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Hemisferio Izquierdo

"Nos van a disculpar, pero hay que decirlo: los movimientos de masas no son necesariamente una


Ilustración: Tapa del primer número de la Revista Alter (primavera de 1989).

Hemisferio Izquierdo: ¿Qué es y qué ha sido Alter desde la década de 1980 al presente?

Alter: Alter es un vehículo (¿medio?) que comparten y compartieron diferentes personas para poder decir cosas sobre su presente. Su historia no necesariamente requiere el hilo histórico para ser pensado. La intención de saltarse los recorridos en línea recta nos convoca siempre. Así que vayan disculpando. Porque, en definitiva, se pueden seguir los recorridos equívocos de las metáforas cotidianas, del cuelgue de los deseos, de los tiempos de la germinación, etc.

En su momento había aparecido la discusión: ¿qué es Alter? Y se empezó a pensar en la revista como un artefacto, sin definiciones, a pesar de la gramática que promueve lo conclusivo. Artefacto en el sentido del hacer-arte, producir sentidos, desplegar nuevos mundos para habitar poéticamente por instantes. Y más aún: artefacto emergente, rizomático, de deseos que se tejen apostando a la conexión de lo poético, lo político, lo cotidiano, el mundo y la vida. Alter es un conjunto de vínculos que se traman, que se extienden en el plano, vínculos que se reafirman, otros nuevos que se crean, y los que no nos son convenientes se rompen. Y es, a pesar de su exasperante lentitud (“¿cuando salen, bo?”), el riego de la búsqueda.

¿Qué somos entonces? Bueno, la ontología de Alter sería sin definiciones por la negativa (Alter no es una revista, no es un panfleto, no es…), ni por la alternativa (Alter es un lugar para pugnar contra lo hegemónico y mostrar la otra verdad), ni por la sustancialidad (Alter es, ergo somos), ni por antonomasia (Alter es la revista), ni por metonimia (¡Llegó Alter, la alegría del hogar!), etc. Alter es, en tanto produce y crea. Punto. No tiene meta ni destino cierto, solo un camino de experimentación. Como dijimos en el primer número, allá por 1989, somos “cuatro gatos sueltos” (aunque hayamos descubierto que las gatas y gatos sueltos son muchos). Y una publicación divisionista, porque nos pronunciamos en contra de esos amontonamientos grises y amorfos, de masa manipulable, que la izquierda se empeña en llamar “unidad”. Nacimos como una publicación post fanzinera, de frontera, para caminar por los bordes y los pliegues. Sabemos que (todavía) la única libertad que posibilita el sistema es la desobediencia a sus imperativos.

¿Quiénes estamos? Y acá estamos todos. O mejor dicho: estamos todos los que queremos estar. A algunos que no están los extrañamos, y a otros, que quisiéramos que estén y no pueden, los llevamos en el corazón. Algunos y algunas vienen de las luchas de los ’60, otras con algunos años menos vienen de las luchas antidictatoriales; y están los del ’90 y tal vez las del ‘2000. Alter es una multiplicidad y diversidad de almas. Están la anarquista, la comunitaria, la libertaria, la femenina, la gay, la animalista, la vegana, la no global, la artística, la punk, la ecológica, la sensual, la charrúa, la artiguista, la pirata, y también está la des-almada…

¿Cuándo salimos? No hay fecha fija ni periodicidad. Salimos solo cuando tenemos algo que decir, en forma y contenido; cuando las palabras y las imágenes tramadas de determinada manera transforman a la revista en un arco tensado que dispara pensamientos. Los tiempos de la revista no son los de la coyuntura. No tiene necesidades de presencia política, ni de hoja de ruta. Quiere caminar por senderos y caminos propios sin transitar por las autopistas del poder. Entre los tiempos prematuros y los tardíos se mueve, sabiendo que los tiempos justos son los que conjugan el devenir individual con el colectivo, aquí y ahora. Son los tiempos de una revista caótica como la vida, donde cada número es un acontecimiento. Y todo lo contrario.

¿A dónde vamos? Con dudas e incertezas, hacia la creación de territorios donde la ética esté en el puesto de mando, sin transas de ningún tipo. Donde la acción esté radicada entre la gente y no para marcar “presencia” en el espectáculo de la política. Donde la estética – antiestética tenga un lugar donde aborrecer, denostar, contestar el canon de las ovejas, pero fundamentalmente proponer y provocar.

Y además de todo somos muy autorreferenciales. Pero buena gente.

Hemisferio Izquierdo: Como editores, ¿qué características observan del pensamiento anarquista en la actualidad en Uruguay?

Alter: Pensamos que el anarquismo en el Uruguay contemporáneo es aburrido, feo, desinteresante, previsible, decimonónico, conservador, sectario, tirabomba, nostálgico, bardero, martirológico, rojinegro, puteador, autista, desinformado, vegano, barbudo, perezoso, deprimente, okupa, draconiano, clásico, granolero, dipsomaníaco, anti, simplón, rutinario, posmo, burro, automático, ingenuo, victimizante, académico, reaccionario, punky, quejoso, mediocre, Alter, fanfarrón, piromaniaco y asustaviejas.

Y lo pensamos porque, en primer lugar, no existe “el” pensamiento anarquista. Existen pensamientos anarquistas. Y quizá lo más interesante del anarquismo son sus encarnaduras (quizás sea esa una buena forma de entenderlo). Algunos de los que sostienen lo anterior son ejercitadores de encuentros y creadores de espacios y despliegues micropolíticos que se tejen y entraman, sorteando muchas veces la idea de finalidad, como ejercicio de modos singulares de existencia, de problematizaciones vitales.

El anarquismo es mucho más que una A dentro de un círculo. Y su importancia radica en su vinculación a los movimientos de emancipación social. En la actualidad son muchos los movimientos y colectivos que utilizan métodos anarquistas, como la acción directa, la autogestión, el apoyo mutuo, el rechazo a la jerarquía y la representación. Y claro: el movimiento anarquista uruguayo tiene múltiples vertientes y orientaciones, distintos pensares, con posiciones muchas veces sectarias y dogmáticas. A nosotros nos interesa un anarquismo con minúscula. Un pensamiento vivo, no esquemático y repetitivo; un pensamiento que busque, que encare los problemas concretos de la vida en común, de una vida no dominada por el patriarcado, el estado y el capital. ¿Simple, no? Un anarquismo experimental y concreto. No universal. Que no se limite a proponer recetas del pasado, de lejanas trayectorias revolucionarias, ni verdades eternas.

Sin embargo, en Uruguay, desde la apertura democrática, no han sido sólo los anarquistas que han defendido prácticas libertarias a partir de organizaciones autónomas, horizontales y políticas no jerárquicas. Las organizaciones sociales, la desobediencia, los disturbios y la resistencia cotidiana han sido la práctica de muchos colectivos y la herramienta que potenció a los más pobres, siempre en redes y por fuera de las instituciones. Como ejemplo de la riqueza de estas experiencias mencionamos: la reconstrucción en 1983 de manera libertaria del sindicato de los trabajadores de UTE (AUTE), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en 1994/1995, la creación de A Espacio 1994/1997, la ocupación de liceos en 1996, las viviendas colectivas juveniles, la Red “la cucaracha y la lombriz”, la Asamblea Nacional Permanente en defensa del agua y la tierra, los movimientos feministas… Y son estos movimientos los que encarnan los pensamientos libertarios y emancipatorias en la sociedad uruguaya; prácticas que unen la ética y la política para no extraviar los caminos. Y mientras todo eso pasó, pasa y pasará, hay anarquistas que piensan que las cosas se puede cambiar a través del poder central, y en nombre de un indefinido y esquivo poder popular terminan apoyando políticas estatales.

Hemisferio Izquierdo: ¿Son más frecuentes los autores que recuperan clásicos del siglo XX o los que realizan nuevos aportes?

Alter: Lo más frecuente son los encuentros de la gente con los autores -sus aportes, sean quienes fueren- y lo que se produce a partir de eso. Lo deseable, además, es encontrarse, del modo que sea (la lectura, por ejemplo), con quienes han pensado y piensan la lucha por la emancipación y la libertad. Y sacar conclusiones -siempre revocables, claro- para producir algo. No existen autores clásicos o actuales. Existen sí viejos y repetidos caminos. Y caminos nuevos, jóvenes, para transformar y producir la vida.

Para nosotros, los pensamientos libertarios, entendidos como acción, sólo pueden conjugarse en tiempo presente. De modo que recuperamos autores con los cuales pensamos -no el pasado o el futuro- sino nuestra vida cotidiana singular y colectiva ahora mismo. Y (fundamentalmente) hacemos algo con eso. No hay, para nosotros, otro significado de la tan mentada “acción directa”. Pensar y hacer algo en el presente (sea de la dimensión que fuere). No aguardar el momento justo, ni planificar una acción en etapas, ni añorar un pasado de glorias o buscar por todos los medios mancomunar a las grandes masas para la conquista del paraíso en la tierra. No. Hacer y producir lo que está al alcance, en este mismo momento. Mientras tanto, en algún mundo paralelo, algunos anarcos siguen pensando en la acción directa únicamente como aquel gesto épico y magnánimo de arrojar una bomba mientras pasa el carruaje del rey.

Por lo demás, esta pregunta ya fue formulada… “qué seguir, ¿lo clásico o lo innovador?” Lo clásico nos lleva a la trascendencia, y lo innovador a la vanguardia (otra manera de trascendencia). Dos caminos que desembocan en un mismo sitio: el centro, la certeza, la verdad mayúscula. Por el contrario, la vida nos muestra la contingencia, los suelos inestables. Visto así es disfrutable danzar, movernos, dudar. La pugna por ocupar el centro desatiende el azar, rigidiza los músculos, nos deja la lengua saburrosa y nos estropea el estómago: nos hace repetir relatos una y otra vez como pericos. Las preguntas por la disyunción, por la “o” que opone dos significantes (esto o aquello) constriñe a la imaginación creadora en una celda.

Hemisferio Izquierdo: ¿En qué medida el pensamiento anarquista está contribuyendo a la interpretación y crítica de la realidad actual?

Alter: Bueno, acá es difícil hablar ya no sólo de “el pensamiento anarquista”, sino de “la realidad”. También de por qué contribuir a su “interpretación” o su crítica. Pero bien, vamos por partes, dijo Marx.

Creemos que pensar la realidad es pensar cómo cambiar en situación: cómo cuernos cambiar la vida concreta. Entonces, mejor, podríamos preguntarnos en qué contribuye un pensamiento sin Estado para pensar nuestras prácticas cotidianas; los modos en que nos juntamos para conversar, para generar algo, para compartir la comida, para cuidar nuestro entorno y a los que necesitan de cuidados, para pensar nuestros cuerpos, etc. Si el pensamiento es movimiento (es ensayo de propuestas, es identificación de nuestros ideas consensuadas, de los fascismos, los patriarcados, los autoritarismos que nos habitan), los pensamientos libertarios contribuyen sí a poner a prueba muchas supuestos. De ahí que podamos hablar de cómo viene siendo nuestro pensamiento anarquista, y en qué medida contribuye a problematizarnos o no socorre a la hora de inventar otros mundos y otras formas de vivir.

Creemos que las posibilidades de resistencia, de creación, de autonomía y de emancipación están estrechamente vinculadas a la existencia de un territorio cultural libertario que nos sirva de referente ético en nuestro quehacer, que reafirme la autonomía y la acción directa como elemento fundamental en la actividad social. Un territorio que defina espacios comunes; espacios propios desde el que podamos realizar alianzas con otros que trabajan para su emancipación desde la libertad, el diálogo y el apoyo mutuo; donde la política, la estética y la ética van de la mano, sin jerarquías de ningún tipo; que tiene necesariamente formas, tiempos y contenidos distintos a los del Estado.

Creemos que se puede pretender romper la separación entre el cielo revolucionario y la lucha cotidiana que todavía perdura en la vida de muchos, y eso sin renunciar a nada. ¿Cómo eliminar el fascismo de nuestros discursos y de nuestros actos, de nuestros corazones y de nuestros placeres? No buscamos lectores pasivos, necesitamos cómplices que piensen y nos ayuden a pensar, a convertir nuestros deseos en una máquina de guerra que impida la formación y reproducción de un poder que nos represente, por fuera y encima de cada uno y de la comunidad.

Creemos en la libertad como práctica. Como praxis concreta (liberarse de). No como esencia (“ser libre”) o como el nombre de un reino venidero (“conquistar la libertad”).

Nos oponemos tanto al pensamiento único, como al pensamiento fatigado y la pereza mental de quienes proponen viejos esquemas contagiados de intolerancia y dogmatismo. Queremos romper las certezas que actúan como cárcel del pensamiento. Apostamos a un pensamiento profundo y a la sensibilidad, aunque sabemos, con Paul Valery, que “lo más profundo es la piel”.

Nos es imprescindible salir a navegar, a bucear, para no quedar amarrados a la “línea correcta”. Navegar y bucear por las realidades y otros ordenamientos de las miradas. Pensamos que es necesario hacer política de otra manera que no sea representación, manipulación, intriga, conspiración o lucha por la posición de poder. Ya no debemos reservar la parte más estúpida de nosotros mismos a la política.

Por ahí va.

Hemisferio Izquierdo: Nosotros advertimos una suerte de paradoja respecto a la situación del movimiento libertario uruguayo en la actualidad. Por una parte, después de la caída del muro de Berlín, muchos aportes del pensamiento libertario evidenciaron toda su vigencia, al punto de penetrar en buena parte del pensamiento neomarxista contemporáneo. Sin embargo, este "éxito teórico" coexiste con la crisis política del anarquismo como movimiento de masas, al menos si lo comparamos con lo que fue el movimiento libertario uruguayo en buena parte del siglo XX. ¿Coinciden con la existencia de esta paradoja? ¿A qué se debe?

Alter: La pregunta presupone un probable éxito a nivel de las ideas, en desmedro de un presunto fracaso en lo que tiene que ver con el -supuesto- vehículo a través del cual éstas deberían hacerse carne (al que da en llamar “movimiento de masas”). Lo cierto es que nunca creímos que la vida política de los colectivos humanos -y mucho menos el devenir de la historia- tengan que ver con esos senderos que se nos propone. Ni tampoco creemos ya en el carácter revolucionario de las masas proletarias, ni en su encumbrada misión histórica.

Los pensamientos universales y abstractos (teorías y estrategias finalistas) no contagian ni convencen. No responden a los problemas concretos del aquí y ahora, pues no tienen nada que ver con la vida concreta de la gente. Además producen una verdad absoluta donde “los intereses objetivos” pasan a ser autoritariamente los intereses de todos.

Durante mucho tiempo se creyó y creímos que bastaba, para cambiar la sociedad, “dar vuelta la tortilla” y se terminaba reconfigurando el mismo mundo poniendo arriba lo que abajo estaba. Esto significaba seguir en el mismo plano hegemónico del patriarcado-estado-capital. (El poeta nietzscheano León Felipe escribió, refiriéndose a este problema, “hay que matar al rico y al pobre para que nazca el HOMBRE”).

Pues bien, los movimientos de masas precisan un sujeto político firme. Alguna vez lo hubo. Y en cierto momento, para muchos, de pronto ya no lo hubo más. A veces unos lo vuelven a ver nítido. Otros lo dejan de divisar. Otros más allá lo reconocen cada dos por tres y se entusiasman. Y bueno, sabemos que sin un sujeto político consensuado (ni una buena harina cuatro ceros) no hay masa que se sostenga. (Para Alter, el único sujeto político del cambio social en la actualidad son los niños, pues ellos son pura potencia. Por eso, además de divisionistas, nos definimos como infantilistas; ¿les suena?). En fin, lo cierto es que, -y nos van a disculpar, pero hay que decirlo-: los movimientos de masas no son necesariamente una buena cosa. Huelgan los ejemplos.

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