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Lucía Siola

“Sólo es posible enfrentar esta situación explosiva que se abre mediante un programa anticapitalista


Entrevista a Lucía Siola*, dirigente del Partido de los Trabajadores


Hemisferio Izquierdo: En la izquierda frecuentemente hablamos de “horizonte socialista”, “pos-capitalismo”, “sociedad alternativa”, entre otras formulaciones un poco vagas, para referirnos a un nuevo tipo de sociedad superadora del capitalismo. ¿Cuál es esa sociedad? ¿Qué trazos centrales debería tener?


Lucía Siola: Para poder abordar esta pregunta en toda su complejidad, es necesario realizar previamente algunas precisiones. La etapa histórica actual, en la que vivimos, está caracterizada por la descomposición del sistema social vigente. ¿Qué significa esto? El capitalismo ha cumplido su misión histórica; ha desarrollado las fuerzas productivas como nunca antes en la historia, y ha encontrado su límite insalvable, producto de sus contradicciones intrínsecas (ley del valor). Para sobrevivir este régimen necesita en una escala cada vez mayor la barbarie, la destrucción, tanto de capitales, como de mano de obra sobrante, infraestructura, mercancías, etc. Es así que las relaciones sociales capitalistas empujan a gran parte de la población mundial a la pobreza y a la precarización. Ponen en cuestión la supervivencia misma de la humanidad, a partir de las atroces guerras que asolan a países enteros, a millones de personas, y de la brutal depredación de recursos naturales del planeta y del conjunto del medio ambiente.

Por eso, la superación de esta forma de organización social, basada en la explotación se vuelve una necesidad vital, objetiva.

Un reciente estudio reveló que el capitalismo ha generado las condiciones materiales para que todas las personas en edad de trabajar puedan tener una jornada de 3 horas y con ese trabajo satisfacer todas sus necesidades básicas, dejando libre el resto del día para el ocio (1). Pero se trata de una división del trabajo utópica para los marcos capitalistas, pues por el contrario la tendencia actual en este régimen social es, por un lado la precarización y los bajos salarios que empujan a los trabajadores a largas jornadas, y por el otro la destrucción de puestos de trabajo y el aumento del desempleo.


De lo que se trata entonces, es de superar las relaciones sociales de explotación, que en el capitalismo tienen su base en la propiedad privada de los medios de producción, y en una forma de producción (individual) de mercancías completamente anárquica.

Su superación implica, no sólo remover a fondo toda la estructura (instituciones, cultura, ideología), sino fundamentalmente los cimientos a partir de la cual ella se erige. La socialización de los medios de producción, la planificación estatal del conjunto de la economía por parte de la clase obrera, y el desarrollo de formas de trabajo colectivo son algunas de las premisas fundamentales para establecer los cimientos de una sociedad socialista superadora.

Pero como bien dijo Marx cuando afirmó “no soy el cocinero que provee recetas del porvenir” (2) , no nos cabe más que formular algunos trazos generales desde dónde partir. ¿Se puede acaso describir cómo será una sociedad socialista, sin conocer el desenvolvimiento histórico del cual ella emerja? Sólo se puede hacer de forma abstracta y especulativa.


A nuestras generaciones nos toca la tarea histórica de destruir el actual régimen social y poner en pie las bases sobre los cuales las futuras generaciones libradas de la opresión capitalista (de su cultura, de su ideología, de sus costumbres, de su forma de trabajo alienado) construirán una nueva sociedad, más justa, más igualitaria, librada de toda opresión. La imagino como una sociedad donde la gente pinte, baile, cante, donde el trabajo se despoje de toda alienación y donde a partir del disfrute del ocio las personas creen y desarrollen todo el potencial humano en las artes, la cultura y la ciencia, y construyan una forma de organización social basada en relaciones solidarias verdaderamente humanas.(3)



HI: Otro aspecto común en las izquierdas es que parecería que entre el hoy y el socialismo no hay nada. Cuesta establecer mediaciones, y, sobre todo, cuesta la elaboración programática más allá de la mera administración de lo existente o el simple panfleto maximalista y los enunciados generales. ¿Qué ejes programáticos habría que poner sobre la mesa para acelerar procesos, buscar saltos de calidad, recuperar iniciativa política?


LS: Lo primero que es preciso aclarar es qué entendemos por programa, y en este sentido existe una gran confusión en el conjunto de la izquierda. No se trata pues, de una serie de puntos o enunciados que comprenden una plataforma de reivindicaciones, sino que cuando hablamos de programa hacemos referencia en primer lugar a un análisis que nos sirve de guía para la acción. Así el programa es una caracterización de la etapa en curso, de las fuerzas en pugna, un análisis de las formas económicas, sociales y políticas que se nos presentan en la actualidad, y el modo que nos damos para actuar en ellas. El programa por tanto es una praxis, una unidad de teoría y acción, que no puede ser individual, sólo puede emerger como tal si es socializada, por eso el programa convoca a construir organizaciones, partidos.

Los socialistas sin embargo no partimos de cero, no abordamos la presente etapa con un papel en blanco, por el contrario contamos con un enorme legado del movimiento obrero de más de un siglo de historia. Se trata entonces, a partir de las enseñanzas de las diversas experiencias revolucionarias de la clase obrera mundial, sacar las conclusiones políticas tanto de los triunfos como de las derrotas, retomando los aportes teóricos y políticos de los mejores revolucionarios de nuestra era.


Así, para introducirnos a algunos ejes programáticos es preciso realizar un balance de las experiencias nacionalistas o centroizquierdistas que gobernaron en América Latina en la última década.

El proceso nacionalista burgués de las últimas dos décadas se caracteriza asimismo, por un planteo de desarrollo capitalista fuertemente parasitario. Los superávits comerciales originados por esos aumentos de los precios internacionales de las materias primas dieron lugar, a su vez, a un nuevo ciclo de endeudamiento internacional (público y privado), promovido por el respaldo que ofrecía el crecimiento de las reservas internacionales. El pago de la deuda externa heredada se hizo con la emisión de deuda interna y el vaciamiento de las reservas. La abundancia de liquidez fue aplicada a la expansión sin precedentes del crédito al consumo, a tasas de interés excepcionales o subsidiadas por el Estado. Se desarrolló de este modo un ‘populismo bancario’ que engordó los beneficios financieros a costa de una creciente hipoteca de las familias. Los llamados planes sociales, en muchos casos financiados por el Banco Mundial embellecidos por el ‘relato’ del fomento del consumo, encubrieron la falta de creación de empleo y la casi nula industrialización, y ahora se encuentran amenazados por déficits fiscales descomunales (que obedecen, por supuesto, a otras razones, en primer lugar, el pago de intereses usurarios de la deuda pública y el financiamiento público subsidiado para los capitalistas). Lejos de haber esquivado la bancarrota capitalista mundial, la gestión política nacionalista (a veces tildada de progresista) operó para convertir a las naciones de Latinoamérica en un vaciadero del capital financiero internacional –que encontró en estas gestiones el mercado para su producción excedente, la rentabilidad para sus inversiones financieras, y la recuperación de sus créditos incobrables. (4)


La etiqueta del socialismo del siglo XXI, es una réplica negativa, no ya a la revolución bolchevique de 1917, sino a la Revolución Cubana –el estadio más alto que alcanzó la revolución latinoamericana. La Revolución Cubana (siglo XX) arrancó con un planteo democrático y llegó a la expropiación masiva del capital extranjero y nacional. Muchos pasan por alto el significado estratégico del recule programático que encierra esta preferencia por el siglo XXI. La actualidad de la revolución socialista emana del ingreso del capitalismo en la época de la decadencia o declinación histórica, de la época en que el desarrollo de las fuerzas productivas asume un carácter cada vez más parasitario y destructivo, cuando la colisión de ellas con las relaciones de producción y las estructuras estatales y nacionales se hace más violenta (5).


Se trata entonces de volver a colocar la perspectiva de la independencia política de la clase obrera, para que está vuelva a colocarse como sujeto revolucionario. Para esto es preciso retomar el planteo inicial del marxismo, la lucha por la construcción de partidos obreros que coloquen la perspectiva de lucha por un gobierno de trabajadores, en contraposición a las variadas experiencias nacionalistas y frentepopulistas que han fracasado sistemáticamente bajo un programa de conciliación de clases. Las alianzas con una supuesta burguesía nacional ‘oprimida y progresista’ han llevado a la clase obrera mundial, y fundamentalmente latinoamericana a sus más profundas derrotas y desmoralización política. La crisis capitalista que golpea fuertemente a América Latina plantea fuertes virajes, y la pretensión de distintos sectores capitalistas de descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, e incluso de ir a un ataque en regla más profundo sobre las masas. Asistimos de conjunto a una etapa de fuertes convulsiones sociales para nuestro continente, que lejos de cerrarse con el ascenso de variantes derechistas en el gobierno de algunos países, se profundiza.


Sólo es posible enfrentar esta situación explosiva que se abre, a partir del fortalecimiento de las organizaciones obreras y populares, y fundamentalmente de su conciencia política, mediante un programa anticapitalista que ponga sobre la mesa la cuestión del poder. Planteos tales, como la nacionalización de la banca y del comercio exterior para desenvolver con los recursos generados un plan de industrialización y de desarrollo productivo. El no pago de la deuda externa usuraria, los impuestos progresivos al gran capital, junto al planteo de la necesidad de una reorganización del conjunto de la economía y de gasto del Estado son algunos de los ejes claves para satisfacer las necesidades populares.


La defensa del trabajo, prohibiendo los despidos, poniendo bajo control de los trabajadores toda fábrica o establecimiento que cierre o despida, abriendo los libros contables de las empresas para establecer los costos y las ganancias de los capitalistas, el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados sin rebaja salarial, para que trabajemos menos y trabajemos todos, el salario mínimo igual a la canasta familiar, son parte sustancial de un eje programático de ataque a la ganancia capitalista, en un contexto de crisis. La lucha por poner en práctica estas medidas, se transforma en una lucha que pone en cuestión las premisas fundamentales de la organización social capitalista y de los intereses que defiende el Estado y sus partidos.


(1) Heller, Pablo, Capitalismo zombie, Editorial Rumbos, Bs As, 2016.

(2) Rieznik, Pablo, En defensa del catastrofismo, Revista en defensa del marxismo nº 34.

(3) Entiendo que en el capitalismo, las relaciones humanas están siempre mediadas por las mercancías, y por las relaciones sociales capitalistas.


(4) Tesis programáticas de la Conferencia Latinoamericana convocada por el Partido de los Trabajadores y el Partido Obrero de Argentina, Montevideo, Junio, 2016.


(5) Idem.



* Lucía Siola es dirigente del Partido de los Trabajadores y consejera federal de la FEUU por la Agrupación Primero de Mayo del Centro de Estudiantes de Humanidades y Ciencias de la Educación. Es coautora del libro “Historia y memoria de COFE, a 50 años de su fundación”, Montevideo, Julio, 2016 y del folleto “Hacía una historia del SOOFRICA (Sindicato de Obreros y Obreras del Frigorífico Canelones)”, Canelones, 2015. Es también coautora junto a Nicolás Marrero del artículo “La crisis del capitalismo en la educación: un análisis crítico” en Prohibido pensar, Revista de ensayos nº 7, octubre 2015. Publica artículos de prensa en ‘Tribuna de los Trabajadores’ y ‘Prensa Obrera’ (Argentina).

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