Dibujo: Movilización 15M (Enrique Flores). Fuente: www.4ojos.com
El presente artículo tiene como intención traer al debate algunos puntos sobre la formación del nuevo partido político español, para contrastarlos con la realidad uruguaya. El foco del análisis está colocado en las formas que estos se dieron para romper con una cultura política marcada por el bipartidismo, y la derrota e ideológica de la izquierda. Al margen quedarán elementos importantísimos del análisis referente a la dirección del proyecto político, así como de su programa. Esto se justifica por varias cuestiones, la primera es que no cuento con todos los elementos para juzgar algunos procesos abiertos, lo segundo es que muchas de las variables que determinarán el éxito o fracaso de la vida política de PODEMOS, se circunscriben a la realidad europea, por lo tanto la potencia de analizarlos con la intención de reflejarnos a la luz uruguaya es bastante poca.
En que marco surge PODEMOS
Para poder entender el fenómeno PODEMOS, creo necesario comenzar explorando –aunque sea tan sólo de forma rápida y artificial- algunas de las condiciones del contexto español, que permitieron su surgimiento.
En particular es necesario referirnos a la crisis económica que afronta el país europeo en el marco de la crisis global del capitalismo, y que superficialmente se evidenció en el estallido de una burbuja inmobiliaria. Este estallido alteró el sistema financiero español, y con él –los bancos, al controlar el crédito a la producción así como al consumo, son el “corazón” del sistema capitalista-, el resto de las relaciones productivas dentro de la economía española. Su repercusión concreta fue el cierre de empresas, aumento del desempleo, la pobreza y la desigualdad. La crisis inmobiliaria, generó que muchas personas que se habían endeudado para poder comprar su casa, ante un cese de pagos (por ejemplo debido a la pérdida de su empleo), fueron desahuciadas de sus casas. Las instituciones financieras que brindaban créditos, obtenían el capital para prestar pidiéndoselo a otras entidades financieras fuera de España, por lo que hubo un aumento importante de la deuda externa privada. A este aumento de deuda privada, se sumó al de la deuda pública que producto del modelo neoliberal había venido creciendo, dado que los ingresos del Estado cada vez eran menores y los egresos mayores (el gasto del Estado se explicaba particularmente por el aumento de las prestaciones por desempleo[1]). Al estallar la burbuja inmobiliaria y deteriorarse el sistema financiero español, el Estado decidió rescatar bancos a punto de quebrar aumentando así la deuda externa española y acudiendo a la troika (el grupo de instituciones compuesto por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) para que le otorgara el crédito suficiente.
La crisis económica trajo a la luz los problemas de la política española, caracterizada por el bipartidismo Partido Popular (PP) – Partido Obrero Socialista Español (PSOE). El primero, artífice de la implantación de las bases del modelo neoliberal en España; el segundo, incapaz de generar una política social y económica profundamente distinta. La distancia aparente entre un partido y otro quedó borrada ante el pueblo español, el día en que ambos partidos acordaron una reforma constitucional que colocaba expresamente el derecho de los acreedores internacionales a cobrar sus deudas, antes que el pueblo español poder tener derechos sociales. Esta fue la consumación de la ruptura del “pacto social”, producto de una política conciliatoria de salida de la dictadura franquista conocida como el “Régimen del 78”. Esta erosión de los dos partidos grandes, se reflejó en cantidades absolutas de votos, a pesar de que los mismos siguieron siendo las opciones electorales de la gran mayoría de la sociedad española.
Las organizaciones de la clase obrera española también se encontraban en crisis ante este panorama. Por un lado, el partido de izquierda más importante fuera del bipartidismo, Izquierda Unida (IU) nunca logró superar el 10% del electorado. Además, en muchos casos quedó entrampada en el “voto útil” y en las alianzas con el PSOE. Las centrales de trabajadores, Comisiones Obreras (CCOO) vinculada al Partido Comunista de España (que integra y hegemoniza IU) y la Unión General de Trabajadores (UGT) vinculada al PSOE no pudieron dar gran respuesta a la crisis que estaban atestiguando. Por un lado los lazos con la institucionalidad gubernamental (en el caso de UGT) no le permitían actuar. Por otro, las centrales sindicales, eran la respuesta obrera a un tipo de estructura de la producción fordista. Al cambiar el paradigma productivo, avanzar la desindustrialización (producto de la deslocalización de los procesos productivos industriales), aumentar el sector de los servicios y los contratos laborales precarios, en síntesis: afianzarse el paradigma económico neoliberal, la clase obrera cambió de fisionomía, y con ella las formas y métodos de organizarla. El cambio de paradigma económico, afectó la sindicalización, pues ahora organizar los repartidores de pizza o la gente que trabaja en call centers, no es tan fácil como organizar una fábrica o una mina.
La crisis provocó el resurgimiento de movimientos sociales que estaban en un segundo plano, como el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). Este cobró notoriedad por el contraste que ofrecía el pueblo de Marinaleda, (un pueblito andaluz compuesto por una población que básicamente se dedica a la agricultura, y que como consecuencia de largos procesos de lucha, ocupación y posesión de latifundios permitió generar una estructura productiva local cooperativa, a total contrapelo con el resto de España). Este pueblo eligió como alcalde a un representante del SAT y en pleno auge de crisis no tenía desempleo, mantenía políticas sociales de vivienda popular, etc. Además, se generaron movimientos nuevos, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Estos movimientos apelaban tanto a tácticas de acción directa: ocupación de bancos, toma de tierras, escraches, así como (por ejemplo el caso del SAT) saqueos a algunos supermercados; como de acción institucional: la alcaldía del pueblo, o resistencia contra los desahucios proveyendo asesoría jurídica.
La síntesis del descontento en las grandes ciudades, se concentró en la confluencia de “mareas ciudadanas” dando lugar a lo que se conoció como el “15M”, o los “indignados” de España. Estas “mareas” eran espacios temáticos para canalizar el descontento, por problemas en la sanidad pública, los desahucios, el desempleo, etc, que en parte estaban dinamizadas por movimientos sociales. A la par de los movimientos sociales, acudió allí buena parte de la ciudadanía desorganizada afectada por la crisis, dado que las consignas eran laxas, y la confluencia de mareas permitía articular en un mismo lugar diversas inquietudes sobre problemas concretos. Dentro de los pocos lugares comunes que había en los participantes del 15M (recordemos que el motivo de la presencia de las personas era estar afectado por la crisis en alguna forma, no se debía por qué compartir las razones de la crisis, y mucho menos qué hacer para solucionarla), sobresalía uno, el grito de “no nos representan”. Había entonces, una nueva efervescencia popular, que se materializaba en movilización, pero que no tenía una síntesis política clara, que le permitiera avanzar en algún camino posible para superar la crisis.
A esta altura conviene comparar un poco esta historia con elementos de nuestro presente. En particular, interesa trabajar sobre una hipótesis de aumento del descontento de la ciudadanía en general con el gobierno Frente Amplio.
Actualmente, todo indica que se procesará un ajuste del gasto público[2]. Este vendría a sumarse a un ajuste procesado sobre el salario real de los trabajadores del sector privado, así como a los aumentos de precios en general y de tarifas públicas en particular (luz eléctrica, agua, teléfono, transporte urbano y sub-urbano). El problema aquí está en quién acapara ese descontento. Por un lado, las organizaciones actuales de la izquierda uruguaya no han podido (o querido) adaptarse para canalizar y articular esas demandas legítimas, por otro, está la derecha agazapada para llevar esa agua a su molino. El problema se hace más complejo, si además se tiene en cuenta que las estructuras de los movimientos sociales, no han podido captar los cambios en la clase obrera uruguaya. La desregulación laboral y la tercerización, ha creado grandes trabas para la formación de sindicatos y ha ayudado a tener poco peso relativo de sindicalización en sectores mayoritarios (piénsese por ejemplo en la actual cantidad de militantes y afiliados de FUECYS en comparación a lo que potencialmente podría ser dada la cantidad de gente que trabaja en el sector).
En el plano político, al Frente Amplio le va a costar caro procesar un ajuste. Y a los partidos y movimientos que lo integran, aún más. Esto se da porque tienen que explicar ante el campo popular por qué no pueden romper con el gobierno, y por qué el problema no es solamente de correlación de fuerzas interna, dado que en momentos de definiciones críticas, lo que define no es qué sector tiene más fuerza en la interna frentista, sino que toda división se hace secundaria al priorizar la gobernabilidad del gobierno.
Momento leninista y estrategia populista
El ascenso en la movilización de masas provocaba un hecho histórico, que sin tener un necesario canal de convergencia política podía diluirse hasta quedar en la nada o ser reconducido por la derecha. Una gran indignación, furia momentánea, para después seguir como siempre (algo de esto puede haber pasado con el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos), o ser conducido por la derecha más reaccionaria (como lo atestigua el ascenso de la extrema derecha en Europa). Ante esta situación, varios de los hoy integrantes de PODEMOS, se plantearon la necesidad de generar una organización política, capaz de poder dialogar con la movilización de masas, en especial con el 15M, y que ofreciese una salida en positivo de la crisis.
Así como Lenin supo aprovechar la oportunidad histórica, los fundadores de PODEMOS quisieron hacer lo mismo. Esta nueva organización debía separarse de las estructuras históricas de la clase obrera española, a pesar de que en el fondo proviene de ellas. Además, debía ser capaz de reunir en ella, las distintas aspiraciones presentes en el pueblo, desde quienes entienden que el problema de la crisis es el capitalismo en sí mismo, hasta quienes creen que un capitalismo “sin excesos de los ricos” resolvería todos los problemas.
Los ideólogos de PODEMOS (Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, etc) hallaron que la forma de poder conducir el descontento, estaba en lo que se entiende como estrategia “populista”, basada en el pensamiento del argentino Ernesto Laclau. Básicamente, esta estrategia plantea que el pueblo movilizado debe conducir los procesos políticos, pero para ello parte de la base de que no se puede representar al pueblo, hay que “crearlo”. El mismo, va a provenir de juntar voluntades diferentes, en una gran voluntad colectiva, esto es: juntar en un mismo cuerpo social quienes luchan por el medio ambiente, los afectados por las reformas laborales precarizantes del empleo, quienes no tienen casa, quienes sufren por los recortes del presupuesto en salud o educación, las personas que luchan por los derechos de lxs LGBT, etc. La forma de hacer esto es mediante la acción política, entendida como la disputa de crear sentidos, nociones de qué está bien y qué está mal, y de dar explicaciones compartidas sobre los principales problemas. Para poder generar un cuerpo propio, un pueblo, un “nosotros”, debe señalar e identificar las causas de los males en otro cuerpo, un “otros”.
Es clave para la consecución de estos objetivos, el discurso. Esa explicación del mundo que se brinda y que para triunfar necesariamente debe ser compartida. Para poder generar un discurso efectivo, los miembros de PODEMOS parten de algunas bases concretas. Según Errejón “la actividad contrahegemónica no refuta sino que parte de la cultura de su momento y busca rearticular elementos ya presentes en ella para generar un sentido común nuevo”[3]. Esto implica asumir en primer momento la derrota histórica de la izquierda, que en especial en España comenzó con el fin de la Guerra Civil y el triunfo del franquismo. Además tiene la necesidad de ser “totalizante”, esto es, un discurso que permee a toda la sociedad, -o por lo menos las grandes mayorías de la misma-, y no sólo a fragmentos de ella (la izquierda). Un contrahegemonía efectiva, debe tener en cuenta eso, e implica necesariamente tener que entrar en terreno enemigo para discutir. La forma de cruzar las líneas enemigas fue plantear un discurso usando palabras del adversario, -que el sentido común dominante de la época las considera como “buenas”-, se las resignificó y se usó en contra del enemigo. Dos ejemplos saltan a la vista, el primero es con la “Democracia”. A esta palabra que se toma como “buena” en la sociedad occidental, -y vinculada desde la clase dominante como el hecho rutinario de votar cada tanto tiempo- se le cambió el sentido. “Democracia” como reparto del poder entre el pueblo. Sin asegurar los derechos básicos de la ciudadanía, salud, educación, vivienda, no hay democracia. En un prólogo de un episodio de La Tuerka, Pablo Iglesias defendía la lucha de los mineros de Asturias, concluyendo que “a veces, defender el puesto de trabajo, lanzando tuercas y cohetes es el mayor acto democrático que se pueda llevar a cabo”. El capitalismo, no es malo por la explotación, es que simplemente no es democrático. Los grandes luchadores españoles, Durruti, Líster, Díaz, Ibarruri no eran ya revolucionarios de izquierda, eran demócratas, luchaban por el reparto del poder y de derechos para el pueblo.
Esto que puede chocar a los militantes de izquierda, permite resignificar una historia que el sentido común la deformó. El otro gran concepto resignificado es el de Patria. Este concepto que en España es más polémico dentro de la izquierda que aquí, dado que el franquismo refundó el Estado y la nación española (destruyó la segunda República, cambió los símbolos, etc). La nueva noción de Patria, está vinculada a la soberanía de una nación dependiente. Quienes luchen por la soberanía del país, y por el bienestar de su gente, serán entonces los patriotas.
Quienes prometen pagar la deuda externa antes que dedicar recursos al gasto social, o quienes llevan sus ahorros a paraísos fiscales, son entonces los anti-patria.
Por último, el elemento para que el discurso sea “totalizante” es la referencia en la cual se enmarca. La misma se incerta dentro de un tablero político que tiene un eje que separa dos polos, izquierda y derecha. Lo que plantean los miembros de PODEMOS, es que hay que ocupar el centro del tablero. Esto no quiere decir el centro ideológico (por ejemplo, si hubiesen tres personas en una mesa: un anarquista, un social-demócrata y un liberal, el centro del tablero no es precisamente el social-demócrata, sino que será la persona en la cual, las otras dos se referencien). Este centro del tablero, está colocado en tomar una iniciativa y marcar las reglas de juego para el resto de los actores. Cuando en PODEMOS se dice que no se es ni de izquierda ni de derecha, y que el problema es entre los de abajo y los de arriba, o entre el pueblo democrático y la casta, justamente se apunta en último término a esto. Además, esa tesis es ayudada por otras cosas. Por un lado, gran parte de la clase obrera española le da su voto al PP[4] (el nivel de la proporción del voto a la derecha, depende del momento del ciclo electoral y de la alternancia con el PSOE).
La derrota ideológica de la izquierda es tan grande que la clase obrera se siente de derecha, puede ser anti-comunista, pero sufre los padecimientos de la clase explotada. Buscar una nueva referencia para captar las voluntades del pueblo, pasa en parte por crear nuevos significantes. Por otro lado, la sociedad española ha visto que el partido mayoritario de la izquierda, el PSOE, a la hora de actuar se pareció bastante al PP. Por lo tanto, ¿importa la autodefinición ideológica del partido, o que a la hora de actuar gobierne en favor de las grandes mayorías?
Volviendo al Uruguay, podríamos preguntarnos ¿hasta qué punto nos hemos hecho cargo de la derrota histórica de la izquierda? En una perspectiva de ajuste creciente, ¿qué es necesario para poder capturar el descontento latente en la sociedad uruguaya, y darle una salida en positivo?. Por mi parte, planteo la hipótesis que en Uruguay hay un significante vacío que es el “desarrollo”. Este concepto que acepta muchas definiciones, se nos presenta como la quimera de un país dependiente. En él está adentro la inversión extranjera directa y los sistemas nacionales de innovación, así como el reparto equitativo de la riqueza, las mejoras en la educación y la salud de la mayoría de la gente. Por otro lado, si asumimos que el Frente Amplio está agotándose como referencia política de un proyecto transformador de la sociedad, y va camino a la alternancia electoral con blancos y colorados, ¿qué es más fácil, demostrar que el Frente no es la verdadera izquierda y otro/s proyecto/s sí o buscar otra división aglutinadora (hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, burgueses y proletarios, los de arriba y los de abajo, oligarquía y pueblo)?
Herramientas
El discurso creado debe ser masificado. La explicación del mundo que tenemos debe llegar a todas las personas que queremos que nos oigan. Los teóricos de PODEMOS, entendieron que la forma de poder cumplir eso, era mediante el uso de los medios, en especial los audiovisuales y en particular la televisión. Además, para hacer eso, entendieron que vivimos en la sociedad del espectáculo y el entretenimiento, por lo cual, había que hacer política mediante el espectáculo. Para ello, montaron primeramente un colectivo de comunicación política llamado La Tuerka, y crearon una serie de programas de TV entre los que destacaba la tertulia política. El éxito por las reproducciones de internet del programa, fue generando la posibilidad de participación en programas de la TV “convencional”. Esa oportunidad fue muy bien capitalizada, dado que los de PODEMOS acudían a los programas sabiendo las “reglas del juego”, y supieron marcar la diferencia con los personajes habituales que pisaban los estudios de TV, teniendo el equilibrio entre “incorrección política”, espectacularidad en los debates, y apego a ciertas normas televisivas para poder mantener buenas relaciones con los productores de los programas y poder ser re-invitados a los mismos. Además, supieron apelar a otros dispositivos, como: el humorístico para poder descomprimir la tensión del mensaje propio, así como de los ataques recibidos; el musical, con la relación con raperos a través del segmento “La tuerka rap” en sus programas, y en especial con un grupo en particular “Los Chikos del Maíz”; el visual, por ejemplo con la marca de ropa 198; referencias de la cultura popular, como la constante referencia a series de TV, o el uso de figuras de Star Wars para hacer spots de campaña.
El problema que la gente de PODEMOS pudo solucionar, fue cómo masificarse, sin tener grandes estructuras partidarias y en un momento de reflujo militante en orgánicas clásicas (partidos, sindicatos, etc). Una buena aparición en TV, es más influyente que cien volanteadas. La militancia de izquierda con perspectiva revolucionaria tiene este problema: cómo masifica su visión sobre la vida en una sociedad fragmentada, con relativa poca participación activa en organizaciones históricas. Que además tiene cada vez menor participación en el territorio, dados algunos fenómenos como la victoria ideológica de la derecha sobre el tema de la seguridad (que provoca que la gente viva encerrada en sus casas y no tenga vida barrial), y con el aumento de la especulación inmobiliaria, (que hace que ahora no sea tan fácil conocer al vecino, dado que las personas rotan de casa en casa por los alquileres, etc.). Además, que el principal medio para la generación de opinión (la tele) es propiedad exclusiva de un grupo privilegiado particular, y al cual no es nada fácil colarse. La solución de este punto no es fácil, pero es necesario abordar esta cuestión.
Objetivo de PODEMOS y los problemas del mismo
La vía de acumulación de poder por parte del nuevo partido PODEMOS, incuestionablemente fue la electoral. Esto se explica porque la derrota ideológica sufrida, implicó que el sistema político europeo, casi no permitiese situaciones de generación de doble poder, capaz de que el pueblo a través de su empoderamiento en organizaciones no institucionalizadas como los partidos políticos electorales, pudiesen tener conquistas y avanzar en la acumulación de Poder Popular. Para la gente de PODEMOS, la forma de coronación de la estrategia populista, -de la estrategia política que coloca al pueblo como factor movilizante y central del sistema político-, es la institucionalización de conquistas, que permitan que perduren a lo largo del tiempo y tengan carácter universal. Por eso, la necesidad de poder ser gobierno a pesar de no tener casi ningún poder fáctico. Avanzar paleando los efectos más negativos de la crisis, al tiempo que se generan procesos de conciencia suficientes para cambiar la correlación de fuerzas en la sociedad que permita reformas más profundas es la consigna.
Esta estrategia tiene varios problemas en el contexto español. El primero (y la gente de PODEMOS lo tiene más que claro) es que la pérdida de soberanía de los Estados de Europa es gigantesca, y eso limita las posibilidades de generar políticas. Ejemplo de esto es el corset que imponen los acuerdos de la Unión Europea para poder hacer una política económica, dado que imposibilita el uso de una de las principales herramientas, la política monetaria. Este corset es difícil de romper de un momento a otro, las consecuencias de hacerlo -a pesar de que puedan implicar un cambio positivo en el mediano y largo plazo-, en el corto implicaría una recesión económica importante, por lo que salirse de la Unión Europea y abandonar la moneda “Euro” se plantea como incuestionable en el discurso.
La decisión de pelear por acceder al gobierno del país sin pretender trastocar las principales estructuras institucionales que frenan cambios, se parece con la decisión de las fuerzas progresistas en querer acceder al gobierno en los Estados latinoamericanos. Las formas de dichos estados y las capacidades de hacer política, están (piénsese Uruguay) constreñidas dado su carácter dependiente. No solamente por su estructura productiva actual, sino que las posibilidades de transformar la estructura productiva uruguaya de forma de ganar soberanía económica, depende de condiciones externas, principalmente el financiamiento.
Parte de las decisiones políticas de PODEMOS, parten (creo yo) de una sobreestimación de los procesos progresistas latinoamericanos (el nuestro incluido). Esa sobreestimación parte de la buena impresión que les dejan los avances sociales en América Latina en comparación a décadas anteriores al ciclo progresista. No obstante no contempla la fragilidad de los mismos al crear alianzas con las burguesías locales, y depender del nivel de precios internacionales de commodities para poder mantener políticas conciliatorias. Tampoco, contempla el drama de las políticas reformistas en Latinoamérica, que el esfuerzo de muchas luchas –de muchas generaciones- que consiguió generar avances institucionales (leyes, programas sociales, etc), con la alternancia electoral pueden ser borradas de la noche a la mañana (véase la rapidez de las reformas de Macri en Argentina o los primeros días de gobierno de Temer en Brasil).
Por otro lado, para poder seguir captando la experiencia de PODEMOS hay que tener presente una de sus máximas. Una elección no la gana un programa, ni mucho menos un gran diagnóstico de la situación, sino que lo gana un discurso. Esto se materializó en puntos fuertes y débiles de su campaña electoral. La forma de acorralarlos por parte de los partidos rivales fue atacando la ambigüedad de su programa y de algunas de sus propuestas como la Renta Básica Universal. Las formas de responder fueron las ventajas de la existencia de tal política (en el sentido keynesiano de poder aumentar la demanda y motivar el mercado interno), sin especificar cómo y cuándo esa política sería efectiva. Otro de los elementos presentes en su discurso, fue la apelación a la comparación internacional, sobre todo con modelos “exitosos” como los escandinavos. Esto tiene una potencia argumental importante, pero se va deteriorando en la medida que aparece en todos los discursos políticos, todos quieren ser “Finlandia” o “Noruega”.
La búsqueda de un discurso propio que junte voluntades colectivas y que pueda dialogar con las nociones actuales del pueblo, en otras palabras, la búsqueda de nuestro leninista “Pan, paz y tierra”, es vital. Sin embargo, es necesario atender ciertas particularidades del pueblo uruguayo. Va a ser necesario crear los marcos que diferencien prácticas nuevas de experiencias pasadas, porque hay que romper con el “son todos lo mismo” y además, hay que ser conscientes del hecho que en las elecciones pasadas haya arrasado el slogan conservador “llevo certezas”. Siempre es mejor “malo conocido que bueno por conocer”, por lo tanto la clareza de un buen programa político, y las certezas sobre su aplicabilidad son fundamentales.
En síntesis
La experiencia de PODEMOS, nos sirve para tomar algunos elementos del análisis, sobre todo por la característica de ser una agrupación nueva, que en poco tiempo logró masificarse y romper con la estructura política histórica del bipartidismo. En parte, esa es la tarea de quien se proponga cualquier forma política de transformación superadora del orden actual.
Será entonces atender cómo se configura la clase trabajadora uruguaya al día de hoy, y qué organizaciones pueden dar cuenta de ella. También es necesario ver qué canales pueden ayudar a la difusión ideológica contrahegemónica y a su vez qué formas, recursos estéticos y contenidos deben tener. Esto implica a su vez, aceptar que venimos perdiendo como clase y que para ganar una guerra a veces es necesario dar por perdidas ciertas batallas. ¿Qué batallas entonces, estamos dispuestos a aceptar que perdimos?
El proyecto de PODEMOS nos puede ayudar a pensar un montón de cosas, pero dada sus debilidades, así como los factores particulares de nuestra realidad, la premisa acuñada por Simon Rodríguez es cada vez más actual: o inventamos, o erramos.
Hugo Dufrechou es economista e integrante de COMUNA
Notas:
[1] Por más información sobre la crisis de deuda Española, se recomienda seguir las publicaciones de ATTAC España, en particular se hizo uso del siguiente informe: http://www.attac.es/2014/04/25/la-crisis-de-la-deuda-en-espana-elementos-basicos-y-alternativas/
[2] AL momento de escribir estas líneas el Ministro Astori aún no había hecho los anuncios de ajuste fiscal
[3] http://ctxt.es/es/20160420/Firmas/5562/Podemos-transformacion-identidad-poder-cambio-Tribunas-y-Debates.htm
[4] http://www.eldiario.es/agendapublica/blog/Estructura-social-voto-Espana_6_73202698.html