Imagen: "La Libertad guiando al Pueblo" (Eugéne Delacroix)
Sólo investigando la compleja trama de contradicciones, podremos concluir si las clases populares conquistarán gradualmente sus aspiraciones, o deberán recurrir a revoluciones.
“Esta crisis es mucho más grave que la de 1929 […] la cadena global de la crisis ya está en marcha […] Nos encontramos en plena crisis capitalista que además se perfila como de larga duración y sin salida a la vista […] el capitalismo puede sobrevivir pero de manera decadente como lo viene haciendo desde hace cuatro décadas, eso dependerá de las convulsiones sociales y políticas […] (por eso) la tentativa neofascista de los halcones no tiene por qué ser la última de ese tipo […] saben muy bien que esta crisis no es una crisis de liquidez o de crédito sino de insolvencia, de sobre-acumulación de deudas públicas y privadas. Pero no lo pueden reconocer públicamente ya que si lo hicieran estarían reconociendo que esta crisis no tiene solución de superación al interior del sistema. Entonces lo que les queda es aplicar sucesivas dosis de calmantes […] a la espera de algún milagro, es lo que suelen hacer los médicos con los pacientes incurables […] Bajo la apariencia de una curiosa convergencia de numerosas `crisis’ (económica, energética, ambiental, urbana, estatal, etc.) lo que se está produciendo es una crisis general de la civilización burguesa […] Esta crisis cultural, este clima de `ancien régime’ agotado irá brindando a la humanidad oprimida la posibilidad de retomar el camino de las revoluciones […] Una de las características más notables de esta crisis es su alta velocidad, algunos hablan de `turbo-crisis’ , tenemos que estar preparados para bruscos saltos cualitativos, para grandes rupturas .”(1)
Si a esa crisis se la conjuga con la debilidad actual del proletariado y del bloque popular-alternativo, habrá que extremar el análisis del qué hacer basándonos en el legado teórico recibido.
“Sería absolutamente erróneo suponer que nosotros podemos o debemos abandonar la lucha por las reformas para sostener la lucha directa por la revolución socialista. No debemos hacerlo de ninguna manera. No podemos saber cuán pronto lograremos el éxito y cuán pronto las condiciones objetivas han de permitir el advenimiento de esta revolución. Debemos apoyar todo mejoramiento, todo progreso efectivo de la situación económica y política de las masas. La diferencia entre nosotros y los reformistas […] no consiste en que nosotros nos pronunciamos contra las reformas, y ellos a favor. Nada de eso. Ellos se circunscriben a las reformas […] hasta reducirse al papel de sencillas `enfermeras de hospital del capitalismo’.”(2)
Luxemburgo considera a las reformas sociales como una escuela para la revolución, cuya importancia aclara analizando las relaciones entre ambas.
“La reforma legal y la revolución no son, por tanto, métodos distintos del progreso histórico que puedan elegirse libremente en el restaurante de la historia, como si fueran salchichas calientes y frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases que se condicionan y complementan uno a otro, y al mismo tiempo, se excluyen mutuamente, como el polo norte y el polo sur, o la burguesía y el proletariado. [...] Una revolución social no se distingue por la duración de la reforma social, sino por la esencia de los dos momentos. Todo el secreto de las revoluciones históricas a través del empleo del poder político reside en la transformación de los cambios meramente cuantitativos en una calidad nueva, o más concretamente, en la transición de un período histórico, de un orden social, a otro.
Por lo tanto, quien se pronuncia por el camino reformista en lugar y en contra de la conquista y de la transformación de la sociedad, en realidad no elige un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino, también otro objetivo... al considerar las concepciones políticas del revisionismo se llega a la misma conclusión... que no buscan la realización del orden socialista, sino tan sólo la reforma del capitalista, o la eliminación del sistema de salariado, sino el más o el menos de la explotación, en una palabra, que buscan la abolición de las aberraciones capitalistas y no las del propio capitalismo.”(3)
No obstante, el “radicalismo” exige la “revolución ya o nada”, planteamiento supuestamente de “vanguardia”, acusando de enemigos a quienes no los acompañan, actitud de sectas aisladas que recitan fórmulas vacías. Nadie que no sea un desequilibrado se introduce en la “vía más dolorosa” de la Revolución si se puede avanzar en los marcos del sistema. Pero debemos saber que el camino de las revoluciones se inicia cuando se obstruyen o cierran los senderos que posibilitan las transformaciones en beneficio de las mayorías. Avancemos por el camino de las reformas todo lo que se pueda, sabiendo que el imperialismo y sus aliados cerrarán esa vía siempre que también puedan (Honduras, Paraguay y ahora Brasil). Por lo tanto, las clases, sectores, fuerzas partidarias e individuos ubicados en la vanguardia ideológica y política deben bregar por profundizar las transformaciones que transitan al socialismo. Lo contrario equivale a cavarse la propia fosa. Lo ha sufrido el pueblo chileno con los gobiernos de la Concertación, el “modelo” de los supuestamente “aggiornados”. Y empezamos a cavarnos la fosa si no libramos una dura batalla de ideas contra las explicaciones antimarxistas y posmodernas, como los “Apuntes preliminares referidos a la eventual actualización ideológica del Frente Amplio” de Tabaré Vázquez, que ignora al capitalismo, al imperialismo, a las clases sociales; en una palabra, al pensamiento de izquierda.
Si debemos combatir la visión pragmática, conducente a la derrota, también debemos combatir la ultra-izquierdista. Desconocen la enseñanza de Lenin: “Proceder de otro modo significa dificultar la obra de la revolución, pues si no se produce un cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se consigue a través de la experiencia política de las masas, nunca con la propaganda sola.”(4)
En cambio, al estilo de Stalin- que acusaba a la socialdemocracia de ser la cara izquierda del fascismo mientras éste avanzaba- los “auténticos” atacan las experiencias progresistas, desconocen la realidad contradictoria y el estado de conciencia de las masas y de la clase, auto marginándose en pequeños cenáculos sectarios, cuya prédica hiper-revolucionaria echa nafta al fuego de la reacción.
Compartimos con Emir Sader(5) que la estrategia correcta es la alianza con las fuerzas avanzadas de esos gobiernos y de esas coaliciones amplias, promoviendo la radicalización viable de los procesos y principalmente, la articulación con las experiencias de Nuestra América, tanto de los países del ALBA como de un MERCOSUR que –con el ingreso de Venezuela- podría constituirse en una fuerza antiimperialista de efectiva proyección.
En el último año –a consecuencia de modificaciones económicas mundiales de efectos negativos para la región, más errores propios- se ha modificado la situación política. Hasta entonces había tres realidades políticas: a) los países dominados por regímenes pro-imperialistas, con TLC más bases militares norteamericanas (Colombia, Perú, Chile y Paraguay, éste desde 2012); b) los países “ola marina” (con un motor que camina “p´alante” y otro “p´atrás”, -al decir de una vieja canción caribeña)- Argentina, Uruguay y Brasil; c) los que apuntan a una transición socialista y anti-imperialista (Bolivia, Ecuador, Venezuela). De la segunda categoría solo pervive Uruguay, con un presidente cooptado por el sistema. En esos países los capitalistas consentían ser conducidos políticamente por un gobierno del bloque político-social alternativo, con la condición que no cuestionaran la explotación capitalista, y mientras durara el ciclo económico expansivo. Es más, esos gobiernos son la alianza de expresiones de las clases populares más sectores de la burguesía no tras-nacionalizada. Así se pudo amortiguar la pobreza, y mejoraron las condiciones de vida de amplias masas, sin que simultáneamente se elevara su conciencia política. Desde el gobierno y desde las fuerzas políticas que los apuntalaron no se libró lucha ideológica, admitiendo la concepción liberal, ignorando el carácter de clase de las democracias y de las repúblicas. No se intentó radicalizar la democracia, con participación real. De esa forma con esos gobiernos, solo se ha avanzado en los márgenes del sistema, frenando las movilizaciones populares, matando las ilusiones militantes, lo que ha facilitado la tarea de la reacción que ha desencadenado un tifón de derechas comandado por el imperialismo norteamericano, dividiendo a la región. Como expresa José Carlos Mariátegui (1894-1930) “Hispanoamérica, Latinoamérica, o como se prefiera, no encontrará su unidad en el orden burgués. Ese orden nos divide, forzosamente, en pequeños nacionalismos. Los únicos que trabajamos por la comunidad de esos pueblos somos en verdad los socialistas, los revolucionarios. El porvenir de América Latina es socialista.” (“Ideología y política”).
¿Qué hacer de ahora en más?
Uruguay ha sido creado como Estado Tapón (cuña entre dos grandes, ni muy grande ni muy chico, a orillas de un río que permita penetrar al continente, con autonomía histórica). Su rol histórico ha sido impedir la unión de la región, ser pieza de fácil control imperialista. Por eso EE.UU. lo considera “un aliado estratégico” y Vázquez lo ha aceptado, pese al FA.
Uruguay no tiene posibilidades de desprenderse por completo de la región para avanzar, como han hecho, Cuba o Venezuela. La geopolítica no lo permite. Por eso, desde antes de Macri y de Temer, la conducta del gobierno ha sido deplorable, buscando “emanciparse” del MERCOSUR en aras de “un tío protector”.
¿Qué puede hacer el movimiento social “desde abajo” y el Frente Amplio ignorado por el gobierno? a) Mantener una conducta digna y no prestarse a firmar tratados lesivos para la soberanía ni al juego sucio de las Misiones de Paz (Haití, en especial). b) Proponer estrechar vínculos con los aliados certeros (el ALBA-TCP) y también con Rusia y China, integrarse al Grupo de los 77 + China y no retroceder a los ajustes a expensas del pueblo trabajador. c) Reconstruir a la izquierda sin mantener la unidad indiscriminada con sectores del FA defensores del sistema capitalista. A la vez, afianzar el internacionalismo de los trabajadores contra la mundialización del gran capital teniendo presente, que la soberanía nacional y la democracia política están seriamente amenazadas.
* Julio Alcides Louis Elzaurdia (Montevideo, 1938). Militante socialista. Egresado en Historia del Instituto de Profesores Artigas (1968) ha sido docente de Secundaria, de Historia de las Ideas en la Universidad de la República y de Didáctica de la Historia e Historia Americana en el I.P.A. Ha publicado "Batlle y Ordoñez, apogeo y muerte de la democracia burguesa" (1968 y 1972), "Historia, técnica y producción (1989) y "Marxismo, ese ocultado" (2008), "Lenin, la revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI" (2009).
(1) Jorge Beinstein. “Una conversación con Jorge Beinstein sobre la `crisis general de la civilización burguesa’ Esta crisis es mucho más grave que la de 1929’” Reportaje de Salvador López Arnal. “Rebelión”. 14-4-2009. Quien escribe la ha abreviado.
(2) Lenin. “Tesis de principio para el problema de la guerra”. Tomo 23. Obras Escogidas. Páginas 148-149.
(3) Rosa Luxemburgo: “¿Reforma o Revolución?”. Esta traducción ha sido tomada de Tony Cliff, “Rosa Luxemburgo socialista revolucionaria” publicado por “Izquierda revolucionaria”, serie/activistas.
(4) Lenin. “La enfermedad infantil del ìzquierdismo’ en el comunismo”. 1920. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pág. 78. Por masas entendemos al sector activo de la población, lo que se modifica constantemente. “El concepto de masas es variable, según cambie el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pudiese hablar de masas […] Cuando la revolución está ya suficientemente preparada […] el concepto de masas cambia en el sentido que por él se entiende una mayoría, y además no sólo la simple mayoría de obreros, sino la mayoría de todos los explotados […] mas para la victoria, para mantener el poder, es necesaria la mayoría de la clase obrera […] sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora”. (Lenin. “Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista” (1921).
(5) Emir Sader. “El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana”. Siglo XXI. Editores. 2009.