Imagen: "Músicos con máscaras" (Picasso, 1921).
Hemisferio Izquierdo (HI): A grandes rasgos, ¿qué elementos centrales habría que tener en cuenta para pensar al Frente Amplio hoy?
Víctor Hugo Abelando (VHA): En principio es necesario modificar algunas definiciones sobre su identidad, esas que todavía permanecen por inercia. El Frente es hoy una coalición de centro izquierda y no de izquierda como lo definen dentro y fuera de filas. Tabaré Vázquez fue quien uso la nueva definición, poco antes de acceder a su segundo mandato. Incluso la clasificación más adecuada es la de un partido progresista, con todas las ambigüedades que el término tiene, pero que claramente ensaya políticas diferentes a los anteriores gobiernos neoliberales.
El crecimiento electoral lo ha convertido en un catch all party, con una tendiente laxitud con sus anteriores ligazones, con las clases sociales que le dieron origen (trabajadores formalizados y organizados y una clase media compuesta por universitarios y pequeña burguesía). Hoy en el ejercicio del gobierno su línea fundamental es administrar el conflicto y tratar que los cambios “se hagan con todos” como han reiterado sus principales líderes (Vázquez, José Mujica y Danilo Astori). El discurso es donde más se muestra esa variación, por ejemplo, calificar de intereses corporativos a muchas de las demandas del movimiento sindical (epíteto muy poco utilizado respecto a las cámaras empresariales) y recurrir al concepto de “mayoría silenciosa” para justificar una línea intermedia, que posterga así las nuevas demandas. Otra parte de la práctica discursiva, es acusar de “perfilismo”, cada vez que un sector, remitiéndose al programa o siendo fiel con sus definiciones, cuestiona aspectos de la política del Poder Ejecutivo.
Ese vuelco, que ha construido en su seno un pensamiento hegemónico y que tiene como horizonte máximo un estadio similar al Estado de bienestar, es visible en la variación de su programa con el correr de los años. Por ejemplo, en el congreso de 2003 uno de los puntos programáticos clave era la derogación de las AFAP. Diez años después, ese tema desapareció de sus postulados. Y así con otras definiciones originarias.
De todas formas y en términos reales, lo cierto es que este “partido progresista” ha producido cambios en la realidad económica y social del país. Han mejorado los indicadores de pobreza, los salarios reales; hay negociación colectiva en todas las ramas (incluido el trabajo doméstico), ley de fuero sindical, y reformas como la tributaria y de la salud. Y a 90 años de instalada la jornada laboral de ocho horas, por primera vez ese régimen se extendió a los trabajadores rurales. Pero la contrapartida ha sido la primarización de la economía, el crecimiento de la riqueza del capital, la mayor concentración y extranjerización de la tierra y gran parte de las cadenas productivas (tal el caso de los frigoríficos) en manos de multinacionales regionales o mundiales. Asimismo existe una ley de protección de inversiones, especialmente aunque no únicamente, dirigida a la IED, que significa una renuncia fiscal muy importante. También una estructura impositiva donde paga más el que gana más y no el que tiene más. Si bien el IRPF es de mayor justicia tributaria que su antecesor el IRP, el último ajuste fiscal (llamado por el gobierno “consolidación fiscal”), recayó en los sectores medios de la sociedad y no en los ingresos del capital.
Entonces el FA es un partido progresista, que en comparación con los tradicionales partidos de derecha uruguayos, tiene una vocación distinta de gobierno, de políticas sociales, con la intención de administrar el capitalismo con otra sensibilidad. El problema es que no existe una tendencia fuerte a trascenderlo (todas las experiencias socializantes han fracasado y en el mundo no existen planteos conceptuales alternativos de envergadura) y dentro del Frente, el peso dominante lo tienen los sectores más cercanos a la “tercera vía” de Tony Blair, aferrados a la concepción más restrictiva de que la “política es el arte de lo posible”, al contrario de la que sostiene que la política es el arte de hacer posible, lo que el sentido común (el más conservador de los sentidos), entiende imposible.
Por eso la discusión en Uruguay es quién gestiona mejor. El director de Factum Oscar Botinelli ha dicho en Brecha, que en la política uruguaya hay una “concurso de gestores” y no una confrontación de proyectos. No obstante, el Frente es la única colectividad política uruguaya que ha sido capaz, de tomar la nueva agenda de derechos. De ahí la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, las políticas de género y la legalización de la marihuana. Por tanto, eso también lo distingue en el plano progresista.
Uno de los grandes déficit de los gobiernos frenteamplistas es la cuestión ambiental.
HI: Pensando en el variopinto de organizaciones que conforman el Frente Amplio ¿Cuáles serían hoy sus principales corrientes (doctrinarias, sociales), más allá de las organizaciones y figuras que las expresan?
VHA: El Frente, en un sentido amplio, conserva sus corrientes originales, aunque las mismas han evolucionado en distintos sentidos. Fundado en 1971, en él confluían comunistas, socialistas, democristianos, sectores provenientes de los partidos tradicionales, independientes; en el período posterior a la dictadura se agregaron grupos y personas que pertenecieron a la filosofía anarquista y el MLN, la organización guerrillera de los sesenta e inicios de los setenta del pasado siglo.
En la actualidad hay más de 20 grupos que componen la interna del FA, sin que ese dato corresponda a expresiones ideológicas o doctrinarias, de tal disparidad. Además de los sectores, como el Frente es coalición y movimiento, están las bases frenteamplistas, que si bien en la actualidad responden a los sectores con mayor caudal de militancia, no siempre lo hacen automáticamente, aunque si se define un padrón de conducta, puede decirse que se expresan mayoritariamente en línea con los comunistas, MPP y socialistas. También dentro de las bases hay independientes, pero a diferencia de los tiempos fundacionales, ellos son desprendimientos de los partidos o sectores, aunque conservan su adhesión al Frente. Este fenómeno descripto ocurre a nivel de la militancia en sus estructuras comunes, otra cosa es el comportamiento del electorado de la fuerza política.
En mi opinión existen tres o cuatro líneas doctrinarias. Una está constituida por el FLS (el agrupamiento conformado por Asamblea Uruguay, Alianza Progresista, Nuevo Espacio y Banderas de Líber). Una segunda, es el MPP, junto a personalidades y pequeños sectores, que dio lugar al Espacio 609. Luego están los partidos históricos de la izquierda (socialistas y comunistas), con diferencias entre ellos, pero que se puede afirmar que provienen de una matriz marxista explícita. Apareció últimamente un sector como Casa Grande, cuya principal referente es la senadora Constanza Moreira. Y con identidad propia se encuentran la 711, La Liga Federal, el PVP y el IR. Aclaro que por una cuestión de síntesis me remití a los que tienen representación parlamentaria. Una gran diferencia entre todos los mencionados es que tanto el MPP como el FLS, Casa Grande, 711 y la Liga, tienen liderazgos, históricos en algún caso, muy fuertes y aglutinadores por sí mismos. Tal el caso de José Mujica, Danilo Astori, Moreira, Raúl Sendic y Darío Pérez de la Liga Federal. Los demás son sectores más estructurados en base a un colectivo, que periódicamente eligen a sus principales dirigentes.
Esa descripción corresponde a la geografía actual del Frente. En cuanto a los contenidos y las variantes político ideológicas, resulta evidente que en el FLS se expresan los sectores más moderados en el plano doctrinario, aunque esa clasificación tenga sus bemoles en algunos temas. Pero en general, la tendencia dominante en ese agrupamiento es socialdemócrata, en particular en materia económica, es decir buscar mejorar la situación de los más desfavorecidos sin tocar la estructura del sistema. El MPP viene construido sobre una épica rebelde, con una orientación desde el MLN de liberación nacional y socialista, pero que en los hechos, incluso habiendo ejercido Mujica el gobierno, no produjo el famoso “giro a la izquierda” que se anunciaba. Las iniciativas más radicales fueron el impuesto a la concentración de la tierra (ICIR), declarado inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia, y el Fondes, un organismo creado para apuntalar las empresas de propiedad social y recuperadas, instituto al que Mujica describió como “unas velitas” prendidas al socialismo. Pero, la conducción económica quedó, al igual que en el primer período, en manos del equipo de Astori.
Durante un tiempo se intentó conformar un agrupamiento que presentara una alternativa, al pensamiento proveniente de Economía, y ese fue el Grupo de los 8, conformado por el MPP, PCU, 711, PVP, Fidel, y otros grupos menores. Pero, el mismo se desinfló con el tiempo, básicamente porque el sector mayoritario decidió no confrontar con la línea económica dominante, para no generarle problemas al Poder Ejecutivo.
En todo este tiempo, el PS ha jugado en muchas oportunidades recostado al FLS. En las posturas más críticas han quedado los comunistas y el PVP, aunque sin la fuerza necesaria para incidir en las posturas del gobierno.
Por eso y a riesgo de ser grosero en el análisis existen esas tres o cuatro grandes líneas doctrinarias: el FLS con las concepciones descriptas; el MPP con dudas, vacilaciones y una dependencia muy grande del pensamiento de Mujica, más allá de sus definiciones programáticas; por otro lado los comunistas, sus aliados de la 1001 y la 5005, y el PVP también con otra gente que lo rodea. Un dato nuevo de la realidad es la aparición de Casa Grande, que en particular ha cuestionado mucho la política militar del gobierno, la línea internacional que ha seguido y es uno de los sectores que más fuerza ha hecho para empujar la nueva agenda de derechos.
Los otros sectores se van alineando en función de los temas. Y si bien es constatable una línea divisoria, ella no es entre “astorismo” y “mujiquismo”, que en grandes temas, como los presupuestales acuerdan, haciendo valer el peso de ambas bancadas parlamentarias, sino entre un grupo más bien reducido (PCU, PVP, a veces con otros sectores, incluidos los socialistas llamados “ortodoxos”, que constituyen la mayoría de la departamental montevideana y los legisladores por la capital) que se opone especialmente a la orientación económica y a la línea de inserción internacional, determinada por quienes tienen los puestos claves en el gobierno.
HI: Son comunes las tensiones a la interna del Frente Amplio, o entre este y el Poder Ejecutivo, por ejemplo en temas como el rumbo económico y las relaciones internacionales. ¿Es esperable que en un escenario de desaceleración económica esas tensiones se agudicen? ¿Se pueden esperar rupturas o nuevas salidas como sucedió recientemente con el diputado Gonzalo Mujica, o el surgimiento de una nueva izquierda afuera del Frente Amplio?
VHA: Desde su nacimiento, en la medida de que es un frente y no un partido, el FA ha vivido en tensión. Las mismas pudieron resolverse en función de la magnitud del enemigo que enfrentaban, por ejemplo, a la oligarquía gobernante durante la fase final del “pachecato” o la dictadura. Pero, a los pocos años de recuperada la democracia, en 1989, el Frente sufre su primer desgajamiento: Hugo Batalla y su sector se van. Un golpe aparentemente duro, porque en las elecciones de 1984 fue el sector más votado del abanico frenteamplista. Sin embargo en noviembre de 1989 ganó la intendencia de Montevideo. Esa, de Batalla, fue una fuga hacia la derecha. En 2005, después de triunfar en los comicios nacionales, se alejaron el 26 de marzo y la Corriente de Izquierda, disconformes con los primeros planteos del gobierno frenteamplista. Esta fue una fuga hacia la izquierda.
Con la salvedad de los más cercanos a Batalla, el Nuevo Espacio y el PDC, volvieron al Frente previó a las elecciones de 2004.
Con un tercer período a la cabeza del país, las tendencias centrífugas tienen otras trabas. Una muy válida, tratar de incidir en las decisiones de gobierno y otra más funcional. A esta altura el FA es un partido de gobierno, con todo lo que eso implica en la ocupación de cargos. Eso ha generado una suerte de carrera del “funcionario de confianza”, que también tiene una explicación racional. La “burocracia” frenteamplista, a diferencia de la generada en décadas y décadas de gobiernos de derecha, no tiene retroceso al nivel privado. No son empresarios ni hombres de confianza del capital, al menos en su generalidad. Pero en definitiva, esos son aspectos instrumentales para definir algunas fidelidades. Además el FA es un gran paraguas electoral.
En aspectos sustantivos, como los señalados en la pregunta, sí parece que las diferencias pueden generar problemas. Uruguay vivió en los últimos dos lustros un auge económico, empujado por el alto precio de los commodities a nivel internacional. También, el desplazamiento de los capitales hacia los países dependientes (el nuestro lo es) en busca de sus recursos naturales o porque la crisis del mundo desarrollado a partir de 2008, hizo que en procura de una mayor rentabilidad migraran hacia receptores más benevolentes, incluso por el nivel de exoneraciones tributarias con las que eran beneficiados. Los menores precios internacionales de nuestros productos y una matriz productiva que no se diversificó lo necesario, más una región con problemas, formaron un combo que llevó al enlentecimiento del crecimiento del PBI. Eso implica menos recaudación del Estado, y por consiguiente menores recursos para financiar las políticas públicas.
Entonces la discusión dentro del oficialismo es de dónde extraer esos fondos. Pues mientras la economía crecía a tasas inéditas en el país, la política del “derrame” era suficiente, aunque la redistribución de la riqueza no tuviera cambios cualitativos. La reacción del gobierno ante el nuevo escenario fue recurrir a un ajuste fiscal, con aumentos en el IRPF, recortes en el gasto público, freno a las inversiones de las empresas públicas, sin tocar sustancialmente los gravámenes al capital (existe un trabajo del economista Jorge Notaro, que demuestra los miles de millones de dólares embolsados por lo poderosos durante las administraciones frenteamplistas). Hay que recordar que en la reforma tributaria de 2007, el impuesto a la renta del capital bajó del 30 por ciento al 25 por ciento, más allá de algunas salvaguardas que se establecieron para castigar a aquellos empresarios que no reinvirtieran. Y si bien, en la última Rendición de Cuentas se introdujo una rebaja de dos puntos del IVA a quienes compran con dinero electrónico. Esta modalidad de pago ha generado algunos conflictos con los comerciantes, debido a los aranceles que cobran los emisores de las tarjetas.
Con la salvedad del FLS, la mayoría de los grupos han planteado modificar la imposición al capital. Las propuestas van desde el aumento del impuesto al patrimonio, a las herencia, a los juegos de azar y hasta al propio IRAE. Pero ninguna de esas iniciativas parecen contar con el aval del Ejecutivo.
Otro plano de debate es la política internacional. Frente a un cambio del escenario regional con el acceso de gobiernos de derecha en los dos vecinos más grandes, el gobierno uruguayo se ha recostado a sus pretensiones de abandonar la idea de Patria Grande, abandonando la idea de la integración latinoamericana como forma de plantarse en el mundo. La diplomacia uruguaya ha tomado distancia de los demás regímenes progresistas y pretende plantarse como un player global, recostado a las grandes potencias. Los últimos pronunciamientos en materia internacional, su distancia de Venezuela (con independencia de los errores diplomáticos del presidente Nicolás Maduro y la compleja situación de dicho país), más el silencio oficial ante la decisión unilateral de Estados Unidos de bombardear Siria, han provocado malestar dentro del Frente. Y fueron varios los que se pronunciaron contra la actitud estadounidense, aunque el FA como tal, no lo ha hecho.
Por otro lado, hay una insistencia en la administración frenteamplista de firmar tratados unilaterales de libre comercio (por ejemplo con China), que no cuentan con gran apoyatura en filas de la coalición.
La posibilidad de fugas en el FA, se vive en parte del electorado que hoy se muestra descontento y que en las encuestas dice votar en blanco o anulado. Sin embargo no opta por otros partidos, aunque desde 2004 el Frente ha perdido votantes. Una de las razones que a nivel sectorial, más allá del episodio de Gonzalo Mujica, no se produzcan en la actualidad nuevos desprendimientos, tiene su razón de ser en que el Frente no ha procesado una discusión de fondo sobre el proyecto hacia el futuro. Por ahora tiene un programa laxo, que permite distintas lecturas. Sin una crisis económica y social y la disconformidad con las medidas que desde el gobierno se tomen, es difícil prever fracturas en el futuro inmediato. Por ahora, la intención de los grupos más a la izquierda, es ensayar agrupamientos mayores que modifiquen una relación de fuerzas, establecida desde el primer gobierno. En ese escenario es determinante el papel del MPP, porque en sus filas hay sectores que no comulgan ni con la conducción económica ni con la política internacional. Pero existe mucha diversidad en ese grupo y una tendencia permanente a asegurar gobernabilidad, más que a modificar rumbos hacia una conducción más vinculada a cambios estructurales. Otro aspecto que puede llevar a disfunciones y pronunciamientos muy fuertes en el FA, es cómo juegue el movimiento social, en especial la pata sindical. Cuánta movilización puede empujar a mayores transformaciones. En 2015, la actitud de estudiantes, docentes y trabajadores obligó a levantar el decreto de esencialidad de la educación, el año pasado los paros del PIT-CNT llevaron a que se modificaran las pautas salariales. Pero, la gran marcha del 8 de marzo no logró que se votara de inmediato la ley de cuotas en el Parlamento, tampoco que el Frente, para el acto aniversario del 26 de marzo de 1971, fijara una oratoria de paridad. Finalmente corrigió ese error.
Existen en algunos sectores, como la Liga Federal, con tendencia a rebelarse contra varias decisiones de la fuerza política y el Ejecutivo (será importante ver cómo llega el proyecto de Rendición de Cuentas, para ver las distintas reacciones). Finalmente hay dos condicionantes para fugas o fracturas en el FA. La primera, repito, un agravamiento dramático de la situación económica y social y respuestas insoportables para los sectores ubicados a la izquierda del espectro. Una segunda, es que se diera un viraje en la correlación de fuerzas internas a favor de los “radicales”, eso podría dejar en una postura muy incómoda a los moderados, facilitando un fenómeno como el ocurrido en 1989 con Batalla. Por ahí anda el Partido Independiente tratando de formar un polo socialdemócrata y para ello cuenta con involucrar a algunos grupos frenteamplistas.
Pero lo más previsible, tal como se desarrollan los acontecimientos hoy por hoy, es que el Frente tenga un permanente goteo de votantes que se alejan, más que de sectores que se desgajan.
* Periodista y analista del semanario Brecha.