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Buenaventura

Retaguardia


Imagen: "Mala testa" (Natalia Comesaña).

Pocas municiones, pocas herramientas, pocos alimentos, pocos imaginarios, pocas nociones morales y poca belleza tendríamos sin la función creadora de los que quedan “en casa”, silenciosos, ocultos para la Historia, labrando, torneando, escribiendo, pintando, cantando, reproduciendo la vida... portando como único arsenal el innegable valor de uso de los bienes materiales e inmateriales que producen.

La Retaguardia es para el Frente de lucha, como el chacarero para el gaucho de Eliseo Salvador Porta: una función macanuda, pero sin gloria. Pocos intelectuales orgánicos gastan pólvora en desentrañar su papel aquí y ahora, como si el mundo capitalista hubiera nacido con la toma de la Bastilla, como si la historia post-feudal no hubiera sido preñada por múltiples e incansables montas sucesivas: por esfuerzo creador acumulado, por conocimiento sistematizado, por ideología multiplicada, por una síntesis organizativa vuelta ejército triunfante.

Nadie mejor que los anarquistas han entendido el papel revolucionario de la Retaguardia, su valor orientador, su ética práctica. La Historia exige derecho de piso para que un pueblo entre al grupo de elegidos capaces de torcerla. No admite el apuro de la movilización de turno sin un camino hacia donde ir, el enojo criticón sin la alternativa, el coctel molotov sin la cuchara.

La jerarquización política de la acción creadora prepara a los revolucionarios para la consolidación de un nuevo orden dinámico libertario: no aísla el momento político, del momento económico, ni éstos, del momento ideológico-cultural: nos entrena para poder transformarlo todo. Tropieza sí la retaguardia cuando se siente demasiado poderosa, olvida la lucha y pretende dar la espalda al sistema: éste le muestra su peor cara reduciéndola hoy al testimonio, mañana al sitio, pasado a la desaparición.

El desvío del autonomismo es tan libertario como el mérito creador radical. La ramificación de la función Estatal cayó encima de los puentes que conectaban realidad y horizonte anarquista y el capitalismo postmoderno flexibilizó hasta el metal más duro. El funcionario sombreó al productor libre, el lumpen se tragó al proletario, el bancario compró al vecino del barrio, el vendedor embaucó al campesino y el securata metió presa a la clase. ¡Cuán impuro el sujeto oprimido! ¡Cuán borrosa la pintura de la libre asociación! ¡Cuán blando el cerno de la madera obrera! ¡Cuán extra-terrestre el país de Batlle sin Estado!

Con la misma tenacidad organizativa que permite ensanchar el puño que le pega al patrón, es preciso engrosar el músculo del brazo creador de todo lo nuevo, a través del esfuerzo organizado, a través del ensayo disciplinado y ascendente de formas de gobierno, gestión, producción y distribución colectiva socialista.

Se reirá Salvador Porta cuando vea al campesino labrador, montado en 140 caballos de fuerza cargando a lanza seca junto al gaucho. No será la primera vez, que la retaguardia, siempre olvidada, pase al frente de lucha, rodeada de artesanos como arqueros, artistas como aviadores, pedagogos y filósofos como navegantes, estudiantes en las banderas, clarín y tambores y delante, los obreros impuros, las obreras multicolores, como ejercito de infantería, a explicarle al mundo de que se trata la Libertad.

(Serie: los militantes)

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