Imagen: Retrato de Honoré Daumier.
“De tan endebles cimientos
Naciste, patria adorada,
Que ya los vates celebran
Como á colmena del Plata.
En el albor de la vida
Fue tu ventura harto escasa.
Pues te ligaron cadenas
Y aun no sabías trozarlas.
Luego al mirarte más bella
Te echó un imperio la zarpa,
Pero tus hijos ya fuertes
Te redimieron de esclava”
Adolfo Berro, 1840
La historia del Socialismo es la historia de una perpetua transición, del combate por la supervivencia de los de abajo frente a los de arriba, el resultado de una contradicción entre sujetos transformadores y sujetos conservadores. Desde 1789 la humanidad ha debatido dialécticamente entre individuo y comunidad, sus derechos y sus libertades, entre autoridad e igualdad y entre progreso y conservación con más vehemencia que en ninguna etapa histórica anterior. Las siguientes líneas pretenden presentar una temática relegada por las Ciencias Sociales contemporáneas, los orígenes de esta disputa en el Uruguay. La temprana confrontación entre facciones políticas quizás sea el principal motivo por el cual esta primitiva etapa de las ideas políticas y filosóficas haya quedado en un segundo o tercer orden en las prioridades académicas. Escondido entre los anaqueles reservados para la gesta independentista y los dedicados a la Guerra Grande encontramos nuestro objeto de estudio. Desempolvar a Leroux, Saint-Simon y Fourier de la biblioteca del joven Juan Bautista Alberdi, la creatividad doctrinaria de Esteban Echeverría, la aparición en Montevideo del propagandista Eugene Tandonnet, la labor pedagógica de Marcelino Pareja o la prosa rebelde de Adolfo Berro y Andrés Lamas, parece una tarea más propia de la paleontología que de la historiografía política contemporánea.
Proponerse rastrear el germen del vocablo “socialista” en el Río de la Plata nos lleva a internarnos en el Weltanschauung de la juventud culta de las décadas de 1830 y 1840. Adentrarse en sus intereses artísticos y motivaciones ideológicas, en el “estado del alma” de una generación que se sentía llamada a dar la batalla por la segunda liberación de América, la independencia intelectual de las nuevas naciones. Aclaremos desde el comienzo que no se tratará de un socialismo de obreros y patrones, sino de antagonismos entre los símbolos de España y América, dictadura y democracia, anarquía y asociación, colonia y progreso, cadenas y libertad. El hecho es que antes de que el sujeto obrero emergiera, serán los jóvenes ilustrados, hijos de la élite triunfante de Mayo, quienes empuñarán la pluma en nombre del socialismo. La atmósfera fundacional de los años posteriores a 1810 motivó la creencia en el progreso y la resignificación de América como terreno fértil para desarrollar el autogobierno y la igualdad política. Será la herencia republicana de Moreno y Belgrano, inoculada bajo el espíritu liberal impulsado por la universidad rivadaviana, la que amplificó los horizontes ideológicos platenses trazando un lazo directo con la Europa transformadora. De este seno surgirá un grupo de jóvenes radicalizados por las ideas que motivaron las revoluciones populares de 1830 y 1848.
Un veinteañero Esteban Echeverría se dirigirá a París a tomar contacto de primera mano con la vanguardia intelectual para convertirse luego en líder y mentor del movimiento romántico rioplatense. A su regreso en 1830 Buenos Aires ya contaba con una considerable casta de universitarios, seudo-intelectuales y entusiastas escritores que frecuentaban las escasas librerías, cafetines y salones de tertulia, donde se discutían las ideas de Rousseau y Voltaire, Tocqueville y Condillac, Bentham y Jouffroy, Tracy y Holbach, Guizot y Cousin. De a poco el sensualismo, el eclecticismo y el romanticismo se abrirían paso de la mano de catedráticos, libros y revistas que conquistaban fieles para la causa de la “modernidad”, superando así la etapa vetusta del enciclopedismo y la escolástica cristiana. Entre esta oleada de afrancesamiento intelectual arribarían las ideas de Saint-Simon, aunque no lo harían de forma directa sino a través de las lecturas de “Le Globe”, “Le Revue Encyclopédique” y “Encyclopédie nouvelle”, periódicos dirigidos por Pierre Leroux, “creador” del término “socialista”. Para cuando en 1837 el librero Marcos Sastre inaugura su renombrado Salón Literario ya existía una ruidosa variedad de admiradores del romanticismo literario de Chateaubriand, Balzac, Lord Byron, Béranger, Dumas, Sand y Víctor Hugo fuertemente vinculado las ideas radicales de Leroux, Quinet, Michelet, Lerminier, Lamennais entre otros “republicanos provocadores”.
El interregno entre el unitarismo rivadaviano y la restauración de Juan Manuel de Rosas vio florecer en la polvorienta ciudad de Buenos Aires la que sería conocida como la Generación del 37, luego autoproclamada “Joven Argentina”, bajo el liderazgo literario del poeta Esteban Echeverría y político del jurista Juan Bautista Alberdi. La conexión entre la literatura romántica y el pensamiento socialista se encuentra fundamentalmente en la admiración de Alberdi por Leroux. El director de “Le Globe”, al igual que muchos otros republicanos radicales de los años de la Monarquía de Julio, consideraban el arte como un medio para reivindicar la libertad frente a la corrupción del “Rey burgués”, y sobre todo, a fin de conseguir el “mejoramiento de la suerte moral, física e intelectual de la clase más numerosa”, que por aquellos años transitaba horrendas privaciones. Lo cierto es que toda Europa en las décadas de 1820 y 1830 era un polvorín de ideas radicales, desde masones a carbonarios el fantasma de la república popular recorre Europa, no resultando extraño que aquellas ideas arribaran al extremo sudamericano. En España, la decadencia colonial empujaba a los liberales a disputarles el poder a los monárquicos en la primera guerra carlista. En el Imperio Austro-Húngaro, el absolutismo conducido por Metternich reprimía los reclamos de autogobierno de los pueblos eslavos. En Francia, el proletariado abraza la causa socialista rompiendo la traicionada alianza con la burguesía. Pero quien inspirara en mayor medida a la juventud platense será el proyecto reformador de Giuseppe Mazzini al frente de la Giovine Italia, asociación que buscaba la unidad de una Italia republicana bajo los principios del humanismo democrático.
La juventud local mira con atención y admiración estos fenómenos, traduciéndolos a las necesidades fundacionales de los nuevos Estados. La asociación Joven Argentina ondeará la bandera de la vanguardia estética y política proclamando el nuevo tiempo americano, declaraba la guerra al viejo mundo representado por el “Restaurador de las leyes” Rosas. El movimiento romántico viene a sintetizar una revolución espiritual, confrontando lo estático del antiguo orden con lo dinámico de la sociedad moderna, un sentimiento que hunde sus raíces en 1789 y busca sublevar los valores en favor del cambio, el crecimiento, la diversidad y la imaginación creadora. Las doctrinas cívicas de la Revolución Francesa que habían hecho eco entre los ideólogos de la emancipación americana eran ahora vigorizadas por las reivindicaciones de Democracia y Asociación que la Joven Argentina jurará defender bajo los principios establecidos en la “Creencia Social de la Joven Argentina”. Los liderados por Echeverría y Alberdi declaran con este manifiesto socialista la guerra al “dictador” Rosas y su régimen “mazorquero”. Por aquellos años, Sarmiento definía al socialismo como “la necesidad de hacer concurrir al arte, la ciencia y la política al único fin de mejorar la suerte de los pueblos, de favorecer las tendencias liberales, de combatir las preocupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo, al mulato y a todos los que sufren”. En tal sentido, Luce Fabbri advierte sobre el sentido ecléctico de ese “socialismo” germinal, termino tan usado en estos años que algunas veces indicaba simplemente “lo social” en contraposición con “lo individual”, pero que en otros poseía un sentido puramente estético que diferenciaba el “arte por el arte” de aquel que obedece a condiciones de la vida social buscando tener un alcance de regeneración social.
Echeverría, al igual que Víctor Hugo y la “Nueva Generación”, entendía que el romanticismo y el socialismo eran dos caras de una misma moneda. Sintetizando el utópico ideal de elevar la sociedad al gobierno democrático bajo los principios de la razón, alcanzable únicamente mediante la igualdad absoluta de las clases sociales a través de la educación de las masas populares. Se trata entonces no de una doctrina hermética, sino de un espíritu de transformación, eminentemente progresivo en su afán de reformar, ya no solo las estructuras políticas, sino las bases inmateriales de las ideas y subjetividades. Empero, debemos tomar con cautela esta interpretación aparentemente polar entre lo antiguo y lo nuevo, entre conservar y reformar. Tanto el romanticismo en lo cultural como el socialismo de principios del siglo XIX apelan a un misticismo melancólico que reivindica la pureza del pasado, en el caso platense simbolizado por las lides de la Revolución de Mayo, frente a un presente deshumanizado por el absolutismo “restaurado” por el líder federal.
La polémica con el gobierno de Rosas provocó el exilio de buena parte de la Generación del 37 arribando al Uruguay, entre 1835 y 1839, personajes de la talla de Juana Manso, Miguel Cané, los hermanos Juan Cruz y Florencio Varela, José María Gutiérrez, Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría, entre otros. Montevideo se convertirá en sede permanente del “movimiento sansimoniano” rioplatense debido a dos factores, por un lado la represión “mazorquera” a la juventud “afrancesada” que motivó su exilio en masa, y por el otro el prestigio del entusiasta poeta romancista Andrés Lamas dentro del gobierno “liberal” de Rivera. Durante el bloqueo francés del puerto de Buenos Aires, el gobierno de Montevideo era considerado un importante aliado para los gobiernos libremercadistas de Francia y Gran Bretaña, enfrentados con el “déspota” que cerraba el libre curso de los ríos internos. Adolphe Thiers, primer ministro de Luis Felipe, quién será tristemente conocido por la represión a la Comuna de París de 1871, había dicho por aquellos años: "¿Sabéis lo qué es Montevideo?... Es una ciudad francesa, de cultura francesa, de gente francesa... ¿Sabéis quienes gobiernan Montevideo? Jóvenes muy distinguidos, educados a la francesa". No obstante, Lamas no era el único oriental admirador de las ideas de reforma social, también sabemos que a su amigo, el poeta Adolfo Berro le atraían los sistemas sociales de Saint-Simon, Owen y Fourier. Los poemas de Berro son prueba de su especial interés por “la mejora social” de los más desvalidos, dedicando versos al indio, al esclavo, a la prostituta y al reo. La prematura muerte del poeta privó a la Juventud Oriental de uno de sus elementos más comprometidos con las ideas socialistas y la lírica romántica.
Las décadas de 1830 y 1840 vieron florecer un verdadero boom de gacetines y periódicos en Montevideo, pudiéndose acceder a ellos a un bajo costo. En 1838 Andrés Lamas y Miguel Cané fundarán el “El Iniciador” un “Periódico de todo y para todos”, que se convertirá en el órgano oficial del movimiento socialista-romántico regional, funcionando como continuador de los clausurados “La Moda” y “El Zonda”. Colaboraron en “El Iniciador” no solo los exiliados argentinos sino también aquellos integrantes de la Juventud Oriental como Melchor Pacheco y Obes, Adolfo y Bernardo Berro, Juan Carlos Gómez y será donde desarrollarían sus primeras armas en la poesía y el ensayo. Desde sus páginas se reproducirá a Leroux y Lerminier, a Lord Byron y a José de Larra, al tiempo que se reivindicarán las figuras luminosas de Jesús, Rousseau y Saint-Simon. Un artículo atribuido a Lamas titulado “Sección Sansimoniana” dice que “La humanidad como todo ser, tiene su ley; Vico, Montesquieu, Kant, Lessing, Sterder, Condorcet, Turgot, Stegel, la han buscado, Saint-Simon la ha encontrado” y luego asegura que “el deseo más vasto que la humanidad pueda formar por su felicidad social e individual, consiste en la asociación religiosa y política de todos los pueblos entre sí”. Más adelante, siguiendo el planteamiento sansimoniano de los dos movimientos de la historia, el momento de asociación y el de destrucción, queda evidenciada la fe absoluta de los románticos sociales en el progreso, ya que habiendo superado la humanidad su “orden primitivo” se haya encaminado hacia un “orden definitivo y completo” regido por la ciencia y la religión.
La influencia extranjera en la ciudad no solo abarcaría el ámbito del comercio y la política, sino que suponía la existencia de considerables comunidades de franceses, vascos, e italianos, generando un importantísimo aporte al quehacer cultural y doctrinario, en especial la influencia de carbonarios, socialistas y masones. Entre ellos se destaca Giovanni Battista Cuneo, militante mazziniano y colaborador de “El Iniciador” que junto con Giuseppe Garibaldi encabezarán la legión italiana de renombrada participación en la defensa de la ciudad. Los franceses, que se contaban por millares, contaban con su medio de prensa, “Le Messager Francais”, periódico que entre 1840 y 1842 sería dirigido por el fourierista Eugene Tandonnet. Discípulo de Charles Fourier y compañero de Víctor Considerant en la redacción de “Le Phalange” este hijo de un poderoso comerciante de Bordeaux había arribado a Montevideo en 1839, supuestamente desgajado de un grupo mayor que se dirigían al Brasil a propagar las ideas del falansterianas. Desde “Le Messager” Tandonnet inicia la que será calificada por Arturo Ardao como la primera campaña de difusión de las ideas socialistas del Uruguay. Desde sus páginas reivindicará la figura del maestro e incluso tentará controversiales opiniones en relación a la figura de Rosas que lo llevarán a duros enfrentamientos con los unitarios de “El Nacional”. Dicha polémica terminó por oponer al propio Tandonnet con su comunidad nacional, temerosa de que Oribe cumpliera su promesa de barrer con todos los extranjeros de Montevideo. El aventurero fourierista suponía un mala influencia intramuros por lo que terminará expulsado de la ciudad. En el Cerrito trabará amistad con Don Manuel para luego emigrar a Buenos Aires, donde habria intentado convencer al propio Restaurador de las ventajas del fourierismo. Desde la capital argentina continuará su trabajo periodístico junto a Pedro De Angelis, antiguo miembro del Salón Literario que había optado por apoyar al gobierno federal, desde donde se atacaba virulentamente a los jóvenes exiliados. De Angelis fue especialmente duro con la obra de Esteban Echeverría a quien acusaba de querer convertir a la Argentina a los delirios de Saint-Simon y Fourier. A pesar de su relevante papel en la difusión del socialismo, Tandonnet ha quedado libre del olvido gracias a la amistad con Domingo Sarmiento consagrada en el barco de regreso a Europa a mediados de la década de 1840.
Ahora bien, la escena “socialista” montevideana no solo estaría compuesta por los románticos argentinos y orientales y este particular profeta del fourierismo. Según rescata el profesor Diógenes Di Giorgi en su estudio sobre los orígenes del socialismo en el Uruguay, en 1837 ingresó por Paysandú un tal Marcelino Pareja. El aura de misterio que rodea a este personaje está lejos de disiparse, quizás porque dicha investigación, la más minuciosa sobre su persona llevada a cabo hasta el día de hoy, se verá interrumpida por el golpe de Estado de 1973. Vinculado por motivos desconocidos con el diputado, masón y miembro de la Juventud Oriental Florentino Castellanos, Pareja se encuentra primariamente relacionado con un texto titulado “La Libertad, o el Espíritu del Siglo en Buenos Aires” fechado en 1833 y de autoría bajo seudónimo. El texto denuncia el despotismo de Rosas desde una perspectiva humanista y liberal. A pesar de las similitudes, no existe hasta el presente conexión alguna entre Pareja y la Generación del 37 previa a su residencia en Montevideo, donde existen pruebas de relacionamiento amistoso con Andrés Lamas. Bajo el auspicio de Castellanos fundará en 1837 “La Abeja del Plata”, periódico “Dedicado al Comercio, a la Industria, a la Educación y la Instrucción” donde estrenará un periodismo innovador, difundiendo estadísticas comerciales y poblacionales, manuales industriales y agrícolas, noticias académicas y artículos de corte cultural. Existe una clara diferencia entre “El Iniciador” y “La Abeja”, mientras el primero estaba motivado principalmente por la difusión literaria y doctrinal, el periódico de Pareja se centraba fundamentalmente en el mundo del trabajo, la producción, el comercio y la instrucción profesional.
En 1841 aparecerá en el periódico “El Nacional”, un anuncio convocando a inscribirse en un curso de “Economía Política” que sería dictado por el mismísimo Marcelino Pareja, ahora bajo el epígrafe de profesor. Dicho curso, dirigido especialmente a jóvenes “interesados en la carrera del foro”, seria dado en el Colegio Oriental de Humanidades y será el primer curso de esta índole en el Uruguay. Su énfasis anti-capitalista resulta toda una curiosidad, adjunto al anuncio aparece un artículo de su autoría titulado “De las ganancias del capital” desde donde se desarrollan germinales interpretaciones sobre la idea de plusvalor, la explotación del hombre por el hombre y el historicismo de la lucha de clases. El curso se impartió únicamente durante el año 1841 y contó con la aprobación del gobierno, quien lo decretó obligatorio para los estudiantes de jurisprudencia, entre quienes se encontraban el constitucionalista Joaquín Requena y el poeta Adolfo Berro. Desde una óptica humanista planteaba un análisis que discutía los postulados teóricos de la economía clásica representados por Adam Smith, Charles Ganhill y Thomas Malthus, tan en boga en la Europa liberal-burguesa. El artículo no solamente expone las distintas etapas de explotación del hombre, sino que critica con dureza los modernos modos de producción industriales en clara sintonía con las ideas de Saint-Simon y Sismondi, anticipando en muchos conceptos el arribo de los postulados del marxismo.
A modo de conclusión podemos preguntarnos ¿Cuáles de las ideas amparadas bajo el epíteto de socialismo “utópico” fueron las que arribaron y se adaptaron a ese incipiente Uruguay? Parece evidente que aquellos planteamientos directamente relacionados con la maquinización y la tecnocracia, con el expolio que sufrían las grandes masas de proletarios de la naciente industria, no serán las que impacten de mayor forma. Por más que Tandonnet pretendíera convencer a Rosas de que apoyara el proyecto falansteriano y que Pareja expusiera ante un público incrédulo las crueldades de un desconocido capitalismo industrial, serán las ideas relacionadas con la regeneración religiosa y moral pública, la educación popular, la estética romántica y el desarrollo de una economía “moderna” las que cautivaron de mayor manera a esta juventud rioplatense deseosa de consolidar una identidad nacional a la altura de sus aspiraciones. La enorme responsabilidad que esta generación cargaba sobre sus hombros al buscar la definitiva emancipación moral e intelectual de la mentalidad colonial, al tiempo que conformar gobiernos republicanos regidos por los principios de la “razón”, volcaron a buena parte de su juventud al influjo de las ideas de “reforma social sin revolución” del utopismo socialista.
Sin embargo, la llama del reformismo social se extinguirá en los albores del sitio de Montevideo. A las propias intrigas de la guerra civil se le sumaran las altas responsabilidades de gobierno que esta juventud adicta a la defensa adoptó. A la jovial rebeldía le siguió el maduro conservadurismo propio de quienes ostentan el poder, lo que terminaría por alejar a todos los hijos del 37 de las filas del socialismo romántico. Andrés Lamas será recordado por la historia como “el hombre de Brasil”, negociando los privilegios de la oligarquía montevideana a cambio de la entrega de una enorme porción de territorio y la tutela política del Imperio. No mejor será la suerte de los argentinos, Bartolomé Mitre y Domingo Sarmiento, se volverán sanguinarios gobernantes en favor de las elites y Juan Bautista Alberdi, ese brillante joven enamorado de las ideas reformadoras de Leroux, terminará su vida defenestrando las ideas socialistas y comunistas. Tandonnet regresará a Francia donde retomará la empresa familiar con un fugaz pasaje como diputado durante los sucesos de 1848. De Marcelino Pareja se perderá el rastro para siempre mientras luchaba contra los federales en Corrientes. Serán solamente aquellos que perecerán antes de la derrota definitiva del “dictador” Rosas quienes acabarán sus vidas fantaseando con la asociación libre entre iguales. Esteban Echeverría y Adolfo Berro, últimos testigos del Montevideo romántico, serán enterrados dentro de los muros de aquella vieja Defensa, que no solo fue el origen de nuestro sistema político nacional, sino el germen del pensamiento socialista en el Río de la Plata.
* Licenciado en Ciencia Política.
Bibliografía
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