Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué es el Frente Amplio de hoy y qué papel cumple en el proceso político del Uruguay?
Brenda Bogliaccini (BB): Ha sido y es el lugar de síntesis política de los sectores populares en nuestro país. Lo fue en 1971 luego de la fundación de la CNT, del Congreso del Pueblo y de las luchas obreras y estudiantiles de los años 68-70. También en la pos dictadura y luego de las resistencias a las privatizaciones y en las luchas de defensa de los derechos de los trabajadores en los 90. Ha sido actor y síntesis política. También es memoria: la movilización frenteamplista para un sector del movimiento popular y de la ciudadanía se convirtió en conciencia y en memoria colectiva de esas luchas.
Hoy, además de fuerza política, memoria, movimiento de masas, el FA es gobierno. El FA de la pos dictadura construyó su camino de llegada al gobierno en contextos de la caída de la URSS y del socialismo real, en un Uruguay donde emergía la movilización y la aparición de sujetos colectivos activos pero con una salida democrática con impunidad para los militares, y luego con una feroz ofensiva neoliberal en lo económico, social e ideológico. En ese contexto en el FA se fue afirmando una visión mayoritaria que no es capaz de imaginar ni se propone un futuro pos capitalista.
Desde que el FA llegó al gobierno, ya sea departamental como nacional, se fue consolidando la tendencia a que el centro de toma de decisiones es el Ejecutivo y ello no ha hecho más que afirmarse. Esto se articula con el proceso de institucionalización de cuadros y dirigentes políticos que durante estos años asumieron responsabilidades de gestión en el Estado. Y la afirmación del hacer político, como hacer desde el Estado. Esta gravitación determinante del Poder Ejecutivo ha tenido como contrapartida el debilitamiento de la fuerza política –por su escasísimo peso a la hora de la toma de decisiones–, de su carácter participativo, de debate y movilización política. A su vez, este hacer política desde el Estado junto al debilitamiento de la fuerza política han determinado un alejamiento de la sociedad y ha colaborado a la despolitización de la sociedad.
Estas tendencias han convivido con otras propuestas políticas en la gestión de gobierno y en la fuerza política. La llegada al gobierno supuso un conjunto de iniciativas reformadoras en políticas sociales, como en la participación política, como la descentralización de Montevideo, la participación en el diseño de políticas públicas y diferentes propuestas habilitadoras de la iniciativa popular en políticas sociales, lo productivo, cultural, social. Sin embargo, esta capacidad de iniciativa transformadora ha ido achicándose a través del tiempo, triunfando perspectivas institucionalizadoras o simplemente perdiendo fuerza política. Un punto crítico es la experiencia descentralizadora de Montevideo, donde el debate en el FA de sus problemas y de la necesidad de su reforma para avanzar, culmina con el triunfo de las propuestas más conservadoras de reafirmación de la “representación” y el debilitamiento de la participación social a grados aun mayores. Caminamos de fuerza política promotora y habilitadora de la movilización social y política, a la reafirmación de la democracia representativa y la concentración de la toma de decisiones en los representantes partidarios. Hago referencia a este aspecto porque tiene relación con el tema medular de la socialización del poder y de la conformación de sujetos colectivos defensores de derechos y actores de propuestas de cambio en la sociedad. En otro lenguaje a la tarea de construcción de poder popular.
En la coyuntura actual, en esta nueva administración de gobierno, es donde se presenta una de las contradicciones más importantes en el FA. Frente a la desaceleración económica ¿quién tiene que pagar la crisis? La decisión al comienzo de la gestión del gobierno de la modificación de las pautas salariales es una señal política grave e importante, a lo que se le sumó luego la decisión de poner sobre las espaldas de los trabajadores y no del capital el peso del aumento tributario, estas decisiones expresan una contradicción en el FA sobre la cuestión central de a quién representamos como fuerza política. El camino del ajuste comenzado a transitar por el gobierno constituye un camino de alejamiento de los sectores populares.
El ajuste es parte de una política económica y un modelo de desarrollo que el gobierno –y su equipo económico– han optado y sobre los cuales no se quiere abrir ninguna posibilidad de cambio. Como si no hubieran otros caminos. Roca dura, inmodificable. Nudo central de contradicciones. Desde la fuerza política emergen propuestas alternativas, de gravar al capital y a los sectores que se han enriquecido en estos años. De revisión de exoneraciones, de construir caminos que posibiliten el cambio de matriz productiva, de apoyar la economía social. Propuestas que no hemos logrado que acumulen la potencia política para frenar el ajuste, y tomar otro rumbo. De no lograrlo, los efectos sociales y políticos afirmarán este malestar social y alejamiento de la sociedad que estamos sintiendo.
Desde su nacimiento el FA es una alianza de sectores y frenteamplistas de diversas perspectivas político-ideológicas y de clases. Han habido y hay diferencias que se expresan en las diversas correlaciones de fuerzas. Al mismo tiempo se definió como una fuerza popular expresión de los trabajadores y las grandes mayorías nacionales. Su diversidad generó la necesidad de afirmar una cultura de la unidad, de priorizar la construcción de consensos, de afirmar la unidad de acción. Junto a esta cultura se articuló también una cultura de barrer bajo la alfombra problemas internos, de no hacer públicas las diferencias de opinión todo ello en nombre de la unidad. En estos momentos, donde emerge una contradicción de carácter estratégico sobre el rumbo a tomar se hace imprescindible calibrar la dimensión del problema y tomar los caminos políticos que permitan afrontarlo. Saber que no se resuelve con llamados a la unidad y disciplinamientos, si no afrontando este debate crucial. Que son diferencias al interior de la fuerza política y también con organizaciones sociales del movimiento popular. Además estas divergencias tenemos que analizarlas en el contexto de las experiencias políticas de otros gobiernos progresistas de la región y de una fuerte ofensiva política e ideológica del capital a nivel regional. No leer lo central que es para nuestros proyectos la fidelidad a los sectores populares, es quedarse ciegos ante fracasos políticos que se desenvuelven ante nuestros ojos, y preanuncian futuros posibles.
HI: ¿Qué tendencias se afirman en esa fuerza política y qué rumbos posibles cabe esperar?
BB: El nudo central hoy es si el gobierno continúa por el camino del ajuste o logramos cambiar el rumbo. Este debate también evidencia debilidades de los sectores políticos que nos inscribimos en una visión crítica del modelo de desarrollo progresista actual en una perspectiva superadora del capitalismo. Limitaciones teóricas, de elaboración de perspectivas estratégicas y de traducción en propuestas políticas que afectan nuestra capacidad de incidir con fuerza en el cambio de correlación de fuerzas en el FA. Esto no significa que no haya propuestas, las hay y están en debate.
Pero también en los procesos internos del FA, como gobierno y fuerza política, incide el “afuera”. Diferentes posturas se expresan en el movimiento sindical y popular frente al ajuste y otros rumbos posibles. Se vienen debates en el Parlamento, en la sociedad, en las organizaciones sociales, en lo público. Para que en el FA sucedan cambios es necesario que estreche su vínculo con el movimiento popular.
De rumbos, estrategias “cortas” y estrategias de más largo plazo, en esos debates estamos.
Pero también en este presente, con perspectiva de futuro, nos tenemos que preguntar ¿qué hemos acumulado en estos años de FA en el gobierno? Saber afirmarnos en procesos de acumulación que sucedieron, en luchas, demandas, puntas cortadas para seguir hilando, fortalecer lo debilitado, afirmar lo que sigue vital.
Junto al fortalecimiento de organizaciones con fuerte tradición como el movimiento sindical, FUCVAM, el cooperativismo, han emergido nuevos actores, con nuevas demandas que trajeron ideas e iniciativas de radical democratización y libertad como las luchas por los derechos humanos y contra la impunidad, la diversidad sexual, el feminismo, los derechos de los jóvenes, la resistencia a la cultura punitiva y conservadora, la defensa de los territorios y el ambiente, el derechos a participar en la toma de decisiones, el derecho a una forma de hacer política participativa, y más. Bastaría con recordar el 8 de marzo.
Y para referirme al FA, deberíamos también recordar la voluntad rebelde de los congresales del Congreso Rodney Arismendi en diciembre de 2016, cuando mayoritaria y contundentemente votan por seguir el Congreso, para seguir discutiendo y decidiendo, para que no se achique el debate entre unos pocos. También nosotros los frenteamplistas, porque queremos participar en la toma de decisiones en el Frente Amplio.
* Brenda Bogliaccini es militante social en el Oeste de Montevideo, participa del equipo de redacción de la revista Compañero e integra el Secretariado Ejecutivo del Partido por la Victoria del Pueblo, Espacio 567, Frente Amplio.