Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué balance político se puede hacer del año que termina?
Alfredo Falero (AF): Todo balance anual es de alguna forma siempre arbitrario y provisorio y en esto ni la predisposición del Sociólogo a ser interpelado frente a determinados “hechos” en relación a otros en función de su trayectoria de investigación, ni la vocación interdisciplinaria desde las Ciencias Sociales que puede abrir mayores planos de observación termina anulando ese problema. Así que hecha la aclaración, aquí van cuatro núcleos problemáticos a modo de un balance sociopolítico.
En primer lugar, lo que suele llamarse “sistema político” uruguayo ha seguido mostrando sus habituales tendencias a ocultar sus intereses propios de reproducción y aumento de poder revistiéndolos de intereses colectivos y asumiendo de hecho que tal transitada operación simbólica -que por supuesto hace a todo “campo político”- pasará inadvertida. En ese marco, ya existieron importantes “movimientos” en este año 2016 tendientes a proyectar candidaturas y afirmar corrientes para el 2019. Se asume que la sociedad uruguaya puede perder muchas cosas por el camino, pero nunca va a dejar de participar –con mayor o menores ganas, obligatoriamente o no, con mayor o menor proporción de votos en blanco o anulados- en la contienda electoral con la vana idea de cambiar algo, bajo presupuesto de mal menor o lo que sea que se imponga como tendencia en ese momento electoral, dependiendo del contexto local, regional y global.
Así es que un primer núcleo problemático, supone entonces identificar que ya asomaron notoriamente aspiraciones de mejores posicionamientos políticos (que a su vez mejora posiciones sociales por acumulación de capital social, simbólico y económico) y que, por supuesto, serán negadas ante cualquier micrófono o cámara que el aspirante en cuestión tenga en frente. Dirá que no es momento de hablar de candidaturas o frases similares porque estamos en tiempo de resolver problemas, de mejorar la gestión, etc.
¿Por qué es importante el punto en el balance? Pues porque marca el vaciamiento de proyectos sociopolíticos en términos de ideas lo cual es sustituido por la apuesta al descerebramiento colectivo –se me excusará la provocación no académica, pero permite transmitir con fuerza la idea de fondo- en el entendido que una vez que espacios de la sociedad se conviertan en masa apolítica, incrédula, sin más expectativas de futuro que las individuales o su entorno inmediato, puedan servir de apoyo en el momento oportuno y el “líder” adecuado. En suma, el clásico esquema de dominación emergente una vez más: la democracia recortada al próximo ritual electoral. En eso seguimos.
En segundo lugar, frente a la aparición de archivos que dejan al descubierto procesos sistemáticos de espionaje fuera de todo control social y por tanto problemas importantes en el llamado proceso de “democratización” posterior a la dictadura, agentes claves del sistema político local han optado –en principio- por algo que le ha traído siempre excelentes resultados: barrer bajo la alfombra. Para ser estricto en el análisis, no es un problema solamente del “sistema político” sino de la sociedad uruguaya en su conjunto –en menor o mayor medida de las sociedades en general cuando toma fuerza la erosión de las responsabilidades y la impunidad se expande en el tejido social- y que supone no enfrentarse a los problemas sino evadirlos, postergarlos, marginarlos, ocultarlos.
Así es que, siguiendo en el segundo núcleo problemático, no sin idas y vueltas cuando se escriben estas líneas, se ha podido impulsar en el Parlamento uruguayo la investigación a partir de las denuncias que el periodista Samuel Blixen ha levantado desde el semanario Brecha sobre la temática de referencia: el acceso a información del llamado “Archivo Castiglioni” ha revelado espionaje militar sistemático hasta el año 2009. También demuestra que en el 2016 nuevamente ha emergido, una vez más, la memoria y los derechos humanos como temática inconclusa.
La memoria histórica constituye –como tantos temas- un espacio de luchas por la subjetividad colectiva y, por ejemplo, eso implica que las generaciones más recientes no logren integrar cognitivamente hasta qué punto la región fue remodelada por intereses externos articulados a intereses locales y qué métodos emplearon para lograrlo (y de esa manera comprender también los métodos actuales). Como contribuyó a demostrar el sociólogo Maurice Halbawachs (que falleció en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial en 1944), la memoria es una matriz de significados, no un mero depósito de hechos. La “verdad” de la memoria es también una clave para vivir el presente y el futuro. En Uruguay la falta de elucidación de la verdad sobre las violaciones a los derechos humanos durante el período de la dictadura, permite “arrastrar”, desvalorizar como problema menor o marginal, un caso como éste ocurrido en democracia (no fue el único) y que entonces el 2016 permitió conocer.
Un tercer lugar, núcleo problemático pero fuertemente relacionado con los dos anteriores es que el campo popular ha seguido mostrando enormes contradicciones. Pensado en términos de movimientos sociales, los más activos han sido los trabajadores, lo que no es lo mismo decir que haya sido la central sindical PIT-CNT, que ha actuado más bien con posturas opuestas en cuestión de poco tiempo y ello refleja sus problemáticas internas. Incluso es discutible si efectivamente se ha visto “un” movimiento de trabajadores o en verdad una pluralidad de situaciones conflictivas vinculadas al trabajo que no terminan convergiendo entre sí.
Las evaluaciones sobre el tema pueden ser múltiples. Por ejemplo un titular del diario El Observador del sábado 26 de noviembre, luego de informar que 400 mil es el número aproximado de miembros afiliados al PIT-CNT (en verdad, comparativamente y en relación a la población del país es una cifra importante más allá de lo que en verdad signifique) titulaba “por aplastamiento” en relación a “un año de fuerte conflictividad” en que “el PIT-CNT no dio tregua” y salió ampliamente victorioso.
Entiendo que la relación gobierno – trabajadores – empresarios ha sido en 2016 más contradictoria, ambigua e indeterminada que esa perspectiva. Eso mismo se refleja en los titulares de prensa. Por ejemplo, y siguiendo con la misma fuente mencionada, un titular del 30 de junio señala “El PIT-CNT en pie de guerra”, pero el 28 de julio, digamos un mes después, un titular indica “PIT-CNT baja el tono y Vázquez lo recibe”. En todo caso, la renovación por los convenios colectivos ha sido una fuente de conflictos, pero ello puede ser comprendido a la vez como capacidad de ejercer demandas y como canalización a través de un conjunto de mecanismos de estabilización formales e informales que dispone todavía el progresismo uruguayo (en lo que podría caracterizarse como una lógica de conexión negociada movimiento – partido – gobierno, que explicamos con Breno Bringel en otro lugar).
Quizás, entre los sindicatos específicos, lo más interesante es lo que ocurrió con los empleados de supermercados que lograron generar medidas importantes y creativas incluyendo la movilización dentro de un shopping center. Porque, después de todo ¿a quién le importa, digamos, que empresarios de corte casi feudal del interior profundo del país –que los hay y gozan de impunidad- impidan ejercer los derechos básicos a los trabajadores y se crean propietarios no solo de sus empresas sino también de ellos?. Pero eso de trabajadores ocupando –aún acotadamente- un templo del consumo en plena ciudad y todavía ser visibles en los medios de comunicación… eso ya es un sacrilegio para el capitalismo actual.
Un cuarto núcleo problemático para cerrar el balance y al mismo tiempo introducir las perspectivas 2017 son las manifestaciones de la fractura social. Las mismas pueden formar parte de ambas cosas pues se trata de un proceso estructural de la sociedad uruguaya y de las sociedades latinoamericanas en general y el punto es ver cómo se expresa ello a lo largo del año y que repercusiones políticas adquiere.
Una expresión territorial la ejemplifica un conjunto de sucesos ocurridos en el barrio Marconi de Montevideo que no es caracterizable como “asentamiento” pero igualmente refleja la ausencia de derechos a la ciudad esenciales y que las trayectorias de vida que allí comienzan estarán, en buena medida, determinadas por la pobreza, las enormes dificultades para la “movilidad social ascendente” (un término que dice hoy efectivamente poco pero en el que se solazan los tecnócratas de las Ciencias Sociales), en algunos casos por trayectorias delictivas y mucho más en general por la estigmatización de “zona roja”.
En efecto, entre el domingo 14 hasta el martes 16 de octubre, ese territorio fue básicamente una zona de guerra y tema obligado para medios de comunicación. Comenzó cuando la Policía entró al barrio en busca de quienes habían asaltado una panadería. A partir de allí, todo fue enfrentamientos –y para transmitir rápidamente la idea- en el mismo sentido de lo que puede ocurrir en una favela de Río de Janeiro pero a escala Montevideo.
¿Tema nuevo? En lo absoluto. En el mismo barrio en 2012, por ejemplo, un conjunto de sucesos en lo que entonces se denominaban “megaoperativos” policiales daban cuenta del mismo fenómeno: un procedimiento policial que terminó en una turba enfurecida contra los policías, un barrio cercado y una redada masiva, en el marco de redes sociales complejas que incluían el narcotráfico y que desde el propio Ministerio del Interior merecían el calificativo de “feudalización” de algunas zonas de Montevideo. Así es que en 2016 tuvimos la “actualización” del tema en lo que fue a la vez un conjunto de episodios de violencia (incluyendo la muerte de un joven), enfrentamientos, insubordinación social y efectos posteriores que incluyeron por un tiempo la ausencia de transporte colectivo. Todo indica que la fractura social y sus expresiones como en el caso mencionado se seguirán reproduciendo y seguramente tendremos algún caso “paradigmático” nuevo en 2017.
HI: ¿Qué perspectivas ves para 2017? ¿Cuáles son las principales tareas y desafíos a enfrentar?
AF: ¿Qué otra proyección se puede realizar sobre el 2017? Considerando lo que ocurre en América Latina y los corrimientos políticos hacia la derecha del espectro político en los distintos gobiernos, se impondrá en el Frente Amplio antes que el análisis crítico y la reflexión transcoyuntural, la tendencia a la postura compungida. No se está sugiriendo que el tema sea menor y que quienes se posicionen a la derecha de esa fuerza política no festejen el punto. Además, está claro que Uruguay no es una isla y de hecho está fuertemente definido por lo que ocurre en la región y todos sabemos que existen distintos caminos de erosión por parte del capital y sus representantes políticos que afectan los gobiernos nacional-populares y progresistas.
Pero la prevalencia del lamento sobre la reflexión ocultan dos elementos centrales que hicieron posible el ascenso y el mantenimiento del llamado “ciclo progresista”: fuertes movimientos sociales que se desplegaron desde la segunda mitad de la década del noventa (no voy a volver al análisis que hice en otros lugares) y que fueron apoyos sociales decisivos en muchos casos y –dos- el ciclo de aumento del precio de las materias primas que permitió un manejo diferente de un excedente ampliado (en el caso de los gobiernos nacional-populares debe recordarse que directamente se promovió en su momento la renegociación de contratos que implicaban empresas transnacionales).
En cambio en Uruguay –como en Chile- siempre se apostó al mantenimiento –y esto no cambiará en el 2017- de la inserción en la economía-mundo heredada de antes del 2005, manteniendo el “clima de negocios”, la “apertura” económica, la proyección global de país “serio” para atraer inversiones y que cualquier alternativa social debía estar sujeta a este esquema. Si es previsible la profundización del mismo, se debe estar atento a la nueva ley de Zonas Francas por ejemplo (mucho más que una nueva pastera en el centro del país que ya se advierte como innegociable en tanto “tabla de salvación” entre otras cosas de las estadísticas económicas).
Así es que en 2017 todo indica que Uruguay seguirá mostrando su desconsuelo con el rumbo del Mercosur como si desde el 2005 hubiera apostado inequívocamente a la integración latinoamericana y a otro proyecto de sociedad. Y en cuanto a lo primero, a excepción del período del gobierno de José Mujica cuando la sensibilidad latinoamericana fue más clara, no ha sido así. Más bien siempre se promovió la imagen desde sectores políticos incluso “progresistas” del Mercosur como “camisa de fuerza” que impedía otros movimientos comerciales más “libres” del país.
Una cuestión final es que sea cual sea el escenario latinoamericano, para la sociedad uruguaya es clave regenerar el campo popular para la apertura de otros horizontes de posibilidades. Esa es la condición sine qua non para la creatividad social, para promover lo alternativo, para facilitar la construcción de pensamiento crítico, para el control social de lo político, para nutrir alianzas sociopolíticas alternativas, para visualizar temas –como la educación (sobre la cual se anuncia el Tercer Congreso para 2017)- más allá de las simplificaciones acostumbradas. Está claro que no es una cuestión fácil. Está claro que significa sacudir posturas conformistas en varios sentidos (con el consumo como “auxiliador mágico”, con la confianza en el “técnico”, con los representantes políticos -por lo antes dicho en el balance- entre otros sentidos). Pero como desafío es necesario plantearlo una y otra vez, pues directamente no existen alternativas sociales sin ello.
* Dr. en Ciencias Sociales especialización Sociología, docente e investigador de la Universidad de la República de Uruguay, autor de numerosas publicaciones en movimientos sociales; procesos globales y transformaciones territoriales y teoría social y pensamiento latinoamericano, co-coordinador del GT de CLACSO Intelectuales y Política.