Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué es el Frente Amplio de hoy y qué papel cumple en el proceso político del Uruguay?
Gabriel Delacoste (GD): El Frente Amplio es un gobierno conservador y empresista alineado con Estados Unidos.
También es una coalición entre fuerzas de izquierda, nacionalistas populares y desarrollistas que es capaz de moldear y frenar, en algunos puntos, al gobierno.
También es sus bases, paradas firmemente en la izquierda, frustradas, desmobilizadas y envejecidas pero manteniendo viva la tradición, dando testimonio y haciéndose oír en comités, congresos y muros.
También es la parte del sistema político que resulta permeable a las demandas de los movimientos sociales, que a menudo aportan sus cuadros a puestos parlamentarios y ejecutivos y sus ideas a las políticas públicas y los ámbitos de discusión propuestos por el gobierno.
También es un símbolo y una condensación de las luchas del último medio siglo uruguayo: por la unidad de la clase trabajadora y de la izquierda, contra la represión y el autoritarismo, por los derechos humanos, contra las privatizaciones, por los derechos laborales y civiles.
El rumbo hacia la derecha del gobierno amenaza con destruir la riqueza de las otras dimensiones del frenteamplismo, y reclutarlas para ser legitimadoras “por izquierda” del establishment, las concesiones a las empresas multinacionales, la represión a los barrios de la periferia y las organizaciones “radicales”, y la glorificación de los emprendedores y los inversores.
No es difícil pensar por que ocurre esto, si uno piensa la secuencia histórica: el neoliberalismo genera resistencias, que en la medida que aumenta el descontento, crecen y se articulan. Este crecimiento deslegitima las élites políticas tradicionales y da fuerza a la parte del sistema político que tiene vínculos orgánicos, históricos y afectivos con la resistencia. Después de una crisis económica que deja manifiesta la insostenibilidad del gobierno neoliberal, esa parte del sistema político se hace del gobierno. Se cumple una parte importante del programa y se amplía considerablemente la agenda en los primeros dos gobiernos, pero al mismo tiempo el proyecto se empieza a debilitar. Las burocracias empiezan a influir en los cuadros políticos en mayor medida que estos influyen a aquellas. El vínculo permanente con empresarios, inversores y sus agentes tecnocráticos impulsa un sentido común empresista en la nueva élite política. Después de unos años, los problemas económicos empiezan a aparecer, los mercados exigen ajustes y las calles se calientan, ahora contra el gobierno de izquierda.
Si bien el contexto económico y sudamericano son desfavorables, y aún así no han habido retrocesos en derechos, mientras el ajuste que se hizo consistió sobre todo en aumentos de impuestos a sectores medio-altos y altos, este no es argumento suficiente para calmar el descontento. La pauta salarial, la esencialidad, los retrasos en la aplicación de la ley SCA, la regulación de la marihuana y el sistema de cuidados, entre muchas otras, hacen difícil una defensa seria de este gobierno por izquierda.
El gobierno de un estado capitalista periférico con un programa reformista tiene límites, y más allá de chicanas y recriminaciones, la causa de nuestros problemas es ese. O bien “superamos al Uruguay” y creamos prácticas políticas trasnacionales, o bien superamos el programa reformista.
HI: ¿Qué tendencias se afirman en esa fuerza política y qué rumbos posibles cabe esperar?
GD: En el Frente Amplio hay numerosísimos sectores y organizaciones, pero básicamente dos grandes campos: uno neodesarrrollista oficialista, y uno crítico y de izquierda.
El neodesarrollista quiere que Uruguay sea un país del primer mundo, y cree que eso se logra aumentando niveles de inversión, y por lo tanto dando privilegios a las empresas multinacionales. Quiere también una reforma del estado, no le molestan las tercerizaciones y habla el lenguaje de los organismos internacionales. Tiene como objetivo último la mejora de los niveles de bienestar de la población y la protección de sus derechos, pero sostiene que para que esto sea sostenible es necesario mantener a los mercados contentos y seguir a las encuestas. Los principales sostenes de esta postura son el Frente Líber Seregni, la Vertiente Artiguista y los socialistas “renovadores”.
El crítico mantiene grados de radicalismo ecléctico. Bebiendo del socialismo, el batllismo, el desarrollismo clásico, apuesta al mercado interno, la inversión pública y la integración regional como sostenes económicos. Quiere un estado fuerte, un gobierno que escuche a las calles y un partido que no abandone los principios del 71. Critica los tratados de libre comercio, apuesta por el desarrollo del sector cooperativo y las empresas públicas. Defiende posturas no punitivistas y critica fuertemente el rol de las fuerzas armadas. Este campo está compuesto por el Partido Comunista, los socialistas “ortodoxos”, el Ir, Casa Grande, una serie de sectores pequeños y la mayoría de las bases.
Este mapa tiene dos complejidades adicionales. En primer lugar, los reclamos feministas, ambientalistas, de derechos humanos y de derechos civiles tienen una aceptación despareja en el FA, y se da de una manera que cruza los dos campos. En segundo lugar, que el MPP, el sector más grande de la coalición, tiene un rol ambiguo: si bien en muchas ocasiones sostiene las posiciones del campo crítico, sus posturas sobre seguridad y defensa, sus relaciones con el empresariado y su fanatismo por el crecimiento lo suelen ubicar en el campo neodesarrollista en situaciones definitorias. Esta ambigüedad responde en parte a disputas internas, que lo hacen impredecible.
Los juegos entre estos campos son complejos. En el poder ejecutivo, el campo neodesarrollista tiene un dominio casi total. En el parlamento, la situación es disputada. En la estructura del Frente Amplio, domina el campo crítico. En la izquierda social, la disputa es entre el campo crítico y las izquierdas extrafrenteamplistas.
Este escenario genera tres grandes dificultades.
En primer lugar, el dominio del neodesarrollismo en el gobierno, y en particular en el equipo económico, hace que el marco general en el que se mueve el Frente Amplio esté dado por sus ideas y prioridades. El gobierno maneja la agenda y ejerce un grado de liderazgo sobre la coalición, reduciendo al campo crítico a ser reactivo y a recibir acusaciones de debilitar la gobernabilidad de su propia administración.
En segundo lugar, que el mapa de los sectores no se superpone totalmente al de los campos. Esto hace que la oposición entre las dos posiciones no termine de expresarse como tal, haciendo muy difícil la aparición de desafíos robustos “por izquierda” desde el partido, al estilo de Corbyn o Hamon en las socialdemocracias europeas.
En tercer lugar, que las continuas negociaciones entre el campo neodesarrollista y el crítico fuerzan a este último a estrategias de disputa interna que muchas veces lo atan o bien a posturas moderadas fruto de pactos o bien a silencios estratégicos mientras lucha “en la interna”. Esto hace que se abra una brecha entre este campo y las izquierdas sociales y extrafrenteamplistas, que en muchos temas no encuentran respuesta en el Frente Amplio.
El campo neodesarrollista no para de acumular victorias, y es de esperar que por un tiempo esto continúe así. La fragmentación del campo crítico, la orientación del gobierno y la brecha entre la izquierda frenteamplista y la extrafrenteamplista hacen muy difícil que sea posible disputarle al neodesarrollismo.
Pero en el mediano plazo (y quizás antes) el proyecto neodesarrollista tiene sus propios límites. Para continuar necesita de crecimiento económico perpetuo y se desgasta (igual que el neoliberalismo) ante las resistencias que generan sus concesiones al capital. Además, por su naturaleza tecnocrática, tiene dificultades para crear apoyos y organización en la sociedad.
Ante esta situación, las posibilidades de una salida por izquierda pasan en parte por encontrar caminos de diálogo y construcción política que atraviesen las fronteras artificiales que dividen a la izquierda, saliendo de un pensamiento tribal y pasando a discusiones estratégicas e ideológicas que permitan disputarle al neodesarrollismo construyendo desde los cruces entre el frenteamplismo crítico y las izquierdas sociales, intelectuales y políticas que se encuentran del otro lado de la frontera.
También la calle y los movimientos sociales, siempre impredecibles, pueden desequilibrar esta situación. Puede ocurrir, como en Brasil, que una revuelta juvenil malinterpretada y reprimida por la élite petista de lugar a un dominio derechista de las calles, pero también que la aparición de movimientos sociales como el estudiantil en Chile o de los indignados en España cree nuevos imaginarios y fuerce a las izquierdas a crisis de identidad.
En cualquiera de los tres casos, el agotamiento de las centro-izquierdas abrió la puerta para la discusión sobre régimen de posdictadura y su juego político, discusión para la que nos tenemos que empezar a preparar.
* Gabriel Delacoste es politólogo. Integra el sector Casa Grande del Frente Amplio y el espacio de cultura y política Entre (www.entre.uy).