partido en bloque, por toda la clase, ahora se han convertido en atribuciones del poder, es decir que sólo son encomendadas a cierto número de personas de ese partido y de esa clase”.
Ese problema general debe ser entendido en concreto.
4.2. Análisis social de la clase obrera. “Partido” y “masas” no son simples abstracciones, sino categorías que deben ser llenadas de contenido a partir de la realidad histórica concreta. La primer constatación es que la clase obrera ya no es la misma, “ha tenido lugar un profundo cambio en la autonomía y en la fisiología de la clase obrera”, en la proporción entre los obreros integrados a la industria antes de la revolución y los llegados después, los que han tenido experiencia en la participación activa en acciones revolucionarias de masas y el Ejército Rojo y los que no, los que tienen trabajo estable y los que son obreros en forma ocasional, quienes provienen de la propia clase obrera y los que se integran a ella desde otros sectores del pueblo (campesinos, semi-proletarios, etc.).
Así ve Rakovsky la base social de este proceso. La penuria económica ha abierto “grietas en el cuerpo de la clase obrera” sumergida en un mar de sectores empobrecidos pero sin una identidad social definida. Si luchando contra el poder burgués, el núcleo central del proletariado logra arrastrar más fácilmente al conjunto social de los sectores descontentos empobrecidos, atrasados e inconstantes, luego de la toma del poder y de asumir este poder obrero la responsabilidad de la conducción social, con las dificultades y el empeoramiento de las condiciones de vida de las grandes masas, la hostilidad de estos sectores se vuelca contra este nuevo poder.
Ahora podemos entender cuáles eran los límites de esa idealización de la clase por parte de la “Oposición Obrera”. Se planteaban tareas históricas para las masas obreras sin ver si las masas obreras estaban realmente en condiciones de asumirlas. A su vez vemos también la limitación del “pragmatismo” de la cúpula bolchevique. Esas tareas había que hacerlas, y en esa situación el Partido sustituye a la clase. Pero no tomaron ninguna previsión, ningún mecanismo correctivo o plan de retorno de esa sustitución. Era precisamente la advertencia de Rosa Luxemburgo, “No hacer de la necesidad virtud”.
4.3. La política: Rakovsky presta especial atención a los aspectos organizativos y metodológicos, las prácticas y la acción de los partidos y los dirigentes, factores que no subestima en aras de un materialismo mal entendido como en algunos análisis pretendidamente “marxistas”. Se apoya -cosa usual entre los bolcheviques- en la analogía histórica, especialmente en la Revolución Francesa. En ella, la diferenciación del “Tercer Estado” (burgueses, obreros, y campesinos pobres) se acentuó incluso antes de Thermidor, “el poder pasó a pasar formal, y a la vez, efectivamente a manos de un número progresivamente más reducido de ciudadanos... las masas populares fueron eliminadas del gobierno del país”. Estos rasgos serán aún más acentuados en la Revolución Rusa. En ambas “el poder... desintegró masas sociales más o menos homogéneas [y] la especialización funcional... sacaba de sus propias filas (de la clase) los círculos de altos funcionarios”. Las diferencias se agrandan por efecto de “la presión contrarrevolucionaria”.
También ocurre un proceso degenerativo del partido jacobino. En su aislamiento de las masas, que prepara su caída, incide fundamentalmente “la eliminación gradual del principio electivo, remplazado por el proceso de designación”. Es crucial la responsabilidad de Robespierre (como la de los bolcheviques) en la hipertrofia de esta práctica que es legítima e indispensable como mecanismo de defensa de la revolución, pero de la cual se abusó (sustitución vertical de autoridades medias), terminó por “reforzar la burocracia y ahogar la iniciativa popular... y facilitó el trabajo de las fuerzas antidemocráticas”. Robespierre (como los bolcheviques) es víctima de esta situación cuando es condenado y atraviesa París cubierto de sangre sin que sus enemigos (salidos de filas de la propia Revolución Francesa, como el estalinismo de la de Octubre) temiesen una reacción de las masas. Rakovsky no reduce el problema (como erróneamente hacen otros) a aspectos institucionales y organizativos, el “principio de designación” solo acedera otros factores (penuria económica de la revolución y perturbaciones por la transformación del régimen de propiedad).
Para complementar, tomo estos conceptos de un reciente comentario de Boris Kagarlitsky:
“El autoritarismo inevitable de la Revolución de Octubre no se ha generado por errores o coincidencia de circunstancias, sino por la lógica del proceso revolucionario. El hecho es que los problemas básicos y fundamentales, sociales y económicos de la revolución, tanto en la Inglaterra del siglo XVII, en Francia bajo Robespierre, y en Rusia bajo los bolcheviques se resuelven precisamente una dictadura, y eso no por accidente. La dictadura revolucionaria proporcionó exactamente la concentración de fuerzas sociales y la voluntad política, sin la cual el giro histórico y los principales problemas, simplemente no habrían sido resueltos y, por desgracia, es imposible hacerlo de cualquier otro modo. El reconocimiento de este hecho no es una justificación del autoritarismo, sino la comprensión de la trágica dialéctica de la historia, que a menudo no nos deja soluciones cómodas y moderadas”.
Y sobre el resultado último del proceso:
“En una dictadura es relativamente fácil entrar (a pesar de que hay una gran cantidad de problemas en el caos social y económico, en que ni siquiera los autoritarios logran 'cruzar la calle"). Pero de una dictadura es cada vez más difícil salir, y las estructuras creadas para mantener el poder en circunstancias graves y excepcionales de la revolución, se transformaron en problemas, factor reaccionario cuando los eventos entran en curso diferente, más pacífico”.
4.4. Conclusiones de Rakovsky: “La burocracia de los Soviets y el Partido es un hecho de nuevo cuño... una nueva categoría social”. Y agrega: “La función ha modificado al órgano, es decir la psicología de los que se encargan de las diversas tareas de la dirección en la administración y la economía del estado ha cambiado hasta tal punto, que no sólo objetiva sino subjetivamente, no sólo material sino moralmente han dejado de formar parte de la misma clase obrera”. Además “la estructura social del Partido es mucho más heterogénea que la del proletariado” ya que a la diferenciación interna de la clase se suma la tendencia del aparato partidario de aceptar “tránsfugas de otras clases”.
Otorga especial atención a los problemas de “reeducación” de las masas. A diferencia de otros como Bujarin, advierte que también los dirigentes están lejos de haberse “reeducado” ellos mismos y por eso no prestan atención al problema de “los métodos de dirección” (a los que en carta simultánea a Radek llama “la cuestión de las cuestiones”). Critica la adopción de las tradiciones y métodos burocráticos de dirección del estado burgués y de los partidos burgueses (claques en los congresos, manipulación electoral, etc.) La pasividad de las masas es corolario de esto y de la falta de educación revolucionaria de los nuevos miembros del partido.
Bajo el capitalismo los obreros forman su conciencia en la lucha contra él. En el nuevo régimen, en vez de promover esta conciencia en la participación en la construcción del socialismo la burocracia promueve la pasividad, si ocurren acciones espontáneas de masas en respuesta a los bajos salarios, peores condiciones de trabajo, y de desocupación, “dicha conciencia será hostil al estado socialista”. Estas palabras parecen adelantarse en décadas a los acontecimientos.
Totalmente pesimista sobre la burocracia, afirma: “Toda reforma del partido que se apoye sobre la burocracia, se revelará como utópica”. “Esta burocracia no cambiará por una depuración... no se trata únicamente de cambiar el personal, sino de cambiar el método”. Por ello propone llamativas medidas: “reducir la talla y las funciones de dicha dirección”, de la cual propone echar a “las tres cuartas partes del aparato”, y ponerle a las tareas de lo que quede “límites estrictamente determinados”. Como vemos, un lenguaje nada usual para un dirigente político.
5. Los últimos materiales
En 1921 en la polémica sobre los sindicatos, enfrentando la posición de Trotsky quien define al estado soviético como “estado obrero” y negaba la autonomía de los sindicatos en la defensa de los intereses obreros particulares, Lenin le opone una descripción más realista, “estado obrero apoyado en una base obrero-campesina y con fuertes deformaciones burocráticas”. De allí sale la etiqueta tan traída y llevada de “estado obrero deformado”, discutiremos eso más adelante en nuestro balance. Pero aquí tenemos que mencionar nuevamente a nuestro pionero.
Rakovsky dirá en el 30, en su Boletín que publica clandestinamente hacia la Oposición: “De un estado proletario con deformaciones burocráticas -como Lenin definió la forma política de nuestro estado- estamos en vías de pasar a un estado burocrático con resabios proletarios comunistas. Bajo nuestros ojos se formó y continúa formándose una gran clase de gobernantes con sus propias divisiones interiores, que crece por cooptación directa o indirecta (promoción burocrática, sistema ficticio de elección). Lo que une a esta clase original es una clase original también de propiedad privada, a saber 'la posesión del poder del estado'. La burocracia posee el estado como su propiedad.”
En 1932, comentando la nueva Constitución soviética, habla de “una casta de funcionarios que ha remplazado al proletariado y al partido”. Rakovsky le niega a esa “casta” toda capacidad de fundar nuevas relaciones de producción colectivista, y muchos menos que sea históricamente progresiva. Su rechazo a la política de colectivización forzosa de Stalin está basado precisamente en la idea del absurdo de pretender fundar nuevas relaciones de producción en forma voluntarista, sin apoyarlas en el desarrollo de las fuerzas productivas. Denuncia el carácter burocrático de esta colectivización como regresivo, no dejándose llevar por el fetiche de las formas de propiedad. La motivación de la burocracia es ampliar su base social. Este modo de análisis se adelanta a estudios muy completos y posteriores que confirman su hipótesis. Recordemos que el propio Trotsky cedería al fetiche de las formas de propiedad cuando considera que la invasión soviética a Polonia y Finlandia tiene un aspecto progresivo al expropiar por la fuerza a la burguesía e introducir formas de “propiedad socialista”.
El balance de todas estas discusiones es un tema muy amplio, y para ello vamos a venir más aguas abajo, más hacia hoy.
Pero antes. ¿Cuál es el rasgo distintivo de la concepción de Rakovsky?
Prestar atención preferencial a los aspectos universales del fenómeno burocrático, y sentar las bases de un programa político antiburocrático. Rakovsky analiza la génesis de la deformación burocrática a partir de la relación de las masas con los dispositivos de ejercicios del poder y la diferenciación social que este ejercicio introduce en la propia clase, de cómo se reproducen estos dispositivos, como se retroalimentan, y cómo evolucionan en el tiempo de acuerdo con las condiciones históricas generales.
Comprende perfectamente la incidencia del atraso económico y el aislamiento de que hablará luego Trotsky, por ejemplo, en “La revolución traicionada”, pero les atribuye el papel de factores que contribuyen a profundizar la diferenciación y la concentración del poder que ya viene ocurriendo como un fenómeno interno al propio proceso revolucionario.
Los factores externos actúan como una manifestación de las contradicciones internas. Y es a estas contradicciones internas que presta atención preferencial. No espera pasivamente a que la degeneración burocrática se reabsorba por la dinámica espontánea del desarrollo económico y la extensión del socialismo en el mundo, no confía en el “progreso” como correctivo automático de estos males, sino que propone atacarlos con una audaz política antiburocrática consciente, dando prioridad a métodos de dirección democráticos y participativos, al autogobierno de las masas, a la educación política tanto de las masas como de los dirigentes, no solo teórica sino también en las prácticas colectivas reales.
Explicar la deformación burocrática exclusivamente por las circunstancias externas desfavorables, lleva en última instancia a justificarla como “inevitable” y a esperar pasivamente que estas circunstancias se reviertan por sí mismas, o incluso a colaborar con la burocracia para “contribuir” a este cambio. Las versiones vulgarizadas del marxismo no están exentas de esta versión que se pretende “científica”, y sobre la cual Marx ya había advertido.
6. Trotsky, comparando
Es imposible abordar estos temas sin pasar por Trotsky. Veamos su concepto sobre la URSS, y veremos en qué estos dos revolucionarios coinciden, y de allí saldrán las pequeñas diferencias, pero resaltarán en su importancia.
Para Trotsky el estalinismo es consecuencia del atraso y aislamiento de Rusia y de las condiciones de escasez. Pone (en La revolución traicionada) el ejemplo de la panadería: cuando hay escasez de pan se genera una cola para organizar la distribución del producto escaso. Si la cola se alarga aparece un gendarme para mantener el orden. La burocracia es un fenómeno parasitario de usurpación y abuso de privilegios, producto de condiciones de precariedad transitoria, pero no específicamente un fenómeno de explotación. “La retaguardia pesó más que la vanguardia”.
Ante esto propone la revolución política: derrocar a la burocracia usurpadora conservando la estructura social de propiedad colectiva, que considera válida y vigente. Niega pues que estemos ante una nueva clase social diferenciada de la clase obrera, con viabilidad histórica propia.
Hacia fines de los años 30 mantiene una polémica muy interesante con un ala del partido trotskista de EEUU encabezada por Burnham y Shachtman. Luego Burnham evoluciona hacia la derecha y es autor del concepto de revolución gerencial y clase gerencial, junto con otros que ven un proceso de burocratización general de las sociedades, socialistas o capitalistas. Trotsky polemiza con este concepto de una manera admirable, pero viéndolo en perspectiva se pueden comprender sus errores.
En general, si los marxistas presentamos una teoría es para justificar una propuesta de acción, no por mera interpretación. Y como esa acción está inscripta en un contexto histórico, se hace con un pronóstico posible del futuro inmediato. Muchos pronósticos inmediatos de los grandes marxistas estaban equivocados, aunque acertasen en su visión a largo plazo y sus elementos analíticos. Marx se equivocó profetizando una revolución obrera en Alemania. Los bolcheviques se equivocaron al esperar que la Revolución de Octubre se extendiese a Europa occidental. Trotsky se equivocó al suponer que el proceso de burocratización de la URSS iba a ser abolido por una revolución política.
En general los marxistas somos gente optimista y activista, no porque la teoría marxista convierta en eso a la gente, sino al revés, porque es atractiva para los que tienen la característica de optimistas y activistas. Llega a ser incluso contradictorio. Una caricatura del marxismo, la teoría del determinismo histórico, entiende que la clase obrera está destinada a construir el socialismo como una ley natural de la historia; y esto se une a un voluntarismo político activista, lo que produce discursos de este tipo: “Nosotros estamos destinados a vencer en el sentido general del socialismo, pero además nuestro grupito político particular está también destinado a vencer porque tiene la verdad concreta, a diferencia los otros. Pero si faltás a una reunión o dejás de hacer una tarea vas a ser responsable del fracaso de la Historia de la Humanidad.” Es un fatalismo positivista optimista y al mismo tiempo una especie de delirio de omnipotencia invertido: soy tan poderosos que si hago algo mal soy responsable de que se derrumbe el Mundo.
Las razones de Trotsky para negar que ese estamento social fuese una clase social dominante y hablase de una excrecencia temporaria dentro del proyecto socialista que desaparecería por el desarrollo de éste, son de dos tipos. Por un lado la caracterización objetiva de ese sector social: no tiene la propiedad jurídica de los medios de producción ni derecho de herencia, y no puede constituirse en clase social. Son razones muy discutibles. Podemos ver clases sociales dominantes en la historia que no tenían derecho a herencia. Los curas en la Edad Media constituían una clase dominante y ni siquiera podían tener hijos, menos herencia.
Aclaremos: No podían tener hijos oficialmente. Una cosa es la formalidad jurídica y otra realidad sociológica. Porque si consideramos que la falta de la propiedad jurídica impide la apropiación privada del plusvalor, cuando vemos las formas de corrupción que aparecen y permiten esa apropiación privada podemos quedarnos en su apariencia de elementos accesorios accidentales, y definir el modo de producción realmente existente haciendo abstracción de esa realidad.
No todas las clases sociales dominantes tienen la misma condición, ha habido muchas formas de clases dominantes y muchas formas de explotación; pero lo fundamental es la forma de extracción de plustrabajo. Una clase dominante existe históricamente porque existe un modo de extracción de plustrabajo, un modo de dominación que sustenta lo anterior, y un mecanismo de reproducción de esas relaciones sociales que le da continuidad histórica. Estos conceptos los retomaremos más adelante.
Pero Trotsky negaba esta condición, además, por una razón de tipo subjetivo: su confianza en la capacidad del proletariado de hacer la revolución socialista. Dice: “Pero si dijésemos que esto es una clase social nueva, estamos diciendo que el proletariado no es capaz de hacer la revolución socialista.” Si el proletariado es capaz de hacerla, necesariamente debemos concluir que esta degeneración es un fenómeno temporal y va a desaparecer por el propio proceso revolucionario.
Es el optimismo histórico que lleva a Trotsky a negar que pudiese generarse un nuevo modo de producción entre el capitalismo y el socialismo, que una nueva clase social dominante aparezca en el proceso de construcción del socialismo, pues eso sería decir que la clase obrera es incapaz de conducir su propia revolución, y ese estamento usurpador y parasitario sería históricamente necesario y progresivo.
Voy a tomar aquí otro ejemplo didáctico de Trotsky en aquella discusión, el del mecánico sentimental:
“Cuando un mecánico sentimental examina un coche en el que, pongamos por caso, unos gángsteres han escapado de la policía por una mala carretera, y se encuentra con los neumáticos reventados, el chasis roto y el motor medio engripado, puede exclamar: 'Esto no es un coche, ¡vete a saber lo que es!'. Una estimación de este tipo carecerá de carácter técnico o científico, pero expresará muy bien la legítima reacción del mecánico ante la obra de los gángsteres. Supongamos que el mecánico tiene que reconstruir ese objeto que ha denominado 'vete-a-saber-lo-que-es'. En ese caso, tendrá que empezar por reconocer que lo que tiene delante es un coche estropeado. Determinará qué partes están todavía bien y cuáles es preciso reparar, para decidir por dónde empezar el trabajo. El trabajador con conciencia de clase debe adoptar una actitud similar hacia la URSS. Tiene perfecto derecho a decir que los gángsteres de la burocracia han transformado el estado obrero en un 'vete-a-saber-lo-que-es'. Pero en cuanto supera la primera reacción y se enfrenta políticamente con el problema, se ve obligado a reconocer que tiene ante sí un estado obrero estropeado, con el motor de la economía engripado, pero que todavía anda y que puede arreglarse sólo con cambiar algunas piezas.”
Es un texto brillante por su capacidad didáctica de explicar un tema complejo con ejemplos sencillos. Pero no sé si algunos habrán tenido la experiencia –tal vez Trotsky no– de tener un auto viejo y desvencijado que ya no sirve, y cuando lo llevo al mecánico me dice. “No tiene arreglo, no tires la plata”. Y uno tiene un problema sentimental, y dice: “Si no lo arreglo me quedo a pie”. Pero el mecánico dice: “Ya estás a pie”. Este es el problema: en realidad ese estado obrero estropeado ya era irrecuperable.
Veamos aquí ahora el gobierno del Frente Amplio. ¿Es recuperable, o está totalmente estropeado? Esto está en debate en el país desde hace más de diez años. Hay un aspecto crudamente objetivo, pero también involucra la afectividad y angustia de la gente. Angustias así y mucho mayores deben haber vivido aquellos revolucionarios cuando se vieron ante la realidad del momento histórico muy difícil, veían el pacto entre Stalin y Hitler, el reparto de Polonia, la traición a la revolución española, o los procesos de Moscú en los años 36 y 37. Pero las conclusiones a las que podemos llegar hoy, no eran fáciles en aquel entonces.
Tomemos pues a Trotsky y su “mecánico sentimental” del que quiere tomar distancia y tener una visión “objetiva”. ¡Es obvio que el que tiene esa atadura sentimental es él!
En vísperas de la Segunda Guerra prevé que ésta llevará al hundimiento del estalinismo y a una revolución política en la URSS (y he aquí el pronóstico que encaja con su teoría y su propuesta) y escribe:
“La alternativa histórica, llevada al límite, es la siguiente: ¿es el estado estalinista un desgraciado incidente en el proceso de transformación de una sociedad del capitalismo al socialismo, o es el primer paso hacia un nuevo tipo de sociedad basada en la explotación? Si la segunda afirmaci6n es cierta, la burocracia se convertirá en una nueva clase explotadora. Si el proletariado del mundo se muestra incapaz de cumplir la misión que le ha asignado el curso del desarrollo histórico, no nos quedará más remedio que reconocer que el programa socialista, basado en las contradicciones internas de la sociedad capitalista, es una utopía. Sería necesario, en ese caso elaborar un nuevo programa ‘mínimo’, para la defensa de los intereses de los esclavos de la sociedad burocrática totalitaria”.
Y refiriéndose a la guerra que se avecina hace lo que llamamos pronóstico optimista, y adelanta con honestidad las posibles conclusiones a partir de un resultado negativo:
“Si, contra todo pronóstico... durante la guerra o tras ella... el proletariado es derrotado en todos los frentes, tendremos que replantearnos nuestra concepción de la época actual y sus fuerzas motoras... la perspectiva histórica del mundo en las próximas décadas, quizá en los próximos siglos; ¿hemos entrado en la época de la revolución social y la sociedad socialista o, por el contrario, en la de la decadencia de la sociedad y el totalitarismo burocrático?”
El optimismo extremo cae en el pesimismo extremo por el peso de su propia lógica. Si decimos que necesariamente, en virtud de la teoría, ganaremos, si al final los hechos dicen que no ganamos, todo lo que habíamos pensado quedaría desmentido.
Pero se trata de un recurso argumental. Trotsky defiende su punto de vista frente a sus opositores recurriendo al método de reducción al absurdo: si mi conclusión no es cierta entonces los supuestos de la teoría socialista se vienen abajo. Es un razonamiento peligroso porque excluye los grises. Porque como sabemos, “contra todo pronóstico” el estalinismo no solo no cayó por la guerra sino que se consolidó y expandió. Y sin embargo eso no significó que se cerrase la época de la revolución socialista.
Nos interesa hacer juicios de valor sino sacar conclusiones sobre la teoría. La construcción conceptual de Trotsky en el corto plazo tenía sus límites y los hechos lo evidenciaron. Para una evaluación científica de éstos hay que confrontar su hipótesis de trabajo con los testarudos hechos, como exige el método científico y él mismo lo sugiere. Y al tiempo de no dejarnos impresionar por sus bríos polémicos, debemos comprender que su visión de las cosas estaba también empujada por las ganas de que eso pase, como ocurre con todos los revolucionarios.
Dice también Trotsky en esa polémica del 39: “el concepto de estado obrero degenerado [es]... una categoría histórica llegada al borde de su propia negación. Haría falta un acontecimiento histórico de gran importancia, un cambio de situación en la URSS, el hundimiento de la pandilla estalinista para que estos camaradas dijeran: Sí, teníamos hasta ahora un estado obrero degenerado”.
Lo que ocurrió fue precisamente lo contrario. A partir del “acontecimiento histórico” del derrumbe de la URSS, en muchos se produce la conclusión: “No, hace tiempo que no teníamos un estado obrero degenerado”.
En esto, entonces, Rakovsky tenía razón. Fue necesario que las aguas siguiesen su curso, y entonces mirar nuevamente río arriba.
7. ¿Qué fue la URSS? El planteo de Rolando Astarita, y su discusión
Para hacer un balance global de la discusión, vamos a reducir las 100 opciones. Nos apoyamos, dada su solidez, en un trabajo del marxista argentino Rolando Astarita, una nota publicada en dos entregas en su blog, “¿Qué fue la URSS?”, que discute las principales interpretaciones del fenómeno histórico. Son básicamente cuatro:
a) Socialismo.
b) Estado obrero deformado.
c) Capitalismo de estado.
d) Un nuevo modo de producción.
Astarita sostiene que las tres primeras opciones son equivocadas, y adhiere a la cuarta. Estoy de acuerdo con él, y solamente discrepo en un punto: el de la clase dominante.
Vamos por lo tanto a dividir esto en tres partes: Descartar a, b y c. - Justificar d. - Dentro de d, argumentar que la burocracia soviética fue una clase social.
1. Ni “socialismo”, ni “Estado obrero deformado”, ni “capitalismo de Estado”.
Esto lo vamos a ver muy sumariamente porque está muy bien desarrollado en la nota de Astarita, aunque lo diré en mis palabras y los énfasis son un poco diferentes.
“Socialismo” sería la transición hacia una sociedad sin clases (según la Crítica al Programa de Gotha y otros pocos textos de Marx), partiendo de la sociedad capitalista, y bajo el poder de clase obrera (un poder democrático hacia la propia clase pero venciendo por la fuerza la resistencia de los explotadores), eliminando gradualmente tanto las clases sociales como la necesidad del estado, la explotación y división del trabajo entre intelectual y manual; en esa transición los productores administran por sí mismos los medios de producción.
Esto fue lo que suponían ser las autoridades de la URSS, y si todos los aspectos de este tema fuesen tan fáciles como este, las razones para rechazar la idea de que eso era “socialismo”, no tendríamos tanto problema. Pero profundicemos un poco.
Ya había un problema desde el comienzo. Marx supone que el comunismo es el resultado de un proceso progresivo de superación del capitalismo, y uno de sus ejes el desarrollo de la capacidad productiva de la humanidad que redunda en la igualdad, la libertad, y la felicidad. Pero, como no sólo nosotros lo decimos hoy sino que los propios actores de aquella revolución lo dijeron mientras la hacían, las condiciones objetivas de Rusia en ese momento no permitían ese proceso.
De ahí surge, como hemos visto, el planteo de la sociedad de “transición al socialismo”. Y si “socialismo” es la sociedad de transición al comunismo, estaríamos hablando de la “transición hacia la transición”, de la misma forma en que Zenón plantease su paradoja de Aquiles y la tortuga; siempre habrá una transición hacia la transición de la transición, etc. y así explicamos que nunca se haya llegado a nada. O Bujarin hablando de avanzar al socialismo “a paso de tortuga”, bastante lejos de espolear el corcel. De modo que veamos el tema no en tanto qué tan rápido se va, sino hacia dónde se va. Una transición hacia una sociedad igualitaria supone achicar las desigualdades.
Esto nos dice Astarita: “... las diferencias de ingresos en la URSS, en lugar de achicarse, se mantuvieron y consolidaron con el correr de los años... en la década de 1970 un jefe de sector del Comité Central del Partido ganaba en promedio cinco veces más que un obrero o empleado medio; además de disponer de otros beneficios... en la década de los 70 había entre 450.000 y 500.000 nomenklaturistas en la URSS. El PCUS, que se confundía con el Estado, poseía el monopolio de la selección de funcionarios, y tomaba las decisiones trascendentales. La dirección del PCUS, el Politburó, ejercía el poder real. En el plano externo la política de la URSS era de colaboración (aunque existían tensiones) con el capitalismo, llegando a enfrentar a los movimientos revolucionarios que escapaba a su control”. Un caso notorio de esto último fue España en 1936 y 37.
De ahí que se acuñara la expresión “socialismo real”.
Según varios estudios, hacia los años setenta se produjo un cambio sociológico crucial. Como hemos visto, la sociedad que siguió inmediatamente después a la Revolución de Octubre se caracterizó por un descalabro de la clase obrera. Es sobre esa base que se instaura la dictadura estalinista. Pero el cambio de los 70, producto del proceso acumulativo de la industrialización, fue:
> La clase obrera pasa a ser mayoritaria. Tanto en la industria como en la producción agrícola en la que a los asalariados de los “sovjoses” hay que agregar al menos parcialmente a los trabajadores de los “koljoses”, porque no se los puede considerar seriamente cooperativas campesinas al no tener ninguna autonomía.
> A su vez, se trata de una clase obrera dinástica. Antes eran campesinos migrados a la ciudad, ahora han pasado a ser hijos y nietos de obreros.
> Y otro cambio enorme es el del nivel educativo. Hay una enorme proporción de técnicos y obreros especializados, y además muchos de ellos con carreras universitarias, que no han podido ser empleados como tales.
Una clase obrera con estas características resulta mucho más difícil de manejar que la minoritaria, desarraigada, inexperta e inculta de unas décadas antes. Hay para la burocracia muchas nuevas dificultades, pero detengámonos en esto, y en el dilema que podríamos llamar “tratamiento del Dr. House”.
La explicación clásica de las deformaciones propias del “socialismo” soviético apunta al atraso y aislamiento de la sociedad rusa y su periferia.
El fin de la guerra, con el cual Trotsky esperaba el fin del estalinismo, trajo su consolidación, y además sin el aislamiento previo. Pero la verdadera prueba vino con los cambios acumulados de progreso material, industrialización, urbanización, crecimiento de la clase obrera, desarrollo cultural. Esa “terapia” debería curar la “excrecencia temporaria” de la deformación burocrática.
Si el tratamiento agrava la condición del paciente y termina provocándole la muerte, eso nos permite sacar la conclusión, como plantea en esos casos el Dr. House, que había un error de diagnóstico.
Vamos entonces a considerar en detalle la lógica de ese diagnóstico, el del “estado obrero deformado”. Veamos el resumen que hace Astarita del planteo de Trotsky.
“Trotsky comienza distinguiendo entre la dictadura del proletariado, o Estado obrero, y el socialismo, en el sentido que lo hacía el marxismo clásico, y por lo tanto rechaza la tesis de Stalin, de que la URSS había entrado en la fase del socialismo. En la medida en que en la URSS existía un poderoso Estado represivo, y tensiones y diferencias sociales, afirmaba Trotsky, no podía hablarse de socialismo. A partir de aquí, presenta un análisis del surgimiento de la burocracia sustentado en las categorías marxistas. Se inspira en la idea -de Marx y Engels en La ideología alemana– de que el desarrollo de las fuerzas productivas es una premisa necesaria para eliminar a las clases sociales, porque de lo contrario solo se generalizaría la indigencia, y volvería todo lo anterior. Pero ese desarrollo estaba ausente en los comienzos del régimen soviético. Encerrado en sus fronteras, y con una economía atrasada, se generaron así las condiciones para que el Estado, controlado por una casta, se apropiara de la parte del león de lo producido. De aquí también que el socialismo en un solo país fuera inconcebible; era necesario superar el desarrollo capitalista, y esto solo podía ocurrir en una escala internacional”.
He ahí la caracterización de la enfermedad, y sus causas. Y por lo tanto, en base a esa lógica, el desarrollo de la riqueza material traería la cura. La realidad fue otra, la mejoría mató al paciente.
Para comprenderlo hay que interpretar lo que ocurrió mirando el análisis de Trotsky desde otro ángulo. Según Marx en la primera fase del comunismo el lema no sería “de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades” sino “de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según su trabajo”. Esto, que viene dado por el insuficiente desarrollo de la base material, implica formas parcialmente burguesas de distribución en esa primera fase. Lenin agrega que si hay una normativa de tipo burgués, habrá también en parte un aparato represivo de tipo burgués para hacerla cumplir. Pero todo eso se refiere a la esfera de la distribución. ¿Qué pasa con la producción?
El marxista estadounidense Harry Braverman, en su libro “Trabajo y capital monopolista”.
“Los comunistas soviéticos habían tomado el poder en un viraje de la historia inesperado para el marxismo clásico, en un país escasamente capitalista donde, a excepción de unos pocos centros industriales, la tecnología, la producción, e incluso los procesos de trabajo organizados y disciplinados eran débiles. La unión soviética afrontó esta catástrofe hasta que pudo desarrollar la producción y remplazar las tradiciones inculcadas del campesinado ruso por hábitos sistemáticos de trabajo social. En esa situación, el respeto, incluso la admiración de los marxistas por la tecnología científica... como una fuente de la que era necesario aprender y pedir prestado... el mismo Lenin urgió reiteradamente a estudiar la 'administración científica' de Frederick W. Taylor...”.
Recordemos que Braverman remarca fuertemente el papel regresivo de la reforma taylorista en la organización del trabajo, de la cual es un enemigo sin concesiones, nada de “científica”. Es casi el único marxista, luego de Marx, que presta atención preferencial a los problemas del trabajo. En general los marxistas ven la explotación del trabajo en la extracción del plusvalor, diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo que compra el capitalista, y el valor que obtiene por el despliegue de esa fuerza en el proceso del trabajo. Ese es un acto de intercambio, pero para que ocurra debió primero producirse la fuerza de trabajo como mercancía, o sea producirse en formato “industrial” (diferenciada, estandarizada, clasificada en forma en que su resultado pueda ser previsible) o sea sometida a la disciplina de la del trabajo al capital.
“En la práctica, la industrialización imitó el modelo capitalista; y conforme la industrialización avanzaba, la estructura perdía su carácter provisional... la población trabajadora soviética lleva todos los estigmas de las clases obreras occidentales... La revolución contra el capitalismo fue considerada cada vez más como un asunto de extirpar del mecanismo capitalista altamente productivo, algunas 'excrecencias', mejorar las condiciones de trabajo, agregar a la organización de la fábrica una estructura formal de 'control obrero' y remplazar los mecanismos capitalistas de acumulación y distribución con la planificación socialista”.
Miradas las cosas así, a los mecanismos de distorsión social que denunció Rakovsky debemos agregar esta otra condición básica de la revolución. Una revolución obrera que ocurre en condiciones históricas muy difíciles, que además es la primera revolución obrera de la historia, y que además es una revolución obrera limitada en su alcance. No por eso deja ser una revolución obrera porque las revoluciones son procesos históricos reales de las clases sociales reales.
Con esto basta para descartar lo de “estado obrero deformado”. Algunos marxistas fueron abandonando esa caracterización y tomaron la de “capitalismo de estado”, que aunque tiene defensores desde el principio, fue teniendo de verdadero peso teórico, como Charles Bettelheim, y en parte Samir Amin, aunque también habla de “modo de producción híbrido”, lo define como “capitalismo sin capitalistas”.
La idea central es que a) Existe explotación del trabajo asalariado y plusvalor. b) El Estado es un único propietario capitalista de los medios de producción (a grandes rasgos, esto no descarta totalmente la existencia de formas secundarias de propiedad capitalista) y el explotador capitalista de la fuerza de trabajo. c) Rige la ley del valor, que se manifiesta en los precios.
Hay varios hechos empíricos que contradicen esta caracterización. Los precios son administrados según el plan. Los medios de producción no se venden en el mercado. Las unidades de producción no tienen libertad para fijar los precios, tampoco buscan el beneficio como objetivo prioritario, ni racionalidad de mercado, ni buscan la renovación tecnológica.
Hay puntos correctos que deben rescatarse para superar las limitaciones de Trotsky: a) La burocracia explota a la clase obrera, no se trata de un simple tema de privilegios. b) Socialismo no es sinónimo de estatización de los medios de producción. Expliquemos esto tomando el caso las granjas colectivas soviéticas de Ucrania. Cuando los nazis invadieron en la Segunda Guerra Mundial quisieron hacer una restauración de la propiedad privada y entregar la tierra a los viejos terratenientes, pero Hitler los frenó. Solamente sustituyó la burocracia soviética por una burocracia nazi y dejó todo igual.
Pero lo más importante para ver que aquello no era capitalismo, es la situación de la clase trabajadora. No hay amenaza de desempleo, las viviendas, la salud, los servicios básicos están asegurados, en muchos casos en forma gratuita o casi. Las formas usuales del capitalismo para disciplinar la fuerza de trabajo no funcionan acá.
Y allí tenemos las motivaciones de las reformas de mercado que se intentaron en los 60, y que vuelven en los 80 con la Perestroika. Podemos ver a la URSS como “sociedad de transición al capitalismo”.
2. Modo de producción específico.
Curiosamente, el problema principal para el desarrollo de esta idea ha sido la resistencia, dentro de las corrientes de pensamiento de la izquierda, en aceptar que puede existir eso, un modo de producción que no es capitalista ni socialista.
Pongamos por caso un argumento que ha esgrimido Ernest Mandel en distintas discusiones sobre estos temas (y no es el único). Si eso fuese así -decía para contradecir a sus polemistas- sería la primera vez en la historia en que eso pasa.
Algunas de esas circunstancias no pasaban por primera vez, por ejemplo una clase dominante sin propiedad privada ni derecho de herencia, o una clase dominante que no se piensa a sí misma como clase dominante. Pero hay algo más trascendental:
¡Estamos ante una primera vez en la historia! De eso se trata precisamente el problema. No sólo es lo que pasó, es lo que queríamos que pasase, una primera vez. No tiene sentido negar que algo que pasa por primera vez implicará aspectos que pasan por primera vez.
Modos de producción híbridos no solo existen, no pueden no existir. No se puede pasar de un modo de producción a otro sin pasar por un híbrido. Es obvio que el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas es, en ese período, compatible con ambos. También las relaciones de producción pueden reproducirse en ambos sentidos, hacia atrás o hacia adelante, y también hacia “el costado”. Negar este tipo de cosas sería “hacer ciencia antes de la ciencia”.
El nombre de este modo de producción. Se lo ha llamado de varias maneras, en general en forma descriptiva. Aunque confieso que tengo cierta inclinación afectiva por “colectivismo oligárquico” que es la forma en que lo llama “Emmanuel Goldstein”, el personaje de “1984 “en que Orwell parodia a Trotsky, el primero propuesto y más usado es “colectivismo burocrático”.
Sus características son:
> Propiedad estatal monopólica de los medios de producción, que no tienen la condición de mercancías (aunque hay casos de pequeña propiedad privada de carácter secundario).
> Sobre esa base, la explotación salarial de la clase trabajadora es parecida a la del capitalismo, aunque en condiciones de (casi) pleno empleo, y servicios básicos por vía remunerativa no salarial.
> La clase trabajadora está excluida de toda forma de dirección o gestión, y de cualquier participación política democrática.
> Escaso dinamismo de renovación, predominio de la producción extensiva y problemas para lograr una alta productividad.
> La burocracia es una minoría, pero una minoría numerosa. Esto también es una diferencia respecto de la burguesía. Dentro de ella están comprendidos la élite dominante y los sectores medios, porque no hay una diferencia estructural.
3. ¿Clase dominante?
Nos queda este último punto. Como dijimos en todo lo anterior hemos estado más o menos de acuerdo con Astarita, pero discrepamos en esto. En realidad no podemos discutir con él este aspecto porque no argumenta su planteo, simplemente le quita relevancia al tema. Hay entonces, dos cosas. Una, es sobre qué base definimos una clase social. Otra, la relevancia de usar o no ese término.
Los argumentos de quienes consideran que una clase dominante sólo puede definirse sobre la base de la propiedad, fallan en dos cosas.
> En primer lugar la propiedad es una forma jurídica de una relación social. Lo que importa es la relación social en sí, y no su forma jurídica, que además es consecuencia de la relación. Si la dominación no se manifiesta a través de una forma de propiedad y sí por otras formas, eso no excluye su naturaleza. Ciertamente, la propiedad confiere ciertas condiciones de estabilidad a la pertenencia a la clase (y en eso se basan los argumentos para negar esa condición), pero esa estabilidad o inestabilidad es una de las características posibles de la dominación. Y la pertenencia a la burguesía tampoco es inamovible, se puede perder la propiedad a diferencia de otras clases de la historia.
> A su vez se reduce la propiedad a la propiedad privada. Ya Rakovsky argumentaba tomando la idea de Hegel de que en cierta forma la burocracia “posee” el Estado, y entonces posee las propiedades del Estado. Eso es precisamente lo que ocurre con la burocracia soviética, es su característica específica.
La burocracia es un colectivo, su dominación es colectiva, y la posesión de los medios de producción es colectiva. Por eso precisamente es que el nombre de “colectivismo burocrático” es relativamente apropiado. Lo que importa a aquí es:
> ¿Es la burocracia soviética un sector social consistente? Lo es.
> ¿Se apropia del plusproducto social a través de una explotación social? Sí.
> ¿Hay una relación de ANTAGONISMO entre ese sector social y el de los explotados? Sí lo hay, y esto es crucial.
> Y lo más importante, ¿sobre qué base se conforma ese colectivo social como eso, como colectivo social? Se conforma sobre la relación de apropiación del plusproducto para poder gestionarlo colectivamente, pero excluyendo a los explotados. Lo que lo hace una clase social es que surge y se conforma para explotar a los sectores que le son antagónicos en la lucha social. La relación de explotación crea la clase explotadora.
Esto los lleva al tema de la relevancia. Y hay dos puntos.
> En lo político, es evidente que si se hace una revolución social, y por sus carencias y frustraciones se termina en una nueva relación de explotación, si el nuevo sector explotador es o no es una clase social no es políticamente irrelevante.
> En lo teórico, la definición de clase social y la teoría sobre cómo se forma una clase social, cuál es la relación entre clases, lucha de clases, relaciones de producción, y desarrollo de las fuerzas productivas, es un tema de enorme importancia y el plena discusión. No puede ser de poca importancia, entonces, si eso es o no es una clase social. Podemos decir que sí lo es o que no es, no podemos decir que no importa.
Lo que sostenemos (y sabemos que nos metemos en un tema bien polémico) es que LA LUCHA DE CLASES FORMA LAS CLASES. En definitiva:
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”.
A esto hay que agregar: Burócratas, y trabajadores explotados por los burócratas.
8. Balance del aporte de Rakosvky
Por último, hagamos el correspondiente balance.
Los hechos históricos nos permiten tener hoy una visión mucho más completa, y sacar conclusiones. Es evidente que el planteo de Rakovsky es un aporte parcial que no cubre la totalidad del tema.
Sin embargo, aunque hay construcciones teóricas mucho más completas del fenómeno histórico de la “contrarrevolución dentro de la revolución” que fue la dictadura estalinista, que está en la base del desenlace regresivo del proceso soviético, es notable que no hayan podido asimilar completamente ese aporte, y no lo asimilasen precisamente en lo que los hechos lo confirmaban.
Estos son, claramente:
a) La formación del germen de una nueva clase social (no fue más que eso, en su visión, y en ese momento) a partir del desgarramiento de la clase obrera.
b) La instauración de un estado burocrático que ya no tiene nada de “obrero”.
El aporte de Rakovsky tiene además un valor enorme, además de ser pionero en esos conceptos, además de lo que tiene de correcto, y además de su metodología.
Esta forjado desde adentro de la lucha misma.
* Investigador y militante político. Fue coordinador de la revista Alfaguara y la publicación electrónica La lucha continúa, fue también fundador del Encuentro Latinoamericano de Revistas Marxistas. Es colaborador de varias publicaciones y centros de debate.
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