Imagen: "The Making of a Fresco Showing the Building of a City" (Diego Rivera, 1931)
“Si deseas nuevos resultados, no sigas haciendo lo mismo” A. Einstein
Nuestra región atraviesa momentos complejos, de restauración de las derechas procesando un ajuste del Capital contra el Trabajo, recomponiendo las tasas de ganancia con un alto costo social. Nuestro país, con sus matices, no está inmune a este proceso y atraviesa momentos de definición en tal sentido. Es necesario procesar un ajuste, y el asunto está en cuál será el sector social que lo pague. Hasta el momento, todo parece indicar que recaerá sobre las mismas espaldas de siempre. Y esa querida consigna de “que la crisis no la paguen los trabajadores”, necesita de estrategias acertadas para convertirse en realidad.
El escenario político hoy: Si nos tomamos un momento para detenernos a analizar el debate político y sus posicionamientos, hay una serie de temas que están en controversia, con distintas ópticas. Pero hay un tema crucial, sobre el que parece haber una suerte de “consenso político” que es la Política Económica, que salvo escasas y honrosas excepciones, ni siquiera entra en debate. Y esto se parece más a la resignación que a la madurez política de asumir planes de largo plazo a escala nacional o regional. En los hechos, la escuela económica neoclásica como hija académica de la derecha política, hegemoniza el debate económico, posicionándose como “racionalidad” arrastrando a la inmensa mayoría de la representación política. Así sucede, que quienes nos oponemos al funcionamiento económico actual, por lo que se nos tilda de “radicales”, en los hechos estamos formulando poder llegar al “batllismo” que sin dudas, no tiene nada de radical. Pero el consenso del “no se puede” es tan ensordecedor que a veces así parece.
A veces se confunde extrema izquierda con extrema necesidad: Desde el movimiento sindical se vienen promoviendo tímidas acciones, que son presentadas ante la opinión pública por los patrones, la prensa y buena parte del gobierno como “actos de extremismo”. Se considera extremismo, el presentar ante la población que la manzana que pagamos a 38 pesos el kilo, se le paga al productor a 3,50. No es otra cosa que la absoluta desvalorización del trabajo, y fruto de una economía que fija “precios” en función de variables absolutamente ajenas al “valor” o a los costos reales de producción y distribución. O cuando desde el movimiento obrero promovemos la “regulación del mercado de alquileres”, algo que hacía Pacheco Areco que ciertamente no era un hombre de izquierda. Cuando no hay nada ni nadie que logre explicar por qué el precio de los alquileres aumentó un 40% por encima del “costo construcción”. Y estamos hablando de la regulación de aspectos básicos para la reproducción de la vida como son el acceso a la vivienda y la alimentación. No son planteos de extrema izquierda, sino de extrema necesidad. No hablamos ahora de socializar los medios de producción, sino de poner un tope al desmedido afán de lucro en temas “esenciales”.
Las pautas salariales en la economía: Un desvelo permanente de los economistas liberales (con Astori a la cabeza) es el contener la inflación y el “déficit fiscal”, cuyo objetivo no declarado es habilitar la recomposición de la tasa de ganancia y habilitar la continuidad del endeudamiento. Es cierto que los procesos inflacionarios (suba generalizada y permanente de los precios) es nocivo para la economía y sobre todo para aquellos que tenemos ingresos fijos (asalariados), cuyo salario tiene cada vez menor poder de compra. Son múltiples las causantes de los procesos inflacionarios, y el salario es uno de ellos, aunque su incidencia es muy menor en términos reales. Sin embargo, casi que el único “precio” que se pretende regular, es el precio del trabajo, y esto tiene que ver con recomponer la tasa de ganancia. Por poner un ejemplo, que es el que manejo más por trabajar hace casi 20 años en ella. La industria de la Construcción, que es de las más intensas en mano de obra, y que no es de las peores pagas, el volumen global de salarios y leyes sociales, apenas si representa el 18,4% del costo de la obra, mientras que “terreno, materiales y herramientas representa un 49%. Lo que falta para el 100 (32.6%) es Renta Empresarial, según datos del BCU. Los fenómenos inflacionarios, habrá que explicarlos más por la especulación de sectores de poder que por el salario de los trabajadores. La Renta empresarial casi duplica el monto de salarios y leyes sociales, en un sector intenso en mano de obra y con salarios que no son de los más bajos.
El “espacio fiscal ocioso”: El problema del déficit fiscal, traduciéndolo al criollo, es lo que le pasa a muchas familias pobres. Gasto más de lo que gano, y para irla llevando me endeudo. Pero esta calesita tiene un límite. Cuando ya no tenga a quién pedir, o aumento mis ingresos por alguna vía, o reduzco mis gastos. Y esto es lo que sucede a nivel país. ¿Qué pregona la derecha? “bajen el costo del Estado”, “hay que reducir los gastos”, etc. Ahora, si uno se detiene a estudiar un poco, el gran problema del Estado uruguayo no es que gasta mucho, sino que recauda poco. La carga impositiva del Uruguay, es baja en términos de región y ni qué hablar si se la compara con países desarrollados. El gran asunto está, es que esa “carga tributaria” recae fundamentalmente sobre los sectores con menor capacidad de pago, utilizándose como medio “indirecto” de captación de Renta. Hacer recaer la presión fiscal sobre los sectores de ingresos medios y bajos, el IVA es el ejemplo más claro (casi la mitad de la recaudación del Estado proviene del IVA), para con ello financiar un conjunto de exoneraciones fiscales a los emprendimientos empresariales. Y estas exoneraciones, casi nunca se trata de emprendimientos productivos, con demanda de mano de obra, o introducción de nuevas tecnologías (que podría ser más comprensible). Exoneraciones fiscales a exportadores de materias primas en bruto, a negocios de apuestas como Maroñas Entertainment, a los Colegios y Universidades Privadas y un largo etcétera. Sólo este ítem de exoneración a instituciones privadas de enseñanza, duplica los montos de asistencia social del MIDES, para información de tanto reaccionario que con la panza llena critica los “gastos innecesarios”. ¿Qué necesidad tenemos de subsidiar la educación privada?, que es un negocio gigantesco, que paga sueldos miserables muy por debajo de los bajos sueldos de la educación pública. Y podríamos seguir enumerando, por ejemplo en los contratos leoninos de UTE con los propietarios privados de parques eólicos, obligándose a comparar a 70 dólares el megavatio aunque no lo necesite. Energía que hoy no necesita, pero está obligada por contrato, y para no perder la “exporta”. La compra a 70 y la exporta a 7. Un negoción, para los dueños de los parques eólicos, que lo financiamos cada mes en cada factura de UTE, pero como esa sangría va a parar a los bolsillos capitalistas lleva el elegante nombre de “eficiencia”.
El “sujeto político de los cambios”: Denunciar estos asuntos, es un importante primer paso. Pero no alcanza para lograr transformar la realidad. Esta tarea de transformación, es tarea indelegable del movimiento popular; trabajadores de la ciudad y el campo, cooperativas de Vivienda, estudiantes, amas de casa, desocupados, jubilados, pequeños comerciantes, la intelectualidad y el largo etcétera de perjudicados por el actual orden de cosas. Todos son importantes en esta lucha, pero aquí escribimos desde el Movimiento Sindical, que sin duda tiene un rol vertebrador de estos combates y disputas. Por tener incidencia directa sobre el Trabajo (que es lo único que agrega riqueza), también por historia y por el acumulado que genera peso ideológico. Vivimos en un país, en que los vendedores ambulantes de comidas (panchos y tortas fritas) se organizan en Sindicatos, algo impensado en otros lugares.
Toda esta diversidad de actores sociales, viene llevando adelante reivindicaciones parciales o sectoriales de lo más variadas. Desde reclamos salariales, de condiciones de trabajo, de igualdad de género, toda la llamada “agenda de los nuevos derechos”, pero no hemos logrado con ello, conformar un Programa transformador de los aspectos esenciales. Ubicar en el aquí y ahora, los puntos centrales que nos habilitarían situar en un escalón superior la lucha de los pueblos en la transformación de la sociedad. Ubicar el cómo, dentro de los márgenes actuales que impone la actual sociedad, podemos operar algunos cambios que nos permitan dar un golpe de timón. Por poner algún ejemplo; No hablaremos aquí de la “abolición de la propiedad privada”, sino de un impuesto superior a la exportación de materias primas sin procesar, o de un mayor control estatal en cuanto al uso de suelos y la pertinencia o no, de tales o cuales cultivos según la zona de que se trate. A su vez, problematizar acerca de la “maquinaria estatal” históricamente burócrata, acomodaticia y politiquera. ¿Qué grado de control podríamos ejercer los trabajadores? Mayores y mejores mecanismos de control social sobre los recursos que son de todos. No estamos hablando por ahora, de Programas finalistas, por lo que pierden sentido las polémicas de “anarquismos”, “marxismos” o cualquier otra vertiente socialista. Se trata entonces de construir el Programa de las mayorías, con la amplitud de miras necesaria, y con la madurez histórica que exige el momento.
El asunto del método, una guía permanente: El “sujeto transformador” que describíamos más arriba, requiere un hondo anclaje social, que no por ello niega la “representación política”. Lo que siempre hay que tener claro (aunque parezca estar en la tapa del libro), es que representar no es sustituir. La representación política no puede sustituir ni mucho menos negar al sector social organizado. Y esta tensión también puede expresarse a la interna de un movimiento social. La Dirección representa pero no sustituye la lucha de las bases sociales, y sólo es en función de ellas que tiene poder real de representación. El “dirigente” despegado de las bases concretas, no dirige más que firmas y sellos, el discurrir de la historia lo premiará con olvidos. Este cambio en el método y en las tácticas de intervención, debemos profundizarlo en términos generales. En los últimos 3 convenios del Sunca, en su procesos para conseguirlo, se facultó a todos los delegados de base a ser la conducción del conflicto, a tomar las medidas que entendieran oportunas cuando ellos quisieran; paros sorpresivos, cortes de hormigón, etc desencadenando un protagonismo real de las bases en la pelea general. Hoy podemos ver con enorme alegría, la lucha de los trabajadores de los Supermercados tomando la iniciativa. Pero estos métodos, sólo pueden aplicarse si hay organización real por abajo. Es un método efectivo allí donde hay correlación de fuerzas, así como demuestran la debilidad allí donde tengamos flaquezas. Sólo un paciente y porfiado trabajo de base, nos puede habilitar un nuevo modo de conducción del movimiento sindical y sus métodos de lucha. Demostrando en los hechos, que sin los trabajadores, la sociedad no funciona.
Politizar lo social, socializando la política: Lo social y lo político, tienden a veces a verse como contradictorios, cuando en realidad no lo son. Es cierto que en términos políticos puedo optar, mientras que el ascenso de clases sociales es más bien dificultoso. Pero están imbricados, porque la política responde en definitiva a intereses, que tienen que ver con expresiones sociales de un conflicto solapado pero existente en una sociedad dividida en clases. Hacer “manito” con la derecha social y política, ha demostrado su fracaso en términos de cambio social. Y esto no es una consigna “radicaleta”. Basta ver lo que pasó en Brasil. Dilma no cae por abrazar las causas populares, sino por instrumentar el ajuste de manera demasiado “tibia” para los intereses de los dueños del poder en Brasil. Hay dos veredas. Uno elige en cuál se para. Y el que quiera quedarse en el medio, lo pisa un camión. El conflicto entre clases siempre está, a veces más abierto, a veces solapado. Ese escenario se va a expresar, se expresa aquí, y los trabajadores no podemos ser un espectador de lujo. Tenemos que ser protagonistas.
* Federico Steinhardt es miembro del Consejo Directivo Nacional del SUNCA