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Alfredo Serrano

Venezuela frente a la emergencia económica


Imagen: "La ciudad muerta", Héctor Poleo, 1945.

Fuente: CELAG (www.celag.org)


Sobran los argumentos para afirmar que Venezuela está frente a una emergencia económica. El Presidente Nicolás Maduro aprobó, justamente, un Decreto de Emergencia Económica el pasado 14 de Enero del 2016. Decretó aquello que era evidente, aunque necesario por responsabilidad política: sólo cuando se reconoce una situación adversa, se pueden encontrar las respuestas efectivas para superarla. El contexto económico en Venezuela es cada vez más preocupante, tanto a nivel externo como interno. Ante tales circunstancias adversas, el Ejecutivo ha puesto en marcha una Agenda Económica Bolivariana con el objetivo de salir adelante.


1. La condición externa de la emergencia económica

La caída de los precios del petróleo marca de modo considerable una restricción muy inquietante para las arcas públicas del país. Lo mismo le ocurre a todos aquellos Estados que dependen de este recurso. El precio del petróleo ha sufrido una de sus mayores caídas, prolongadas, desde hace décadas. En junio del 2014, el precio por barril alcanzó los 115 dólares. Sin embargo, desde ese momento se viene produciendo un derrumbe continuado en su precio. En el año 2015 acabó por debajo de 40 dólares; a inicios de este año, continuó a la baja alcanzando su mínimo de los últimos 11 años. El precio no termina de recuperarse. La disputa geopolítica y geoeconómica es de alto voltaje. No todo es cuestión de exceso de oferta (aunque también) ni de contracción de la demanda. Hay otro factor clave: el interés especulativo de los grandes capitales mundiales que, a partir de los mercados de valores futuros, imponen los precios en el presente. No será fácil estimar qué sucederá con este fenómeno en el corto plazo. Es todo demasiado imprevisible.


Indudablemente, al día de hoy esto supone una importante restricción para las economías petroleras. La caída de las divisas disponibles para la política económica venezolana es un hecho irrefutable. Aquello que muchos analistas denominaron “viento de cola a favor” (por los altos precios de las materias primas), hoy se torna como viento en contra. El mismo Presidente Maduro presentó datos alarmantes en este sentido: en enero 2016 sólo entraron al país unos 77 millones de dólares. Un valor que habla por sí solo si lo comparamos con lo que ocurrió en ese mismo mes en los años anteriores. El pasado año, la economía venezolana ya se vio afectada por este shock negativo de precios del petróleo. Si en los últimos años, la economía venezolana funcionaba habitualmente con alrededor de 40.000 millones de dólares (luego del pago de la deuda externa), el año 2015 lo hizo con poco más de 5.000 millones de dólares. La diferencia es abismal, y explica mucho de lo que ha acontecido económicamente en el país latinoamericano. La economía venezolana es altamente elástica a las divisas disponibles por exportación de petróleo. Es así y ha sido así por décadas.


Pero el frente externo no asfixia únicamente por esta vía. El estrangulamiento financiero internacional contra Venezuela es constante. A pesar de que el país pagó alrededor de 14.000 millones de dólares el año pasado en concepto de deuda externa, el riesgo país jamás se vio mejorado. Todo lo contrario. La prima de riesgo impuesta por las agencias estadounidense de calificación a finales del año 2015 fue de 2.883. Por ejemplo, la de Colombia fue, para esa misma fecha, de 317. Resulta muy sorprendente este tratamiento desigual para dos países que tienen alta dependencia exportadora petrolera. A Venezuela lo discriminan negativamente, penalizándolo; encarecen su deuda y le impiden el acceso al crédito financiero, salvo que obedezca al mandato neoliberal.


La tercera característica del frente externo económico adverso deriva directamente de la situación económica mundial. Luego de casi una década, se vuelve a admitir que la economía mundial no está saneada. El desplome generalizado en las cotizaciones de las entidades financieras de Europa ha sido una muestra más de que la economía capitalista global no progresa adecuadamente. En menos de un año, las bolsas mundiales han visto reducida su capitalización en un valor equivalente al PIB de la eurozona. El mismísimo G20 prefiere ahora culpar a los mercados. El propio Ministro de Finanzas alemán Schäuble afirmó que “hay cierto punto de exageración en los mercados”. Lo que antes era una respuesta de los mercados frente a aquello que no les gustaba (véase China, Grecia, España), hoy en día se torna una exagerada advertencia de los mercados por el futuro de la economía mundial. Esto complica aún más lo que sucede en la economía mundial, altamente dependiente de las finanzas desde la época neoliberal. La economía real no sale de su encrucijada; el comercio mundial sigue a la baja. No se atisba ninguna posibilidad de estabilidad en el crecimiento real de la economía. El capital se ha mal acostumbrado de tal modo a la buena vida que se le han quitado las ganas de invertir para producir. Se impone la hipótesis de Larry Summers (ex Secretario del Tesoro de los Estados Unidos) del estancamiento secular: se ha llegado a un punto de la economía mundial capitalista, en el que el potencial de crecimiento es demasiado bajo, y sólo se podría salir adelante mediante burbujas especulativas.


2. El componente interno de la emergencia económica

El frente externo es hostil y precisa ser analizado, asumido e internalizado a la hora de diseñar la política económica más adecuada en Venezuela para este tiempo político que se avecina. Pero no todas las dificultades económicas proceden de lo que sucede afuera. También hay que mirar casa adentro, conocer e identificar los desequilibrios estructurales actuales de la economía venezolana, y también sus respectivos desajustes coyunturales.


La Revolución Bolivariana ha logrado mucho en muy poco tiempo; ha sido capaz de reapropiarse de la renta petrolera; ha conseguido consolidar un Estado de las Misiones garante de los derechos sociales sin pedir permiso al capital; ha recuperado la soberanía. Todo se ha realizado a gran velocidad, sin descarrilar. Aunque ahora sí aparecen contradicciones propias de cualquier proceso de cambio.

El Vicepresidente boliviano García Linera las denomina “tensiones creativas de la revolución”, y pueden ser: a) fundamentales, generadas entre el modelo económico humanista de cambio y el modelo capitalista neoliberal que nunca se retira (aunque le indiques la salida); b) secundarias, contradicciones emanadas en el seno del propio pueblo, como las llamaba el presidente chino Mao Tse Tung. El pueblo venezolano, en los últimos años, luego de haber naturalizado las mejoras sociales y mejoras en el consumo, realiza nuevas demandas. Además, también, hay otras tensiones derivadas de los desequilibrios internos económicos: 1) rentismo importador, especulativo-ocioso, como respuesta para satisfacer la creciente demanda interna, 2) insuficiencia productiva, 3) sistema de distribución ineficaz en manos del capitalismo especulativo.


A esto hay que sumar la guerra económica contra el pueblo venezolano que vienen llevando a cabo ciertos intereses privados que quieren derrocar, como sea, al Presidente constitucionalmente electo desde el año 2013. La economía política debe estar siempre presente en cualquier análisis económico. Dejarla afuera es desconocer cómo funciona la economía. Es elemental identificar a los responsables de esta guerra económica y conocer cuál es su forma de actuar. El metabolismo del capital vuelve a tener un gran protagonismo en la actual economía venezolana. Las razones son muchas. Se impuso elrentismo importador del siglo XXI. La economía real quedó sometida y avasallada por la economía ociosa. En este fenómeno todos tienen responsabilidad: unos más que otros. El sector privado jamás quiso dedicarse a impulsar un nuevo desarrollo productivo. Optó por la importación, demandando divisas. Esto impuso una dinámica económica improductiva, altamente dependiente de las importaciones y, además, con un fuerte componente especulativo en precios.


Ciertamente éste es uno de los aspectos más críticos de la economía venezolana. La acumulación anualizada del índice nacional de precios al consumidor para el 2015 fue del 180,9%. Pero este dato no puede ser entendido como el simple resultado de una ecuación matemática. Más bien, se debe explicar en base a una compleja álgebra política-económica, en la que inciden las variables macroeconómicas convencionales, pero también influyen quienes, aprovechando su poder de mercado, se quedan con la mayor tasa de ganancia por cada eslabón de la cadena de valor. El debate de la inflación tiene múltiples aristas y todas han de ser tenidas en cuenta. La escasez de divisas es un factor clave; otro es la elevada capacidad de consumo del pueblo venezolano; e, innegablemente, la economía política es también responsable de la conformación de los precios. La cotización ilegal del dólar, conocida en Venezuela como Dólar Today -que evoluciona de forma exponencial sin criterio económico aparente- también ha sido determinante para la fijación abusiva de los precios.


La inflación vino acompañada de contracción económica (estanflación). El Banco Central de Venezuela afirmó que la economía se contrajo en un 5,7% el año pasado, una caída superior a la del 2014, de 3,9%. El sector público experimentó un incremento del 1,1%, mientras que el sector privado descendió en 8,4%. Esto explica la alta dependencia del privado en relación a la divisa; con divisas crecen, porque importan; pero sin ellas, caen en picada. Este componente denota una economía con debilidad de crecimiento cuando hay limites en divisas.


El otro asunto delicado es el desabastecimiento en algunos bienes específicos. Esto se explica, en gran medida, por la alta dependencia de las divisas. Pero también tienen mucho que ver los comportamientos especulativos de sectores privados oligopólicos y las fallas en los canales de distribución. Todo ello vino acompañado de colas en los establecimientos. En muchas ocasiones, éstas fueron planificadas en una fase inicial con la intención de desestabilizar la economía y de generar una mayor sensación de “falta y escasez”, incentivando las compras nerviosas. No es un tema sencillo de solventar porque se ha impuesto una suerte de desorden entrópico que requiere de tiempo y políticas económicas acertadas desplegadas en forma integral. No es cuestión únicamente de precios, como pretenden argüir algunos sectores. Recalcular los precios en base a una estructura real de costes podría ayudar, pero seguramente no es la varita mágica que resolverá el desabastecimiento en algunos bienes. Este asunto controversial es poliédrico: tiene muchas caras y, por tanto, no hay una única variable determinante.


Sin embargo, no todo son debilidades; hay que considerar también las fortalezas en materia laboral que la economía venezolana tiene. El desempleo es inelástico respecto al crecimiento y entrada de divisas. Esto es un importante sostén del modelo económico bolivariano. El desempleo está en torno al 6% y no se ha visto afectado a pesar de la emergencia económica, interna y externa. La política laboral del año pasado, a pesar de las dificultades, también priorizó los incrementos salariales; el salario mínimo creció por encima del 130% (considerando el aumento del ticket alimentación). Por otro lado, la inversión social tampoco se ha visto perturbada por el escenario económico adverso. Los indicadores de desigualdad y pobreza no se vieron impactados negativamente. Las políticas públicas han venido desempeñándose a buen ritmo a pesar de las dificultades. La recaudación tributaria creció, permitiendo así sostener al Estado de las Misiones garantista de los derechos sociales. No obstante, es cierto que el IVA es una de las principales fuentes recaudatorias debido al efecto aumento de precios. Esto es un tema a resolver para evitar que la inflación (que afecta a todos negativamente) sea lo que permita obtener más recursos al Estado en tiempos de emergencia.


3. Agenda Económica Bolivariana frente a la emergencia

Frente al escenario económico adverso, la cuestión es preguntarse qué se puede hacer para salir de este laberinto. La economía venezolana está al borde de un punto de bifurcación. Toma un camino u otro. La oposición en la Asamblea tiene su senda, la neoliberal, con medidas regresivas de la distribución de la riqueza. El proyecto de ley denominado Activación y Fortalecimiento de la Producción Nacional, presentado el 18 de Febrero, demuestra claramente cuáles son los intereses económicos de la oposición venezolana. No busca encontrar respuesta frente a la emergencia, sino más bien consolidar un “paquetazo” neoliberal tradicional sustentado en: 1) excesiva preocupación a favor de las transnacionales (con reconocimiento de deuda), 2) política de asignación de divisas sin considerar la escasez de las mismas, 3) ningún interés por fomentar la producción, 4) creación de una Comisión Especial para poner un marcha una restauración privatizadora de muchas empresas públicas de sectores estratégicos, 5) delegar la política de precios en manos de los oligopolios privados, 6) exenciones tributarias sin criterios productivos a favor de grandes capitales. La derecha venezolana aún continua atrapada por el pretérito sin saber qué decir cada vez que debe presentar una propuesta de futuro.


En cambio, el Presidente Maduro anunció una Agenda Económica Bolivariana (AEB) de corte no neoliberal que busca afrontar la emergencia económica sobre la base de un nuevo orden económico, con el objetivo de sostener el espíritu social y humanista de la revolución. Definitivamente, la AEB evita caer en la tentación neoliberal como salida a esta situación económica tan complicada. El objetivo de esta AEB es mirar hacia adelante, a partir de una hoja de ruta que priorice la resolución de los problemas urgentes para avanzar en las transformaciones estructurales pendientes. La AEB combina dos dimensiones: lo coyuntural y lo estructural, esto es, responder a las emergencias del ahora, del ya, pero pensando en el mañana. Se delinea así cuál es la senda económica por donde transitar, evitando atajos que lleven al abismo como sucedió en el pasado neoliberal. La nueva carta de navegación para superar la tormenta no es por afuera de la Revolución Bolivariana; las soluciones nunca pasarán por renunciar al Estado de las Misiones ni a la soberanía. Esto es innegociable. No se le pide sacrificios al pueblo, sino más bien lo contrario: protegerlo, y contribuir para forjar las condiciones de modo que se active una vigorosa economía productiva. La AEB no renuncia al carácter humanista y democratizador de la economía defendida por el chavismo, pero sí añade la importancia de generar riqueza, de crecer distribuyendo.

La AEB ha comenzado a rodar. Se ha abierto una nueva etapa para la Gran Política Económica. En estos dos meses han proliferados las decisiones en diferentes ámbitos de la economía.


1) Se han activado nuevos motores productivos (Agroalimentario, Hidrocarburo, Minería, Telecomunicaciones, Informática, Construcción, Industria, Industria Militar, Turismo, Forestal, Economía Comunal y Social, Farmacéutico), con un nuevo mapa de actores que ayuden a la democratización del aparato productivo. El nuevo modelo productivo en desarrollo pretende crear riqueza con el afán de superar el rentismo importador y el rentismo exportador petrolero. La economía productiva se presenta como el centro de gravedad del nuevo orden económico para atender a la demanda interna. Se ha activado un Plan 50 para producir aquellos bienes y servicios que forman parte de lo cotidianamente necesario para el pueblo venezolano. La instalación del Consejo Nacional de Economía Productiva, además, contó con una amplia participación del sector privado interesado en formar parte de este nuevo espacio.


2) Nueva política asignación de divisas como parte de la política cambiaria: la AEB contempla un nuevo plan de asignación de divisas, una acupuntura de las divisas con la pretensión de lograr una economía más productiva, generando así círculos virtuosos de creación de riquezas. Cada divisa se asignará en función del efecto multiplicador económico. El nuevo plan de asignación de divisas no seguirá las directrices del rentismo importador improductivo. Se aprobó un nuevo método, los Certificados de Producción, que asignan las divisas para importar insumos necesarios en función de una determinada cuota obligatoria de producción.


3) Se ha puesto en marcha una nueva política de captación de divisas que rompa con la dependencia exportadora petrolera. En el sector minero, se firmó un decreto para cuantificar y certificar las reservas contenidas en tres áreas del Arco Minero del Orinoco; más de 150 empresas de 35 países extranjeros firmaron contratos para explorar la franja, siempre bajo condiciones de mayoría accionaria a favor del Estado. Esta tarea no traerá resultados inmediatos, pero ya ha comenzado a dar sus primeros frutos gracias a los acuerdos de certificación de reservas de oro -que, además, han permitido solucionar un conflicto existente en el CIADI con Gold Reserve-. Esto permitirá una entrada neta de divisas de unos 3.000 millones de dólares, dejando el resto para inversiones en industrialización. La política de captación de divisas también ha priorizado el fomento de las exportaciones, otorgándoles mejores incentivos en retención de divisas y en materia tributaria.


4) El sistema cambiario también ha transitando hacia un modelo dual: a) el DIPRO (divisa protegida), 10 Bolívares por dólar, protegiendo a sectores prioritarios para el pueblo venezolano (alimentos, salud, insumos básicos para la producción de estos sectores, cultura, deporte, pago de los pensionados y jubilados, investigaciones científicas y otros casos de especial urgencia); b) el DICOM como divisa complementaria de flotación, administrada para el resto de la economía. Este nuevo esquema cambiario prioriza la protección del pueblo en sectores clave, y procura ser atractivo para el arribo de capital extranjero en divisas.


5) La llamada a la Revolución Tributaria se convierte en una herramienta clave para recaudar adentro todo lo que se necesita para sostener la política de inversión social ante esta emergencia económica. El objetivo es, progresivamente, cambiar la matriz impositiva para avanzar en clave de soberanía tributaria, bajo principios de justicia social. En este ímpetu, un aspecto notorio ha sido el anuncio del nuevo Plan de Tolerancia Cero Contra la Evasión, el Fraude y la Elusión Fiscal. Se trata de mejorar la recaudación, especialmente para aquellos grandes capitales improductivos que no están pagando los impuestos que les corresponden. Por esto, se ha puesto en marcha un sistema de facturación electrónica que permite mejorar de forma inmediata la recaudación. Cada bolívar es necesario frente a esta emergencia económica para garantizar los derechos sociales y, también, para impulsar el nuevo orden económico productivo. En materia de elusión, también se tomaron medidas adecuadas para evitar la práctica elusiva a la que recurren los grandes patrimonios, descontándose de su utilidad fiscal el efecto inflacionario. Por último, es preciso resaltar una decisión tributaria que no deja lugar a dudas de qué parte se está en este proceso político: se ha exonerado del pago de impuesto de la renta a más de dos millones de familias de bajos recursos. Esto demuestra claramente cuál es la diferencia entre el “paquetazo” neoliberal y otra forma de afrontar esta emergencia económica.


6) Se ha cambiado, luego de mas de dos décadas, el esquema actual de subsidios para la gasolina. Venezuela es el país con la gasolina más barata del mundo. Y, con el nuevo sistema, se pretende utilizar de forma más justa y eficiente los recursos disponibles. La gasolina seguirá siendo barata, pero los recursos extras que comienzan a obtenerse por esta nueva política son destinados a las misiones sociales, y también a mejorar los sistemas de transporte. Además, los nuevos precios de la gasolina generan más incentivos para consumir aquel octanaje que requiere menos divisas para la importación de derivados necesarios para su producción.


Estas son algunas de las más destacadas decisiones económicas tomadas en estos últimos meses. Pero no son las únicas. Se ha puesto en marcha una nueva forma de utilizar las compras públicas para aprovechar este músculo económico tan relevante en el país. Es la hora de transformar el universo social en un espacio económico productivo. Y no sólo eso. Se ha creado una Corporación Nacional Productiva como nuevo sistema articulador de todas las empresas de gestión estatal o en manos de trabajadores. También se ha puesto a funcionar un plan de agricultura urbana; se ha creado el Banco de insumos para la pequeña y mediana industria; se ha iniciado una política de alimentación de abastecimiento seguro para reorganizar este sector. Y, lo más reciente, la activación de la tarjeta de las misiones socialistas a favor de las familias venezolanas en núcleos de pobreza extrema. De esta forma, el esquema de subsidio cambia: se concentra en la persona.


En definitiva, se observa como Venezuela tiene su propia receta frente a la emergencia económica. No usa ningún copy-pastedel modelo neoliberal. La AEB comienza a consolidarse. Seguramente, restan muchos flancos todavía por afrontar: reordenamiento del sistema financiero para la nueva etapa, redefinición del poder comunal en el desafío económico, sistema de distribución más eficiente, avanzar en la desdolarización de las relaciones comerciales, reactivación de mecanismos económicos de integración regional. Son tantos los desafíos como se quiera. Esto es precisamente la gran fortaleza de la AEB, es decir, se tiene una carta de navegación para procurar superar la actual tormenta, adentro y afuera. Esto demuestra que no sólo se rechaza la salida neoliberal, sino que se ha comenzado a ejecutar una agenda económica para este momento histórico. Así se pone de manifiesto que sí hay alternativa frente al mandato neoliberal.


[1] El Congreso de Estados Unidos reconoce que el 30% del precio del petróleo se debe a la especulación de los fondos de inversión y grandes bancos; la consultora Goldman Sachs lo establece en 40%.


[2] En el 2010, la entrada de dólares por venta petrolera para enero fue de 1.790 millones de dólares; en enero de 2011, 2.463 millones, en 2014, 3.000 millones; y en 2015, 815 millones.

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