Ilustración: Nelson Romero
Las últimas tres semanas han sido el escenario de numerosas luchas que, en distintos frentes, buscan resistir a la batería de políticas económicas de ajuste que están llevando a cabo los gobiernos nacional y provinciales. En este sentido, las y los docentes de la Universidad Nacional de Córdoba, en articulación con docentes de escuelas de nivel inicial y medio, llevaron adelante un intenso plan de lucha. El pasado miércoles 29 de marzo se realizó una jornada nacional de protesta con asambleas en el lugar de trabajo y para el día de hoy las organizaciones gremiales han convocado a un paro nacional docente y a una movilización a las 18 hs. Estas acciones marcan una continuidad con lo ocurrido la semana pasada. El martes 21 de marzo hubo una concentración y acto en el centro de nuestra ciudad, el miércoles 22, la masiva Marcha Federal Docente en Buenos Aires y otro tipo de actividades como clases públicas. Para comprender el conflicto docente y los reclamos del sector a los Estados nacional y provincial, consideramos interesante tener en cuenta cuatro dimensiones de análisis: 1) La especificidad del reclamo salarial; 2) El reclamo salarial en un contexto general de ajuste; 3) Los efectos del salario sobre el proceso de trabajo docente; 4) La legitimidad y la eficacia del paro como modo de lucha. El salario real docente en caída libre Los gobiernos nacional y provinciales buscan avanzar sobre el salario docente con una estrategia general que busca establecer números de referencia, a la par que particulariza las propuestas y negociaciones por provincias y niveles educativos. Por un lado, en línea con lo estimado en la ley de presupuesto 2017, esta estrategia busca poner un techo a la actualización salarial en torno al 18%. Este valor se encuentra por debajo de las previsiones de inflación para este año, lo que profundizaría la pérdida del poder de compra del salario que se experimentó el año pasado. Por otro, en el nivel de la educación universitaria, el gobierno nacional ha presentado una propuesta de indexación que implica actualizar todos los meses el salario del docente, de acuerdo con la inflación del mes anterior. Esta última propuesta, que pareciera generar una idea de que el poder adquisitivo se mantiene inalterado, esconde detrás una gran trampa: la base es un salario real claramente deteriorado a partir del intenso proceso inflacionario del año 2016, desatado fundamentalmente por la devaluación del peso y los ajustes tarifarios. La paritaria docente del 2016 incluyó aumentos en distintas etapas: mayo (18%), septiembre (7,5%), noviembre (7,5%) y diciembre (1%). En consecuencia, el incremento salarial de los docentes universitarios para todo el año rondó el 34%. Si consideramos que la inflación anual, calculada por el centro Cifra-CTA, fue del 40,6%, entonces la caída total del salario real fue del orden del 5%. Si a esto le sumamos la inflación de los meses de enero y febrero de 2017, que fue del 1,3% y el 2,5% respectivamente, entonces las y los docentes han perdido cerca de un 8,5% del poder adquisitivo de sus salarios desde diciembre de 2015. Por ello, es falaz decir que ajustes salariales en paralelo a la inflación generan condiciones materiales dignas para los y las trabajadoras de la educación: partimos de un piso bajísimo y esa propuesta lo único que hace, es mantener ese piso.
Si ganan las docentes ganamos todos El conflicto no se agota en el reclamo salarial, sino que se inscribe en el marco general de una política económica diseñada para el avance del capital sobre el trabajo, que incluye rebajas impositivas a los grupos empresarios, incrementos tarifarios, tasas de interés elevadas, entre otras. En este contexto, la paritaria docente puede pensarse como la referencia que el gobierno está buscando instalar para la negociación en los otros sectores de actividad. Por ello para analizar la dinámica de este conflicto es necesario tener en cuenta que una política de ajuste que recae sobre la clase trabajadora, necesita del disciplinamiento de este sector para poder ser exitosa. Esta estrategia tiene tres puntos fundamentales. En primer lugar, forzar a los trabajadores a aceptar las menguadas condiciones laborales. Esto tiene como herramienta disciplinadora al desempleo. Marx hablaba del “ejército industrial de reserva” como elemento necesario para el proceso de acumulación capitalista, porque las demandas salariales y cualquier presión política para la mejora de las condiciones de empleo, se debilitan mientras más generalizada sea la probabilidad cierta de perder dicho empleo. En segundo lugar, señalar con acusaciones y amedrentar a quienes exigen mejores condiciones laborales, sembrando divisiones al interior de la clase trabajadora. En esto, el caso particular de los docentes y el de la educación en general resulta un caso testigo. El mensaje del gobierno nacional indicando que “si los docentes hacen el esfuerzo, el país se podrá levantar”, es un mensaje para todos los trabajadores. El ataque a los gremialistas, las listas negras de docentes en la provincia de Buenos Aires, la convocatoria a voluntarios para reemplazar a los docentes, los plus por no adherir al paro y la policía tomando lista en las escuelas, son acciones que forman parte también, de una estrategia que busca desgastar y desprestigiar la lucha docente. En tercer lugar, amenazas de violencia física para el caso en que las medidas de fuerza se expresen en el espacio público. En este sentido podemos interpretar el protocolo anti-piquetes y las recientes amenazas de Patricia Bullrich hacia los sectores movilizados en estas últimas semanas: “las fuerzas de seguridad van a actuar como se actúa en cualquier parte del mundo, dispersando, esa dispersión puede significar alguna consecuencia”. La caída del salario real de las y los docentes y la inserción del reclamo salarial en un contexto general de avance del capital sobre el trabajo, se articulan con otras dos dimensiones: las transformaciones en los procesos de trabajo docente auspiciadas por la caída en los salarios reales y el debate sobre la legitimidad y la eficacia del paro como medida de fuerza. Salario digno para una educación digna Cuando se habla de “salario docente” por lo general se suele remitir a las condiciones materiales de vida de ellos. Pero también podemos pensar el proceso de producción en el que participan los docentes y, más particularmente, la organización del trabajo en él. Distintos trabajos académicos se ubican en este enfoque, para trabajar sobre la siguiente pregunta: dadas las sucesivas reformas estructurales que se han desarrollado a nivel nacional y a nivel mundial en los últimos 40 años ¿los docentes viven un proceso de empobrecimiento o también, un proceso de proletarización? Mirar procesos de proletarización implica preguntarse por el movimiento de un grupo social hacia una condición de creciente despojo en la estructura social, a partir de las sucesivas transformaciones de sus tareas en los procesos de producción en los que este participa. Pero ¿de qué se tratan estas transformaciones? Mirar procesos de transformación en el proceso de trabajo docente implica, entre otras cosas, mirar el grado de control y autonomía que el docente tiene a la hora de definir aquello que va a enseñar, el modo de enseñarlo y el sentido último de su práctica de enseñanza. Pero, ¿de qué estamos hablando más precisamente, cuando hablamos de esto en el sector docente? Hablamos, por ejemplo, de la proliferación de materiales educativos prediseñados (o de herramientas de evaluación, como la “Evaluación Aprender”), que muchas veces resultan de uso obligatorio y, a través de los cuales, se define no sólo el currículum, sino también los objetivos, los procesos a realizarse, el resultado esperado y los criterios de evaluación. Hablamos también, por ejemplo, del cambiante uso político-económico que se hace de “la educación” como política pública desde los distintos gobiernos de turno, pues en base a esto podemos decir que estos trabajadores también asisten a una pérdida en su posibilidad de definir el sentido o fin último de su trabajo, es decir, de definir el para qué enseñan en nuestra sociedad. Ahora bien, ¿cómo funciona la retribución salarial docente en estos procesos de transformación de los procesos de trabajo? Sin duda que con salarios bajos que obligan a las y los docentes a trabajar en varias instituciones al mismo tiempo, a tener muchos cursos a su cargo y, con ello, a cientos de estudiantes en sus cabezas, los limitantes estructurales para realizar planificaciones y reflexiones propias sobre los distintos currículums a utilizarse crecen enormemente. Es decir, lo que crece enormemente son los limitantes para ejercer el control y la autonomía de los propios procesos de trabajo y, junto con esto, se dejan abiertas las puertas para el exclusivo control por parte de los funcionarios de turno, y de los intereses a los que ellos responden, sobre la definición del trabajo docente y del proceso de producción en el que éste participa. Por esto, es importante tener en cuenta que cuando hablamos de “salario docente”, no solamente estamos hablando de las condiciones materiales de vida de ciertas personas particulares, sino que también estamos hablando de los procesos de trabajo que hacen y producen a “la educación” y a su “calidad” en nuestro país. En este sentido, ofertas salariales que no logran recuperar el poder adquisitivo perdido en años anteriores, y que apenas se enuncian oficialmente con la intención de “sostener” el poder adquisitivo de los históricamente empobrecidos salarios docentes, sin duda que evidencia una intención de limitar la autonomía de las y los docentes sobre sus propios procesos de trabajo y, con ello, la intención de dejar más librada la orientación de “la educación”, y de los parámetros con que definimos su “calidad”, a la intervención y a las exclusivas necesidades políticas y económicas del proyecto político de turno. Docente que lucha también está enseñando Al igual que los trabajadores y trabajadoras de otros sectores, las docentes han optado por el paro y la movilización como las principales herramientas para luchar por sus reivindicaciones. El debate en torno a estas herramientas de lucha no es nuevo. Como en toda guerra, los gobiernos y las patronales de la educación intentan desarmar a sus enemigos. Sin embargo, esos embates se montan sobre diferencias y desacuerdos que realmente existen entre las docentes, no docentes y estudiantes. Hacia adentro del movimiento existen sectores que plantean serias dudas respecto al paro como herramienta de lucha. Proponemos dividir estas dudas en dos grandes grupos: respecto a su legitimidad, por un lado, y respecto a su eficacia, por el otro. Las dudas respecto a la legitimidad del paro nacen de un sentido genuino de la “vocación docente”, es decir, de la convicción de que la educación es necesaria y estratégica para la sociedad y que por ello, es un honor hacerse responsable de ella. Desde ese lugar, el paro le “duele” al docente y al resto de la sociedad. En este sentido, el movimiento docente se vería muy enriquecido si lograra generar un diálogo con el movimiento feminista. Hace tiempo que las mujeres del mundo plantean que las tareas que la sociedad les exige hacer “por amor” (cuidados, trabajo doméstico y otras actividades) son, en una sociedad capitalista, trabajo no pago. “El amor no nos da de comer”, plantean. “La vocación docente tampoco”, podríamos agregar. Por otro lado, ese sentido genuino de la “vocación docente” se limita a la actividad específica del docente (la materia o programa del que se encuentra a cargo) y no a sus rasgos generales (la promoción de valores, la incorporación de habilidades) o condiciones de contexto (estado de la infraestructura, salud del ambiente de trabajo, condiciones de trabajo, salario, etc.). La consigna “docente luchando también está enseñando” busca, justamente, llamar la atención sobre esto. Las dudas respecto a la eficacia del paro, en parte, se derivan de las dudas mencionadas respecto a la legitimidad del paro y, por eso, se pueden abordar igualmente con nuestros anteriores argumentos. Pero también existen dudas en torno a la eficacia del paro independientemente de que se lo considere una herramienta legítima o ilegítima para la lucha. El argumento es, más o menos, el siguiente: el paro tiene sentido en la medida en que le genera un costo a los gobiernos o las patronales y las presiona para resolver las reivindicaciones del movimiento. A diferencia de lo que sucede con otras actividades, el paro docente no interrumpe ningún proceso de valorización y por ello se podría decir que no le genera ningún costo económico extra al gobierno en el caso de la educación pública, ni a las patronales de la educación en el caso de la educación privada (al menos por ahora). Puede ser que las docentes no ocupen una posición estratégica en el mundo de la producción. Pero sí lo hacen en el mundo de la reproducción. Así, la eficacia del paro como herramienta de lucha está directamente asociada a los resultados de una batalla cultural por señalar a los gobiernos y a las patronales de la educación como los responsables de las pésimas condiciones materiales en las que desarrollamos la actividad docente en lugar de echar culpas a las propias docentes. Y es justamente en esta batalla cultural que, hoy por hoy, el combate todavía está abierto.
* Artículo publicado en dos entregas por el portal La Tinta: http://latinta.com.ar/2017/03/economia-politica-del-conflicto-docente-parte-i/ y : http://latinta.com.ar/2017/04/economia-politica-del-conflicto-docente-parte-ii/
Aquí lo reproducimos por acuerdo con La Tinta.